(Galde 10, Udaberria 2015 Primavera). Jose Horna. Lo mío con el Jazz empezó mal. A mediado de los años 60 solíamos reunirnos los domingos en casa de los abuelos (los únicos de la familia que tenían televisión…) para ver Bonanza. Pero después del Telediario había que esperar a que terminara otro programa antes de poder disfrutar de las aventuras de la familia Cartwright. Un niño de 6 años como yo no llevaba bien tener que aguantar a un señor que se llamaba Pepe Palau y hablaba de una música muy rara (el “jazz”, con la jota bien marcada…) que no se parecía a nada que hubiera escuchado antes; sobre todo cuando el colmo de la “modernidad” en aquellos tiempos no iba más allá de los Festivales de Eurovisión o San Remo.
Con la adolescencia llegaron otras inquietudes musicales que quedaban fuera del ámbito televisivo. Yo tiré inicialmente hacia el rock y el folk-rock, con una fijación especial por las guitarras. Ellas hicieron que me interesara por el rock sinfónico y el Jazz-rock (muy “fussionado”…). Por obra y gracia de John McLaughlin, el paso de la “Mahavishnu Orchestra” a “The Guitar Trio” (McLaughlin, Coryell, De Lucía) fue bastante sencillo. Casi sin saberlo, el Jazz ya estaba llamando a mi puerta…
Ya en los 90, la fotografía fue la causante de que esa puerta se abriera de par en par. Desde los primeros conciertos de Jazz que fotografié me di cuenta de la especial relación que tenían las imágenes con la música y de que la única manera de capturar los instantes estaba en seguir la senda que el Jazz estaba marcando en mis oídos. A partir de ahí fueron llegando los discos de John Coltrane o Billie Holiday, las noches en el Bilbaina Jazz Club y los programas de radio de Pío Lindegaard y Juan Claudio Cifuentes “Cifu”, que muchas veces grababa en cassettes para poder escucharlos después en el coche. Los programas televisivos de “Jazz entre amigos” lograron mi reconciliación con el pobre Pepe Palau gracias a Cifu. De hecho, creo que la reposición que hizo del famoso programa americano “The Sound of Jazz” y sus cometarios sobre las diferentes escenas de aquel documental (la cara de Billie Holiday cuando Lester Young se levanta para hacer un «solo» histórico en «Fine and Mellow», la disparidad de reacciones entre otros músicos mientras Monk tocaba…) fueron ya el punto de no retorno en algo que iba siendo mucho más que una afición: Fotografía y Jazz.
Pío Lindegaard me firmó una tarjeta de entrada libre como fotógrafo al Bilbaina Jazz Club en 1992, Iñaki Astigarraga y Pablo Zúñiga me encargaron los reportajes de las actuaciones en el Club durante cuatro años, Raúl Mao me aceptó como fotógrafo en Cuadernos de Jazz desde 1994, pero fue una llamada telefónica de Cifu para incluirme en la primera Guía Profesional del Jazz en España (1994) la que me dio el empujón definitivo para lanzarme a la aventura de los grandes Festivales. Fue precisamente en el inicio del Jazzaldia de 1994 cuando tuve la oportunidad de estar y charlar con Cifu un buen rato: mi primer contacto directo con el círculo de los «sabios del Jazz»… ¡Nada menos!
A partir de entonces, los encuentros con él en Vitoria, San Sebastian o, sobre todo, en Getxo han sido para mí unos de los momentos más agradables de la gira anual jazzística del mes de Julio. Cifu encargándose varios años de la grabación sonora de las actuaciones en Mendizorroza (donde creo que le tocó aguantar la irrupción de un tipo del staff de Dee Dee Bridgeweater que intentó airadamente interrumpir la grabación en 1998) o acudiendo años después a ese mismo lugar para ver exclusivamente a dos baterías (uno de ellos era Jimmy Cobb…). Cifu como integrante del Jurado del Concurso de Grupos en Getxo, presentando el Homenaje a Pío Lindegaard en la edición de 1997 o dándome un abrazo por la foto ampliada que le pasé de su gran amigo Peer Wyboris. Cifu en el Jazzaldia, atento a la actuación de Doc Cheatham en el 94 o convirtiendo la rueda de prensa de la entrega del Premio Donostiako Jazzaldia que se le otorgó en 2013 en una auténtica «Clase Magistral». Cifu en el Homenaje que se le hizo en el Hacería Jazz Club de Bilbao en 2014, rodeado de jóvenes artistas de Jazz. Cifu, en definitiva, ocupando un lugar destacado e insustituible en nuestra memoria y nuestros recuerdos.
Sí, lo mío con el Jazz empezó mal. Pero, tal y como les ha ocurrido a muchísimas personas, tuve la suerte de cruzarme con Juan Claudio Cifuentes «Cifu». La última ocasión en que hablé con él, en el Jazzaldia del año pasado, seguía su camino con el programa del Festival en la mano y una lista subrayada de actuaciones especiales en su cabeza La propaganda de las promotoras o los convencionalismos del público y la taquilla no le importaban demasiado; él buscaba el buen Jazz allí donde estuviera e hiciera falta ir. Y nos lo contaba, tantas y tantas veces…