Galde 43, Negua 2024 Invierno. Iñaki Antiguedad.-
Vivimos una época de incertidumbres múltiples, decimos ser conscientes de la necesidad de gestionar la complejidad de nuestras sociedades, y nos referimos a los nuevos paradigmas como justificación de cambios hacia una sostenibilidad que no llega, probablemente porque no sabemos qué es lo que queremos sostener (el gran enigma). Lo insostenible no termina de irse y lo sostenible no termina de llegar.Hablamos más que actuamos y seguimos alimentando incertidumbres, complejidad …y seguimos investigando en las universidades, con la sensación de que a la administración poco le importa lo que hagamos siempre y cuando no obstaculicemos, desde el conocimiento, el progreso… que profundiza la insostenibilidad.
Se admite que la sostenibilidad se refiere a la capacidad de un sistema para adaptarse al entorno y mantenerse en el tiempo; al entorno actual y al de los escenarios futuros derivados del cambio climático, y del cambio global. Avanzar hacia la sostenibilidad es el mayor reto actual. Decía el secretario general de la ONU en la Cumbre de la Tierra (2002) que para alcanzar la sostenibilidad en el planeta es necesario alcanzarla en todos los lugares, todos, y la sustentaba en la integración de cinco pilares: Agua, Energía, Salud, Agricultura y Biodiversidad.
Respecto al agua, actuar en términos de adaptación supone conocer la dinámica del territorio al que nos debemos adaptar, que es evolutiva en el tiempo y sometida a una enorme dosis de incertidumbre. De hecho, si los futuros escenarios climáticos que se derivan de los Modelos de Circulación General son muy variables, es mucho mayor la variabilidad cuando nos referimos a los escenarios hidrológicos. Es aquí donde el territorio (suelo: naturaleza, usos, gestión) tiene una influencia crucial, marginada con frecuencia en la planificación hidrológica. El manifiesto fundacional de la Nueva Cultura del Agua (1998) lo recoge así: “Organizar la inteligencia colectiva en forma de ordenación territorial con perspectivas de sostenibilidad. Se trata de integrar la gestión del agua en el territorio desde la coherencia del desarrollo sostenible, como nueva columna vertebral de un renovado concepto de Interés General. Agua y Territorio pasan a ser una realidad indisociable”.
Por tanto, una visión CUENCA más allá de la visión CAUCE. En la visión CUENCA se considera el territorio no sólo como receptor de efectos derivados del cambio climático, sino también como causa añadida de los mismos (efectos hidrológicos de la ordenación territorial, afectando la evapotranspiración y la capacidad reguladora de las diferentes partes del territorio: suelo, humedales, acuíferos, bosques, praderas …).Es muy importante considerar esa retroalimentación entre clima y usos del territorio, junto con la propia planificación temporal de los cambios en esos usos (evolución socio-económica, demandas, gobernanza…), con sus incertidumbres asociadas.
La cuenca representa la unidad básica de gestión del territorio, el marco idóneo para la comprensión de la compleja interrelación de los procesos naturales y sociales, con diferente incidencia en las escalas espacial y temporal. El río (1D) es la respuesta, en términos de variación de cantidad y calidad de agua, del conjunto de procesos del sistema cuenca (3D). No hay planificación hidrológica sin planificación integral de la cuenca.
Hace falta un enfoque ecosistémico: una política hidrológica desde la cuenca más que una hidráulica desde el cauce, mirar la cuenca desde el río, desde la cabecera a la desembocadura. Es considerar la cuenca como un continuum y recuperar la continuidad muchas veces perdida, por acumulación en el tiempo de impactos antrópicos, para que el territorio gane en resiliencia: continuidad lateral (entre río y llanura de inundación), longitudinal (entre cabecera y parte baja), vertical (entre río y acuíferos)… y mantenerla en el tiempo (sostenibilidad).
De hecho, el agua no es algo aislado (ura lokarria da, ez hari hutsa), es un conector, no un sector. Es parte esencial de una cadena de compartimentos terrestres que en términos de diferentes directivas podemos establecer como Suelo-Sedimento-Agua-Biota. Por desgracia el Suelo sigue siendo el “paciente olvidado”, que no ha llegado a tener la consideración dada al Agua por su Directiva Marco (2000).
Si el suelo es el término olvidado de la planificación hidrológica, la evapotranspiración (ET) es el término olvidado del balance hídrico. La ET es el término más condicionante del balance hídrico, a pesar del mayor interés dado en la planificación hidrológica a precipitaciones y caudales. En este sentido, resulta lamentable la prácticamente nula consideración hidrológica que en nuestro entorno territorial tiene la política forestal, a pesar del amplio conocimiento científico acumulado en la Hidrología Forestal. Eso lleva a que se dé más importancia a las premisas, no fundamentadas, que a las evidencias, no promocionadas desde la administración forestal. Esto es grave.
Es evidente que no sólo el clima sino también los usos del territorio condicionan la dinámica hidrológica de la cuenca, aunque sea complicado llegar a separar los efectos de ambos factores (el impuesto y el decisional). De todas maneras, se trata de un esfuerzo investigador necesario para su consideración en la gestión hidrológica adaptativa. Hay que tener en cuenta que, atendiendo a las tendencias hidrológicas que vienen del pasado, por tanto confirmadas, y a las derivadas de simulaciones futuras, por modelación climático-hidrológica, son los periodos de caudales bajos (verano y, cada vez más, otoño) los mas preocupantes en los previsibles escenarios hidrológicos futuros de nuestro territorio. Es decir, las “sequías” van a superar a las “inundaciones” como principal riesgo “natural” asociado al agua, tanto en duración temporal como en impacto espacial, y es en estos periodos donde el papel de la cobertera vegetal se hace notar con mayor énfasis (evapotranspiración versus caudal).
Si admitimos que el cambio climático es una realidad no podemos plantear la gestión del agua, ni del territorio, a futuro de forma similar a como se ha hecho hasta ahora.Es más, el cambio climático es, en sí mismo, un cambio cultural, ya que es nuestra cultura desarrollista la que está en el origen de aquél. Más motivo, por tanto, para que a futuro nuestra cultura no sea la que estamos manteniendo.En el necesario cambio de paradigma adquiere cada vez más fuerza el enfoque de gestión conjunta de las tramas territoriales en las que el agua interviene (lotura-hurbilketa; nexus approach). Aunque en nuestro caso es prácticamente desconocido, en Europa es frecuente considerar el nexo Agua-Energía-Agricultura que son tres de los cinco pilares antes citados para asegurar la sostenibilidad.
El enfoque nexus requiere cambios en la gobernanza de los sectores relacionados con el agua. En este sentido, conviene distinguir los conceptos de gobernanza y gestión. La gestión se refiere a las actividades de seguimiento, desarrollo y aplicación de medidas para mantener el estado del recurso hídrico dentro de los límites establecidos. La noción de gobernanza es más amplia, y tiene en cuenta a los distintos agentes territoriales que contribuyen a formular y aplicar la política del agua. La gobernanza establece las normas bajo las que opera la gestión. Y por lo dicho en esta reflexión, la gobernanza del agua debería ser multinivel, con una base municipal-comarcal sólida que, desde la base territorial, asegure la resiliencia del territorio y la población allí instalada. Es desde esa cercanía que se pueden comprender mejor las relaciones entre los aspectos biofísicos y sociales como forma de anticipación. Es dar importancia a la flexibilidad en el proceso de adaptación, en contraposición a la rigidez de las soluciones habituales, demasiado centradas en la tecnificación que aleja a la ciudadanía de la toma de decisiones.
Terminamos con esta reflexión de Del Moral (2003) “el problema se centra en la necesidad de una voluntad política de reconducción de las dinámicas territoriales dominantes. Esto implica el avance en la sociedad y el impulso institucional a nuevos valores y objetivos sociales coherentes con modelos de desarrollo más adaptados a los límites de los recursos”. Reconducción en un mundo cada vez más complejo, con soluciones cada vez más territoriales.
Iñaki Antiguedad (Geología, UPV/EHU)