Jasón & Argonautas, (Galde 09, invierno 2015). Dicen algunos que estamos saliendo de esta crisis, que ya se ve la luz al final del túnel. Otros lo siguen viendo oscuro. Sea como sea, el paisaje de llegada no va a ser el de partida. Regirán otras reglas y otros valores individuales y sociales, esperemos que mejores. En las ofertas y hábitos culturales se observan ya algunos brotes verdes, tímidos apuntes de primavera en pleno invierno. Lo nuevo no termina de nacer y lo viejo no acaba de morir, o algo así, que dijo Gramsci.
I. 2015 será un año de pugna dialéctica entre lo viejo y lo nuevo en tanto no llega el 2016 que está llamado a ser época de prodigios, al menos en Donostia. El barco no flotará, quizás tampoco atruenen el aire millares de tambores y barrilillos en la madre de todas las tamborradas, pero sí parece que miles de jóvenes músicos venidos de toda Europa esparcirán al aire sus melodías. Aunque el proyecto de Centro Internacional de Cultura Contemporánea se siga madurando, se podrá ya contemplar con una copa en la mano la ciudad satisfecha desde el gran mirador de Tabakalera y tal vez para entonces, un generoso presupuesto público anime a la familia Chillida a quitar el cerrojo de su santuario. Todo positivo pero con una tendencia al gigantismo que puede ser dañina. Fíjense lo que ha pasado en Mons, ciudad belga que ostenta este año la capitalidad europea. The Passenger, la enorme escultura de madera que cubría una calle y estaba llamada a ser el icono capitalino, se ha venido parcialmente abajo al ceder una de las vigas que la sustentaban. Esperamos que no sirva de precedente funesto.
II. Hay un aroma retro en el ambiente. En política se habla de una nueva transición y las artes, que gustan de verse a sí mismas como premonitorias, ya la van poniendo en práctica. Es un fenómeno mundial, se lleva el compromiso, pero solo a ratos.
Para muestra, las entregas de los Goya y de los Oscar. La alfombra, el photocall y sus modelitos, los agradecimientos al equipo y a la familia sin-la-cual-este-proyecto-no-hubiera-sido-posible, son lo de siempre, pero luego van los actores y se lanzan a reivindicar causas progresistas y a denunciar desigualdades y discriminaciones, como en los setenta. Antonio Banderas, quizás más hondo en lo personal que en lo profesional, reivindicó con mucho tino en los Goya la grandeza del cine como arte de nuestro tiempo ante el ministro Wert, que por fin se dignó asistir y estuvo atento, aunque no sabemos si entendió que la cosa le afecta. Todo esto son buenos síntomas, lo que pasa es que luego viene Alex de la Iglesia y ficha a Raphael para rodar Mi gran noche, una improbable obra maestra, por no hablar de las 50 sombras de Grey.
En Arte también hay de todo, como en botica. Junto a una magnífica muestra del Equipo Crónica, arte pop irreverente antifranquista, que se puede ver en el Museo de Bellas Artes de Bilbao, se anuncia otra a pocos metros, en el Guggenheim, dedicada a Jeff Koons, el del Puppy, al que sus detractores califican de experto solo en Bolsa y fabricante de baratijas de vanguardia.
La poesía vuelve a ser un arma cargada de futuro para medio centenar de autores de una docena de países que acaban de publicar la antología Humanismo solidario, una vuelta a los valores y a la reflexión en tiempos de crisis. La poesía como expresión y explicación de un malestar, como asidero ante el desplome de todo lo que era sólido, que dice Muñoz Molina. También gentes de apariencia frívola muestran su corazoncito solidario. Así, Messi impulsa en Sotheby´s una subasta de arte en apoyo a la infancia de países empobrecidos y Beyoncé actuó en la entrega de los MTV Music Awards frente a una enorme pantalla luminosa en la que podía leerse feminist, acompañada de la definición del término. Dicen los medios que tuvo un efecto brutal y que cada tres tuits sobre feminismo escritos en el mundo en las siguientes 48 horas, la mencionaban. Lo dicho, el compromiso se lleva. Seamos positivos y pensemos que los signos indican que The Times They Are a Changing, que cantaba el joven Dylan.
III. Alguna cosas no cambian ni mejoran. En España no se lee. Aunque leer es bueno para el cerebro, un reciente estudio da la alarmante cifra de un 55% de personas que no lo cree o no lo practica. Los editores que en los últimos años acumulan una caída del 40% en sus ventas, hartos de recibir migajas, cuando no el desprecio –dicen- del gobierno, piden que se hagan planes serios que reviertan este fracaso de la democracia. Daniel Fernández, presidente del gremio, dice cabreado que este país ha pasado del burro al AVE. No leíamos en burro y no mucho en AVE. Pide que la sociedad tome conciencia del respeto al libro y se convierta en el centro del conocimiento, la cultura y el ocio, estrechamente vinculados a la educación y el progreso humano.Quizás ahora, que parece ser que han descubierto la tumba de Cervantes, El Quijote tenga más lectores. O tal vez no, y solo sirva para crear un nuevo parque temático repleto de audiovisuales. Perdón por dar ideas.
IV. Nos decían en la escuela que leer era bueno, aunque fuesen tebeos. No son de esa opinión las autoridades culturales de Irán que acaban de condenar al ostracismo la obra de Sepideh Jodeiry, una poetisa cuyo delito es haber traducido al persa un cómic protagonizado por dos lesbianas. Más ferozmente contrarios a la lectura han sido los asesinos de una decena de redactores del semanario humorístico Charlie Hebdo. No podían soportar la imagen que de sí mismos veían reflejada en el espejo de las viñetas de unos dibujantes de tiras cómicas. La realidad reflejada en los espejos cóncavos, da lugar al esperpento, decía Valle-Inclán, y más filosófico Goya: El sueño de la razón produce monstruos.
Ser capaz de verse a sí mismo como frágil, incluso ridículo, o admitir que alguien te refleje así, es un ejercicio difícil y puede ser doloroso, pero tiene un efecto balsámico. Cura la prepotencia, la intolerancia, la estupidez y la barbarie. La conquista del humor es un logro de la humanidad, un componente esencial de la libertad y de ese bien intangible que llamamos cultura.