Galde 27, negua/2020/invierno. Agustín Unzurrunzaga, SOS Arrazakeria.-
Las migraciones han existido siempre. Decir esto puede ser una obviedad, pero teniendo en cuenta los fantasmas y los pánicos que suscitan en algunas personas, sigue siendo necesario insistir en ello.
Y en el futuro seguirá habiendo migraciones. Pero nada hace prever que las migraciones vayan a dispararse. En esto son coincidentes todos los análisis y proyecciones de los grandes organismos mundiales, ONU, FMI, Banco Mundial, OCDE. Las personas migrantes exteriores representaban el 2,3% de la población mundial en el año 1965, el 2,9% en el año 1990, el 3,4% en el año 2015, y se calcula que rondarán el 5,6% en el año 2050[1]. Y aunque el reparto de las personas migrantes es diferente al de hace un siglo, con un aumento de las migraciones del Sur hacia el Norte, ese Norte no se va a ver sumergido, ni mucho menos. Vamos, que no habrá “gran reemplazamiento”, tal y como insisten con cada vez más fuerza el grueso de los partidos de derecha extrema europeos.
Pequeño apunte sobre la población en la UE
Según Eurostat, a 1 de enero de 2019 vivíamos en la Unión Europea 513.481.690 personas (un 2,1% más que el 1 de enero de 2018), de las que 60.013.495 habían nacido en un país diferente al de su residencia, el 11,68%, y 39.414.664, el 7,67%, eran extranjeras, es decir que no eran titulares de la nacionalidad del país de la Unión en el que residían.
El saldo vegetativo de la Unión Europea en su conjunto fue negativo durante el año 2018. Fallecieron 5.311.600 personas y nacieron 4.957.300. Por lo tanto, el crecimiento experimentado de la población, que pasó de 512.379.200 a 513.481.700, se debió por entero a la inmigración. Sin el aporte de la inmigración la Unión Europea iría perdiendo población.
De los veintiocho países de la Unión, trece tuvieron saldo vegetativo positivo (Bélgica, República Checa, Dinamarca, Irlanda, Francia, Chipre, Luxemburgo, Malta, Países Bajos, Austria, Eslovaquia, Suecia y Reino Unido) y quince lo tuvieron negativo (Bulgaria, Alemania, Estonia, Grecia, España, Croacia, Italia, Letonia, Lituania, Hungría, Polonia, Portugal, Rumanía, Eslovenia y Finlandia). Pero, a su vez, dieciocho países ganaron población, entre ellos varios de los que tenían saldos vegetativos negativos, como Alemania, Estonia, España, Eslovenia, Eslovaquia. Esa ganancia de población es totalmente debida a la inmigración.
Ahora bien, los muy importantes desequilibrios demográficos que tiene la Unión Europea no se arreglarán en base al aporte de la inmigración, aunque ésta sea un factor importante. Como señala el demógrafo francés Hervé Le Bras, “La migración debe ser tenida en cuenta como un correctivo contra la disminución del número de activos[2], pero no como un remedio milagroso contra el envejecimiento de la población” (Hervé Le Bras. Questions de migration).
Contradicciones en las políticas migratorias de la Unión Europea
La Unión Europea es una cosa compleja, llena de contradicciones. Lo que pasa en ella nunca es simple. Hay cosas buenas, menos buenas y malas. Tengamos todo ello en cuenta.
La Unión Europea está compuesta por veintiocho Estados, y en materia de inmigración y asilo cada uno de ellos tiene mucho que decir. Más allá de las Directivas de la Unión y de cuestiones de base comunes, cada Estado gestiona las cosas a su manera y aplica criterios y políticas migratorias diferentes a las del vecino.
La Unión Europea no ha conseguido construir una política común de inmigración ni de asilo. Son cuestiones que todos las consideran como pendientes, pero que siguen pendientes, y vistas las contradicciones que hay, probablemente por bastante tiempo.
Esa contradicción entre los Estados que componen la Unión y la propia Unión se ha manifestado con crudeza en los últimos años. En septiembre de 2015 se adoptó la decisión de que cada Estado de la Unión, teniendo en cuenta tres criterios básicos, el PIB, el número de habitantes y las tasas de paro de cada Estado, acogiese una parte de las personas refugiadas que se encontraban en Grecia e Italia, la mayoría de ellas provenientes de Siria y Afganistán. Algo que parecía elemental, que permitía expresar una solidaridad intraeuropea, fue imposible de materializar y produjo una profunda herida.
Y lo mismo pasa con el protocolo de Dublín, que obliga a que las personas solicitantes de asilo lo tengan que pedir en el primer país de la Unión en el que entran, permaneciendo en él hasta la resolución de su expediente. Todos son conscientes de que con este sistema se sobrecarga inevitablemente a los países periféricos de la Unión, en la historia reciente a Italia, Grecia y España. Se repite una y otra vez que eso hay que cambiar, o cuando menos ajustar, pero ahí sigue.
Las contradicciones han sido flagrantes a la hora de abordar los problemas humanitarios que presentaban las personas migrantes que intentaban llegar a la Unión Europea siguiendo las diferentes vías del Mediterráneo[3] (3), que tenían como destino Italia, España o Grecia: ¿se les dejaba entrar o no?, ¿se criminalizaba a las organizaciones de salvamento humanitario o no?, ¿se negociaba su reparto antes de que tocasen puerto o después de desembarcar en un puerto seguro?, ¿quiénes entraban en la negociación del reparto?… Todo ello expresaba, y sigue expresando, una falta enorme de criterios comunes.
Desde mediados de 2018 se vienen discutiendo, tanto en la Comisión como en el Consejo de la Unión Europea, dos conceptos centrales de lo que aspira a ser una política común centrada en la lucha contra las entradas irregulares: “plataforma de desembarco” y “centro controlado”
Se quiere que esas “plataformas de desembarco” estén en países terceros, fuera de la Unión. Y, a su vez, que los países de la Unión que así lo quieran construyan “centros de control”.
El problema es que ningún país tercero quiere ser una “plataforma de desembarco” de la Unión Europea. Y así lo han hecho saber tres países a los que se propuso y presionó, Albania, Marruecos y Túnez. Y, por el otro lado, ningún país de la Unión quiere construir “centros controlados” en su territorio.
Así, dejado atrás el gran susto de los años 2015-2016, o como decía el balance para el Consejo del mes de marzo de 2019, “Durante tres años consecutivos, las cifras de llegadas han disminuido constantemente, y los niveles actuales son solo un 10% de los niveles máximos alcanzados en 2015”[4], se vuelven a repetir las mismas ideas de siempre, las que ya se avanzaban en la Cumbre de Tampere en el año 1999 y los principios comunes sobre integración del año 2004: evitar que la gente salga de sus países rumbo a Europa; luchar contra las redes de tráfico ilícito de personas; aumentar los retornos y las readmisiones, es decir las expulsiones; reforzar las medidas de retorno rápido pare evitar la huida de quienes van a ser retornados a otro país de la Unión, lo que actualmente se denominan como “movimientos secundarios”; reforzar las fronteras exteriores de la Unión dotándose de un cuerpo permanente de guarda fronteras compuesto por 10.000 personas; dotarse de un sistema común de asilo, de protección internacional; impulsar la migración legal y las políticas de integración.
Pero también es verdad, y hay que tomarlo muy en cuenta, que junto a lo arriba expuesto, en la Unión Europea entran millones de personas cada año con sus correspondientes autorizaciones de residencia. Y lo hacen en todos los países, sin excepción, incluso en Italia cuando mandaba Salvini. Así, durante 2018 se concedieron 3.222.556 autorizaciones de residencia iniciales (en España 259.600) y, en los últimos cinco años 14.398.592 (en España 1.084.698), lo que nos da una media anual de 2.879.790 permisos de residencia iniciales por año en el conjunto de la Unión[5] (5).
Esos permisos de residencia iniciales se dividen en cuatro grandes apartados, tal y como se aprecia en la siguiente tabla, correspondiente al año 2018:
Motivo Unión Europea España
Reagrupación familiar 914.757 134.196
Trabajo 885.666 58.433
Estudios 643.898 41.983
Otros (asilo, humanitarios…) 778.235 24.988
Total 3.222.556 259.600
Del total de 3.222.556 permisos iniciales concedidos, 2.018.318, el 62,63% lo fueron por doce meses o más.
NOTAS
- La proyección demográfica que hace Eurostat para España es que de 46.658.447 habitantes en 2018 se pasarán a 49.932.997 en 2050. Tres millones más de personas en un espacio de más de treinta años. ↑
- En España, en el 3º trimestre de 2019, la tasa de actividad de las personas con nacionalidad española fue de 57,25% y del 70,84% la de las extranjeras. “La diferencia entre ambas tasas se explica, fundamentalmente, por la diferente estructura por edades de unos y otros”. (INE) ↑
- En los últimos cinco años han muerto 13.988 personas en el Mediterráneo. ↑
- La evolución de las primo-solicitudes de asilo evidencia también esa tendencia. En 2015 se formularon 1.256.610 primo-solicitudes de asilo en la UE, 1.206.045 en 2016, 654.610 en 2017 y 587.350 en 2018. Hemos vuelto a cantidades semejantes a las de 2013 y 2014. En España se da una evolución inversa, pasando de 5.460 primo-solicitudes en 2014 a 52.730 en 2018, y muy probablemente sobrepasando las 100.000 en 2019. ↑
- En 2018 Polonia concedió 653.335 autorizaciones de residencia iniciales, Alemania 543.571, Gran Bretaña 450.775, Francia 264.876, España 259.600, Italia 238.863, Suecia 124.616… ↑