Gaizka Fernández Soldevilla
La voluntad del gudari. Génesis y metástasis de la violencia de ETA
Tecnos, Madrid, 2016.
(Galde 15 – verano/2016). Reseña realizada por Mikel Alonso.
Titular es un arte. Sostenía Semprún respecto al nazismo que no bastaba con explicar los hechos sino que es necesario despejar su significado. Voluntad es el gozne sobre el que se articula la pormenorizada investigación de Fernández Soldevilla. Este ensayo, que completa Sangre, votos, manifestaciones y Héroes, heterodoxos y traidores (su tesis), subraya el papel de las decisiones de un grupo de actores sustentadas en una particular definición de la realidad. Tal definición es, a la vez, un mito (“un mito que mata”) y un marco narrativo con poder prescriptivo, en tanto condiciona la percepción y dirige la conducta de los actores. El mito es simple: el pueblo vasco, asentado en sus tierras ancestrales, ha sido objeto de ataques permanentes, alterando su pureza demográfica (raza), su cultura (lengua) y sus instituciones (fueros), hasta el extremo de poner en peligro su supervivencia. Solo la independencia devolverá la nación a su ser áureo originario. ETA es el Mesías orgánico que tiene ese cometido. Es, en suma, el relato del conflicto; una variante del destino robado.
El mito es la primera creación de la voluntad porque de él extrae su legitimidad. El gudari es el protagonista del mito, la metonimia del conflicto y el titular de la voluntad. El sentido propio de gudari se difumina para acoplarse a la homogeneización de la historia: el conflicto es tan inmemorial como el pueblo (metahistoria). En su elástica (y oportunista) semántica el conflicto engarza una retórica nutrida de dilemas (traidores-patriotas, España-Euskadi, vida-muerte, autóctonos-maketos, mártires-opresores…), apelaciones a la entrega (emopolítica), amenaza existencial (genocidio) y una omnipresente y polisémica apelación a la normatividad de la sangre. La sangre como título de honor (gudari), de propiedad (pueblo) –el mito opera la alquimia: el gudari es el pueblo–, como patrón de pureza, como comunión étnica, como elemento sagrado, como deuda pendiente.
La deuda exige respuesta; la sangre de los gudaris debe ser vengada: “engañar, obligar y matar no son actos únicamente deplorables sino necesarios” (Julen Madariaga). El paso de la retórica a la dinamita es un proceso incremental, con piezas endógenas (radicalización, competencia entre las formaciones nacionalistas, estrategias estatales) y exógenas –la mímesis de los movimientos de liberación, el IRA, ecos de Marx…–, que el autor rastrea con minucia. Pero hacen falta armas. Y para ello hay que recurrir a atracos y secuestros. Las armas instauran su propia lógica y drenan a las víctimas con la sanción del mito: “algo habrá hecho”. La voluntad crea el mito (la sangre debida), el mito justifica la acción (la sangre cobrada) y la acción refuerza el mito: ETA es el último y definitivo eslabón en el tracto épico de los gudaris, el libertador del pueblo. Por estos círculos discursivos se propagan las metástasis (subtítulo). ETA ocupa el centro estratégico, que comanda el espacio político (Batasuna y afines) en torno al cual gravitan movimientos sociales, culturales o vecinales.
ETA ya no mata pero el catecismo del conflicto sigue vigente; y empeñado en reescribir la historia para neutralizar la responsabilidad en la amalgama del sufrimiento. “No nos dejemos engañar, primero por los nuestros”, dice un eslogan de Mujeres de Negro. Es imperativo desmantelar el mito impostor. No mataron entelequias sino manos; algunas de vecinos. Y mataron porque ejecutaron el derecho a decidir disparar (como exigieron el derecho a cumplir íntegramente la condena por ello). El mito operó una cuádruple traslación: de la coyuntura histórica (presente franquista) a la bruma metahistórica (pasado: conflicto), de la particularidad nacional (abertzalismo) al patrón universal (opresión étnica), de la biografía individual (figuras ejemplares –a menudo tuneadas, como la opresión–) a la identidad colectiva (gudarismo), de lo profano (contenciosos) a lo sagrado (misión, martirio, salvación). Imposible roturar aquí un espacio para la justicia y las víctimas.
Esto es un apunte homeopático de lo que encontrará, bien avalado y mejor contado, en este estupendo libro. Exprima el jugo del título; son proteínas intelectuales solventes.