Elkarrrizketa: Marta Cabezas. La reacción patriarcal: machosfera, masculinismo y ultraderecha

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Galde 39, negua 2023 invierno. Miren Ortubay y Elo Mayo entrevistan a Marta Cabezas.-

Nos dijo hace muchos años Simone de Beauvoir que los derechos de las mujeres no son definitivos, que hay que mantenerse siempre alerta porque puede haber retrocesos. Susan Faludi nos alertó también de los ataques que desde muy diferentes frentes se producían frente a los avances del feminismo. Marta Cabezas en colaboración con estudiantes de la UAM y en confluencia con el espacio de investigación feminista, La Laboratoria,[1] ha salido a la calle, ha investigado online sobre todos estos fenómenos que se engloban en lo que llamamos “Reacción patriarcal”. Charlamos con ella para intentar entender qué se esconde detrás de este término.

Marta Cabezas Fernández es doctora en Antropología Social y Profesora en la Universidad Autónoma de Madrid, especializada en Estudios de Género. Recientemente ha editado con Cristina Vega “La reacción patriarcal. Neoliberalismo autoritario, politización religiosa y nuevas derechas” (Bellaterra Edicions, 2022), una compilación de textos escritos por feministas de ambos lados del Atlántico.

¿Cómo llegas a interesarte por esta amalgama de temas?

Diría que arrastrada por los acontecimientos. Afinales de 2018, justo cuando iba a empezar mi investigación postdoctoral, que titulé “La violencia de género en el laberinto estatal”, estaba produciéndose la emergencia electoral de la ultraderecha en Andalucía. Me golpeó como un martillo su slogan “la violencia no tiene género”; también que calificaran sistemáticamente a las feministas como “feminazis”o que colocasen a un conocido “defensor de los derechos de los hombres”a la cabeza de su primera bancada parlamentaria.

Todo esto motivó mi indignación y me llevó a profundizar en el tema, en la medida quereivindico una investigación social y en particular una antropología indignada, comprometida con los problemas urgentes de nuestro tiempo.

En la historia del feminismo ha sido una constante la aparición de resistencias frente a los avances de la igualdad. ¿Estamos ante una nueva reacción patriarcal?

Sin duda. No podemos olvidar que la tremenda polarización en torno al género que abandera la ultraderecha españolista acontece en un contexto histórico de movilización feminista de alcance transnacional. Las movilizaciones en América Latina al grito de Ni una menos, que estallaron en 2015 en Argentina; las movilizaciones contra la violencia sexual en Estados Unidos bajo el hashtag #MeToo; también las Huelgas Internacionales de Mujeres, que empezaron en 2017 en países como Polonia. Las Huelgas, articuladas en torno a los problemas de la reproducción social y del sostenimiento de la vida, aglutinaron todo tipo de propuestas, convirtiéndose en un vector de politización de todos los aspectos de la vida cotidiana. Esta marea alta feminista es paralela a la consolidación de proyectos políticos de ultraderecha en todo el mundo. Orban, Bolsonaro o Trump, son sólo sus buques insignia, su parte más visible.

En el estado español, además de la gran potencia demostrada por el feminismo en movimiento -las protestas por el tratamiento judicial de la violación de los sanfermines; las Huelgas Feministas de 2018 y 2019…-, no hay que olvidar que los dos partidos de la coalición de gobierno se reivindican feministas, pese a todas sus diferencias en este terreno.Esta potencia del feminismo en las calles, y su influencia en el gobierno, es fundamental para entender la virulenta reacción patriarcal que abandera la ultraderecha. Es una reacción preventiva, como diría Susan Faludi, no porque las estructuras patriarcales hayan caído, sino porque los actores reactivos interpretan que ese orden patriarcal está en riesgo.

Todavía hay quien considera, y quiero interpelar aquí a la izquierda, que esta polarización es una cortina de humo para distraer la atención de “lo realmente importante”. Yo creo que el género es realmente importante para cualquier proyecto autoritario, que no podría funcionar si las mujeres se vuelven ingobernables, si los hombres objetan los mandatos de la masculinidad o si la heterosexualidad obligatoria o el propio binarismo de género son cuestionados: es necesario un ejercicio profundo de deslegitimación del feminismo, sustraer a las mujeres y a la sociedad en su conjunto de la crítica antipatriarcal. Y en esas estamos.

Has hablado de «reacción», pero ¿puede pensarse que es una «conspiración»?Ayúdanos a entender eso que Cristina Vega y tú llamáis «ecosistema patriarcal» y sus diferentes elementos

Que sea una reacción antifeminista y patriarcal de grandes dimensiones no quiere decir que sea una conspiración.Preferimos interpretar esta reacción patriarcal en clave ecosistémica.

Decir que es un ecosistema con múltiples actores y que no es una conspiración con un director de orquesta, no significa ignorar el inmenso poder y liderazgo que ciertos actores transnacionales, con mucho dinero, ejercen en las esferas políticas y económicas.En este fenómeno reactivo respecto al feminismo hay grandes redes transnacionales y mafiosas que trabajan contra nuestros derechos, presionan a gobiernos y a organizaciones internacionales, incluso a las jerarquías religiosas católicas conservadoras, radicalizándolas. Es el caso de HazteOir/CitizenGo, con sede en Madrid. Aquí estaría también El Yunque, una organización paramilitar secreta integrista de origen mexicano que se infiltra en las jerarquías religiosas, en las élites políticas y económicas. HazteOir apoyó la emergencia electoral de Vox. La plana mayor de este partido tiene vínculos probados judicialmente con El Yunque. Dentro de este primer grupo de actores más organizados y con más recursos, tenemos también congregaciones religiosas muy diversas. La jerarquía católica ha sido también fundamental, yo diría que pionera en esto. Ya en los años 90empezaron a calificar de “ideología de género” al conocimiento crítico de los Estudios de Género y a las políticas públicas que utilizaban esta categoría para desmontar la desigualdad entre mujeres y hombres desde los Estados. Empezaron a crear pánico moral.Más recientemente, colegas que trabajan en América Latina vienen observando alianzas inéditas entre católicos y evangélicos contrala “ideología de género”. Esta categoría acusatoria, hoy está a la orden del día en el discurso público. A grandes rasgos, este grupo de actores de corte fundamentalista religioso[2], moviliza versiones reaccionarias de la religión, de la familia y de la feminidad contra el feminismo y los derechos de las mujeres. Aquí las mujeres participan en tanto madres, bajo un modelo de complementariedad de género. Los partidos de ultraderecha agregan a esta ecuación el nacionalismo excluyente. GiorgiaMeloni expresó muy bien este programa en su famosa alocución “Soy Giorgia, soy una mujer, soy una madre, soy cristiana, soy italiana, no me lo quitaréis”. Agregan también algo muy bizarro, que Sara Farris ha llamado “femonacionalismo”: un uso racista y xenófobo (sobre todo islamófobo) de los derechos de las mujeres para señalar a los “otros” como bárbaros machistas y violadores. Esta atribución del machismo a los “otros”,incivilizados e inferiores, tiene el efecto perverso de eludir la crítica a las relaciones de género y al racismo de ese “nosotros”.

Pero hay también, y esto quiero destacarlo, un sustrato mucho más difuso y capilar, que tiene como epicentro las redes sociales. Es lo que desde Estados Unidos se ha llamado la “manosphere”, que se ha traducido al castellano como “machosfera”, “manosfera” o incluso “androsfera”.

Justamente estamos empezando a escuchar este término en los medios de comunicación. ¿Puedes contarnos con más detalle qué se esconde detrás de este término?

La “machosfera” es un conjunto de comunidades virtuales misóginas, donde los hombres que participan comparten sus frustraciones sexoafectivas y sus malestares con los mandatos de la masculinidad heteropatriarcal. La sexualidad y la masculinidad están en el centro de este universo virtual. Forocoches es el ejemplo más cercano, donde se hizo pública la identidad de la víctima de la violación de los sanfermines de 2016,“la manada”. En la machosfera los hombres comparten sus problemas con las mujeres y encuentran el apoyo emocional que necesitan. Cuando alguno de ellos hace una de sus catarsis misóginas contra alguna mujer cualquiera, los demás le suelen apoyar con las siglas“TDSPTS”: todas putas.

Este es también un fenómeno transnacional. Los estudios pioneros vienen de Estados Unidos y podemos aprender mucho de ellos, aunque tenemos que seguir haciendo investigaciones de campo en nuestro contexto. La machosfera se articula en torno a la ideología “red pill”, que alude a la escena de la película Matrix donde Orfeus plantea a Neo una disyuntiva: tomar la píldora azul, y seguir en el engaño del mundo virtual, o tomar la píldora roja, y despertar a la realidad. Según esta filosofía, los hombres de la machosfera que optan la píldora roja (como declaró en twitter, por ejemplo, Elon Musk) se vuelven conscientes de la realidad social de dominación de los hombres por parte de las mujeres, retratadas como parásitos que fagocitan sus recursos económicos y como monstruos que les privan a los “machos beta” de sus derechos sexuales, eligiendo sólo a “machos alfa” para sus relaciones sexuales. Todo este mundo se articula en torno a la idea de “derechos agraviados” de los hombres, como plantea Michael Kimmel: los privilegios de los hombres se convierten en este discurso en derechos legítimos y el sufrimiento que el patriarcado, el capitalismo, el racismo, genera a los hombres, se procesa echándole la culpa a las mujeres y al feminismo. Aquí a su vez hay varios tipos de comunidades, que existen también en el contexto hispanohablante, que no puedo detenerme a explicarlos mucho aquí por falta de espacio[3], pero que al menos quiero nombrar: Los “Artistas del ligue” (Pick-up artists) comparten trucos para entablar relaciones sexuales sorteando el consentimiento. A esto lo llaman “El método”. Los “Hombres a su aire” (MenGoingtheirOwnWay) rehúsan vivir con mujeres y eligen una suerte de estoicismo separatista porque, según ellos, les parasitan. Los “Célibes involuntarios” (InvoluntaryCelibates), también conocidos por las siglas INCEL, conforman el sector más extremo. Van más allá del red pilly toman la píldora negra, que les conduce al suicidio o a morir matando. De hecho los INCELson catalogados como un riesgo terrorista de ultraderecha en Estados Unidos. El foro Red Pill, la quintaesencia de la machosfera en EEUU, apoyó la elección de Donald Trump.

Pero decías en tu conferencia que hay otro componente de la machosfera, el masculinismo o “movimiento por los derechos de los hombres”, que tú prefieres tratar como un fenómeno distinto de estas comunidades virtuales misóginas

Sí, efectivamente. Quiero empezar por distinguir el masculinismo de los movimientos de hombres por la igualdad, que son feministas o profeministas, nuestros aliados. El masculinismo es marcadamente antifeminista, su centro son los “derechos agraviados” de los hombres y por eso los califico de androcéntricos. No es lo mismo el androcentrismo del masculinismo que la misoginia de la machosfera, aunque ambos fenómenos tengan conexiones ecosistémicas y se refuercen. El masculinismo tiene mucho peligro porque se formula en clave antidiscriminatoria, dentro de los límites del decoro democrático. Me gusta llamarlo negacionismo liberal, porque su premisa es que la igualdad entre mujeres y hombres es una realidad social y un proyecto ya realizado en el estado español y en occidente en general. El masculinismo usa un lenguaje jurídico, muy distinto del de la machosfera. Se oponen a las acciones positivas a favor de las mujeres con el argumento que son discriminatorias contra los hombres, y lo hacen en juzgados y parlamentos, a cara descubierta, ya no en el anonimato y en la intimidad homosocial de la machosfera donde se da rienda suelta a la misoginia. No es solo una cuestión de intensidad, que también; me parece que la misoginia y el androcentrismo tienen cualidades distintas y generan distintos peligros para los proyectos democráticos y feministas.

El masculinismo no es un fenómeno online, aunque actualmente se apoya en las redes. En el contexto español, sin ir a genealogías más largas, hay dos disparadores clave en el proceso de conformación de un movimiento masculinista como reacción patriarcal. El primero, la aprobación de la Ley Integral contra la violencia de género en 2004 y el segundo la emergencia de Vox a partir de 2019. Los actores principales eran, en el primer momento, bufetes de abogados y otros operadores jurídicos. Pero ya en el segundo momento, en el que estamos, toman mucha relevancia los youtubers y otros creadores de contenido en las redes, que interpelan a una audiencia más variopinta, lo modernizan y lo presentan como un movimiento contracultural frente a la (presunta) hegemonía del feminismo y de “lo progre”.

Pondré algunos ejemplos de sus principales caballos de batalla y su deriva antifeminista, que a estas alturas todas conocemos. Plantean que los hombres también sufren violencia de sus parejas, pero arremeten contra las políticas públicas de violencia de género en vez de luchar por ampliarlas o mejorarlas y acusan a las mujeres de realizar denuncias falsas. Afirman que los hombres son el “sexo desechable” y que sufren más violencia que las mujeres, porque mueren en las guerras, tienen más accidentes laborales, se suicidan más… ¡como si los gobiernos que les mandana la guerra o las empresas que descuidan su salud y seguridad en el trabajo estuvieran presididos por mujeres feministas! Además, no se alían con nosotras contra las múltiples violencias sistémicas que denunciamos, sino que compiten con nosotras, nos niegan y nos deslegitiman. Plantean que los hombres tienen derecho de cuidar de sus hijos e hijas tras un divorcio, contra sus madres, exigiendo custodias compartidas sin el consentimiento materno y sin reivindicar igualmente el deber de realizar labores de cuidado durante el matrimonio. Plantean contrademandas por un falso Síndrome de Alienación Parental (el famoso SAP), frente a las madres que solicitan al sistema judicial que investigue presuntas agresiones sexuales de esos mismos padres contra sus hijas e hijos. Realizan también litigio estratégico contra activistas feministas, utilizándolo como aglutinador de sus estrategias de comunicación en las redes sociales y como última prueba de su antifeminismo, por si a alguien le quedaban dudas de su posicionamiento al respecto. La Asociación de Hombres Maltratados, perdió el año pasado una querella por delito de odio contra los hombres que interpusieron contra la actriz y activista feminista Pamela Palenciano, pero seguirán intentando utilizar estrategias de lawfare para acallar al feminismo. Un detalle más: están con Vox, yo diría incluso que son Vox, dicen que es el único partido que les representa actualmente.

En fin, todo este ecosistema tan complejo, cosecha y siembra esos malestares de género de los hombres. Reconocer esta circularidad es fundamental: algunos malestares están ahí y otros los genera este ecosistema mismo. Es urgente interpelar a los hombres, lograr que se desidentifiquen del macho machista agraviado. Para cerrar con esta fotografía en gran angular, quiero añadir que es urgente disputar estos malestares de género de los hombres a la ultraderecha. Debemos encontrar vías de conexión y procesamiento de esos malestares que nos pongan en alianza con los hombres. Aquí los hombres por la igualdad, feministas, profeministas o como quieran denominarse, son fundamentales. Necesitamos más que nunca, o tanto como siempre, que den un paso al frente.

Para terminar queremos hacer mención al planteamiento que Cristina Vega y tú lanzáis en vuestro libro. Habláis de estrategias, alianzas, diálogos feministas “a contracorriente” para hacer frente a esta reacción patriarcal. ¿Lo veis posible?

No tengo respuestas, pero sí puedo plantear dilemas. Sin duda enfrentamos grandes retos actualmente y estamos muy divididas. Ningún movimiento puede estar de forma permanente en la cresta de la ola, como me parece que estuvo el feminismo durante las Huelgas Feministas de 2018 y 2019. La polarización en torno al género que ha azuzado la ultraderecha nos ha puesto en el centro del conflicto político y eso es una gran responsabilidad, incluso una carga que nos pone a prueba. Hemos pasado de surfear la ola a estar en el ojo del huracán. En este contexto, un primer dilema es cómo reaccionar frente a los ataques de la ultraderecha. Lo llamaría dilema polarización-silenciamiento: si mordemos el anzuelo de la polarización, nos arriesgamos a quedar atrapadas en una política de batalla, donde ya no hay adversarios legítimos sino enemigos a erradicar y el conflicto no se procesa de forma democrática, con graves consecuencias en nuestras vidas cotidianas. Creo que no podemos perder de vista la comunicación no violenta al lidiar con este dilema. Claro que, si no reaccionamos a sus provocaciones, nos pueden silenciar, avasallar y doblegar. Podemos llegar incluso a autocensurarnos. No reaccionar no es una opción, la gran pregunta es cómo. El segundo dilema que quisiera traer a colación, ya muy trabajado por el feminismo, es el dilema institucionalización-autonomía. En este momento, en el gobierno del estado español hay dos partidos que se reclaman feministas. Esto es una ventaja a la hora de impulsar políticas feministas desde el Estado, pero también un gran riesgo de desgaste para el feminismo e incluso de instrumentalización, mucho más cuando los dos partidos discrepan tan abiertamente respecto a sus interpretaciones del feminismo. Rita Segato reclama un feminismo anfibio, capaz de transitar estratégicamente de los movimientos a las instituciones sin perder su autonomía. Nuevamente, la pregunta es cómo. La tercera cuestión para la que no tengo respuesta es el dilema autocrítica-culpabilización. Yo no estoy por un feminismo del punto final, sino por un feminismo en proceso y abierto. Reivindico un margen de duda que nos permita mantenernos interpeladas y en conversación entre feministas divergentes ¿Qué hemos hecho mal o qué han hecho mal otras feministas para provocar esta reacción patriarcal? Esta es una pregunta-trampa, que debemos reenfocar urgentemente. Sin dejar de ser autocríticas, pero sin caer en las trampas de la reacción, toca asumir errores, pero no los que nos imputa la reacción, sino los que partan de nuestra autocrítica feminista genuina y de los diálogos con nuestros aliados. Quiero pensar que, pese a nuestras diferencias, pese a que reivindiquemos alto y claro “los feminismos” en plural, nuestro derecho a disentir y la politicidad de un movimiento muy complejo, donde conviven varias generaciones, muchas sensibilidades y divisiones ideológicas, que podamos hacer frente a la reacción sin caer en sus trampas.

  1. http://laboratoria.red/
  2. Más información en https://www.rosalux.eu/es/article/1944.fundamentalismo-religioso.html
  3. Más información: https://www.adolescenciayjuventud.org/publicacion/jovenes-en-la-manosfera/

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