Santiago Burutxaga (Galde 03, verano 2013). “Una extraña Península, dijiste. Entre el agua y la tierra, el cielo y el cemento. Materia fronteriza. Naturaleza y técnica. Un cuerpo con los ojos perdidos en el agua. Es difícil, dijiste, distinguir entre el antes y el después dentro de esta Península. Es difícil saber. Es gozoso mirar.” José Fernández de la Sota. Zorrozaurre.
«En Zorrozaurre está teniendo lugar una experiencia sociocultural que podría marcar un modelo alternativo en la reconversión y revitalización de Bilbao.»
Es uno de los textos poéticos que acompañan a las fotografías de Mikel Alonso en un magnífico libro que retrata los estertores de un paisaje industrial que muere a muy escasa distancia del nuevo Bilbao del Guggenheim y la Torre Iberdrola. Una península en la ría del Nervión junto al barrio de Deusto en la que se entremezclan las viviendas con los pabellones industriales ruinosos, amplios solares baldíos y algunos talleres activos, restos de lo que fueron las empresas auxiliares de los astilleros que se situaban en la otra orilla. Un paisaje desconocido incluso para buena parte de la población bilbaína. Al atardecer, la poca iluminación y la escasez detransporte público, disuade a las gentes temerosas. Sin embargo en Zorrozaurre está teniendo lugar una experiencia sociocultural que podría marcar un modelo alternativo en la reconversión y revitalización de Bilbao. La cultura repoblando un territorio con un modelo menos epatante que el aplicado hasta ahora, más ajustado a los recursos disponibles y sobre todo, mucho más creativo. Jóvenes -y no tan jóvenes- artistas y pequeñas empresas que hacen de la creatividad su principal materia prima, se están instalando en el barrio aprovechando los locales que va dejando la industria y están modificando un territorio que sin ellas sería ruinoso.
Hasta los comienzos de la crisis, Zorrozaurre era un barrio destinado a protagonizar una gran operación de especulación urbanística. Siguiendo un modelo de actuación institucional reiterado muchas veces, se recurrió al atractivo de una firma prestigiosa de la arquitectura y el urbanismo. El proyecto de remodelación de la península, que se convertiría en isla, fue encargado a ZahaHadid, y preveía la construcción de unas 6000 viviendas y zonas comerciales. Un Manhattan a la bilbaína. Algunas de estas intervenciones serían ya visibles si no fuera porque la recesión económica obligó al aplazamientosine die del plan.
Zawp. Zorrozaurre art work in progress
Zawp es el nombre de un proyecto que nace de la asociación haceríaarteak. La hacería, como se la conoce, es un espacio cultural que comenzó a funcionar hace quince años en un viejo pabellón industrial,inicialmente como una sala de artes escénicas que fue derivando hacia un espacio polivalente abierto a otras artes al cabo del tiempo. Su promotor, Manu Gómez Álvarez, fue juntando en torno al local a un grupo de activistas culturales en lo que entonces era el off-off Bilbao. Charlamos con Ruth Mayoral, una de estas hiperactivistas que pone rostro a la movida de Zorrozaurre.
Galde: Cuéntanos, Ruth, cómo empieza todo esto.
Ruth: Cuando en 2002 se firma el plan de Zorrozaurre, nos planteamos que debíamos hacer algo para incidir en ese proceso. Definimos en la Asociación tres líneas de trabajo: en primer lugar, atraer proyectos artísticos, culturales y creativos a la zona, después, utilizar esos proyectos para revitalizarla y en tercer término, documentar una memoria del barrio. Esta ha sido una zona de industria pesada, de astilleros que ya no existen y cuya memoria se está perdiendo en las generaciones jóvenes. No queríamos que se arrasase lo que queda y para preservarlo era necesario crear una conexión emocional con los espacios residuales existentes de forma que el nuevo barrio a construir respetase esa memoria.
Galde: ¿Cómo lograsteis que los artistas se fijasen en Zorrozaurre?
Ruth: Cuando empezamos Zawp nos planteamos que si queríamos atraer proyectos artísticos, teníamos que ofrecer algo tangible, y surgió la idea de alquilar viejos pabellones en desuso, como se había hecho años atrás con la haceria y ponerlos a disposición de proyectos creativos en condiciones ventajosas. Fue muy osado porque no había aquí suelo público. Los pabellones pertenecen a propietarios privados que estaban esperando su oportunidad con la remodelación del barrio.
Fue en ese momento cuando el Gobierno Vasco lanzó su programa de Fábricas de Creación y con su apoyo y el de la sociedad municipal BilboEkintza, pudimos lograr financiación para subvencionar los alquileres, adecentar los espacios y dotarlos mínimamente. No lo logramos solo con subvenciones, sino organizando todo tipo de eventos que nos dieran algún dinero. Tenemos una docena de pabellones industriales. Ahora, afortunadamente, han surgido otros grupos que directamente están alquilando sus locales.
Fábricas de Creación
Mikel Toral, ex Director de Cultura del Gobierno Vasco durante la etapa socialista y actual responsable de Promoción de Industrias Culturales en el Ayuntamiento de Bilbao recuerda bien las circunstancias en que comenzaron a crearse las primeras fábricas creativas, una idea ya aplicada en otros lugares pero que en el País Vasco era inédita.
Mikel: Cuandonos propusimos implantar el programa de Fábricas de Creación aprovechando equipamientos industriales en desuso como se ha hecho en otras ciudades europeas, acudimos a aquellos sitios donde ya había un humus creativo. No queríamos algo artificial, creado de la nada, que siempre sale caro y además no funciona.
Desde el Gobierno Vasco no hicimos más que echarles un capote ayudándoles en los arreglos de los pabellones y subvencionando parte de los alquileres. En conjunto, una inversión muy pequeña para el volumen del proyecto: unos diez pabellones, alguno de grandes dimensiones, y una treintena de proyectos que impulsan unos cincuenta creadores y emprendedores diversos.
En Zorrozaurre llevaban más de diez años trabajando. Las administraciones siempre vamos por detrás de la iniciativa social y quizás tenga que ser así. Les apoyamos porque se daban las tres condiciones que considerábamos imprescindibles, lo que llamábamos la triple alianza: una iniciativa social de creadores y vecinos, un proyecto que encajaba perfectamente con la idea de las fábricas y una complicidad de la institución local. La colaboración entre instituciones es imprescindible. La escasez de recursos está ayudando a que todos seamos más sensatos y no compitamos deslealmente ni queramos institucionalizarlo todo.Sin embargo, Zorrozaurre es un fenómeno singular solo explicable por las circunstancias económicas actuales y la tenacidad de las personas del barrio. Los acuerdos habrían sido más difíciles en otra coyuntura.
Galde: ¿Cuáles serían, a grandes rasgos, las características que definen una fábrica de creación?
Mikel:La diferencia básica de las fábricas de creación con un centro cultural institucional está en la cogestión con la iniciativa social, con los propios artistas y promotores de las pequeñas empresas creativas. Esto siempre es un equilibrio inestable no exento de tensiones. Las instituciones deben velar para garantizar la pluralidad y la limpieza en la selección de los proyectos que se acogen y la transparencia en la gestión de los recursos. No pueden ser monopolizados por ningún grupo político ni por otros intereses excluyentes, sería una privatización intolerable de los recursos públicos. Estas cautelas a veces incomodan pero son la garantía de una gestión democrática. Un gaztetxe puede ser más autoritario y clientelar que una cogestión con las garantías que comento.
Otro criterio esencial para el buen funcionamiento de las fábricas es el trabajo en red, que aporta conocimiento. Cuando creamos este programa, junto a las fábricas pusimos en marcha karraskan, la red de experiencias creativas que acoge a todos los espacios y proyectos en marcha del País Vasco. Afortunadamente, en Zawp lo han comprendido bien y forman parte de varias redes españolas e internacionales de experiencias similares.
Galde: ¿Cómo se seleccionan los proyectos que pueden entrar a formar parte de una de estas fábricas?
Ruth:En Zorrozaurre los proyectos los selecciona una comisión amplia en la que participan desde los vecinos hasta las instituciones, la universidad y otros agentes. No se aplican tanto criterios de calidad como de sintonía con los objetivos y filosofía que definen a Zawp y que la actividad aporte al barrio. Apostamos por proyectos emergentes que dinamicen la zona y que vayan renovándose. La rotación forma parte del proyecto Zawp.
Existen distintas modalidades de residencia según las necesidades. Hay quienes que ocupan un pabellón entero, como, por ejemplo, la empresa de videojuegos Delirium Studios, el teatro Pabellón Número 6, o un par de proyectos de circo, pero lo habitual es que los espacios sean compartidos. Puede ir desde una oficina a una simple mesa de trabajo con una conexión a Internet para proyectos incipientes que no necesitan más. A todos ellos se les subvenciona el alquiler, en mayor medida el primer año para ir disminuyendo el apoyo en los años sucesivos. También tenemos espacios para laboratorios de investigación socio-cultural en convenio con universidades y una gran nave, el edificio Papelera, que será un espacio polivalente para espectáculos y eventos de gran formato.
El Pabellón Número 6
Uno de los espacios con mayor personalidad de los de Zorrozaurre es un teatro que ocupa lo que fue un almacén de mobiliario de oficina hasta que un grupo de actores, directores, técnicos de escena junto con un puñado de voluntarios, lo convirtieron en el Pabellón Número 6, porque era el sexto que se rehabilitaba y porque el nombre tiene resonancias teatrales al ser el título de un texto de Chejov. No es insólito aquí que el director del espectáculo venda entradas en la taquilla o que una actriz esté tras la barra del bar del local cuando no actúa. El actor y director Ramón Barea es uno de los que con mayor energía empuja el proyecto.
Ramón: El tener un espacio propio de exhibición regular es una vieja aspiración desde la época del teatro independiente porque las administraciones públicas han ido asumiendo la propiedad y la gestión de los espacios teatrales hasta convertirse en un monopolio. Tener un espacio autogestionadonos da un respiro de supervivencia para poder crear núcleos estables de trabajo y mantener en cartel nuestras producciones durante uno o dos meses. Esto es impensable en los teatros generalistas de las administraciones que tienen altos costes de mantenimiento y donde no se programan más que una o dos funciones.
Zorrozaurre ha sido la oportunidad posible. ¡Por supuesto que nos hubiera gustado tener un pabellón como este en el centro de la ciudad, pero no existen porque el precio del suelo lo hace imposible! También Le Théâtre du Soleil está en las afueras de París o el Lliure de Barcelona empezó en un barrio.
Un futuro por construir
Galde: ¿Qué va a quedar de todo esto cuando el plan urbanístico se ponga en marcha?
Ruth: Zawp no se plantea el reto de la permanencia. La temporalidad es incertidumbre y nosotros formamos parte de un proyecto llamado a desaparecer. Cuando el plan urbanístico se vaya haciendo realidad, nosotros iremos decreciendo, pero en este tiempo habremos influido y permanecerán los proyectos deZorrozaurre que logren hacerse fuertes, bien aquí o en otro lugar. El proyecto Zawp ya ha logrado que varios de estos pabellones se salven de la piqueta y pasen a formar parte del futuro Zorrozaurre. Los discursos institucionales están asumiendo algunos de los planteamientos que han surgido de esta experiencia, perotodavía nos queda mucho por hacer.
Ramón: Solo llevamos dos años de vida del Pabellón 6. Han sido dos años heroicos en que nos hemos autoexplotado trabajando sin sueldos, haciendo un trabajo de programación que tendrían que hacer los municipios. Apostamos por un espacio estable que visibilice las producciones escénicas vascas, que son las que más dificultades tienen para ser vistas. La respuesta del público nos ha animado a mantenernos. En el futuro queremos centrarnos más en nuestras propias producciones. Ser más creadores que gestores. No tenemos dinero para crear una compañía, pero hay muchos actores y directores cuyos espectáculos están parados mucho tiempo y con los que podemos crear equipos de trabajo en nuestro local. También el Pabellón supone una nueva forma de relación con el público. Las salas estables van configurando su público, gente con un criterio estético determinado que vas conociendo. No tiene nada que ver con la actuación aislada en un teatro donde actúas ante un público desconocido, cobras y te marchas.
Mikel: El reto es lograr apoyos financieros estables mediante acuerdos con las instituciones, empezando por la implicación de la administración local. Las fábricas son espacios de experiencia y de relación, intersecciones imprescindibles para que la gente que comienzaaprenda a moverse en estos mundos tan cambiantes y distintos de la cultura tradicional. A las administraciones nos corresponde crear las condiciones para que la creatividad pueda desarrollarse y luego quien quiera estar en el mercado, que se pueda abrir su camino.
Una planificación inteligente, que no siempre la hay, debería convertir lo que ahora comienza a germinar en Zorrozaurre en uno de los ejes de las actuaciones futuras en este territorio. Generar un espacio para las industrias creativas donde confluyan el arte, la creatividad y la innovación tecnológica.
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Un entramado complejo y frágil
Zawp es el proyecto más emblemático del nuevo Zorrozaurre, pero no el único. La antigua fábrica de galletas Artiach, un enorme pabellón, es el epicentro del movimiento maker (aprender haciendo y buscar nuevos usos a la tecnología fuera del mercado y la producción en serie). El grupo Open yourkolektiboa organiza todos los meses un exitoso mercadillo donde la reutilización de objetos es el medio para fortalecer los lazos sociales entre personas que viven en el mismo barrio. En Zawp, por su parte, además de la gestión de los pabellones artísticos, tienen una radio, Zawp Radio, el PUK, parque urbano creativo para estimular la curiosidad de los niños, Children´s Lab, también infantil, Bazawp, en el que se pueden adquirir piezas artísticas creadas en el barrio, Zawp-Klem, proyecto internacional de investigación y creación electroacústica, y un montón de proyectos más que se hacen visibles en el festival Zona Franca en el que además de música, talleres y exposiciones, todos los espacios Zawp se abren al público.
Ruth: Hemos crecido demasiado rápido y ahora tenemos que consolidar lo hecho. Lograr que los proyectos residentes sean autónomos. Estamos trabajando en documentar y sistematizar modelos que sean prototipos de actuación para que nuestra experiencia, errores incluidos, pueda servir a otros. Con el tiempo hemos aprendido que hay modelos teóricos que no funcionan. Etiquetas como el coworking que se trivializan y pierden su sentido. Las sinergias surgen por sí mismas o no surgen. Intentamos interferir lo menos posible. Creo que entre planes de viabilidad, de tutorización, programas institucionales duplicados que dirigen a veces personas que nunca han emprendido nada, asfixiamos a la gente que tiene una idea definida y quiere llevarla a la práctica.
Ramón: Soy crítico con respecto a eso. Tengo mis dudas de que estar junto a otros proyectos nos aporte algo. Hay una sobrevaloración de lo que aquí ocurre, que es pequeño y endeble. En otras partes de la ciudad pasan más cosas. La apuesta de Zorrozaurre se puede malograr porque le falta contenido y comunicación. Es como vivir en un edificio donde saludas a los vecinos pero no entras en su casa. No sabemos cuál es la idea general y falta información de lo que se hace. Lo que está funcionando podría ser el germen de una futura ciudad de las artes escénicas más que otra cosa.
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Entrevistas realizadas por Santiago Burutxaga.