Galde 43, Negua 2024 Invierno. José Manuel Naredo.-
Desde antiguo el movimiento ecologista ha sido tildado por sus detractores de catastrofista, porque denunciaba los aspectos degradantes asociados a la marcha de la civilización industrial. El enfrentamiento se producía así, en los años 70, entre desarrollistas, que mantenían la fe en el progreso y en las promesas tecno-científicas, y conservacionistas, más agnósticos, que trataban de paliar los daños ecológicos que ocasionaba a diario el metabolismo de la sociedad industrial. La novedad estriba en que ahora este conflicto ha calado en el seno del propio movimiento, con palabras más fuertes, entre los tildados de “pesimistas” y/o colapsistas y los “optimistas” grin-niudílers porque, como veremos, se dicen defensores de un Green New Deal. ¿Cómo se ha podido generar y enconar tan desafortunada polémica que entretiene y divide hoy al movimiento ecologista? Creo que reflexionar sobre ello puede ayudar a recuperar la cohesión del movimiento en torno a consensos y objetivos comunes sólidos.
El conflicto tiene que ver con un panorama general que difiere sustancialmente del de hace medio siglo. Pues los poderes establecidos tendieron un puente virtual para cerrar en falso el antiguo conflicto entre desarrollo económico y deterioro ecológico enarbolando el objetivo del desarrollo sostenible y, además, ya no soslayan que la marcha de la civilización industrial plantea serios problemas ecológicos e incluso proponen reorientarla hacia horizontes más saludables. El problema estriba en que mantienen la ideología económica y los enfoques parcelarios que han venido siendo fuente de deterioro ecológico. Así, dejando a un lado a los negacionistas del cada vez más evidente deterioro ecológico que se viene registrando, la brecha se abre hoy entre quienes consideran que la transición que nos ofrecen desde los poderes establecidos va por el buen camino y quienes la critican.
Dicho esto, volvamos al aquí y ahora de la polémica arriba mencionada entre niudilers y colapsistas. Recuerdo que la primera vez que tuve noticia de la polémica fue cuando, con motivo de la presentación de mi libro La crítica agotada (2021, Siglo XXI) en Donostia, alguien me preguntó en el coloquio qué opinaba de un texto reciente de Emilio Santiago Muiño en el que criticaba ciertas corrientes del movimiento ecologista. Entonces respondí que, sintiéndolo mucho, no podía opinar sobre el mismo porque no lo había leído. Y no me preocupé más del asunto hasta que fui teniendo otras noticias de la polémica que, tras adquirir una violencia verbal inusitada, culminaron con la publicación del libro de Emilio Santiago titulado Contra el mito del colapso ecológico (2023) y la reciente respuesta de Emilio Turiel que publicó en su blog con el título “De colapsistas y ecofascistas” (30-07-2023). Creo que los distintos perfiles profesionales y personales de ambos ―Santiago desde la antropología y las ciencias sociales y más implicado en la política y Turiel desde las ciencias naturales y ajeno a la política partidista― deberían servir para una buena puesta en común sobre los temas ecológicos y no para enfrentamientos como el que estamos comentando. Pero veamos el contenido y las causas de la polémica.
Por una parte, la polémica responde a causas externas derivadas de los cambios operados en el panorama general y, por otra, a causas internas al propio movimiento ecologista. Entre las causas externas creo que no es por azar que quienes se declaran partidarios de lo que denominan Green New Deal hayan elegido la misma denominación que tienen (en inglés) las políticas oficiales que mueven la transición en curso. Políticas todas ellas que reutilizan la memoria exitosa del llamado New Deal rooseweltiano, que hizo repuntar el pulso de la coyuntura económica estadounidense tras la Gran Depresión de 1929 y la Segunda Guerra mundial, extendiendo la sociedad de consumo y generando la imagen de un atractivo american way of life. Así, en 2019, el partido demócrata presentó sin éxito en el Congreso de los EEUU una propuesta de Green New Deal que dio lugar a una nube de artículos y comentarios (entre otros, los que Turiel incluye en su blog, subrayando que contiene un compendio de buenos deseos, no exento de contradicciones, que no llega a tocar las causas de fondo que condicionan el statu quo). Pero también, y sobre todo, la “transición energética” que opera en nuestro país forma parte del European Green Deal que propone la UE con el propósito declarado de alcanzar en 2050 la neutralidad de emisiones de carbono (el “climate neutral bloc”). Con lo que el conflicto arriba mencionado tiene de entrada una lectura política bastante clara: por muchas matizaciones que se hagan, reproduce el conflicto que enfrenta a los críticos y los defensores de la “transición energética” en curso. Y ni que decir tiene que los defensores del Spanish Green Deal son mejor vistos desde los núcleos y redes de poder reinantes que los críticos. Por otra parte, cabe apuntar que el discurso del Green New Deal suscribe el objetivo del desarrollo económico (ahora adjetivado de sostenible) frente a las críticas que con mejor o peor fortuna se levantan desde el movimiento ecologista.
En cuanto a las causas de la polémica internas al movimiento ecologista creo que tienen que ver con distintas formas de interpretar la actual encrucijada de la civilización industrial y giran sobre todo en torno al uso de dos términos: decrecimiento y colapso. En mi libro La crítica agotada (2022) dedico la segunda parte a los “no-conceptos” que descarrían el discurso ecologista, y entre los que figuran tanto la meta ya mencionada del desarrollo sostenible, como la del decrecimiento. Valga decir ahora que una cosa es usar el término decrecimiento en pleno auge consumista como título rompedor de una publicación para coger a contrapié a la dogmática del crecimiento económico y otra es proponerlo como bandera del movimiento ecologista cuando el propio sistema nos lo viene imponiendo desde el pinchazo de la burbuja inmobiliaria en 2008 con los famosos recortes del empleo, los salarios, los derechos…Recordemos que decrecimiento es un verbo sin sujeto ni predicado que rema a contracorriente de las metáforas que comunican sensaciones positivas al que, además, el enfoque económico imperante le otorga nombre propio: lo llama depresión y no puede resultar atractivo para la mayoría. Lamentablemente, como constato en el libro mencionado, los principales abanderados del decrecimiento lo han definido asumiendo ese enfoque “como una reducción equitativa de la producción y del consumo”, lo que por muy equitativa que sea no resulta un objetivo ilusionante y para hacerlo digerible se le atribuyen múltiples atributos ajenos al mismo (justicia, equidad, abundancia (frugal), creatividad, …). Semejante proceder trata de reforzar el atractivo del decrecimiento haciéndolo, desde el punto de vista psicológico, un término fetiche que suplanta al todo ―en este caso, al cambio socioeconómico deseado― y volcando sobre el mismo el contenido emocional asociado al todo. Con el agravante de que, como había vaticinado en La crítica agotada (2022), la falta de coherencia y de oportunidad política del término fetiche enarbolado hace que no sea asumido con generalidad y origine sectarismo y división como bien ilustra la polémica que estamos comentando[1].
Por otra parte, el hecho de que desde el movimiento ecologista haya voces que vaticinan el colapso de la civilización industrial dio pie a que los grin-niudílers los calificaran de colapsistas, en este caso más bien como insulto para desacreditarlos, porque en realidad no proponen el colapso como meta, sino como diagnóstico que esperan ayude a tomar medidas para evitarlo. Aunque en algún caso aislado se piense que “ya nada puede detener el colapso civilizatorio”[2] que se estima ingenuamente abriría por fin la puerta al ecosocialismo. La palabra colapso, que presupone la muerte súbita del organismo afectado sin posibilidad de recuperación, creo que no resulta muy apropiada para designar la crisis de civilización que nos ha tocado vivir. Aunque nada hay eterno, no parece próxima la extinción de la civilización y la población humana y si ocurriera difícilmente podrían resucitar regeneradas. Las actuales tendencias al deterioro ecológico y la polarización social, más que a la extinción, creo que conducen a la escisión de la especie humana entre ciertas elites y sus allegados que se beneficiarían de los cada vez más potentes inventos para mejorar la salud, la información, la movilidad… y el disfrute de la vida y el resto de los mortales que, sin apenas tener acceso a ellos, tratarían de sobrevivir. En cualquier caso, aclarar el horizonte hacia el que apunta la actual crisis de civilización a las distintas escalas debería de ser objeto de una discusión razonada para alcanzar un consenso firme en lo fundamental que evite perderse en discusiones bizantinas sobre si son galgos o son podencos, si al deterioro en curso lo llamamos regresión, crisis, bancarrota… y/o colapso. Pero más que aclarar ese horizonte o enarbolar como bandera el decrecimiento o el colapso interesa sobre todo apuntar directamente el principal y verdadero objetivo del movimiento ecologista: la emergencia de un nuevo conglomerado de enfoques, valores e instituciones capaz de reorientar la actual crisis de civilización hacia horizontes ecológicos y sociales más prometedores. En lo que sigue me atrevo a apuntar ciertas evidencias que apuntan en este sentido y que deberían de suscitar ese consenso, tanto en la crítica de la “transición energética” actual, como en las propuestas para reorientarla hacia horizontes ecológicos y sociales más saludables.
- Para que tenga sentido el objetivo del decrecimiento, éste se ha de referir a alguna variable cuantitativa distinta de la producción. El término así lo exige, pues tanto el crecimiento como el decrecimiento han de referirse a algo que cuyo aumento o disminución pueda constatarse y que resulte tan altamente significativa y deseable que pueda movilizar a la población. En el libro La crítica agotada (2022) presento una propuesta más precisa, atractiva e inclusiva del decrecimiento. ↑
- https://www.desdeabajo.info/articulos-de-la-semana/item/ecosocialismo-versus-colapsismo.html ↑