(Galde 02, primavera/2013). Como en el primer número de GALDE se analizaba con gran despliegue y profundidad desde múltiples puntos de vista, la interminable crisis que venimos padeciendo en Europa- con su muy peculiar idiosincrasia y efectos en el caso de España- está teniendo tremendas y duraderas consecuencias sobre la estructura de nuestras sociedades, pues amenaza con romper el vínculo cívico, la compleja trama de consensos básicos entre los ciudadanos que nos ha permitido hasta ahora vivir en democracia, entendida ésta como el necesario equilibrio entre las libertades individuales, una de ellas la de mercado, y la imprescindible justicia social capaz de garantizar unas condiciones de existencia dignas para todos.
En el campo de la creación y la producción de bienes y servicios culturales, el recorte de las ayudas públicas como resultado de las políticas de austeridad y del llamado control del déficit público, y también, nuevamente en el caso español, del desmesurado e irresponsable aumento de la presión fiscal sobre las industrias de este sector, está provocando en los últimos años una radical contracción de los proyectos que finalmente alcanzan a ponerse en marcha y unos índices de paro y precariedad laboral desconocidos hasta ahora entre los profesionales de unas y otras disciplinas culturales y artísticas.
Estas duras realidades están incidiendo de un modo particular en la industria cinematográfica y audiovisual de nuestro país, en la que de un tiempo a esta parte puede observarse, cada vez con más frecuencia, la utilización de expresiones y conceptos, tales como cine de resistencia o cine de guerrilla,cuya resonancia semántica parecía hasta ahora mismo referirse o hacer alusión a otros tiempos y a realidades muy distintas, resistencia y bizarría guerrillera que han popularizado, en el ámbito de la producción, dos extranjerismos rápidamente y con toda naturalidad incorporados a una jerga profesional tradicionalmente necesitada de vocablos novedosos, en especiallos provenientes de la lengua inglesa: low cost y crowfunding. El primero puede traducirse como bajo presupuesto o bajo coste y el segundo como patrociniocolectivo y anónimo, una forma de emprender la puesta en marcha del proyecto, instada generalmente a través de las redes sociales, que permite alos familiares, amigos y conocidos de los productores y el realizador, así como a potenciales espectadores de la película una vez terminada, contribuir al empeño con pequeñas aportaciones personales más o menos generosas.
Producciones de esta naturaleza, que solo en unos pocos casos llegan a las salas comerciales, suelen encontrar el camino del público al que se dirigen a través de plataformas digitales muy activas y por su parte también resistentes o guerrilleras, que vienen poniendo en circulación un nuevo tipo de cineasta al que el carácter low cost de la producción y su financiación en régimen de crowfunding parecen conferir inmediatamente el aura de cineasta alternativo e incluso, con una palabra que ha acompañado siempre al nacimiento del cine moderno, la inefable condición de autor. Lo que quiero señalar, dicho de otra manera, es que en una buena parte de las películas así producidas y realizadas, el discurso acerca de la obra fílmica se basa exclusivamente en elrelato de las peripecias de su planteamiento económico y su financiación, un discurso y un relato que tienden a representarse a sí mismos, con indisimulableautosatisfacción, como una suerte de militancia a contracorriente o de abiertaimpugnación de los modos de producción dominantes en la industriatradicional. En virtud de esta manera de contemplar la creacióncinematográfica y audiovisual parece excluirse cada vez más cualquierreflexión acerca del cine en tanto que construcción estética y formal, pues sibien algunos de estos cineastas son capaces de llevar su voluntad de impugnación y resistencia política al terreno de la puras formas artísticas, a esoque de manera un tanto vaporosa y tentativa solemos llamar estilo, lo cierto es que muchos de ellos no dejan de ser artesanos más o menos virtuosos y en todo caso fieles tributarios de los cánones y los inamovibles artificios de la narración cinematográfica más convencional.
Y es que, recordando al gran Jean-Luc Godard, luz y guía de partisanos,resistentes y guerrilleros del noble arte del cinematógrafo, “lo político en el cineno solo significa hacer películas políticas sino hacerlas políticamente”. Yo creo que el viejo maestro, tan cargado de razones en tantas cosas, también en ésta tiene razón.