Dicen que dicen que dicen…
No son como yo…
Dicen que son peores…
Dicen que dicen que se quedan con todas nuestras ayudas…
Dicen que dicen que dicen que abusan de nuestro estado de bienestar…
…y así hasta el paroxismo.
(Galde 25, uda/2019/verano). Karlos Ordoñez.-
Detengamos un momento este torbellino de rumores. Congelémoslo y visualicémonos a cada uno de nosotros. ¿Dónde estamos? ¿Quiénes somos? ¿Qué queremos?
El miedo es la gran bola de donde surgen todos estos fantasmas. La necesidad de autoafirmarse sobre los demás. En ese tiempo atenazado por las amenazas, la falta de cuidados mutuos, la carrera desesperada por no quedarse atrás, donde los nadie caen al barranco, el miedo es la gran baza. El miedo cava trincheras, levanta barreras y vuelve sordos a los ciegos y ciegos a los sordos. El prejuicio justifica a «los míos» y mengua a los otros, los culpabiliza. El cénit opuesto a la fraternidad. La alabanza del ninguneo. Apología de la xenofobia. Es la Era Trump.
«DICEN QUE…», libro elaborado desde SOS Racismo Gipuzkoa en sintonía con la estrategia de la red Vasca Antirrumores ZAS! nos ofrece un conjunto de relatos, experiencias, reflexiones y datos sobre uno de los enemigos más evidentes que hoy por hoy tiene la acogida, la inclusión, y la posibilidad de vivir y convivir con la armonía de las diferencias en igualdad. Para ello, un conjunto de mujeres y hombres residentes en nuestro entorno nos han prestado sus valiosas experiencias y reflexiones.
La construcción interesada de bulos va en dirección contraria a la realidad. ¿Quién ve a una persona con estudios universitarios en una mujer trabajadora del hogar? ¿Cuántos jóvenes esquivan la pobreza sin red salvavidas y con dignidad?¿Cuándo miramos a los ojos sin apriorismos a alguien que creemos de «fuera» por su color o su acento? ¿Cuántos niños tienen que esforzarse el doble, el triple, hasta el infinito para sacudirse de un estereotipo que los señala con el dedo índice de todas las tropelías imaginables por el hecho de no estar acompañados por una persona adulta?
Quien se deja llevar por los prejuicios ejerce una insana inclinación a una vagancia intelectual altamente contagiosa. Enfrentar los prejuicios supone una vacuna que muchas personas no están dispuestas a ponerse. Es más cómodo estar con los cascos y las gafas de realidad virtual y tragarse en 3D todos los sapos.
Por otro lado, la empatía y la acogida hacia las personas de diferentes culturas no siempre ha sido así tampoco entre quienes se creen vacunados. El «cacereño-culo-pequeño» que gritábamos en los recreos infantiles no resultaba tan inofensivo. La mirada despectiva al «maketo», el entrecejo ante el de «fuera» que no era tan de «afuera», como para despertar solidaridades militantes… Sabemos de qué hablamos, ¿no?
Regresando al presente, ese enemigo viscoso y difícil de abarcar se extiende entre los poros de la sociedad y abarca espacios próximos, amistades, vecindarios, familia. No se ve sólo reflejado electoralmente en los votos más conservadores. Puedo ser yo mismo. Y tú también. Este libro es un antídoto.