Apegos feroces
Vivian Gornick
Título original: Fierce Attachments: A Memoir
Editorial: Sexto Piso
Galde 39, negua 2023 invierno. Begoña Muruaga.-
Apegos feroces. Ése es el título de las memorias de la escritora estadounidense Vivian Gornick. Nacida en el Bronx, en 1935, la activista y escritora es un referente fundamental del feminismo de los años 60 y 70. Licenciada en Bellas Artes por la Universidad de Nueva York, Gornick empezó su carrera como periodista en The Village Voice. Posteriormente, colaboró con The New York Times y The Nation y más adelante se dedicó a escribir ensayos, textos críticos y memorias. Apegos feroces se publicó en inglés en 1987. Hubo que esperar hasta el año 2017 para leer su versión en castellano.
En estas memorias, la protagonista, en un paseo por las calles de Manhattan, va intercalando la conversación con su madre con los recuerdos de su adolescencia y juventud en un barrio judío. Han pasado treinta años desde la muerte del padre, un hecho que ha marcado la vida de ambas de forma notable. Si las relaciones previas entre madre e hija nunca habían sido buenas, ese hecho agudizó su desencuentro. Su madre, una mujer de fuerte carácter que había centrado su vida en la familia, pasó a ser una persona triste y amargada.
Pero el libro no sólo trata de la relación entre madre e hija, sino que nos muestra un amplio abanico de personas con las que la protagonista se ha relacionado: los hombres de los que ha estado enamorada a lo largo de su vida; Nettie, una vecina viuda y madre de un bebé, vital y apasionada, cuyas expectativas están centradas en su sensualidad, y un vecindario, mayoritariamente judío, donde prima una moral muy estricta y unas costumbres que Gornick no está dispuesta a aceptar. Esa lucha por ocupar en la vida el espacio que desea le llevará a un enfrentamiento constante con su madre y su entorno. Yo diría que la protagonista es digna hija de Betty Friedan, quien en La mística de la feminidad (1963) se hacía eco del malestar en el que vivían instaladas algunas mujeres estadounidenses, que, animadas por la publicidad y determinados medios de comunicación de la época, habían abandonado el mercado laboral al que habían accedido durante la Segunda Guerra Mundial y se habían refugiado en el hogar, con el objetivo de conseguir la felicidad siendo buenas esposas y madres. La ansiedad y la depresión que sufrían muchas mujeres eran, según Friedan, resultado de “el problema que no tiene nombre”. La madre de Gornick sería, en ese sentido, un ejemplo claro de ese malestar.
Escritas en un lenguaje directo y sin artificios, estas memorias son de una sinceridad aplastante y, al mismo tiempo, reflejan muy bien la sociedad de la época. Aquí no sobra nada. Tanto los diálogos como las descripciones son precisos y muy elaborados, y las metáforas que utiliza son de una belleza admirable.