(Galde 18, primavera/2017). Begoña Muruaga. No es fácil encontrar a lo largo de la historia muchas parejas en las que el apoyo mutuo, el respeto y la comprensión hayan sido la base de su relación. Si a eso le añadimos que algunas de estas parejas hicieron una apuesta firme y clara por la igualdad, podemos hablar de parejas atípicas.
John Stuart Mill y Harriet Taylor-Mill
El conocido filósofo, político y economista inglés John Stuart Mill nació en 1806. Miembro del Parlamento Británico por el Partido Liberal, Stuart Mill propuso, entre otras reformas, la extensión del sufragio a las mujeres. De entre sus obras destaca La esclavitud de la mujer, uno de los más bellos ensayos sobre la igualdad. Pero seguramente Stuart Mill no habría sido el firme defensor de los derechos de las mujeres si no hubiera conocido a Harriet Taylor-Mill. Ese encuentro, que ocurrió en 1830, fue trascendental para ambos, ya que hizo tambalear los cimientos de la relación de Harriet y su esposo. Así y todo, John Stuart Mill y Harriet Taylor no se casaron hasta dos años después de que Harriet enviudara.
Harriet Hardy, que ése era su nombre de soltera, fue una filósofa inglesa, autora de ensayos y poemas. Nacida en 1807, se interesó desde muy joven por los derechos de las mujeres. Su obra más emblemática fue La emancipación de la mujer. Pero antes de conocer a Stuart Mill ya había publicado un artículo que se titulaba “Sobre la educación de las mujeres”, en el que decía que la mujer debía ser compañera del hombre, no su juguete ni su sierva.
Aunque los dos defendían la igualdad de las mujeres, discrepaban en algunos temas. Con respecto al matrimonio, Harriet opinaba que no había que regularlo, porque quienes se casaban eran personas adultas; John, sin embargo, defendía que tanto el matrimonio como el divorcio debían estar perfectamente regulados. A pesar de sus diferencias, el año 1832 publicaron juntos Ensayos sobre el matrimonio y el divorcio. En cuanto a la educación, Harriet pensaba que las mujeres tenían que tener derecho a acceder a cualquier profesión. John, en cambio, creía que las mujeres debían tener derecho a estudiar lo que quisieran, pero que esa educación tenía que estar orientada a compartir con el esposo los intereses comunes.
En su lucha por la igualdad, quiero destacar un texto que publicó John Stuart Mill antes de casarse con Harriet Taylor. Dice así: “Creo que estoy obligado a escribir una protesta formal contra el matrimonio, porque concede todo el poder al marido, y quiero decir alto y claro que no utilizaré ese poder. Si la señora Taylor y yo nos casamos, éste es mi deseo y mi voluntad: que tenga la libertad para hacer lo que quiera, y que lo que en este momento es de ella, o lo que sea en el futuro será solo de ella, como si este matrimonio no hubiera ocurrido… por otra parte, me niego a aceptar ninguno de los derechos que me concede el matrimonio”.
Lucy Stone y Henry Blackwell
Lucy Stone es un referente fundamental del feminismo estadounidense. Nació en Massachusetts, en 1818, y estudió en la Universidad de Ohio, la única que permitía el acceso a las mujeres y los negros. Lucy Stone fue pionera en muchos campos: fue la primera mujer que consiguió la licenciatura en Massachusetts; la primera persona a la que, tras morir, incineraron, y la primera mujer en Estados Unidos que mantuvo su apellido tras haberse casado. Su esposo, Henry Brown Blackwell, fue un prestigioso abogado estadounidense que había emigrado desde Inglaterra. Conocido por ser uno de los fundadores del Partido Republicano y de la Asociación Americana de Mujeres Sufragistas, Henry Blackwell creó, junto con Lucy Stone, la revista Woman´s Journal, en 1853. Dos años después se casaron.
Pues bien, el día de su boda esta pareja leyó en la ceremonia la conocida como “Marriage protest”. El texto comenzaba así: “Al mismo tiempo que reconocemos nuestro mutuo afecto, adoptando públicamente el estado de marido y mujer, queremos, sin embargo, ser consecuentes con nosotros mismos y con un gran principio, por lo que consideramos un deber declarar que este acto no indica por nuestra parte que sancionemos, ni prometamos obediencia voluntaria a las actuales leyes del matrimonio, que rehúsan reconocer a la esposa como un ser racional e independiente, mientras otorgan al marido una superioridad insultante y antinatural…” A continuación, tras señalar una serie de derechos del esposo sobre la esposa, afirmaban: “Pensamos que la propia independencia y la igualdad de derechos no se pueden traspasar, salvo en casos de delito; que el matrimonio debe ser una unión permanente y basada en la igualdad, y así lo tiene que reconocer la ley, y, hasta que eso ocurra, las parejas que se casen deberían oponerse a la radical injusticia de las leyes actuales por todos los medios a su alcance. Consideramos que cuando surgen dificultades domésticas, no se debe recurrir a juzgados que dependen de esas leyes, sino que dichas dificultades deberían someterse al arbitrio equitativo de unos jueces elegidos por mutuo acuerdo. Al opinar así de la ley, queremos manifestar nuestra protesta contra unas normas y unas costumbres que son indignas de su nombre, ya que violan la justicia, que es la esencia de la ley”. Firmado: Henry B. Blackwell y Lucy Stone.
Lucy Stone y Henry Blackwell fueron una pareja que hizo de su vida un ejemplo de igualdad y de lucha por la justicia, ya que también fueron firmes defensores de la abolición de la esclavitud. Tuvieron una sola hija, Alice, y siempre llevó el apellido de su madre en primer lugar.
Robert Delaunay y Sonia Delaunay
Conocí a esta pareja de artistas el año 1982, en una exposición que la Fundación March hizo en Barcelona. A partir de ahí, lo que en un principio fue admiración se ha convertido en fascinación.
Robert Víctor Félix Delaunay nació en París, en 1885. Aprendiz en un taller de decoración, fue pionero del arte abstracto en Francia. Comenzó su andadura con cuadros cubistas, pero pronto evolucionó hacia el orfismo. Sarah Ilinitchna Stern (que así se llamaba de soltera) nació en Ucrania el mismo año que Robert. Cuando a los cinco años la adoptó su tío Henri Terk, decidió llamarse Sonia Terk. Comenzó sus estudios de pintura en su Ucrania natal; posteriormente, se trasladó a París, donde continuó su formación en la Académie La Palette. Cuando Robert y Sonia se conocieron, Sonia estaba casada con el marchante Wilhelm Uhde. Como era, al parecer, un matrimonio de conveniencia, Sonia no tuvo problemas para separarse de él y casarse con Robert. Era el año 1910. Al año siguiente nació su único hijo, Charles.
El año 1914, mientras estaban en Hondarribi pasando unas vacaciones, estalló la Primera Guerra Mundial. Tras una corta estancia en España, se fueron a vivir a Portugal. Allí, en una casa que llamaron “La simultánea”, desarrollaron cada uno su obra: Robert se centró en la pintura; Sonia, en el diseño.
En 1919 los dos participaron en una muestra celebrada en Bilbao, y al año siguiente se instalaron definitivamente en París. Allí, Los Delaunay se relacionaron con grupos surrealistas y dadaístas de la época. Por su casa pasaron escritores como Tristan Tzara, Breton o Maiakovsky; pintores como Kandinsky, Paul Klee, Jean Arp, Sophie Taeuber-Arp, Chagall y otros, así como coleccionistas de arte. Diego Rivera, Nijinski o Stravinsky fueron amigos de la pareja. Por otra parte, Serguéi Diághilev, creador de los ballets rusos, fue quien animó a Sonia a diseñar el vestuario de algunas de sus obras. Pronto, sus “vestidos simultáneos” hicieron furor en París, así como en otras ciudades como Moscú o Madrid. Eran piezas diseñadas con trozos de tela de diferentes colores, formas y texturas. También diseñaba joyas, abrigos y tocados, tanto para las revistas de moda como para el cine. Mientras tanto, Robert seguía pintando y exponiendo. Observar la obra de una y otro nos lleva a hablar de influencias mutuas. Sin embargo, no tuvieron la misma consideración social. Con evidente tristeza, Sonia afirmaba en una ocasión: “Se comete una auténtica y flagrante injusticia con nosotros dos. A mí me colocaron en las artes decorativas y no quisieron admitirme como pintora completa”. A la muerte de Robert, Sonia siguió con su vida de artista. Por una parte, expuso su obra en colecciones con otros artistas, y, por otra, recopiló la obra de su marido. En 1975 le concedieron la Legión de Honor. Murió mientras trabajaba en su taller de París.
Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir
Todas las parejas que menciono aquí han sido especiales por una u otra razón, pero sobre todo por romper con la tradición, las costumbres y los estereotipos al uso, pero pocas parejas a lo largo de la historia han decidido como Sartre y de Beauvoir ser especiales. Y a fe que lo lograron.
El filósofo Jean Paul Sartre nació en París, en 1905. Tres años más tarde nació Simone-Lucie-Ernestine-Marie Bertrand de Beauvoir, más conocida como Simone de Beauvoir. Nacidos ambos en familias burguesas, los dos estudiaron filosofía en la Sorbona. Fue allí donde se conocieron, en 1929. Desde ese año, y hasta que murió Sartre, ambos estuvieron juntos; eso sí, con los altibajos propios de una relación abierta. Poco amigos de los convencionalismos, Sartre y De Beauvoir jamás se casaron ni convivieron juntos; no tuvieron descendencia; siempre se trataron de “usted” y cada uno de ellos tuvo libertad absoluta para tener otras relaciones fuera de la pareja.
Jean Paul Sartre es conocido como filósofo existencialista y activista político. No ocurre lo mismo con Simone de Beauvoir, de quien se conoce sobre todo El segundo sexo, un excelente ensayo sobre los orígenes de la opresión de las mujeres. Pero Simone de Beauvoir compartió con Jean-Paul Sartre tanto su amor por la filosofía como la lucha política. Junto con Merleau-Ponty crearon Les temps modernes, una revista de contenido político, filosófico y literario. Y juntos colaboraron activamente en Mayo del 68, contra la Guerra de Vietnam y contra el Proceso de Burgos, así como a favor de la independencia de Argelia, la Revolución de los claveles y las revoluciones de China y Cuba. Tampoco fueron ajenos al conflicto palestino-israelí o la independencia del Sáhara.
Con sus luces y sus sombras, Simone de Beauvoir y Jean-Paul Sartre siguen siendo una pareja que rompió moldes en muchos sentidos y que compartió intereses en una época poco propicia para la igualdad.
Charles Eames y Ray Eames
Charles Eames fue un arquitecto, diseñador y director de cine estadounidense. Nacido en 1907, en Missouri, Charles estudió arquitectura en la Universidad Washington, de Sant Louis, y trabajó sobre todo en proyectos de viviendas residenciales. Bernice Alexandra Kaiser (que así se llamaba Ray) fue una artista, diseñadora y cineasta estadounidense que nació en Sacramento, en 1912. Graduada en el Bennett Women´s College, de Mielbrook, Ray se trasladó posteriormente a Nueva York. En 1936 fundó la American Abstract Artists Group, y en 1940 comenzó a estudiar otras artes no vinculadas con la pintura. A finales de esa década, formó parte de la revista Arts & Architecture. Ese mismo año, en una muestra organizada por el Museo de Arte Moderno, sus revolucionarias sillas, diseñadas junto a Charles Eames y Eero Saarinen, ganaron el primer premio. Tras ese encuentro, Charles y Ray se casaron. Era el segundo matrimonio de Charles Eames.
Charles trabajaba como escenógrafo para la MGM, pero pronto fundó junto a su esposa la Plyformed Wood Company y fabricaron sillas para el ejército estadounidense. El año 1946 el MOMA expuso algunos de los diseños más vanguardistas de la pareja, que en 1948 ganó un premio con sus sillas de fibra de vidrio. A partir de ahí, utilizaron todo tipo de materiales para sus sillas, mecedoras y sofás: resina, plástico, madera, metal… Tras la muerte de Charles, Ray siguió trabajando en innumerables proyectos. Todavía hoy en día, las “sillas Eames” son un referente en el diseño de muebles. Por otra parte, la casa que construyeron ambos a finales de los años cuarenta sigue considerándose una obra maestra de la arquitectura moderna.
La imagen de esta pareja siempre me ha llamado la atención. En todas las fotos en las que aparecen (ya sea en el estudio, en la cocina, en una moto o haciendo bromas), Charles y Ray siempre se muestran felices y sonrientes. Es como si la vida les hubiera dado todo lo que esperaban de ella.
En estos tiempos en los que, a medida que avanza la igualdad de hombres y mujeres, nuevas formas de machismo están haciendo aparición en nuestras sociedades, me parece necesario recuperar la vida de unas parejas que no sólo creyeron en una relación igualitaria, sino que la pusieron en práctica.