Lo nuevo y lo viejo en el Mayo francés
(Galde 21 primavera/2018). Eugenio del Río.
El 68 ha pasado a la historia como el nombre de una amplia ola de acontecimientos que se desplegaron en diversos países. En estas líneas me centraré en la movilización francesa, sin referirme a la alemana, en parte anterior a los episodios franceses, ni a la norteamericana, la mejicana, la italiana del otoño del 69, ni a las luchas sociales del 72 y del 74 en Gran Bretaña, que concluyeron con la caída del Gobierno conservador. Tampoco aludiré al derrocamiento del régimen portugués en el 74, ni al ascenso del antifranquismo hacia la mitad de la década.
La movilización francesa se desenvolvió en un ambiente internacional muy vivo, que suministró numerosos estímulos, símbolos y referencias a la juventud, desde la guerra de Argelia (1954-1962) hasta la guerra vietnamita (la ofensiva del Têt tuvo lugar en enero de 1968) y la revolución cultural china, iniciada en 1966, pasando por la Revolución cubana (1959). El movimiento de solidaridad con Vietnam desempeñó un papel fundamental en la gestación de Mayo del 68.
La protesta de Francia no constituyó un todo homogéneo. Fue más bien un conjunto plural de experiencias, variadas en cuanto a los sectores sociales implicados y a sus dimensiones territoriales. La movilización fue a la vez expresiva y reivindicativa; social, política y cultural.
Estamos hablando de un período de unos ocho meses, en su versión más larga, y de un mes y medio en lo que respecta a su fase álgida. Esto, en cuanto al movimiento de estudiantes.
La movilización obrera huelguística duró un par de semanas –en algunas fábricas algo más– en la segunda mitad de mayo. No tardó en obtener unos resultados sindicales destacados y, aunque con algunas prolongaciones locales, se apagó al terminar el mes. Después de mayo, en unos meses, subieron los salarios reales un 14% (de un 9 a un 10% en valor real); disminuyó el paro obrero; la semana laboral bajó de entre 48 a 45 horas a 40; se reconocieron los derechos de las secciones sindicales que se encontraban en peor situación.
El Mayo francés se convirtió inmediatamente en una referencia muy relevante y ha quedado como uno de los grandes hitos de la época. Tuvo mucho que ver con este impacto la amplitud de las manifestaciones y de la huelga general, la coincidencia de las movilizaciones obreras y universitarias, las ocupaciones de fábricas, de facultades, del teatro del Odeón, las imágenes producidas…
Aunque es problemático formular algo con sentido acerca de un objeto tan plural y de tan corta duración como fue el Mayo francés, voy a abordar un aspecto particular de aquellas movilizaciones: la relación que se dio en el campo de las ideas entre lo nuevo y lo viejo. ¿Representó un potencial tan innovador como tantas veces se ha recalcado?
Como ha solido suceder con tantos estallidos sociales y políticos, en Mayo del 68 se generaron unas complejas relaciones entre lo nuevo y lo viejo.
En la historia de los nuevos sujetos y de los nuevos movimientos es constante la dificultad para construir horizontes ideológicos innovadores y diferenciados críticamente de los del pasado.
Sin duda, el Mayo francés, con toda su diversidad, mostró un notable impulso innovador. Y ha quedado consagrado merecidamente como uno de los iconos de lo nuevo de aquellos años y como un símbolo sobresaliente de una época de protesta.
En su haber hay que registrar un vigor crítico frente a las instituciones políticas y a la Universidad, que se hallaban anquilosadas, presas de las rutinas y del burocratismo de las élites establecidas y en las que pesaba lo suyo la jerarquización generacional, académica, laboral. Se pudo observar un distanciamiento hacia las generaciones anteriores. El descontento se dirigía también contra los partidos políticos tradicionales y los sindicatos. Menudearon los recelos antiparlamentarios y antielectorales. También frente a las negociaciones y los acuerdos. Tomó fuerza, igualmente, un fuerte sentimiento antiautoritario. Las movilizaciones adoptaron un aire informal y festivo; las ocupaciones crearon espacios en los que se desarrolló una sociabilidad a la vez solidaria y distendida. Fueron días en los que las puertas a lo extraordinario estuvieron abiertas de par en par.
No obstante, el anhelo de novedad, que forma parte de lo mejor del proceso francés de mayo-junio, no se encuentra fácilmente en los textos. Se hizo notar señaladamente en el ámbito cultural, con frecuencia de manera un tanto difusa y poco explícita. Está en los carteles, las pintadas, las intervenciones en las ocupaciones…
Lo nuevo era algo muy real, inmediatamente tangible, pero apenas disponía de marcos ideológicos propiamente nuevos. A menudo se expresó por medio de viejas ideas, trotskistas, maoístas, anarquistas, que, además de servir para vehicular descontentos radicales, podían ser percibidas por mucha gente joven como algo relativamente nuevo, además de transgresor. Hay que tener en cuenta que, en esos años, la influencia de las distintas corrientes marxistas en la Europa continental, y en Francia muy especialmente, estaba en su apogeo.
En el mundo de 1968, un hervidero de luchas sociales y políticas muy sobrecargado ideológicamente, era muy pronunciada la demanda de ideología por los sectores más activos de los movimientos sociales y políticos, lo que predisponía a abrazar alguna de las grandes ideologías disponibles.
Vienen a la memoria aquellas consideraciones de Pierre Vidal-Naquet cuando, analizando el lenguaje de Aquiles, el héroe de La Ilíada, escribió: «Los materiales pertenecen al acervo del repertorio épico, pero la combinación es única» (El mundo de Homero, 2002). Lo nuevo de Mayo echó mano también del repertorio épico, de las ideas y del lenguaje anteriores de la izquierda.
En el Movimiento 22 de Marzo, nacido en Nanterre, advertimos una fusión de ideas características de las tradiciones anarquistas con algunos ingredientes ideológicos más innovadores.
En el campo maoísta destacó La Gauche Prolétarienne, fundada en septiembre del 68 tras la disolución el 12 de junio de la Union de Jeunesses Communistes Marxistes-léninistes. En el ámbito del trotskismo los dos grupos más importantes fueron la Jeunesse Communiste Révolutionnaire, que luego se llamó, Ligue Communiste y, finalmente, Ligue Communiste Révolutionnaire, y Voix Ouvrière, organización que en mayo contaba con años de antigüedad y que daría origen a Lutte Ouvrière.
En las organizaciones de la izquierda radical se podía percibir una curiosa simbiosis entre nuevas experiencias y el deseo de novedad, por un lado, y, por otro, el recurso a viejas ideologías con raíces en el siglo XIX.
Paradójicamente, el inconformismo latente en quienes se movilizaron en mayo se daba la mano con el conformismo ideológico de las tradiciones de izquierda.
Si bien el marxismo, en sus distintas versiones, seguía ocupando un lugar hegemónico en la izquierda, y sobre todo en el Partido Comunista y en la extrema izquierda, hubo signos de creatividad e innovación, como, entre otros, el libro Le droit a la ville, de Henri Lefebvre, publicado en la primavera de 1968. Al propio tiempo, se dejaron oir voces, aunque ciertamente no muy influyentes, que promovían actitudes críticas hacia las viejas ortodoxias. Fue, por ejemplo, el caso del autor bretón Jean Grenier, profesor y amigo de Albert Camus, que había publicado en 1938 su excelente Essai sur l’esprit d’orthodoxie, reeditado precisamente en abril de 1967, donde se rebelaba contra un clima ideológico en el que «si no se es “marxista” o susceptible de llegar a serlo te toman por “fascista”».
En el mundo asociativo, por lo demás, hubo experiencias más liberadas de las inercias anteriores. Así el sindicato universitario UNEF o el Parti Socialiste Unifié (PSU). Ambos tuvieron una presencia sobresaliente en el Mayo francés.
Las ideas procedentes de otras épocas, por el hecho de serlo, no son inservibles ni mucho menos. Se precisa siempre la conservación selectiva de los mejores legados. En sentido contrario, la novedad no es garantía de calidad ideológica. Mayo del 68 puso de manifiesto, una vez más, tanto las dificultades para innovar en el orden ideológico como su necesidad.