La nuclear y el gas no son verdes

Nuclear = Ruleta Rusa

Galde 36 – primavera/2022. Félix Silvestre.-

La Comisión Europea (CE) parece experta en granjearse las antipatías de los sectores sociales que podrían ser sus mejores apoyos. La difícil construcción de Europa se hace por consenso entre las élites de los estados participantes, en tanto se avanza en la construcción política y se van desarrollando instituciones democráticas europeas. Entretanto, para tener legitimidad, la construcción europea ha de significar una mejora de vida para la ciudadanía. En particular, las leyes europeas han significado un avance en materia medioambiental para muchos países, incluido el nuestro. Incluso mandatarios de derecha, como la actual presidenta de la Comisión, Úrsula Vonder Leyen, son capaces de lanzar un “Green new deal” que, con sus limitaciones, permite avanzar en la lucha contra el cambio climático.

Sin embargo la noticia de que la CE va a incluir el gas natural y la energía nuclear dentro de las fuentes de energías clasificadas como “verdes” desmiente esa ilusión y muestra que, al final, los poderosos lobbies energéticos pueden llegar muy lejos en su influencia y la Unión europea puede decepcionar a la ciudadanía una vez más.

La transición energética implica el despliegue de renovables y de tecnologías sostenibles y el abandono paulatino del carbón, el gas y la nuclear del mix energético en general y eléctrico en particular. En nuestro país, se ha procedido al abandono del carbón en primer lugar, pues la generación eléctrica mediante carbón emite el triple de gases de invernadero que la generación mediante gas. La transición energética viene programada en el PNIEC (Plan Nacional Integrado de Energía y Clima) y va acompañada de una reducción paulatina de la potencia nuclear instalada, con el cierre de la central de Trillo en 2035, en último lugar, y del consumo de gas en los ciclos combinados. El apoyo político y financiero a las renovables es clave para acelerar la transición. Por cierto que esta debe hacerse con el mayor respeto al medio ambiente.

La clasificación dentro de la denominada taxonomía energética verde del gas y la nuclear supone que recibirán un apoyo legal y financiero de los gobiernos de los diferentes países para impulsarlas. Y esto se produce pese al informe contrario del grupo de expertos consultado por la CE que, siguiendo el sentido común, se posicionaron el día 2 de febrero diciendo que ni el gas ni la nuclear son renovables, por lo que no tiene sentido incluirlas dentro de esa taxonomía verde. El presidente del grupo, Nathan Fabian, manifestó que «El evidente desvío del enfoque basado en la ciencia para determinar cuándo unas actividades energéticas de transición hacen o no una contribución significativa a los objetivos de mitigación del cambio climático corren el riesgo de debilitar la integridad de las finanzas sostenibles».

No se entiende que haya que apoyar estas fuentes de energía para proceder a la transición energética, sino invertir en desplegar renovables, almacenamiento energético, ahorro y eficiencia. Los recursos que vayan al gas y la nuclear significarán un freno en la transición energética.

La opinión de los expertos es meramente sentido común. Ni el uso del gas, ni de la energía nuclear son sostenibles. El gas emite menos CO2 que el carbón, pero todavía contribuye a generar efecto invernadero, además de que el combustible es escaso y terminará por acabarse. No hay más que ver las tensiones que la guerra en Ucrania está generando en el mercado mundial de hidrocarburos, con un fuerte aumento de los precios. Y la nuclear tampoco lo es por las elevadas inversiones necesarias, por la peligrosidad intrínseca y por la generación de residuos radiactivos. Además, también el combustible es escaso.

La guerra en Ucrania nos muestra crudamente las desventajas de esa fuente de energía: las tropas rusas ocupan las centrales e instalaciones nucleares y podrían sabotearlas como amenaza. Putin bombardeó los edificios auxiliares de la central de Zaporiyia amenazando al mundo con otra nube radiactiva. Asimismo, Rusia es un exportador de uranio, no solo de gas, así que podría interrumpir el suministro a nuestras centrales.

En la UE existen dos nuevas centrales nucleares que muestran la insensatez que significa incluir la energía nuclear en esa llamada taxonomía verde: lade Olkiluoto(Finlandia) y la de Flamanville (Francia). Ambas son del tipo EPR (EuropeanPresurised Reactor). En Inglaterra existe el proyecto de construir 4 reactores en Hinkley Point C.

Las empresas que impulsan esa central nuclear británica han intentado una y otra vez que se le dedicara un apoyo financiero, como por ejemplo garantizar un precio mínimo de la electricidad. Y eso en el país del Mercado Libre. Esta clasificación de la UE permitiría ahora ese tipo de apoyo financiero.

Por otra parte, los otros dos reactores muestran a las claras las dificultades que tiene la energía nuclear para abrirse camino sin apoyo financiero. La central nuclear de Olkiluoto se empezó a construir por encargo de la industria papelera finlandesa en 2005, con un presupuesto de unos 3.200 millones de euros “llave en mano”. Esdecir, precio cerrado, costase lo que costase finalmente. El precio final ha superado los 9.000 millones de euros y la diferencia la tuvo que asumir la empresa pública francesa AREVA, conlo que entró en pérdidas que se repercutieron en los ciudadanos franceses. Además de este sobreprecio, Olkiluoto ha acumulado más de 12 años de retraso, pues su primera criticidad se produjo en diciembre de 2021, cuando estaba prevista para 2009. Se espera su conexión a la red eléctrica en junio de 2022.

Una historia paralela, aún inconclusa, es la del reactor de Flamanville, en construcción en la costa de Normandía. El proyecto inicial se presupuestó en 3.400 millones y la última estimación deEdF (Electricité de France) llegó a 12.700 millones. Su construcción se inició en 2004 y se calculó que duraría 5 años. Ahora se prevé la primara recarga de combustible para finales de 2023.

El resultado final de estas dos aventuras nucleares fue la quiebra de AREVA y la creación de una nueva empresa nuclear francesa: ORANO.

Con estos precedentes resulta increíble que se defienda la energía nuclear. Con los recursos gastados en su desarrollo se podrían haber hecho grandes avances en otras tecnologías verdaderamente sostenibles.

Si finalmente se financia la energía nuclear con dinero público, tal como propone la Comisión Europea, nos encontraríamos de nuevo con la socialización de las pérdidas entre toda la sociedad para facilitar las ganancias de la industria nuclear y de las entidades financieras que prestarían ese dinero. El marco temporal de la construcción, de entre 15 y 20 años, muestra que no es operativo lanzarse a esta ventura para luchar contra el cambio climático.

Son, pues, los problemas financieros los que han frenado la expansión nuclear, lo que seguramente ha impulsado a la CE a desarrollar esa “taxonomía verde”. Con financiación pública volvemos a favorecer esa expansión. Sin embargo, no son estos los únicos inconvenientes que desaconsejan seguir usando la energía nuclear. La falta de seguridad, puesta en entredicho una y otra vez por accidentes como los de Chernobil o Fukushima, o por la invasión rusa de Ucrania, y la generación de residuos de alta actividad, son dos elementos suficientes para dejar de lado esta fuente de energía.

Más sensato sería apoyar medidas de ahorro y eficiencia energéticas y el despliegue de renovables, que nos librarán de graves impactos ambientales como el del cambio climático y los inherentes a la energía nuclear.

Los recursos que se emplean en desarrollar tecnologías nucleares deberían ir emplearse en el desarrollo de tecnologías necesarias para el despliegue renovable como las redes inteligentes, la generación distribuida o el almacenamiento, clave este último para salvar la intermitencia sin necesidad de una energía de respaldo.

Además de la sostenibilidad ambiental, las renovables proveen al continente europeo de independencia energética, lo que da un aporte de primer orden en la geoestrategia. La UE se libraría de los chantajes de personajes impresentables que poseen reservas de hidrocarburos o de uranio y tendría en su mano desarrollar políticas exteriores acordes con los valores que se supone que encarna y defiende.

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