Manifiesto de intelectuales franceses en pro de una respuesta más lógica y efectiva al terror.
(Galde 12, otoño 2015). No hay una interpretación monolítica, ni una interpretación mecánica que puede arrojar luz sobre los ataques. ¿Y podemos permanecer callados? Mucha gente cree que enfrentados al horror de los hechos, la única respuesta decente es la reflexión. Pero no podemos callarnos, cuando otros hablan y actuan en nuestro nombre y en el de la unidad nacional y cuando otros nos empujan a su guerra. ¿Debemos permitírselo en nombre de la unidad nacional y para mantener la armonía con el gobierno?
Dicen que ahora estamos en guerra. ¿Y antes no? ¿Y por qué en guerra? ¿Para defender los derechos humanos y la civilización? Es infernal la espiral en que nos introduce este estado, actuando como bombero pirómano.
Francia está permanentemente en guerra. Salimos de una guerra en Afganistán, con muchas bajas civiles. Y allí los derechos de las mujeres continúan siendo denegados y los talibanes ganan terreno cada día. Salimos de una guerra en Libia que dejó un país saqueado y en ruinas, con miles de muertos y montañas de armas que terminaron en el mercado negro abasteciendo a todo tipo de yijadistas. Salimos de una guerra en Mali, donde los grupos de Al Qada siguen perpetrando masacres. En Bamako Francia protege a un régimen corrupto, al igual que en Niger y Gabon.
¿Y alguien piensa que los oleoductos en Oriente Medio, el uranio explotado por Areva en condiciones monstruosas, los intereses de Total y Bolloré no tienen nada que ver con estas intervenciones selectivas que destruyen países? En Libia, en la República Centroafricana y en Mali Francia no ha lanzado ningún plan que ayude a la gente a salir del caos.
No es suficiente con ofrecer lecciones de moralidad (occidental). ¿Qué esperanza en el futuro pueden tener poblaciones enteras que están condenadas a vegetar en campos de refugiados o a sobrevivir entre ruinas?
¿Francia quiere destruir a Daesh? Con bombardeos los yihadistas se multiplican. Los “Rafale” matan a civiles tan inocentes como los de Bataclan. Y como sucedió en Iraq, algunos civiles terminarán solidarizándose con los yijadistas: estos bombardeos son bombas de tiempo.
Daesh es uno de nuestros peores enemigos: masacra, decapita, viola, oprime a las mujeres , adoctrina a niños y destruye el patrimonio de la humanidad. Al mismo tiempo Francia vende al régimen saudí – conocido protector de la redes yijadistas – helicópteros de combate, patrulleras y plantas nucleares. Arabia Saudí acaba de comprar armas a Francia por un valor de tres mil millones de dólares; ha pagado la factura de dos navíos Mistral vendidos a Egipto, que está gobernado por el mariscal Sisi, quien reprimió la Primavera Árabe. ¿En Arabia Saudí no hay decapitaciones?¿No cortan las manos? ¿Las mujeres no viven en semiesclavitud? La fuerza aérea saudí, involucrada en el apoyo del gobierno de Yemen, bombardea a civiles y destruye tesoros arquitectónicos. ¿Bombardearemos a Arabia Saudí? ¿O la indignación varía, dependiendo de las alianzas económicas?
La guerra contra la yihad -se dice en tono de combate- se libra también en Francia. ¿Pero cómo podemos prevenir la muerte de jóvenes, especialmente de las clases desfavorecidas, si tenemos en cuenta la inacabable discriminación que sufren en educación, vivienda, religión y trabajo? ¿Por qué terminan siempre en prisión, aún más estigmatizados? ¿Y por qué no pueden acceder a mejores condiciones de vida? ¿Por qué se les niega la dignidad que buscan?
Esta es la única vía para combatir a nuestros enemigos aquí, en este país que se ha convertido en el segundo vendedor de armas en el mundo: rechazar un sistema que, en nombre de beneficios a corto plazo,produce injusticias por doquier. Porque la violencia de un mundo que hace 14 años Bush Jr nos prometió como reconciliado, pacificado y ordenado, no nace del cerebro de Bin Laden o de Daesh, nace y conduce a la pobreza y a las desigualdades que crecen cada año entre los países del Norte y los del Sur y dentro de los mismos países ricos, como indican los informes de la ONU. La opulencia de algunos tiene como contrapartida la explotación y la opresión de otros. No es posible hacer frente a la violencia sin atacar sus raíces. No hay atajos mágicos. Las bombas no lo son.
Cuando se desataron las guerras en Afganistán y en Irak, las respuestas fueron impresionantes. Dijimos que estas intervenciones iban a sembrar el caos y la muerte. ¿Nos equivocamos? La guerra de Hollande tendrá las mismas consecuencias. Debemos unirnos urgentemente contra los bombardeos franceses que incrementan las amenazas y contra las propuestas liberticidas que no solucionan nada, sino que rehuyen y niegan las causas del desastre. Esta guerra no es en nuestro nombre.
Primeras firmas:
Etienne Balibar, Ludivine Bantigny (historiadora), Emmnanuel Barat (filósofo), Jacques Bidet (filósofo), Deborah Cohen (historiadora), François Cusset (historiador de ideas), Laurence de Cock (historiador), Christine Delphy (socióloga),Cedric Durand (economista), Fanny Gallot (historiadora), Eric Hazan (editor), Sabina Issehnane (economista), Razmig Keucheyan (sociólogo), Marius Loris (historiador y poeta), Marwan Mohammed (sociólogo), Olivier Neveux (historiador), Willy Pelletier (sociólogo), Irene Pereira (socióloga), Julien Thery-Astruc (historiador), Remy Toulouse (editor), Enzo Traverso (historiador).