(Galde 14, primavera 2016). Begoña Muruaga. He observado en numerosas ocasiones que cuando se les pregunta a las escritoras y escritores cuáles son sus referentes literarios, casi nunca mencionan a ninguna escritora. Yo misma me di cuenta, en los años 80, de que había leído poca literatura escrita por mujeres. Así las cosas, comenzó en mi vida un periplo por descubrir a escritoras de diferentes países, de diferentes lenguas y culturas. Gracias a ello, actualmente hay muchas escritoras entre mis favoritos. Ése ha sido el motivo por el que me he animado a hacer esta lista.
Ni todas las escritoras que aquí menciono tienen el mismo nivel literario, ni todas me gustan por igual. En algunos casos, ha sido un libro de la autora el que me ha impactado, y sus posteriores obras me han parecido menores; en otros, todo lo que he leído me ha gustado. Espero que mi propuesta les ayude a descubrir a nuevas escritoras, y que disfruten con ellas tanto como yo. Por otra parte, al hacer la selección, he tenido que dejar fuera a algunas: Edith Wharton, Katherine Mansfield, Alice Munro, Nadine Gordimer, Alfonsina Storni… Es lo que tiene un abecedario: hay que elegir.
ATWOOD, Margaret. Mi primera referencia de esta escritora canadiense fue la publicación de El cuento de la criada. No soy muy aficionada a las novelas de ciencia-ficción, pero la crítica sobre ésta me llamó la atención, porque, para mi sorpresa, hablaba de una novela feminista. Decidí, por tanto, leerla. La autora describe una sociedad aterradora, en la que las mujeres son utilizadas en función de su capacidad reproductora y como cuidadoras de la especie. Asimismo, aprovecha la ocasión para hacer una crítica de la sociedad en que vivimos. Posteriormente, he leído varios ensayos, así como un par de novelas, y en cada una de sus obras encuentro algo interesante, tanto por lo que cuenta como por cómo lo cuenta. Me atraen poderosamente sus historias, y me gusta su lenguaje, lleno de precisión, agudeza e ironía. Feminista y antimilitarista militante, Atwood es una firme defensora de los derechos humanos. Actualmente es una de mis escritoras de referencia.
BACHMANN, Ingeborg. Figura clave de la narrativa en lengua alemana de la segunda mitad del siglo XX, la escritora austríaca Ingeborg Bachmann ha escrito relatos, poesía y novelas. Tres senderos hacia el lago fue el primer libro que leí de ella. Son cinco relatos sugerentes, originales y llenos de un humor amargo. Fascinada por su lectura, me animé a leer Malina, una novela extraña y sobrecogedora, en la que no queda claro dónde acaba uno de los personajes y dónde comienza el otro. Posteriormente, leí El caso Franza y Réquiem por Fanny Goldman, dos novelas inacabadas con las que pretendía completar la trilogía Modos de muerte, título que refleja muy bien una de las preocupaciones fundamentales de la autora: las relaciones de pareja. Otra de sus preocupaciones, obsesiones más bien, era el lenguaje. Quería escribir de forma distinta al resto, utilizar un nuevo material lingüístico, inventar metáforas, “escribir con frases verdaderas”, como decía ella. Quizás por eso, su lenguaje resulta, a veces, un poco críptico. Bachmann no es una escritora fácil, pero merece la pena adentrarse en su mundo.
La escritora estadounidense Katherine O´Flaherty, más conocida como Kate Chopin, nació a mediados del siglo XIX en Missouri, y toda su obra está ambientada en el Nueva Orleans de esa época. En una sociedad en la que todavía existe el esclavismo, la autora nos habla fundamentalmente de mujeres. Mujeres apasionadas, soñadoras y a ratos desinhibidas que se cuestionan el matrimonio y la maternidad, y que desean vivir su vida con mayor libertad. Su novela El despertar me interesó precisamente por la descripción del personaje central, una madre de familia que, desafiando los convencionalismos de su época, toma las riendas de su vida. Lo mismo ocurre con el libro de relatos Un asunto indecoroso, en el que Chopin, adelantándose a su época, nos muestra personajes apasionados, destinos trágicos y espíritus solitarios. Y todo ello con una sutil ironía.
DAVIS, Lydia. Hace unos años descubrí por casualidad a esta escritora, considerada en EE UU como una de las más originales e influyentes de nuestro tiempo. Davis es autora de una novela y siete libros de relatos, recopilados esos últimos en Cuentos completos, que es lo que he leído de ella. Pues bien, en los casi doscientos cuentos que componen la obra, la escritora nos habla de todo lo imaginable: la madre, el marido, las hermanas, el trabajo, un calcetín, los cedros, el amor, los gatos, un ratón, el miedo, los objetos perdidos, la caldera, las finanzas, la ética… Para Davis, cualquier situación u objeto se puede convertir en elemento literario, y lo describe con una inteligencia y un humor admirables. Por otra parte, su capacidad para condensar en pocas palabras cualquier hecho cotidiano o una experiencia de vida la convierte, en mi opinión, en “maestra del microrrelato”. Davis es de las pocas escritoras que en cualquier momento te arranca una sonrisa.
GINZBURG, Natalia. Ginzburg está considerada como una de las voces más sobresalientes de la literatura italiana del siglo XX. No sé cómo accedí a Las pequeñas virtudes, el primer libro que leí de esta autora. Lo que sí recuerdo es que regalé seis ejemplares a otras tantas personas. A medio camino entre el ensayo y la autobiografía, los once textos que recoge el libro reflejan la mirada personal de la autora sobre los temas que le preocupan: la guerra, la pobreza, las relaciones de pareja, la educación… Y, por lo que he comprobado, es un libro que tiene la extraña virtud de gustar a todo el mundo. De las cuatro novelas que he leído posteriormente, me quedo con Nuestros ayeres, una obra excelente sobre el ascenso del fascismo en Italia. Un texto que me atrapó desde las primeras líneas y que me ha dejado un profundo poso.
HAUSHOFER, Marlen. Aunque había recibido varios premios literarios, nada sabía de esta escritora austríaca hasta que descubrí La buhardilla, una novela que ha quedado grabada en mi mente como algo casi mágico. Escrita con un lenguaje tan sencillo como poético, la protagonista va relatando, en una especie de diario, la rutina de la vida cotidiana, con unas descripciones y unas reflexiones sorprendentes. El título de la novela hace referencia a ese espacio donde se recluye para hacer sus dibujos, y que le sirve para aislarse del mundo; esa “habitación propia” de la que hablaba Virginia Woolf. Posteriormente, he leído La puerta secreta, pero no me ha emocionado como la primera.
JORGE, Lídia. “Tan cerca y tan lejos”, eso es lo que nos pasa con Portugal. En la década de los 90 me di cuenta de que no conocía a ninguna escritora portuguesa. Fue precisamente en un viaje a Portugal cuando la dueña de la pensión en la que me hospedé me habló de Lídia Jorge. Gracias a ella, descubrí El fugitivo que dibujaba pájaros, una historia llena de lirismo sobre la relación entre un padre y su hija, el drama de la emigración y un oscuro secreto. Atraída por su estilo, leí La costa de los murmullos. Pues bien, nada tiene que ver con la anterior. La costa de los murmullos es uno de los libros más estremecedores que he leído. Ambientada en el Mozambique de los últimos años sesenta y primeros setenta, la novela describe, con un realismo brutal, las consecuencias del colonialismo portugués, con su mezcla de violencia, odio, sangre y corrupción. Un libro desasosegante y difícil de olvidar.
KRISTOF, Agota. El gran cuaderno es la primera novela de la escritora húngara Agota Kristof, y uno de los libros más impactantes que he leído. Escrita con frases cortas y un lenguaje aparentemente infantil, la historia nos muestra a dos hermanos gemelos que, tras una infancia sombría al lado de su madre, son enviados a casa de la abuela en plena guerra. Los dos hermanos escriben en ese cuaderno lo más relevante del día, y sus descripciones son realmente escalofriantes. Atraída por su estilo, me animé a leer La prueba, la segunda parte de la trilogía, pero me decepcionó. Así las cosas, renuncié a leer La tercera mentira. Me quedo con el recuerdo de la primera, una novela difícil de olvidar por su extrema crueldad. Recientemente se han publicado los tres libros en una edición titulada Claus y Lucas.
LESSING, Doris. Mi primera lectura de Doris Lessing fue Memorias de una superviviente, una novela que nos habla del desmoronamiento de una sociedad y la posibilidad de volver a empezar desde cero, así como del despertar de una mujer a la sensualidad y al amor. Un libro extraño, un poco apocalíptico, pero que atrajo mi curiosidad. Posteriormente, disfruté con los relatos recogidos en Un hombre y dos mujeres, donde aparecen algunos de sus temas recurrentes: la política, el erotismo, la relación entre hombres y mujeres, la maternidad… El año 2007, tras la concesión del Nobel, pensé que era el momento de leer El cuaderno dorado, aparcado en mis anaqueles durante casi veinte años. Situada en su contexto histórico, entiendo que la novela haya sido un icono del feminismo y del anticolonialismo. A mí, personalmente, me ha parecido excesiva y un poco farragosa.
MÜLLER, Herta. Recuerdo que, cuando le concedieron el premio Nobel, en 2009, su nombre me resultó familiar. Y es que había leído unos años atrás En tierras bajas. Como tenía un vago recuerdo de los relatos, volví a leerlos, y me encantaron. La protagonista es una niña que va desgranando con mirada incisiva lo que ocurre en su entorno, en el que se mezclan sexo, religión, naturaleza y muerte. He leído posteriormente Todo lo que tengo lo llevo conmigo, una novela fascinante, que retrata, con una prosa poética admirable, la vida de los alemanes rumanos en tiempos de Stalin. Su siguiente novela, Hoy hubiera preferido no encontrarme a mí misma, nada tiene que ver con la anterior. Relata los recuerdos de una joven de una fábrica de ropa mientras viaja hacia el interrogatorio para el que le ha citado la policía. Ambientada en la Rumanía de Ceausescu, nos muestra el horror de la dictadura y lo ridículas que pueden resultar algunas actuaciones de la misma. Recientemente he leído En la trampa, tres espléndidos ensayos sobre la vida de tres escritores que vivieron bajo regímenes totalitarios. Müller es actualmente otra de mis escritoras de referencia.
NÉMIROVSKY, Irène. Supe de esta escritora rusa exiliada en París cuando se publicó El baile, una nouvelle que refleja, con un lenguaje sencillo y directo, la actitud rebelde de una adolescente ante una madre autoritaria y llena de convencionalismos. Posteriormente, leí El malentendido, una historia de amor de la que no me gustaron ni los personajes ni el tono utilizado para contar la relación amorosa. Tras las elogiosas críticas a Suite francesa, me animé a leerla, y no me defraudó. La novela, que cuenta el éxodo de los parisinos al sur del país tras la invasión de los nazis, es una obra excelente. Némirovsky tiene una capacidad de observación admirable, y sus descripciones, tanto de las situaciones como de los personajes, son extraordinarias. Suite francesa es una novela inacabada, ya que recoge las dos primeras partes de un proyecto más ambicioso de la autora: un volumen de mil páginas dividido en cinco partes. No pudo ser. Némirovsky fue detenida y trasladada a Auschwitz, donde murió en julio de 1942.
O`BRIEN, Edna. Aunque O´Brien es una de las escritoras más prestigiosas en lengua inglesa, nada sabía de esta autora irlandesa hasta que leí una crítica de Las chicas de campo en un suplemento semanal. Soy de las personas que todavía confía en esos suplementos (aunque me he llevado más de un chasco); así que, decidí leerla. Me pareció muy interesante la vida de esas dos mujeres que, en la Irlanda rural de los años cincuenta, luchan por romper moldes, y me gustó el lenguaje de la autora, lleno de inteligencia e ironía. La novela forma parte de una trilogía que se completa con La chica de ojos verdes y Chicas felizmente casadas. Estoy deseando acabarla y ver cómo evolucionan las dos protagonistas en ese ambiente tan hostil.
PARKER, Dorothy. Narradora, crítica literaria y poeta, la escritora estadounidense Dorothy Parker es la reina del relato satírico. Admirada y temida a partes iguales por sus contemporáneos, su mordacidad no tenía límites. Tanto los relatos recogidos en La soledad de las parejas como aquellos que aparecen en Una dama neoyorquina reflejan fielmente su opinión sobre la sociedad de la época, cínica y llena de prejuicios, así como sobre las relaciones de pareja. Sus personajes femeninos son mujeres libres, caprichosas, coquetas, atrevidas y llenas de ingenio, que se desenvuelven como pueden en un mundo hecho a la medida de los hombres. Dorothy Parker destila humor a raudales, y una no puede sino agradecerle esos personajes, tan excéntricos como atractivos.
ROIG, Montserrat. Esta autora ha sido un referente fundamental para las feministas de mi generación, no sólo como escritora sino también como luchadora por la libertad y la igualdad. Tiempo de cerezas era una novela de obligada lectura en la época, así como La hora violeta. Junto con Ramona, adiós, pertenecían a una trilogía ambientada en la Barcelona de la época, que reflejaba los cambios que se estaban produciendo en el país, tanto en lo personal como en lo político. Atraída por su estilo, leí posteriormente otra novela, un libro de relatos y varios ensayos. De todos ellos, recuerdo especialmente las reflexiones recogidas en Dime que me quieres aunque sea mentira. Ahora bien, en mi corazón siempre habrá un espacio para aquel “tiempo de cerezas” y aquella “hora violeta”.
SZYMBORSKA, Wislawa. Entre mis escritoras y escritores favoritos hay muy pocos poetas. Sin embargo, hay poemas a los que vuelvo cada cierto tiempo, y eso me pasa con algunos de Szymborska. Conocí a la poeta polaca tras la concesión del Nobel de Literatura, el año 1996. Un año después, una amiga me regaló Paisaje con grano de arena, una antología de cien poemas que aparecieron previamente publicados en siete libros. Me gustaron especialmente los recogidos en Fin y principio: poemas austeros, de una complejidad extraordinaria y que nos hablan tanto de la realidad cotidiana como de los grandes temas de la humanidad. Posteriormente, he leído Instante, otra obra maestra de la poeta. Mercedes Monmany, en su prólogo a Instante, la define como la poeta de los escalofríos existenciales, la gran poeta de las paradojas y la poeta de las incertidumbres. No encuentro mejores palabras. Leo y releo a Szymborska, y, cuanto más la leo, más me gusta.
TUSQUETS, Esther. La escritora catalana es otro de los referentes de las feministas de mi generación. Recuerdo que en aquella época repetíamos como una letanía los títulos de su trilogía: El mismo mar de todos los veranos, El amor es un juego solitario y Varada tras el último naufragio. Tres novelas que hablan del amor, de la sensualidad y del derecho al placer, y que marcaron nuestras vidas. Recientemente he leído su autobiografía, y he disfrutado con ella. Es una obra sencilla y valiente, en la que nos habla de su pertenencia a una familia que “había ganado la guerra” y de cómo se desenvolvía ella en ese mundo. Pero en mi memoria quedará para siempre esa Trilogía del mar, que es el título que recoge los tres libros.
VANDERBEKE, Birgit. Leí Mejillones para cenar, la primera novela de esta escritora alemana, al poco de publicarse. Una novela sencilla, amena y deliciosa. La historia recoge la tensa espera de una madre y sus dos hijos (una hija y un hijo) sentados a una mesa y esperando a llegue el padre para cenar. En ese intervalo, la hija nos va contando detalles de la vida familiar, que rompen la idea de una feliz familia burguesa y nos adentran en la figura de un padre tiránico. Así las cosas, la espera supondrá un antes y un después en sus vidas. Posteriormente, he leído Tiempos de paz y Alberta tiene un amante, pero no he encontrado en ellas la frescura de la primera.
WOLF, Christa. Como en aquella época no conocía a ninguna escritora de la antigua RDA, decidí leer En ningún lugar. En parte alguna, un volumen que recoge dos textos diferenciados. Por una parte, un retrato de la poeta romántica Karoline von Günderrode, y, por otro, la ficción de una historia de amor entre Karoline y un poeta contemporáneo. Ese libro me llevó a conocer a la poeta, pero me interesé sobre todo por la novelista. Me fascinó Casandra, y, a partir de ahí, he leído varias novelas y relatos de la autora. Recuerdo especialmente la titulada En carne propia, una novela en la que establece un paralelismo entre una paciente gravemente enferma y el declive de la República Democrática Alemana. Aunque no todo lo que he leído me ha gustado por igual, es otra de mis escritoras de referencia.