Galde 34, udazkena/2021/otoño. Xabier Iraola.-
En el año 1977, el cine Iparragirre de Tolosa se abarrotó con 500 baserritarras que participaron en la Asamblea Constituyente del sindicato agrario EHNE, una cifra que demuestra la ilusión reinante, la numerosa población baserritarra y la fuerza con la que contaba este sindicato a la salida del negro periodo franquista dominado por los sindicatos oficiales de la época.
En el año 1991, EHNE sufre una escisión en Gipuzkoa de la que nace la organización agraria ENBA tras un bronco proceso donde éstos últimos, denunciaban la deriva política y el abandono al que se veían sometidos los baserritarras profesionales por parte del sindicato origen. Aprovecho la ocasión para aclarar al lector, ajeno al sector primario, que yo, trabajo desde hace muchos años ya, en esta organización, ENBA.
Recientemente, en 2021, la organización agraria ENBA acaba de celebrar su 30 aniversario en un clima de cordialidad tanto interna como externa dado que la relación entra ambas organizaciones es bastante cordial y son bastantes los puntos de encuentro y trabajo en común que hemos ido desarrollando en estos últimos años.
Tupido tejido asociativo
Desde la constitución de EHNE han transcurrido 44 años, 30 en el caso de ENBA, y el sector agropecuario ha sufrido una serie de cambios estructurales que podríamos resumirlos en una drástica reducción de efectivos, una progresiva especialización en las explotaciones, al mismo tiempo que, por muy contradictorio que pueda parecer con la aseveración anterior, una diversificación de subsectores productivos y una densa estructura organizativa sectorial.
Digo densa, cuando quizá debiera utilizar excesiva, dado que el actual tejido asociativo vasco está conformado, en la parte privada, por organizaciones agrarias, centros de gestión, cooperativas de comercialización, federación de cooperativas, asociaciones subsectoriales (huerta, fruta, viñedo, Txakoli, sidra, razas ganaderas, asociaciones por especies animales, consejos reguladores, …) mientras en la parte pública, o para-pública, nos encontramos con una tupida red conformada por las entidades Neiker (investigación) , Hazi (Label, estadística, innovación, …) que, además de los trabajos propios para la administración, trabajan para diferentes entidades y explotaciones particulares, así como complementan la labor de algunas otras entidades y empresas.
Pues bien, la mayoría de las entidades apuntadas nacieron hace unas décadas, incluso hay algunas que se han ido duplicando por escisiones, fruto de desacuerdos de diverso origen, y lo más llamativo es que, tras estas décadas y con un sector, al menos numéricamente, reducido a su mínima expresión, con unos baserritarras más independientes con respecto a dichas estructuras, un desapego que les hace pasar de ser un asociado a ser un cliente, con unos productores más autónomos gracias a las nuevas tecnologías y mientras tanto, el tejido asociativo continúa siendo numeroso, quizás más que hace unos años, y anclado en las dinámicas del pasado.
Reparto de papeles
La drástica reducción en el número de explotaciones es un elemento innegable y que ejerce una presión nada despreciable sobre el devenir del tejido asociativo privado-público que, automáticamente, conllevará una reorganización de las entidades y, más pronto que tarde, una afección en el empleo actual.
Por otra parte, las crecientes exigencias burocráticas provenientes de la Política Agraria Común europea así como de la maraña de ordenes y decretos a cumplimentar en los procesos de producción, transformación y comercialización, burocracia que hastía y asfixia al baserritarra, nos podrían llevar a pensar que las labores de asesoramiento y cumplimiento burocrático compensarían la bajada de carga de trabajo inherente a la reducción de baserritarras pero, mucho me temo, que la compensación, si es que pudiéramos utilizar dicha terminología, no será tal, puesto que las nuevas tecnologías facilitarán enormemente las tareas burocráticas que, cada vez más, serán ejercidas por los propios productores.
Además, en estas décadas, la realidad y con ello, las necesidades profesionales de los baserritarras han variado notablemente, fruto de las exigencias del mercado, de las políticas agrarias públicas y de las demandas sociales y así, los baserritarras actuales, cada vez más, deben cumplir con cuestiones laborales, seguridad alimentaria, higiene, fiscalidad variable, gestión técnico-económica, trazabilidad, calidad, política agraria constantemente cambiante, cambio climático, regulaciones de medio natural, espacios protegidos, paisaje, etc. y ante este complejo panorama, hablando pronto claro, las prestaciones y respuestas del tejido asociativo no han evolucionado de forma pareja a la evolución de las necesidades.
Por tanto, creo que es más necesario que nunca que el sector productor, acompañado de estas entidades previamente mencionadas, haga una reflexión sobre sus necesidades actuales y las de un futuro próximo para, posteriormente, fijar prioridades y finalmente, adecuar-reorganizar y renovar el tejido asociativo con el objetivo de lograr la respuesta requerida. Las tareas y roles que cada uno de los componentes del tejido asociativo desempeñan actualmente deben consensuarse, (re)asignarse y coordinarse para así, dejar de estar todos en todo, o casi todo, sin llegar plena y satisfactoriamente a nada.
La reorganización del mapa asociativo agrario requerirá de la colaboración público-privada en aras a lograr un tejido asociativo dimensionado, eficaz y eficiente que proporciones buenos servicios y respuestas a las nuevas necesidades detectadas en la reflexión y, en mi opinión, debiera ir acompañado de una reflexión y reorganización de las entidades públicas y para-públicas con el objetivo de que no acaben siendo un lastre para el conjunto del sector.
¿Y los sindicatos?
Ahora bien, centrándonos en este proceso reorganizativo del tejido asociativo, me surge la pregunta sobre cuál es el papel que juegan las organizaciones agrarias, los llamados sindicatos agrarios en este panorama.
Pues bien, más allá de mi actual vinculación laboral con uno de ellos, creo que los sindicatos deberán asumir un papel más generalista, convirtiéndose interlocutor del sector primario bien sea ante las diferentes administraciones bien sea ante los agentes y entidades sociales, así como ante el conjunto de la sociedad, ejerciendo la función de lobby, tanto directamente como a través de los medios de comunicación y redes sociales.
Para ello, previamente, las organizaciones agrarias deberán establecer una alianza con las entidades resultantes de la reflexión-reorganización, para analizar las cuestiones, compartir los diagnósticos, plantear soluciones y finalmente, con un carácter transversal dotar de coherencia, unidad de acción y con los medios adecuados, impulsar la interlocución con la sociedad, con el consumidor, los agentes sociales, fuerzas políticas e instituciones, siempre, en aras a fortalecer el primer sector y mejorar la calidad de vida de los baserritarras.
Si no llegamos por convencimiento a hacer la reflexión y la reorganización de aquellos que conformamos el tejido asociativo, mucho me temo, que el tiempo, pero, sobre todo, la reducción de baserritarras nos forzará a adoptar una serie de medidas que, lamentablemente, serán peores y más drásticas que las que tendríamos que adoptar, si las cosas se hiciesen a tiempo.
Tiempo al tiempo.