Begoña Muruaga, (Galde 08, otoño 2014). La noticia de que Facebook y Apple financian a sus empleadas la congelación de óvulos me ha dejado helada. Los dos gigantes de Silicon Valley ofrecen a sus empleadas costear la preservación de sus óvulos durante los años más fértiles. Un portavoz de Facebook afirmaba lo siguiente: “siempre estamos contemplando mejoras en nuestros seguros sanitarios… seguimos ampliando la cobertura para mujeres con la opción de la maternidad extendida (sic), con la preservación de óvulos y su almacenamiento”. Una noticia aparecida sobre el tema afirma que “este incentivo se suma a la larga lista de beneficios que ofrecen las empresas tecnológicas”.
Las técnicas de congelación de óvulos se recomiendan, como mal menor, para mujeres con cáncer. Además, un óvulo congelado no está, necesariamente, en condiciones óptimas para luego ser fecundado in vitro. Así las cosas, la propuesta no sólo no está exenta de riesgos desde el punto de vista de la salud, sino que atenta contra la libertad de las mujeres para ejercer su derecho a ser madres cuando lo deseen.
Silicon Valley, el valle de los avances tecnológicos sin parangón, el paraíso de las nuevas tecnologías, no parece ser precisamente un buen lugar para las mujeres. Los datos publicados recientemente son bastante preocupantes. Google no llega al 30% de mujeres en su plantilla, y en Twitter y Yahoo tienen una cifra similar. Por otra parte, en la mayoría de las empresas punteras sólo el 12,4 % de las mujeres están en puestos técnicos. Además, aunque lo habitual es que les paguen cuatro meses de baja por maternidad, muchas mujeres renuncian a ese derecho, e incluso acuden al trabajo con sus bebés recién nacidos. Todo ello puede parecer, a primera vista, el paraíso de la conciliación, un maravilloso idilio entre empresa y trabajadora, pero no hace falta rascar mucho para ver tras ello un paso más en el machismo de nueva generación (más información sobre recientes escándalos en los links que aparecen al final de este artículo).
El movimiento feminista lleva más de siglo y medio reivindicando el derecho de las mujeres a un trabajo digno. Aunque todavía en ningún país del mundo las condiciones laborales de las mujeres son iguales a las de los varones, en la mayoría de los países desarrollados hemos conseguido grandes avances en esa materia. Pues bien, ahora llegan los expertos de Silicon Valley y nos dicen que empleo y maternidad son incompatibles. Porque ése es, y no otro, el mensaje de fondo de la propuesta. Claro que esa incompatibilidad no afecta a los millones de mujeres que trabajan en todo el mundo en condiciones infrahumanas y por salarios de miseria; y lo hacen sin abandonar lo que todavía muchos hombres consideran “el destino” de las mujeres.
Al parecer, está bien que las mujeres trabajen en profesiones “propias de su sexo”, como se decía antiguamente: enfermeras, secretarias o maestras; tampoco se les pone ningún reparo para que trabajen en las maquilas mexicanas, donde las condiciones laborales son más propias del siglo XIX que del XXI, pero cuando quieren acceder a puestos de mayor cualificación y mejores salarios, cuando quieren optar en las mismas condiciones a trabajos que monopolizan los hombres, ahí llega el problema.
Hay gente que piensa que el patriarcado ha sido superado en los países desarrollados. Yo, sin embargo, comparto la tesis de la filósofa Alicia Puleo: no sólo no ha desaparecido, sino que ha evolucionado y se está adaptando a los cambios sociales. En algunos países persiste el “patriarcado de coerción” y en otros se ha metamorfoseado en “patriarcado de consentimiento”. En los primeros, las mujeres tienen restringidos por ley determinados derechos. En los segundos, sin embargo, la ley es igual para hombres y mujeres, no hay discriminación formal, pero los roles tradicionales se siguen reforzando. Eso sí, a través de mensajes más y mejor camuflados, como en el caso de la congeladora proposición de los ovarios. No hay en ella ninguna mejora ni beneficio para las mujeres. Ni ayuda a la maternidad. Lo único que se busca es la mayor entrega a la empresa, pase lo que pase. Lo que se pretende en el silicioso valle es disfrazar de modernidad una medida retrógrada, utilizando los avances de la ciencia para retroceder en derechos y libertades.
Teniendo en cuenta los índices de natalidad de los países desarrollados, una mujer puede tener a lo sumo tres bajas por maternidad en su vida. No parece un tiempo exagerado para hablar de merma en la eficacia laboral de una persona. Cuando se les ha argumentado ese hecho a los empresarios de este país, han comentado que, aparte de la maternidad, están las responsabilidades derivadas del cuidado y la educación de la prole. Algo parecido deben estar pensando los responsables del Valle. Pues bien, habría que recordarles a todos ellos que, afortunadamente, ya hay padres (varones) que asumen su cuota de responsabilidad en el tema, y que lo que hay que hacer es incentivar esa vía, y no recurrir a recetas del pasado. Si quieren ayudar realmente a las mujeres, tendrían que promocionar la corresponsabilidad, invertir en medidas de conciliación de la vida laboral y familiar, promocionar las bajas por paternidad y organizar el trabajo de otra manera, para que la flexibilidad no esté reñida con la productividad.
Muchas compañías lo han comprendido, y los resultados están siendo muy satisfactorios, tanto para los intereses de la empresa como para quienes trabajan para ella. Reducir la vida laboral a una ciega presión productiva, descuidando el resto de las necesidades de los seres humanos, nos lleva a un mundo de robots. Lo que necesitamos es justamente lo contrario.
Hace más de ciento cincuenta años las feministas estadounidenses nos trajeron aires de libertad e igualdad desde la costa este; hoy soplan vientos heladores desde la costa oeste de aquel país. Que la propuesta de Facebook y Apple no triunfara entre las trabajadoras sería una buena señal de que no nos despistan en el camino hacia la igualdad.
Begoña Muruaga
http://elpais.com/elpais/2014/08/20/gente/1408565447_593891.html