(Galde 01, invierno/2013). ¿Las mujeres de vuelta a la casa como resultado de la crisis?
Clara Murguialday. Economista feminista.
Decía Lina Gálvez en el verano de 2011 1 que “si no estamos atentas, la crisis nos llevará a las mujeres de vuelta a casa”. ¿Era alarmista el aviso de esta economista feminista? Si nos atenemos a sus análisis y a los de otras estudiosas de los impactos de género de la crisis actual, su alerta no es exagerada ni mucho menos innecesaria. Empiezan a abundar las pruebas de que el creciente desempleo femenino, la precarización de sus condiciones de trabajo y la disminución de los ingresos de millones de hogares españoles, están incentivando que las mujeres retornen a la esfera doméstica o al menos, realicen una mayor proporción del trabajo de cuidar que la que venían asumiendo durante la última década 2.
Vayamos por partes. En primer lugar, hay claras evidencias de que la crisis actual está agravando algunas desventajas que las mujeres han venido acumulando durante tres décadas de incorporación masiva a la economía productiva 3 Dado que esta entrada se ha producido en paralelo y como consecuencia de las políticas neoliberales aplicadas desde los años 80 para flexibilizar y precarizar los mercados laborales, las mujeres han entrado en el mercado laboral por la puerta de sectores y ocupaciones muy feminizadas -los servicios en general y el empleo público, en particular-, con contratos inestables o precarios 4 , salarios inferiores a los estándares masculinos o condiciones de mayor informalidad que los hombres, como lo demuestra el hecho de que ganen menos del salario mínimo un porcentaje de mujeres tres veces superior al de hombres.
La crisis actual incide, por tanto, sobre una realidad laboral que ya estaba atravesada por fuertes asimetrías de género, empeorando la posición relativa de las mujeres en la economía productiva. Así, mientras la tasa de actividad económica femenina ha seguido aumentando durante la crisis actual 5 -lo que indicaría que las mujeres intensifican su búsqueda de empleo cuando se destruye empleo masculino como ocurrió en los primeros años de la crisis-, la tasa de desempleo femenina supera a la masculina desde finales de 2010, como resultado de los recortes realizados en los últimos dos años en la oferta pública de empleo y los servicios colectivos 6.
Por otro lado, también las políticas anticrisis aplicadas desde mediados de 2010 están contribuyendo a hacer más precaria la inserción laboral y la vida de las mujeres. Las sucesivas reformas laborales han eliminado las bonificaciones al empleo femenino, abaratan los despidos y fomentan el mobbing contra las mujeres para que abandonen sus puestos de trabajo. Sus efectos se traducen en incrementos de la brecha salarial de género que se sitúa en los 22,55 puntos pero también en dos datos recientemente conocidos: las mujeres españolas ganan en promedio 5.744 € anuales menos que los hombres o lo que es lo mismo: una mujer tiene que trabajar 82 días más que un hombre para recibir la misma retribución por idéntico trabajo 7 Por su parte, la reforma de las pensiones hace más difícil que las mujeres accedan a pensiones dignas y feminizan la pobreza, en un contexto donde la pensión promedio de las mujeres es 61% de la de los hombres y donde son mujeres el 70% de quienes reciben las más bajas pensiones no contributivas.
En segundo lugar, la crisis está afectando la precaria solución que muchas familias venían dando durante la última década a la “crisis de los cuidados” generada por la disminución de las horas dedicadas por las mujeres al trabajo de cuidar (debido a su entrada en el mercado laboral), la mayor demanda de cuidados causada por el envejecimiento de la población, el déficit crónico de servicios públicos para el cuidado de las personas y la persistente ausencia de los hombres de los trabajos relacionados con la sostenibilidad de la vida.
Durante los años de bonanza económica atrayente de gran número de inmigrantes, esta puesta en evidencia de “las dificultades de amplios sectores de la población para cuidarse, cuidar y ser cuidados” 8, pareció encontrar solución en el mercado contratando a cientos de miles de mujeres inmigrantes dispuestas a trabajar y a cuidar en condiciones de informalidad y con salarios inferiores a los de las mujeres autóctonas 9 De esta manera se instalaba en la sociedad españolas un nuevo “consenso de género” en torno a los usos de los tiempos de trabajo de hombres y mujeres, según el cual unas y otros participan en la economía productiva pero son las mujeres quienes siguen cargando con el grueso del trabajo en el ámbito doméstico, ahora ayudadas por mujeres inmigrantes en el cuidado de dependientes. Completando el cuadro, algunas políticas sociales y de igualdad, como el fomento de la conciliación, la extensión de los permisos de paternidad o las ayudas derivadas de la Ley de la Dependencia, hacían pensar que el Estado comenzaba a asumir su responsabilidad en la solución a la crisis de los cuidados.
Pero entonces llegó la crisis, y al aumento del paro, el deterioro de las condiciones laborales y la caída de los ingresos de las familias (1.833.700 hogares tienen actualmente a todos sus integrantes en paro) se han sumado las políticas anticrisis plasmadas en los recortes de presupuestos destinados a sanidad, educación, escuelas infantiles, atención a dependientes…El resultado es que millones de hogares han tenido que revisar sus estrategias de acceso a determinados bienes y servicios, dejando de adquirirlos en el mercado para pasar a producirlos de nuevo en el hogar, o directamente prescindiendo de ellos.
Uno de los servicios mercantilizados a los que se renuncia a causa de la crisis es el trabajo doméstico y de cuidar que venían realizándolas mujeres inmigrantes. La menor demanda de este trabajo ha forzado a muchas a retornar a sus países de origen y a otras a aceptar condiciones de trabajo aún más onerosas, lo que unido a las políticas restrictivas de la inmigración desde que comenzara la recesión ha reducido notablemente su disponibilidad en el mercado. De esta manera, se hace cada día más evidente que el “cierre reaccionario” a la crisis de los cuidados, como denomina Sandra Ezquerra a la importación y contratación precaria de mujeres para cuidar, ha sido una solución más aparente que real.
Aunque aún no vemos la salida a esta crisis sí se percibe la dirección reaccionaria que toman algunos de sus efectos, cuyas tendencias apuntan hacia la advertencia de Lina Gálvez con la que abríamos este artículo. Cuando los hogares disponen de menos ingresos, las políticas sociales se evaporan, las mujeres se quedan sin empleo o empeora su posición en los mercados laborales en relación a los hombres, la presión por reducir los gastos familiares y la mayor presencia de las mujeres en la casa sólo conducen a un escenario en el medio plazo: las tareas de la reproducción y la sostenibilidad de la vida se re-privatizan en los hogares y las mujeres terminan haciéndose cargo de ellas, ante la mirada impávida de la mayoría de los hombres que continúan dedicados a sus actividades productivas…¿Nos suena el modelo?… Al menos así ocurrió en crisis económicas anteriores de las que apenas tuvimos noticias porque ocurrieron muy lejos.
Notes:
- EMAKUNDE nº 81, verano 2011. Entrevista de Carmen Ruiz de Garibay. ↩
- Las mujeres españolas trabajan diariamente en el hogar dos horas más que los hombres (Encuesta de Usos del Tiempo 2009-2010) ↩
- La tasa de actividad económica de las mujeres españolas pasó del 28,7% en 1976 al 53,4% en 2012. ↩
- Como demuestra su menor presencia (43%) en los contratos indefinidos y su mayor peso (74%) en los contratos a tiempo parcial. ↩
- Ha pasado del 48,94% en 2007 al 52,27% en 2010 y al 53,42% a finales de 2012. ↩
- La tasa de paro masculina se sitúa en el 25,58% y la femenina en el 26,55% (Encuesta de Población Activa del 4º Trimestre de 2012) ↩
- El País 18-02-2013. ↩
- Ezquerra, Sandra: “Crisis de los cuidados y crisis sistémica: la reproducción como pilar de la economía llamada real”. Investigaciones Feministas 2011, vol. 2, 175-194. ↩
- La presencia de inmigrantes entre las personas empleadas de hogar pasó del 7% en 1996 al 62% en 2009. ↩