Galde 19 (verano/2017). Pedro Fernández de Castro.
El gurú y fundador del MIT Media Lab, Nicholas Negroponte, afirmó hace veinte años que “lo que pueda ser digital, lo será”. Como en otras ocasiones, el tiempo le ha dado la razón. Después de más de veinte años, ya está dejando de ser una novedad el hecho de que lo digital ha supuesto un cambio de paradigma de tal calibre que es equiparable al que provocó la Revolución Industrial. Es otra revolución, la digital, marcada por términos como inmediatez, interactividad, bidireccionalidad, descentralización, participación… que ahora pautan nuestras formas de relacionarnos, comunicarnos e informarnos. La expansión del mundo digital y su cada vez más fuerte interrelación con el mundo físico han terminado de romper las barreras espaciales y temporales que hasta entonces nos condicionaban. Además, las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) han posibilitado que cualquier persona, al menos potencialmente, no solo tenga acceso a enormes cantidades de información en Internet, sino que, también, pueda producir, publicar y difundir información. En este panorama comunicativo, los medios de comunicación, tanto los tradicionales como los alternativos, se enfrentan al mayor reto de su historia, la adaptación al entorno digital, donde, además, tienen que convivir con los medios sociales (redes sociales, plataformas de vídeo, audio, blogs, etc). Para tratar de ofrecer una respuesta a este reto, vamos a utilizar la vieja fórmula periodística de las 6W (técnicamente 5W y una H) es decir, por qué (why), cómo (how), qué (what), quién (who), dónde (where) y cuándo (when), para comprobar si los clásicos aún pueden ofrecer respuestas a los retos actuales.
Por qué. Hacia un periodismo postindustrial
Empecemos con el ‘por qué’, ya que es importante explicar cuál es la motivación que nos lleva a plantearnos el resto de cuestiones. Nos encontramos en un mundo en el que el modelo de producción industrial está en plena decadencia. En lo que se refiere a los medios de comunicación, lo que se conocía como la industria mediática ha perdido un gran peso en el ecosistema que hasta hace no mucho dominaba. El oligopolio informativo formado por los grandes medios de comunicación tradicionales hace tiempo que se resquebrajó debido a que las enormes estructuras que lo sujetaban se oxidaron irremediablemente a causa del tsunami digital. Sin embargo, esto no quiere decir que la crisis de los medios tradicionales se deba estrictamente al cambio tecnológico. La ciudadanía, comenzó a darse cuenta progresivamente de como los grandes medios cada vez se preocupaban menos por sus intereses y pasaban a responder a los de las élites -de las que dependían- y, simplemente dejó de creer en ellos. Sin la atención que les había estado alimentando, su viejo modelo industrial terminó de desmoronarse.
Cuando los medios tradicionales achacan a la digitalización gran parte de sus males, especialmente los que se refieren a su modelo de negocio, que es por lo que más se preocupan, suelen obviar que lo que subyace a lo económico son los valores periodísticos que lo sustentan. Lo que fue percibido como una crisis era, en realidad, una oportunidad para volver a encauzar un camino que se había perdido hacía años. Tras la degradación a la que se ha visto sometido el periodismo, debida a las prácticas llevadas a cabo por los medios de comunicación industriales, el motivo por el que hacen falta medios de comunicación alternativos radica en la necesidad, más que nunca, de un periodismo que sea capaz de explicar la realidad al tiempo que vuelve a ocupar su lugar como Cuarto Poder, vigilando al resto de poderes y defendiendo a la ciudadanía. Por tanto, en esta situación postindustrial, el proceso de adaptación digital, si quiere serlo realmente, ha de suponer más que unos meros cambios técnicos. La misión debe ser la de profundizar en la búsqueda de formas de organización, producción y relación que sean coherentes con la situación actual.
Cómo. De la competencia a la colaboración
Esta misión requiere aprovechar todo lo posible lo que ofrece el entorno digital. Y, para ello, llegamos al ‘cómo’. La red, como espacio descentralizado y distribuido, demuestra que la colaboración es más fructífera que la competencia, por más que surjan parásitos que se aprovechen del trabajo realizado colectivamente. A pesar de que los grandes medios tradicionales se niegan a aceptarlo, la suma de fuerzas siempre es más productiva que la lucha entre las mismas. Curiosamente aquellos que se han guiado por la lógica competitiva son los que han conducido al panorama mediático y periodístico a la ruina. Entonces, la solución parece obvia, aunque no lo sea tanto. Establecer lazos de colaboración entre diferentes medios de comunicación, con otro tipo de organizaciones y con la ciudadanía es un elemento fundamental para construir alternativas digitales sólidas.
De hecho, algunos medios ya han realizado conexiones fructíferas, como el caso del diario Público y CTXT. Juntos, han puesto en marcha ‘Espacio Público’, un foro en el que periodistas, escritores e intelectuales y toda la ciudadanía en general tienen la oportunidad de debatir de manera profunda y reflexionada sobre asuntos políticos y económicos en pos de promover cambios sociales. Además, se combina con la organización de debates presenciales en los que se les da continuidad a lo que se discute en la web, de modo que lo digital transciende sus fronteras para engarzarse con lo físico. Este tipo de iniciativas enriquece la conexión entre los medios y la ciudadanía, y recupera el espíritu periodístico de ir más allá de la mera publicación de información, para buscar formas de aprovechar su potencial transformador. Por otra parte, medios como eldiario.es ya han establecido relaciones transmedia, pues están asociados a la radio digital carnecruda.es; y transnacionales, aliándose con el periódico británico The Guardian, con quien colaboran en su sección internacional.
Qué. La información como bien común
Del paso de la competencia a la colaboración se deriva otro cambio necesario. Si en el entorno digital la colaboración es el cómo, ahora vamos con el qué. La información, como materia prima con la que trabajan los medios de comunicación, requiere ser tratada de un modo diferente. Los medios tradicionales, inmersos en la sociedad de mercado, han convertido la información en una mercancía. Como cualquier otro producto fabricado de manera industrial, su esencia se evapora y acaba por convertirse en un objeto de consumo. La información como mercancía siempre esta condicionada por una propiedad privada que entorpece que sea compartida y, por consiguiente, puesta a disposición de la cooperación. Si bien durante la época industrial las condiciones materiales dificultaban hasta cierto punto la libre circulación de información, en la época digital ya no hay excusas. Internet fue concebido como espacio idóneo para la libre difusión de la información y el libre acceso a la misma, por lo que tratar de restringir su movilidad es un contrasentido. De este modo, es posible reclamar la concepción de la información como un bien común, es decir, ni privado ni público, ni de empresas ni de estados. Lo que lo digital permite no es otra cosa que desmercantilizar la información, de la que durante tanto tiempo se han aprovechado los medios industriales, para devolvérsela a sus legítimos dueños, que la propia sociedad que la genera. Se trata de la aplicación práctica de lo que promueven los movimientos de cultura y conocimiento libre que llevan luchando por ello en Internet desde sus orígenes.
Así, medios y ciudadanía pueden colaborar sin restricciones. El ejemplo más claro en este sentido es el de los buzones de filtraciones ciudadanas, como Buzón X y Fíltrala en España, que han continuado la senda abierta por Wikileaks. Se trata de un conjunto de herramientas digitales que utilizan diferentes mecanismos de seguridad para hacer las comunicaciones digitales anónimas y seguras. En estas plataformas, periodistas y activistas, concretamente hacktivistas (de la fusión de los términos ‘hacker’ y ‘activista’) gestionan como un bien común la información procedente de las filtraciones que realiza la ciudadanía, desvelando lo que hasta entonces era un secreto y poniéndola a disposición de toda la sociedad. Se demuestra así como mediante la concepción de la información como un bien común, la colaboración surge de manera mucho más sencilla. Es más, esta forma de hacer periodismo colaborativamente ya está siendo reconocida a nivel internacional, como se probó en la edición de este año de los prestigiosos premios Pullitzer. El International Consortium of Investigative Journalists (ICIJ), fue galardonado por su labor en la filtración de los Papeles de Panamá, labor en la que cooperaron más de 100 medios de 80 países, entre ellos El Confidencial y La Sexta.
Quién. La comunidad
Para esta pregunta, la respuesta está dada a lo largo del texto, aunque no le hayamos puesto nombre. El sujeto de esta ecuación digital es la comunidad. Si una de las principales causas de la decadencia de los medios de comunicación y de la pérdida de confianza de la ciudadanía en el periodismo viene por el alejamiento entre ambos, la solución está en volver a estrechar lazos. Los medios que sean capaces de generar una comunidad de personas a su alrededor establecerán una relación de reciprocidad entre ellos y la ciudadanía. Por una parte, la comunidad sostiene al medio, permitiéndole garantizar su independencia y sostenibilidad, las dos condiciones básicas para llevar a cabo la tarea periodística satisfactoriamente. Por otra, el medio actúa como defensor de los intereses de su comunidad, como plataforma y altavoz para que se exprese, y como tejedor de un relato colectivo que sea más fiel a la realidad. El concepto de comunidad permite volver a un periodismo preindustrial, en el que los intereses políticos y económicos aún no habían absorbido a los medios de comunicación.
Algunos medios alternativos ya han dado grandes pasos en la consolidación de una comunidad a su alrededor. La fórmula más extendida es la de hacer a los usuarios parte de la comunidad, y no únicamente consumidores, de modo que se convierten en un elemento fundamental de su modelo de negocio. Dejar de depender -en la medida de lo posible- de la publicidad es la solución por la que han optado medios cooperativos como La Marea y El Salto, recuperando el viejo modelo de las suscripciones, aunque el contenido que vuelcan en la web esté abierto a todo el mundo. Estos medios hacen partícipe a su comunidad más allá de la necesaria contribución económica, para implicarla en el proceso de toma de decisiones, tanto a nivel editorial como empresarial.
Dónde. La esfera pública digital
Aún falta poner en situación todo lo anterior. Un primer dónde podría ser directamente el entorno digital. Sin embargo, se trataría de una respuesta demasiado amplia, por lo que es necesario precisar. El lugar por antonomasia en el que se mueven los medios de comunicación es la esfera pública, el espacio en el que las diferentes corrientes de opinión pública entran en debate sobre los asuntos que afectan a toda la ciudadanía. Los medios tradicionales estaban acostumbrados a ocupar el centro de la esfera, desde donde ejercían una enorme influencia, mientras que los medios alternativos se ubicaban en la periferia de la esfera, desde donde el alcance es reducido. Antes de la digitalización de la esfera pública, el movimiento entre el centro y periferia era casi inexistente. Desde entonces, se han abierto brechas por las que los medios alternativos pueden acceder al centro y transmitir su mensaje desde ahí. Es de justicia reconocer que los medios alternativos ya actuaban colaborativamente antes de la irrupción digital, tratando la información como un bien común y respondiendo a su comunidad, por lo que este punto es de especial relevancia. En la esfera pública digital, los medios alternativos tienen un trampolín que les permite dar un salto cuantitativo en lo que se refiere a su capacidad de influencia y difusión.
Cuándo. Ahora
Lo expuesto hasta aquí es una propuesta de como aprovechar el entorno digital para revitalizar el periodismo y proporcionar a la ciudadanía medios de comunicación alternativos. Teniendo en cuenta la necesidad de los mismos, en un momento crítico en el que desde las redes sociales se imponen con frecuencia las fake news y la posverdad, la pregunta del cuándo es la más fácil de contestar. No hay tiempo que perder, la respuesta es ahora.