La precariedad y el precariado

(Galde 18, primavera/2017). Iñaki Uribarri. A lo largo de este artículo voy a reflexionar sobre la precariedad. Cuáles son sus causas, a qué llamo empleo precario y cómo debería orientarse la lucha sindical contra la precariedad. Creo que Guy Standing tiene razón cuando defiende que el fenómeno del precariado tiene una dimensión estructural. La precariedad es la forma que adopta en nuestra época la explotación capitalista y el proletariado clásico está siendo sustituido por una nueva clase social que es a quienes este autor denomina precariado.

¿Qué es un empleo precario?

Definir lo que se entiende por precariedad laboral es una tarea necesaria. De hecho, organismos como la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y la Unión Europea tienen sesudos informes destinados a explicitar los rasgos de lo que se considera un empleo precario. La OIT maneja hasta siete dimensiones referidas a la seguridad en el empleo y el grado de precariedad. Algo que tiene que ver con cuántas de esas dimensiones de la seguridad quedan mal paradas en cada empleo concreto. Esas dimensiones de las que habla este organismo se refieren a, entre otras, la seguridad de contar con un puesto de trabajo (contraponen por lo tanto el empleo y el desempleo). También se hace referencia a la seguridad de un empleo estable, es decir que toma en cuenta el régimen de contratación. Otra de las dimensiones a tener en cuenta es la seguridad para poder desarrollar una carrera profesional. La seguridad de un salario aceptable también está recogida por la OIT, así como la seguridad de tener una representación sindical que garantice los derechos laborales entre otras.

El enfoque de la Unión Europea, sin embargo, asocia más la precariedad a la ausencia de calidad en el empleo. Los factores que inciden en la precariedad según la UE y teniendo en cuenta esta concepción que señalaba serían: la calidad intrínseca del trabajo, la cualificación para el desarrollo del mismo, la formación continua y la promoción profesional así cómo la igualdad de género. Otros de los factores que se mencionan son la salud y la seguridad en el trabajo, la flexibilidad y seguridad, la inclusión y acceso al mercado de trabajo, la propia organización del trabajo y el equilibrio trabajo-vida personal. Desde Europa también se tiene en cuenta el diálogo social y la implicación de la gente trabajadora así como la diversidad y no discriminación, etc.

Desde mi punto de vista y a pesar de que todas las dimensiones y factores que tanto la OIT como la UE apuntan deben ser tenidos en cuenta, con la intención de acercar más la visión de la precariedad a una experiencia más concreta, voy a contemplarla desde tres planos distintos.

En primer lugar estaría el de la inseguridad e inestabilidad del empleo. Este plano, que lógicamente incluye el desempleo, también asume todas y cada una de las manifestaciones de flexibilidad en la contratación. Es decir que por flexibilidad en la contratación se entienden todo tipo de contratos temporales y a tiempo parcial, el empleo irregular (aquel que carece de protección social) y el empleo de los determinados trabajadores/as autónomos/as. En este último grupo nos encontramos con gente trabajadora que normalmente ha sido expulsada del empleo asalariado por el cierre de su centro de trabajo y se ve obligada a darse de alta en el régimen de autónomos/as de la seguridad social para así obtener trabajo en múltiples sectores, que van de la construcción al transporte, pasando por los servicios más diversos.

En un segundo plano nos encontraríamos con las condiciones laborales internas. En este se haría referencia a las condiciones de seguridad y los riesgos para la salud laboral, las movilidades funcionales y/o geográficas, la flexibilidad de horarios y la prolongación de la jornada de trabajo, los salarios, la participación y satisfacción en el trabajo, etc.

Por último tendríamos un tercer plano que se refiere al poder de la patronal y a la indefensión de la parte social. Este plano es transversal a los dos anteriores. Cuando se han creado condiciones objetivas para precarizar el empleo, condiciones estas que son constatadas en los dos planos anteriores, se impone una dinámica concreta en cada centro de trabajo, subsector y sector económico que da como resultado la precariedad realmente existente. Una precariedad que tiene rostros en cada caso, que no afecta a toda la plantilla de una empresa, sino a determinados colectivos (personas jóvenes, mujeres…), que se extiende por círculos concéntricos, generando un mercado laboral muy desagregado en el que, también la precariedad, se reparte de forma muy desigual.

Enfoques y percepciones de la precariedad

Cuando se hace el análisis de los fenómenos de precariedad laboral hay dos enfoques para acercarse a él. Para el primero de ellos, la precariedad laboral, la cual es tan sólo una faceta de la precariedad social, es una consecuencia directa de la globalización capitalista y de la gestión neoliberal que se está haciendo de la misma en las cuatro últimas décadas. Las reformas laborales han recortado derechos y han debilitado las condiciones de las personas trabajadoras. Al mismo tiempo las nuevas técnicas de gestión de la producción y de los recursos humanos implantadas en las empresas, aderezadas con el endurecimiento impuesto por la clase empresarial a la hora de negociar las relaciones laborales serían, desde esta perspectiva, el último eslabón de la cadena del nuevo modelo de explotación capitalista implantado por el neoliberalismo globalizador.

Este nuevo modelo al que me estoy refiriendo, ha convertido a la flexibilidad en su paradigma. Por un lado, exige, que todo se adapte a unas reglas de juego basadas en la extensión de la competencia a niveles mundiales. Y al mismo tiempo, por otro lado, penetra en todos los sectores y ámbitos de la vida humana. Un capitalismo así, con estas características, capaz de superar las fronteras espaciales y las fronteras internas de organización de la sociedad y de la vida humana, lo invade todo. Absolutamente todo lo convierte en mercancía, todo lo degrada. El trabajo precario, por lo tanto, sería la manifestación de esa degradación en el ámbito de las relaciones laborales. Pero tal y como nos viene impuesto por el sistema no solo estamos viviendo una precarización de las relaciones laborales sino que nuestras propias vidas están siendo precarizadas.

Desde este primer enfoque, la única forma de acabar con la precariedad es acabar con el capitalismo. No hay soluciones intermedias ni paños calientes, pues es la esencia del sistema la que genera, como final de tubería, la precariedad laboral y social a la que nos condenan.

Antes he planteado también la existencia de un segundo enfoque. A este enfoque lo voy a llamar optimista-posibilista. Quienes se encuadran en esta visión seguramente no tienen un análisis radicalmente distinto sobre el funcionamiento de la globalización capitalista del que tienen quienes se ubican en la anterior. Su diferencia fundamental, sin embargo, estriba en que consideran que hay posibilidades de pacto y regulación. Una regulación encaminada a que la flexibilidad que demandan quienes controla el sistema en sus distintos niveles admitan demandas de seguridad que exigen los distintos sectores sociales. El fruto de este tipo de acuerdos daría unos marcos aceptables de contención de la precariedad, sin que el objetivo radical de acabar con el sistema sea la única alternativa.

Creo que ambos enfoques tienen buenas partes de razón, pero llevados al extremo me parecen reduccionistas. Es precisamente ese reduccionismo el que me aleja de ellos. Opino que una orientación sindical basada en esos esquemas analíticos empobrece, desde mi punto de vista, la reflexión sobre la precariedad laboral y la lucha contra ella. En el primer caso, porque dejándose guiar por las visiones más generales, tipo macro, se puede perder de vista las dimensiones concretas de la precariedad; dimensiones que, a la postre, son las que permiten armar una acción sindical efectiva.

En el segundo caso, porque la tendencia posibilista limita la orientación sindical a la búsqueda de los acuerdos factibles en cada caso para evitar la degradación precaria que se sufre en el mundo laboral; acuerdos que, en muchas ocasiones, serán tan sólo pan para hoy y hambre para mañana. Además, el posibilismo suele estar reñido con orientaciones de resistencia que ponen la denuncia en un plano relevante y que se encaminan a generar una nueva cultura radical que no dé por buena la convivencia con una precariedad que se ha convertido en una realidad estructural del mundo laboral.

No estoy defendiendo una posición ecléctica (aunque tampoco me importaría que así fuera), sino una que sea capaz de combinar una acción radical de lucha contra la precariedad en los centros de trabajo y en la sociedad, acción que empoderará y mejorará la relación de fuerzas de la gente trabajadora, con una visión anticapitalista que obligue a enfrentarse al hecho de que mientras exista el capitalismo nuestras vidas personales y sociales serán precarias.

Categorized | Dossier, Economía, Miradas, Política

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