Galde 35 negua 2022 invierno. Unai Vicente Basterra.-
236 días, de febrero a octubre, ha durado la huelga de los trabajadores de Tubacex. 236 días que han elevado al plano mediático la grave situación que viene padeciendo la clase trabajadora en la comarca de Aiaraldea. Una comarca ésta, de un fuerte carácter industrial, azotada por las diferentes crisis económicas surgidas desde el último cuarto de siglo XX hasta hoy. Por lo tanto, hablamos de un proceso largo y conflictivo que pone en entredicho las condiciones de vida de los trabajadores y para el cual no se intuye final.
En el mes de febrero, la dirección del Grupo Tubacex activó, por un lado, un ERE con 150 despidos y, por otro, un ERTE que afectaría a los 650 trabajadores restantes. Todas las medidas estaban encaminadas a reorganizar las plantas de los municipios de Amurrio y Llodio. De los 150 despidos, 115 iban dirigidos a la compañía TTI (Tubacex Tubos Inoxidables) y 35 a la compañía Aceralava. Una vez activada la propuesta de la dirección, el 11 y 12 de febrero los trabajadores decidieron echarse a la calle y llevar sendas jornadas de paro adelante. Esos días estuvieron acompañados por una gran movilización comarcal. Tres días después, el 15 de febrero, dio inicio la huelga indefinida.
Las primeras semanas de huelga fueron las más conflictivas. La Ertzaintza escoltaba el autobús de los pocos trabajadores que decidieron no secundar la huelga y cuando los trabajadores en huelga mostraban algo más de resistencia frente a la entrada del autobús, surgían los enfrentamientos con la Ertzaintza. Esas primeras semanas se saldaron con varios detenidos, identificados y heridos. Debido a ello, se extendió la dimensión del conflicto tanto a nivel comarcal como fuera de él. Las imágenes y videos de los sucesos acontecidos entre los trabajadores y la Ertzaintza se difundieron con rapidez a causa del efecto de las redes sociales. Estas ayudaron a visibilizar el conflicto que se vivía en ambas porterías y los apoyos y las muestras de solidaridad hacia los trabajadores en huelga no hicieron más que incrementarse.
La huelga, su carácter, no se puede entender sin el amplio apoyo de los diferentes sectores de la comarca.
Todos eran conscientes de la gravedad de la situación, así como de las consecuencias económicas y sociales que hubieran acarreado los despidos. El apoyo a la actuación de los piquetes, los paros comarcales y las distintas movilizaciones mostraron el respaldo a la huelga. Este clima de movilización recordaba al que precedió al cierre de la que en su momento fue la empresa principal de la comarca: Aceros de Llodio (cerrada en 1992). El recuerdo de aquel conflicto estuvo bastante presente en el proceso, y se apeló a la memoria de «Aceros» para reivindicar otra vez la necesidad de lucha, en busca de otro final.
Pasaban las semanas y las diferencias entre el comité de empresa y la dirección de Tubacex se mantenían. La empresa reducía el número de despidos y lo compensaba con bajas incentivadas. En marzo, la propuesta de la empresa se concretó en 95 despidos, 22 bajas voluntarias y 12 prejubilaciones. Los trabajadores no aceptaron la propuesta de despidos, pero hubo quien optó por las bajas voluntarias. Mientras tanto, las porterías de las plantas de Llodio y Amurrio seguían siendo lugares de conflicto donde los trabajadores hacían piña durante las largas jornadas que pasaban allí.
La duración de la huelga ya adquiría un carácter considerable y el acuerdo no parecía alcanzable. Es ahí donde entró en juego un elemento fundamental en toda huelga: la caja de resistencia. En la medida en que la huelga continuaba el factor económico era un elemento a tener en cuenta. Su importancia fue en aumento y se convirtió en una herramienta de peso tanto para la socialización del conflicto como para mantenerlo activo. Se llevaron a cabo diferentes eventos para nutrir la caja, entre los que destacan conciertos y sorteos organizados por grupos sociales. También fueron importantes las donaciones realizadas por colectivos, trabajadoresy comités de diferentes empresas.
El día 6 de julio llegó lo que a la postre sería el punto de inflexión del conflicto. El Tribunal Superior de Justicia del País Vasco declaró nulo el ERE y por tanto los despidos. La noticia se recibió con alivio pero también con cautela, puesto que la dirección de Tubacex decidió recurrir el auto al Tribunal Supremo. Frente a la amenaza del recurso y la falta de acuerdo entre comité y empresa, los trabajadores decidieron continuar la huelga.
No fue hasta septiembre cuando el conflicto se acercó a su fin. El comité y la dirección de la empresa, con la mediación del Gobierno Vasco, llegaron a un principio de acuerdo el día 30 de septiembre. La empresa renunció a los despidos y los trabajadores que se acogieron a las bajas voluntarias serían readmitidos. A su vez, esta retiraría el recurso al Supremo. Por su parte, el comité aceptó medidas de ajuste como la congelación salarial hasta 2024, el aumento de la jornada los próximos tres años en 40 horas o la prórroga del convenio colectivo hasta diciembre de 2024. El acuerdo se tenía que ratificar por todo el comité. Para ello varios sindicatos decidieron someterlo a votación entre sus afiliados. El comité compuesto por 4 miembros de ELA, 4 miembros del Sindicato de Trabajadores de Aceralava Tubacex, 3 miembros de CCOO, un miembro de LAB y otro del sindicato independiente ATAL secundó el acuerdo con los 7 votos a favor de ELA y CCOO, frente a los 6 en contra del resto. Tras 236 días de huelga, el 5 de octubre finalizó la huelga.
Ahora bien, mientras la atención se dirigía hacia Tubacex, durante este tiempo no ha sido el único foco de conflicto en la comarca. En marzo, se hizo efectivo el cierre de la empresa Valvospain en Amurrio con 79 trabajadores, y a día de hoy siguen presentes los conflictos en las empresas industriales Tubos Reunidos (Amurrio) y Artiach (Orozko). Además, las trabajadoras de los supermercados Berriak (Llodio y Amurrio), de las residencias de mayores de los distintos municipios de la comarca o del Centro Madres Mercedarias (Orozko) se encuentran luchando por sus condiciones laborales.
Y es que ni el proceso de reconversión industrial del último cuarto de siglo XX, ni las medidas de ajuste para hacerle frente a la crisis de 2008 han sido garante de empleos y condiciones de vida para la clase trabajadora. Como vemos, los conflictos no cesan. En Llodio y en Amurrio, por ejemplo, no ha habido una desindustrialización plena, pero sí una pérdida de empleos y condiciones laborales que han marcado a las generaciones que no encontraron acomodo en el nuevo contexto económico y a las generaciones actuales, que sufren debido al nuevo panorama laboral. El capitalismo se encuentra en un periodo de recesión y como consecuencia directa existe la necesidad de reducir salarios y limitar derechos laborales. Igualmente, una mayor cantidad de población queda fuera de la comunidad del trabajo, generando un desempleo estructural y crónico. Las cifras en Aiaraldea son claras. En 2020 los municipios de Llodio y Amurrio se encontraban según Udalmap(1) entre los municipios de la CAV con mayor tasa de desempleo -11,88% y 12,62% respectivamente-, así como en desempleados de larga duración -6,01% y 6,48-.
La crisis, los conflictos laborales y el desempleo amenazan la comarca. Por lo tanto, la huelga de Tubacex ha sido y será un momento fundamental para los retos que se avecinan. La determinación de los trabajadores en huelga debe servir como impulso en la defensa de las condiciones laborales. Los conflictos continúan, y como en Tubacex, son varios los sectores de la clase trabajadora de Aiaraldea que se encuentran en procesos de lucha. Así pues, es necesario volcar el apoyo hacia esos conflictos, para que la resolución de los mismos tenga también un desenlace positivo.