Lourdes Oñederra. (Galde 03, verano/2013). Ana Rosa Gómez Moral, Un gesto que hizo sonar el silencio, Coordinadora Gesto por la Paz de EuskalHerria, Bilbao, 2013.
Me atrevo a afirmar que el libro de Ana Rosa Gómez Moral es de lectura obligada para quienes llevamos aquí, en esta sociedad nuestra, más o menos tiempo, pero sobre todo para quienes hemos convivido con el terror de ETA desde sus inicios.
Las 185 páginas de Un gesto que hizo sonar el silencio constituyen un gran libro dedicado a contar la historia de Gesto por la Paz de Euskal Herria y, al hacerlo, la autora narra cosas fundamentales de nuestra historia más cercana. Es posible que lo mejor de todos estos años terribles, algo de lo que podemos enorgullecernos como sociedad, haya sido precisamente el surgimiento y continuidad de Gesto, de esas personas que han hecho lo que otras muchas no hemos hecho: plantar cara al horror públicamente.
La belleza y el cuidado del libro se aprecian ya en su edición, en su apariencia, en su título. Luego viene el texto tupido, las líneas densas escritas con mimo, con cuidado y con un rigor sólido. A A. R. Gómez Moral no le tiembla la mano al escribir verdades como puños, al describir con pasión pero con gran claridad intelectual lo que fue ocurriendo en y en torno a Gesto, con gran riqueza de documentación y detalle. Es difícil elegir pasajes específicos, porque todos merecen ser leídos con detenimiento, pero quisiera mencionar aquí algunos aspectos que me parecen particularmente reseñables.
No se hubiera podido hacer la historia de Gesto sin referirse al “otro lado”, al sector que ha apoyado en un grado u otro las acción violenta de ETA. Pero la autora no se limita a las referencias mínimas imprescindibles, sino que nos ofrece una narración espléndida, que desde una perspectiva histórica, social y psicológica ayuda a entender lo ocurrido mejor que muchas cosas escritas por sus partidarios.
En esa perspectiva psicológica, humana, que permea todos sus capítulos, el libro consigue una profundidad y una agudeza que lleva al lector de la mano, sin dejarle cerrar los ojos, de la misma manera que ella no los ha cerrado a lo largo de su evolución personal en la aventura de Gesto. El hecho de que el libro esté estructurado desde ahí, desde su propia vivencia, hace que su impacto vaya directo al yo del lector, de la lectora. Creo que la narración del paralelo roto entre el itinerario de Yoyes y el de ella es un texto tan profundo que conmueve, porque nos toca íntimamente, y que ilustra sobre las condiciones en las que la violencia se apodera una comunidad, como se apoderó de la nuestra. Lean, por lo menos las páginas que van de la 37 a la 43 aproximadamente, para ver cómo se enlaza la historia personal con la colectiva, siempre desde un posicionamiento moral. También me parece especialmente destacable lo referido al período de Ajuria-Enea a Lizarra, buena síntesis crítica y profunda (hacia las páginas 124-128).
Seis espléndidos capítulos donde no sobra una línea, perfectamente escritos en un estilo de gran personalidad, difíciles de leer, porque se nos habla directamente, se nos pone delante el espejo de estos años pasados. Nos habla, con paz pero sin miramientos (el capítulo titulado “Buenos tontos, malos listos” es una joya desde el título hasta el final) alguien que perteneció a aquellos grupos de personas, vecinas nuestras, que se concentraban en cada pueblo, en cada barrio cada vez que ETA asesinaba a alguien, pero también cuando era alguien de ETA quien moría; de aquellos grupos que fueron los primeros en pedir el acercamiento de los presos ya en 1994; de aquellos grupos de personas a quienes otras, también vecinas nuestras, en nombre de este pueblo, en nuestro nombre, insultaban y agredían en sus concentraciones silenciosas.
Otros, otras, no llegamos a tanto, simplemente los ignorábamos. Atrevámonos ahora a leer el libro sin excusas, en silencio. A ver si nos sale todo lo que durante tantos años hemos callado. No es fácil, pero la obra de A. R. Gómez ayuda mucho. Léanla, les hará bien, y, si de verdad queremos avanzar, el proceso es imprescindible: hay mucho que reflexionar, para quitarnos el lastre que nos han dejado tantos años en los que la vida humana ha valido menos que una determinada visión del mundo (porque lo estamos empezando a olvidar…).