Puede que lo que más se acerque a la libertad sea tener la posibilidad de optar a partir de una información suficiente. También es probable que un ingrediente importante de la salud sea la sensatez. Tanto para lo uno como para lo otro es esencial el pensamiento, algo más cercano al gusto por la música clásica que por la pachanga. El pensamiento necesita formación, ejercicio y silencio para practicarlo.
Cuando oigo a alguna gente decir que lo de la mascarilla es una imposición y que quitársela es un acto de libertad, de rebeldía, me deprimo. Cuanto más cercanos sean a mí, más.
La crisis sanitaria en la que estamos ha subrayado fallos del sistema que se arrastraban desde hace mucho como el trabajo precario, las insuficiencias en los sistemas públicos de educación y sanidad, etc. Son fisuras agravadas por los recortes aplicados por gobiernos de derechas antes y por todos después, cuando llegó la crisis económica de 2008. Lo criticamos, protestamos y, quien más quien menos, lo sufrimos.
Hay también otros fallos, más personales, que afloran en esta mala situación, pero contra los que no hay tanto discurso compartido.
No entiendo por qué no ponerse la mascarilla es un acto de libertad, pero me recuerda a esas actitudes (afortunadamente cada vez menos frecuentes) de quien pasaba de ponerse el cinturón de seguridad, o de quien no se ducha antes de meterse en la piscina, o de quien no puede esperar ante el semáforo en rojo. Se me hace un tanto “macho” en el mal sentido de la palabra, en el sentido en el que se utiliza la forma española en inglés. Hay quien pasa hasta de la bandera roja en la playa.
Parece que defender lo contrario, no sólo pensarlo sino defenderlo abiertamente o llamar la atención a alguien es como de mojigata… Cuando paso un mal rato para pedir en el cine al señor de dos butacas más allá que se ponga la mascarilla, me viene a la cabeza lo mal que quedaba en nuestros tiempos de estudiante quien pidiera que se decidiera por votación secreta y no a mano alzada hacer huelga o no. En otro orden de cosas, pero en paralelo, normalmente queda peor quien pide que se baje la voz para no molestar que quien alegremente berrea en el espacio público. Quien se pasa el mal rato es quien llama la atención por tirar al suelo la bolsa de las patatas y no quien la ha tirado… tan malo es el rato que casi siempre nos callamos.
A quien haya sufrido por ese tipo de cosas, le recomiendo que lea la defensa que en su libro Elogio de la duda hace Victoria Camps de Ismene, la hermana de la muy admirada Antígona.
No ponerse la mascarilla no es un acto de libertad sino de mala educación, de falta de deferencia hacia el otro, la otra, y de cuidado. Buscarse excusas me parece tan infantil que, si la situación no fuera tan terrible, me haría reír. Pero vivimos en un país en el que se abrieron los bares antes que las escuelas y nos quedamos tan felices, en un país en el que, cuando se acercan dos persona una con y otra sin mascarilla, acaban los dos sin… ¿por quedar bien?, ¿porque en la playa no se pilla? ¿Nos oímos lo que decimos? ¿Pensamos?
Bueno, ya siento el desahogo desordenado y no muy original de mis impresiones veraniegas. Tal vez no es tan grave nada, lo que sí es grave es identificar la insensatez con la libertad.
Empezaba diciendo que libertad puede ser la capacidad de decidir a partir de una información suficiente. Aprovecho esta vuelta al comienzo para no cerrar esta página sin hacerme eco de algo bueno para el otoño: la serie Patria que he podido ver en el Festival de Cine de San Sebastián, Zinemaldia. La recomiendo sinceramente. Creo que añade a la novela, a la que es esencialmente fiel, cercanía y (ojalá) comunicación, porque se ha sabido explotar muy acertadamente la potencia expresiva de los medios audiovisuales y porque la excelente labor de actrices y actores es particularmente convincente. El hecho de que sean de aquí es particularmente importante…
Eso sí, no se debe olvidar que es una obra de ficción y no un documental histórico. Lo recalco porque las críticas negativas en clave ideológica, que ya han empezado a aparecer, le exigen características de cine documental, como le exigieron a la novela las del ensayo.