(Galde 05, invierno/2014, Dossier Feminismo -s-). La iniciativa de Otras Voces Feministas (OVF) no tuvo demasiado eco entre las feministas vascas. A diferencia de otras zonas, donde muchas mujeres a título individual y diversos grupos y colectivos se integraron en el proyecto, de aquí fuimos pocas las que sentimos la aparición de voces diferentes como una aportación que enriquecía al feminismo y que, por eso, apoyamos la idea.
Quizás mereciese la pena reflexionar sobre esta falta de interés por una iniciativa que, sin duda, era novedosa y aportaba frescura, pero no es este el momento. Sólo señalaré que, en mi opinión, tiene que ver con que, en las últimas décadas, el feminismo –al igual que otros movimientos sociales en el País Vasco- ha sido un poco autorreferencial, más atento a posicionarse respecto al eje marcado por el nacionalismo radical que a establecer alianzas con otras iniciativas surgidas en el resto del Estado. En todo caso, la situación ahora ha cambiado: Nada une tanto como un enemigo común y, así, la ofensiva de la derecha neoliberal frente a todos los avances logrados por las mujeres -con la reforma del aborto como estandarte-, ha conseguido una respuesta organizada y unánime como hacía tiempo que no veíamos…
Pero volviendo a la cuestión de por qué aquí unas cuantas mujeres feministas nos ilusionamos con la aparición de OVF, hablaré de mi experiencia personal. En 2006 yo ya llevaba muchos años participando activamente en un grupo feminista –en el que sigo-, por lo que no era la búsqueda de una organización o de un cauce para expresarme lo que me atraía. Era la sensación de que había cuestiones que se habían convertido casi en tabú dentro del feminismo o, por lo menos, debates pendientes que no nos atrevíamos a abordar con la profundidad que requerían.
En mi caso, fue la puesta en marcha de las políticas y medidas contra la violencia sexista lo que me llevó a cuestionar seriamente las posturas del feminismo “oficial” o, más exactamente, del feminismo que estaba teniendo incidencia en la articulación de la respuesta frente a dicha violencia.
Como he mencionado antes, los planteamientos feministas eran mucho más homogéneos cuando se trataba de lograr el reconocimiento de la violencia contra las mujeres como la más grave, extendida e impune vulneración de los derechos humanos en nuestra sociedad. Conseguir que los poderes públicos asumiesen la obligación de tutelar la vida, la libertad y la dignidad de las mujeres frente a las agresiones machistas era el primer y común objetivo. Pero una vez lograda –al menos en la letra de la ley- la respuesta “integral” frente a la violencia sexista, desaparece el consenso frente a algunas de las medidas adoptadas.
Es más, son muchas las decisiones discutibles: Por una parte, el excesivo protagonismo de la tutela penal y del castigo; pienso, por ejemplo, en que casi siempre se condicionan los derechos de las mujeres maltratadas a la denuncia e, incluso, a la obtención de una condena. Por otra parte, una serie de medidas de protección que se adoptan sin –y a veces, contra- la voluntad de la mujer, como la persecución de oficio de estos delitos o la orden de alejamiento obligatoria…
Todas estas medidas han sido propuestas desde un sector del feminismo, pero no son las únicas posibles. Hay otros planteamientos que pretenden, asimismo, erradicar la violencia sexista y reforzar la libertad de decidir de las mujeres. Y desde esa perspectiva, consideran que algunas de las medidas legales adoptadas, lejos de reforzar la posición de las mujeres, les encasillan en el papel de víctima y debilitan su autonomía. Este es también un enfoque feminista que, cuando menos, merecía ser debatido. No se ha hecho. En vez de favorecer el contraste entre las distintas visiones o de tratar de comprobar qué estrategia resulta más eficaz para el empoderamiento de las mujeres, cualquier crítica a la línea oficial se ha acallado, tachándola de colaborar con el neo-machismo.
Por eso, la aparición de OVF, atreviéndose a plantear abiertamente los debates pendientes y a cuestionar los falsos consensos dentro del feminismo, supuso un soplo de aire fresco, que removió no sólo la mencionada cuestión de la respuesta frente a la violencia sexista, sino otras tan necesitadas de ventilación y de análisis profundo como la prostitución, la atribución de la custodia de menores en casos de divorcio, la participación de los hombres –y de la gente joven- en la lucha contra la desigualdad de género… y un largo etcétera.
Creo que, sólo por haber intentado aflorar y canalizar la gran pluralidad de ideas y de formas de vivir el feminismo que existen, hay que felicitar a OVF, aunque –para bien y para mal- no nos encontramos en épocas de celebración sino de resistencia y de reivindicación.