Finanzas alternativas y Banca ética

Hombre Huevo

Jorge Gutiérrez Goiria.

Una encuesta reciente para medir la opinión ciudadana sobre las principales instituciones, entidades, y grupos sociales, sitúa a los bancos en el puesto 24 (de 26) con una aprobación de un 15%, tan solo por delante de los políticos y los partidosi.

Esta información se une a diversos escándalos (preferentes, clausulas suelo, dietas, indemnizaciones y salarios desproporcionados…), y contrasta con los ingentes esfuerzos y recursos públicos destinados de forma directa o indirecta a sostener al sector financiero y sus intereses, en un contexto de recortes para casi cualquier actividad.

En este marco, cabe preguntarse por qué el sistema financiero debe ser apoyado -más allá de la apelación al caos que supuestamente supondría no hacerlo- y en qué consiste exactamente su utilidad social. Frente al escepticismo general, encontramos en el terreno de la banca y las finanzas algunas corrientes que defienden un posible aporte en positivo, a partir de un sector muy distinto al actual. Con unos límites algo difusos se incluyen aquí la banca ética, las microfinanzas, las comunidades de ahorro y préstamo entre particulares y otras iniciativas.

Desde esta perspectiva, minoritaria pero creciente, las finanzas pueden suponer un aporte positivo en la construcción social, y el sistema financiero que ahora sufrimos sería más bien la consecuencia de un camino que, colocando a las finanzas en el centro del sistema económico, las ha utilizado como instrumento al servicio de una minoría, contribuyendo a la desigualdad, la exclusión, la evasión fiscal y de capitalesii, y las recurrentes crisisiii.

En esta línea, la banca ética tiene como preocupación central la utilización dada a los fondos depositados, mientras el sistema financiero convencional da por descontado que sus clientes no necesitan ser informados sobre este punto. El apoyo a actividades como la producción y tráfico de armas, o a grandes proyectos medioambientalmente dañinos, bien sea en forma de participaciones en el capital, o bien mediante préstamos u otros servicios, han dado la voz de alarma sobre un aspecto que muchos clientes no conocen, y posiblemente no aprueben, pero sobre el que su entidad financiera no va a informarles ni consultarles. Se trata de cuestionar un modelo que se desentiende de los efectos que provoca, y que ha trasladado el foco de su trabajo a la creación y comercialización de productos complejos, donde la relación con la economía real es secundaria.

La banca ética defiende una política de inversiones que excluya actividades negativas, y fomente aquellas que se entiende tienen un mayor impacto social. Con algunos matices, se financian de este modo actividades relacionadas con la economía social y solidaria, sostenibilidad y ecología, cultura, exclusión social, cooperación internacional etc.

Como es lógico, esto debe venir acompañado de una política de transparencia, para saber qué actividades se están apoyando. En este sentido, es frecuente encontrar en la banca ética listados detallados de los proyectos financiados, en un claro contraste con la banca tradicional, que apenas ofrece información, o bien se limita a resaltar aquella parte que resulta más oportuna (vinculada por ejemplo a su obra social o a fundaciones que tienen finalidades de este tipo).

Con base en esta preocupación sobre el destino de los fondos, y en principios como la transparencia, la participación, solidaridad o coherencia (y sin olvidar la necesaria compatibilización con un rendimiento económico que permita continuar con la iniciativa), se plantean diferentes estructuras. En muchos casos, se trata simplemente de retomar la labor de intermediación financiera con un componente de interés social. Oikocredit, por citar un ejemplo cercano, recoge aportaciones (recuperables), que convierte en préstamos para proyectos agrícolas o de microfinanzas en África o América Latina, donde tiene delegaciones a través de su red. Coop57, con origen en Catalunya y un crecimiento posterior en red, financia a entidades españolas de diferentes sectores de interés social. También FIARE, con origen en Euskadi y que va ampliando su red, trabaja manteniendo una estructura donde la cercanía y participación son clave, y atiende como herramienta financiera a entidades de economía social y solidaria.

Estas iniciativas suponen una opción para destinar el ahorro, pero no una alternativa completa al sistema financiero tradicional, que ofrece otros servicios que utilizamos cotidianamente (cuentas corrientes, tarjetas…), y que precisan constituir una entidad financiera regulada, lo que supone un reto en cuanto a capital, garantías, estructura, viabilidad, etc.

Con todo, encontramos ya en diversos países europeos entidades que ofrecen servicios similares a los del sistema financiero tradicionaliv. Entre ellas se encuentra en nuestro entorno Triodos, con presencia ya en 5 países. Se daría así una alternativa real a los bancos tradicionales, que ha mostrado su viabilidad, pero se preocupa por mantener una adecuada política de inversiones y transparencia.

En cuanto a las limitaciones de la banca ética, se encuentra en primer lugar el propio crecimiento de las iniciativas y sus posibles contradicciones. La ampliación de la base de clientes o participantes puede ser positiva, pero dificulta enormemente la participación e implicación, y aleja a los depositantes de los proyectos financiados y las decisiones clave. Es complicado que entidades como Triodos mantengan estos principios de la misma forma que las pequeñas iniciativas, y veremos en este sentido cómo afronta una entidad muy cercana a su base, como FIARE, su próximo salto para operar como entidad financiera (de la mano de Banca Popolare Etica).

Por otro lado, y pese a su crecimiento, se trata de un sector aún muy minoritario, que no puede verse de forma realista como alternativa completa al actual sistema bancario, tanto por su volumen como por su perfilv. Por ello, y en paralelo al apoyo a la “banca ética”, resulta oportuno impulsar la “ética en la banca”, como un concepto que (sin olvidar los necesarios cambios normativos y la regulación) debe ir ganando peso, y que afectaría a todas las entidades. Desde este punto de vista, es imprescindible la promoción de criterios éticos en la gestión financiera, contemplando lo “ético” no tanto como una etiqueta (que se tiene o no), sino como un objetivo al que tender. La ética en finanzas se referirá así a la atención en la colocación del activo, la transparencia, la correcta gobernanza, la promoción de la participación, la política de protección del cliente, la coherencia en las políticas internas etc. y deberá promoverse en todo tipo de entidades, que mostrarán diferente comportamiento en estos aspectosvi.

En línea con lo anterior, la promoción de la banca ética debe contribuir también a las prácticas éticas en las finanzas tradicionales, tanto por su efecto demostrativo, como por su aporte en cuanto a sensibilización y denuncia frente a las entidades tradicionales, que hace tiempo perdieron la confianza de muchos clientes, y posiblemente tengan que variar sus enfoques en los próximos años. En este sentido, y aunque sea a nivel de imagen más que real, es significativo que las grandes entidades estén incorporando a sus mensajes algunas de las ideas que hemos citado, y en sus campañas recientes encontramos lemas como: “Empecemos por los principios” (Bankia) o “El banco más sostenible del mundo, por su compromiso con la educación y la sociedad” (Santander). Más allá de la credibilidad que nos merezcan, estos mensajes indican que algo preocupa y se mueve en el sector financiero.

i El País, domingo 25 de agosto de 2013. Encuesta de Metroscopia.

ii Una detallada explicación sobre el papel que el sistema financiero actual tiene en la fuga de capitales, la evasión de impuestos, y el papel central (no residual) de los paraísos fiscales en el marco del sistema económico y financiero, puede encontrarse en el libro de Nicholas Shaxson (2012): Treasure Islands: Tax Havens and the Men who Stole the World, Vintage.

iii Sobre la implicación de las finanzas en las crisis, ya al inicio de los 2000, Joseph Stiglitz (El malestar en la Globalización, Taurus) alertaba “Aunque la liberalización del mercado de capitales claramente implica mayores riesgos, no ha traído consigo beneficios equivalentes en términos de crecimiento económico”.

 iv FEBEA (Fédération Européenne des Banques Ethiques et Alternatives) agrupa a un buen número de iniciativas de banca ética, entre las que se encuentran varias con estructuras asimilables a las de la banca tradicional (www.febea.org).

 v Como referencia, el volumen de activos de Triodos, que alcanzaba a final de 2012 los 5.291 millones de euros, es 120 veces inferior al de una entidad como BBVA en esa fecha. Por otro lado, resulta difícil que todas las actividades encajen en un perfil como el que suele exigirse, y habría que ver quién cubre actividades cotidianas y muy frecuentes, por ejemplo de particulares, que la banca ética no abarca.

 vi No todas las entidades de banca ética operan de la misma forma, ni todas las tradicionales tampoco. En España por ejemplo encontramos cajas de ahorros, como Caixa Colonya y Caixa Ontinyeny, cuyos planteamientos y orientación podrían encuadrarse en lo que se entiende por banca ética.

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