Galde 31, negua/2021/invierno. Iratxe Álvarez Reoyo.-
Tras la conocida agresión sufrida por una mujer durante los sanfermines de 2016, la Plataforma de Mujeres contra la Violencia Sexista de Nafarroa, junto con las demás compañeras del movimiento feminista de la ciudad, tuvimos ante nosotras un reto realmente complicado: hacer llegar nuestro propio discurso alejado de todo el “ruido” generado y de injerencias externas.
Nada de lo que sucedió a partir de ese 7 de julio hubiera sido posible sin todo el trabajo previo realizado junto con Gora Iruñea! y sin la lucha incansable de un movimiento feminista que ha sido y sigue siendo ejemplar.
Desde un primer momento tratamos de contextualizar lo sucedido. Explicamos una y mil veces que la violencia contra las mujeres es estructural y universal, que este caso concreto no era el único de aquellos sanfermines y que, mientras no fuéramos capaces de cuestionar este sistema heteropatriarcal en el que vivimos, tampoco sería el último. Nos negamos a decir que esta era la agresión más grave de las que habían sucedido, porque ninguna de nosotras quiso olvidar que en 2008 José Diego Illanes asesinó a Nagore Laffage pero, por encima de todo, porque afirmar algo así es un insulto para las mujeres que han sufrido agresiones sexuales.
Nunca dimos datos de la mujer que vivió esta agresión, no hablamos de ningún detalle de lo sucedido y evitamos a toda costa tratarlo como un hecho aislado, porque hablar como si aquella fuese la única agresión, la más grave o la más terrible, además de revictimizar, descontextualiza por completo la violencia contra las mujeres. La gravedad de una agresión no la determinan ni el número de agresores, ni los hechos, ni muchísimo menos los medios de comunicación, sino la propia mujer que la ha sufrido. Todas las agresiones son graves, despreciables e injustificadas, sean de la intensidad que sean.
Jamás nos referimos a los agresores como “la manada”, porque esos 5 jóvenes tienen nombres y apellidos, no son seres extraordinarios, no viven al margen de la sociedad, no son enfermos. Esos hombres, como el resto de los agresores, son hermanos, amigos, hijos… y la sociedad tiene que entender que los agresores no son desconocidos, sino que pueden ser nuestros vecinos, nuestros padres… nuestros maridos.
Antes de que llegase el juicio, quienes conocemos de cerca la justicia, sabíamos lo que iba a suceder. Éramos conscientes de que, aun siendo condenatoria, sería una sentencia absolutamente machista y que respondería a los intereses de un sistema heteropatriarcal, caduco y viciado desde su base. Es imposible que una justicia así sea justa y aún menos que sea reparadora para las mujeres.
Tras la sentencia una y otra vez se nos pedía que valorásemos los años de cárcel a los que los agresores fueron condenados y también a esto nos negamos. Ni aquella agresión, ni aquel proceso judicial fueron una excepción, ni en el fondo ni en la forma. El problema, y lo que debiera preocuparnos, no es la pena que se les impuso, sino que parte de la sentencia, en su argumentación, ampara ese heteropatriarcado que permite y da cobertura a hombres que consideran que las mujeres estamos a su disposición, que nos concede en ocasiones a nosotras la posibilidad de “consentir” y a ellos el privilegio de desear.
Si hubieran sido condenados a cadena perpetua tampoco se hubieran evitado las 11 denuncias por agresión en los sanfermines de 2018, ni las que habrá en 2021. Porque esto, la violencia contra las mujeres, no lo resolvemos aplicando una justicia injusta y patriarcal; porque lo desgarrador y terrible de las agresiones sexistas es el continuo cuestionamiento al que somete a las mujeres, la inacción de las instituciones, la complicidad y justificación de parte de la sociedad, la violencia institucional cuando decidimos judicializarlas, el incumplimiento constante de los protocolos en las comisarías… y esto no lo vamos a resolver con leyes vacías de contenido, con sentencias ejemplares o con prisión permanente revisable, porque lo que hay que revisar es un sistema que permite y justifica la violencia contra las mujeres.
Iratxe Álvarez Reoyo. Integrante de la Plataforma de Mujeres contra la Violencia Sexista de Nafarroa.