(Galde 04, otoño 2013). Fagor Electrodomésticos (FED) ha sido la empresa donde prendió la mecha del llamado movimiento cooperativista vasco. No en balde la precursora de esta empresa, se llamaba ULGOR, nombre conformado por las iniciales de los precursores del cooperativismo que actuaron bajo la batuta de Don José María Arizmendiarrieta. Ni qué decir tiene que estos hombres, se esté de acuerdo o no con ellos, eran unos grandes idealistas. Los que todavía viven están compungidos por el fiasco al que nos han llevado los gestores que han regido la cooperativa los últimos diez, quince años.
Al Concurso Voluntario de Acreedores se llega por gestiones desastrosas, proyecciones de futuro francamente mejorables, huidas hacia adelante con dosis altas de oscurantismo y ocultamiento de datos hacia dentro y fuera de la cooperativa. Se dice que algunas de estas grandes adquisiciones, Mastercook en Polonia y Brandt en Francia, se hicieron sin una asignación para hacer frente a los costes financieros que estas operaciones suponían. Ya en esos años fabricábamos electrodomésticos, el producto de siempre, con poco valor añadido y tecnologías de fácil manejo por las empresas de Países Emergentes y con altas probabilidades de poner en el mercado productos de igual calidad a precios más baratos. Era el momento de repensar el cooperativismo y de analizar los márgenes del cooperativismo en un mundo globalizado. Pensar en si había que ir a un modelo de empresas más reducidas, adaptadas al territorio con nuevos productos que fueran tecnológicamente avanzados y social y ecológicamente sostenibles. No se hizo y así estamos donde estamos.
Es evidente que en el capítulo de responsabilidades hay mucho que rascar. Responsabilidades tanto sociales como políticas por la mala gestión y por hacerlo de una forma un tanto peligrosa y errática. Gente que ha ostentado los más altos puestos en Fagor Electrodomésticos, mientras se estaba gestando el fiasco, hoy están situados en la cúspide de MCC (Mondragón). Parece ser que en el cooperativismo actual da igual cuales sean los resultados de tu gestión, la resultante es ascenso hacia puestos de más responsabilidad. Esto, evidentemente no puede seguir así, no nos lo podemos permitir. La MCC tiene que hacerse una autocrítica y no estaría mal que por dignidad su presidente presentase la dimisión, sería una prueba de honradez, coraje y un paso para llegar a rectificar una línea errónea.
Actualmente nos encontramos en nuestra cooperativa, y también en el movimiento cooperativista vasco en general, con la urgente necesidad de debatir sobre el devenir del cooperativismo tanto en los aspectos puramente empresariales como en los sociales. Habrá que pensar el tipo de empresa, tipo de productos, dimensionamiento… La aureola del cooperativismo como organización capaz de superar las crisis, hacer una gestión mejor y hacerlo de forma más democrática y participativa creo que entra en la rampa de caída. Habrá que pensar incluso si una empresa de la magnitud de la que ha caído tiene posibilidad y capacidad para obtener financiación.
En el apartado social conviene analizar y proponer cómo tiene que ser el cooperativismo del siglo XXI. Es bastante evidente que en el terreno de la participación y protagonismo de los socios y socias no son válidos instrumentos creados hace más de 50 años y pensados para aquella sociedad y aquel tipo de empresa mucho más pequeña y manejable. Cooperativas de las que, a su vez, dependen otras que son propiedad de las cooperativas y tienen fórmulas de empresas de capital. De las plusvalías que obtenemos en esos lugares se aumentan nuestros resultados y por ende nuestros niveles retributivos.
Nuestros congresos, los congresos de la MCC, no pueden ser actos formales. Éstos podrían ser el marco en el que se realizaran, con la participación de todos y todas las cooperativistas, debates en profundidad como el de la orientación general del movimiento. Hoy estos Congresos no juegan más que un papel testimonial y la mayoría de la gente no se entera ni siquiera de que se hayan celebrado. Convendría que el presidente de la Corporación se eligiera por referéndum de todos los socios y socias de la Corporación. Tiene que haber un Consejo Social a nivel de la MCC que pueda realizar un control sobre las decisiones de la cúspide, es curioso que existiendo Consejos Sociales en las cooperativas de base desaparezcan cuando llegamos a la cúspide donde, precisamente, más falta hace. En cualquier caso, hay que hacer un gran esfuerzo para que los valores y logros sociales del cooperativismo, al igual que los logros empresariales, se contemplen en los planes de gestión y se controlen con todo rigor. Hay que discutir si en un mundo globalizado como el actual el cooperativismo puede y quiere funcionar como una empresa de economía social. Hacia dentro, en relación a los y las cooperativistas y sus sistemas de organización, participación y toma de decisiones. Hacia fuera, como movimiento de economía social autogestionario que se preocupa de las personas que son socias y de las que tienen relación con nuestras empresas como eventuales, TCAs (trabajadores por cuenta ajena), empresas subcontratados, empresas que contratan a gente en otros países a la hora de la internacionalización, de los problemas sociales del entorno en que están ubicadas nuestras empresas… Hay que optar entre actuar como un holding cualquiera que se preocupa mucho más de la rentabilidad de sus negocios que de las personas o hacer una gestión más social.
Junto a este apartado tenemos que hacer lo imposible para superar las dolorosas consecuencias que han traído consigo los “cristales rotos” de FED. Quedan en la calle 2000 socios y socias, suponiendo un empobrecimiento masivo para la zona, para Basauri y para aquellas empresas que trabajaban para FED. Quedan en la calle, sin que nadie se acuerde de ellos y ellas, los centenares de eventuales que trabajaban en las cooperativas. Se dice que se van a articular cerca de 1000 puestos de trabajo para socios que, por lo menos a la hora de escribir estas líneas, no se han objetivado de ninguna de las maneras. La forma de solucionar este esto sería por medio de prejubilaciones y reubicaciones. Conviene que las prejubilaciones no sean, en algunos casos, tan miserables como las que se han propuesto: a los 55 años el 50% (con el 60% del 80% que se cobra actualmente). Las reubicaciones en otras cooperativas tienen que ser para toda la gente incluyendo a quienes tienen minusvalías sobrevenidas. No podemos despojarnos de los “deshechos”. Hay que crear puestos de trabajo para toda aquella gente que trabajaba para FED, para toda, bien sean eventuales como subcontratados.
Hay que devolver también sus dineros a la gente que se le debe por Aportaciones Voluntarias y Préstamos al capital social de socios inactivos y colaboradores. Éstos llevaron dinero privado a la empresa con un convenio entre cada persona y la empresa. La empresa, actuando como Bankia, no cumple la parte del acuerdo y, a día de hoy, se niega a devolver el dinero. Es un fraude y un robo. El cooperativismo no puede actuar como un banco malo y si te he visto no me acuerdo.
Insigne tarea la que nos queda. Convendría abordar la misma desde un organismo plural que incorpore a todos los sectores de la Cooperativa: Consejos Sociales, corrientes críticas como Ahots, la asociación Ordaindu que reclama préstamos mercantiles y Voluntarias, comisión de minusvalías etc. Éste podría ser el órgano desde donde se realizara el control a lo que desde MCC llaman Mesa de Empleo.
No quiero terminar sin citar el papel puramente conservador de algunos intelectuales que se encargan siempre de promocionar las bondades del cooperativismo. Un poco de espíritu crítico y análisis de la realidad nunca viene mal. A lo mejor debieran ser más comedidos quienes nunca han trabajado en empresas industriales. Es evidente que son las empresas el organismo básico del cooperativismo. Cuando algunos criticábamos el plan Industrial, que nos ha llevado a esta hecatombe, decían que todo estaba bien, la solidaridad y patatín y patatán. Ganas tiene el menda de oírles analizar ahora este fiasco y no irse por los cerros. Analizar y hacer alguna propuesta, además de recurrir a generalidades o acusar de “simples” a los demás. Servirá el cooperativismo, pero lo que ocurre por el camino es importante. Ser progresista no es solamente predicar, hay que analizar las realidades sin orejeras.
Uniendo y movilizando nuestras energías podemos conseguir que esta negra situación mejore y se recompongan los cristales rotos del fiasco. Hemos de movernos contra las imposiciones de MCC, para que no desaparezca Fagor, y empeñarnos en conseguir ayudas públicas para el mantenimiento del empleo. Tenemos que esforzarnos también para buscar una orientación adecuada para el cooperativismo actual. Frente a las cualidades en algunos terrenos del cooperativismo en general aparece el de MCC que necesita una revisión en profundidad y una readecuación a los deseos de la gente y a los tiempos que vivimos.
Mikel Olabe
Miembro de Ahots
Kooperatibista Arrasate 14 de Noviembre de 2013