Entrevista Jesús Núñez Villaverde

«Ni Ucrania ni Rusia están en condiciones de conseguir una victoria definitiva en este conflicto»

Galde 44, Udaberria 2024 Primavera. Koldo Unceta y Manu González entrevistan a Jesús Núñez Villaverde.-

Nuestro entrevistado es Jesús Nuñez Villaverde, economista y militar retirado, y codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH). Es miembro del International Institute for Strategic Studies (IISS) de Londres, así como consultor del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en el ámbito de la construcción de la paz y la prevención de conflictos violentos.

P. Hace dos años que se inició la guerra de Ucrania con la invasión por parte de Rusia y nos gustaría saber cuál es el balance que cabe hacer de estos dos años en términos de derechos humanos.

R. Evidentemente, es un balance netamente negativo puesto que lo que se ha ido acumulando a lo largo de estos dos últimos años es una violación ya no frecuente, sino permanente, de derechos humanos, del derecho internacional y del derecho internacional humanitario. Evidentemente, siempre se puede reclamar que las dos partes han cometido actos ilícitos, pero es evidente también que el primer referente debe ser siempre Rusia, puesto que es el que rompe con el statu quo, rompe con el derecho internacional y rompe con sus propios compromisos. Hay que recordar que Rusia se había comprometido a mantener la integridad territorial de Ucrania y a reaccionar si algo atentaba contra su integridad, sin embargo, toma la decisión, ya en el año 2014, de anexionarse Crimea, y ahora de invadir la totalidad del territorio. Por lo tanto, como suele decirse en tantas ocasiones, el derecho es una de las principales víctimas en el arranque de cualquier guerra y eso se ha vuelto a confirmar en el caso de Ucrania.

P. Hablemos del origen y de las causas de la guerra. Algunos sectores justificaron esta invasión como si hubiera sido un movimiento defensivo ante el avance de la OTAN en Europa Oriental durante los últimos años ¿Qué opinas sobre este punto de vista?

R. Creo que las responsabilidades están repartidas, pero ya digo, sin perder nunca la perspectiva de que es Rusia quien invade un territorio soberano como es Ucrania. Digo que las responsabilidades están repartidas porque si miramos hacia atrás desde el final de la Guerra Fría, podemos ver cómo la OTAN, impulsada por Estados Unidos, ha dado pasos que han ido generando más inestabilidad y más preocupación por parte de Rusia. Por un lado, se ha ampliado la OTAN con la integración de nuevos países, aunque lo cierto es que no hay ningún documento en el que Estados Unidos dijera que no se iba a ampliar la OTAN, tal como argumenta habitualmente Rusia, Ese documento no existe. Pero, en cualquier caso, es obvio para una gran potencia como Rusia que el avance de la Alianza Atlántica cada vez más cerca de sus fronteras, le genera inquietud. A eso se añade el abandono por parte de Estados Unidos del Tratado de misiles antimisiles, desplegando sistemas de su escudo de misiles balísticos en países cada vez más cercanos a Rusia, en Polonia y en Rumanía fundamentalmente.

Desde ese punto de vista, también la oferta a Ucrania en el año 2008 de que potencialmente podría llegar a ser algún día un miembro de la OTAN, es percibida por Rusia con esa misma inquietud, una Rusia que había propuesto en varias ocasiones -y me remonto incluso al propio Gorbachov- aquel concepto de la casa común. Es decir, para que haya un orden de seguridad continental europeo es necesario contar con las visiones y las preocupaciones de todos los países europeos. Y Rusia es un país europeo en buena medida. Por lo tanto, su criterio también debe ser tenido en cuenta para buscar un nuevo orden de seguridad en el continente. Dicho eso, es Rusia quien, en 1991, reconoce la independencia de Ucrania, una Ucrania que renuncia a sus armas nucleares precisamente a cambio de que Estados Unidos, el Reino Unido y la propia Rusia sirvan de garantes a su integridad territorial. Y, sin embargo, es esa misma Rusia la que en el año 2014 lanza un ataque de una manera un tanto escondida, en una modalidad híbrida de guerra que le lleva a anexionarse la península de Crimea. Y es la misma Rusia la que ahora, al entender que Ucrania se escapa de su órbita, toma la decisión de invadirla el 24 de febrero del año 2022. Por lo tanto, aunque las responsabilidades están repartidas, sigo considerando que, en este caso, el principal responsable es Rusia, porque rompe completamente con sus compromisos, e incumple una norma tan básica del derecho internacional como la de entrar por la fuerza en un territorio soberano.

P. En el marco que has descrito, ¿Nos encontramos ante una resurrección del imperialismo ruso, avalada, además, por sectores importantes de la población de este país?

R. Creo que es un factor a considerar. El propio Vladimir Putin, cuando trata de argumentar y de defender sus posiciones, hace referencias históricas que dan a entender, para empezar, que no existe nada llamado Ucrania, sino que la población y el territorio de ese país corresponden fundamentalmente a la Federación Rusa. Evidentemente, si nos remontamos en la historia, podemos recordar que el nacimiento de la identidad de la Rusia blanca se produce en el llamado Rus de Kiev, es decir en buena parte de lo que hoy constituye el territorio de Ucrania. Pero evidentemente tenemos que entender que esa Rusia que se siente empequeñecida y que quiere verse reconocida como una gran potencia, lo que busca es recuperar un área de influencia, incluso integrándola dentro de la propia federación, que le permita, por decirlo así, respirar con más holgura. Y desde ese punto de vista, lo que pretende es volver a recuperar la influencia sobre territorios que en su día eran considerados como países satélites en la Europa central y oriental en la época de la Unión Soviética. Es inevitable pensar que Putin lo que está buscando otra vez es recuperar lo que, en términos geopolíticos, se ha denominado el extranjero próximo, tanto en el Asia Central como en la Europa oriental. Y es ahí donde tenemos que enmarcar lo que está haciendo en Ucrania. De tal manera que cabe pensar también que, si no se consigue frenar a Rusia en ese punto, lo siguiente pueden ser los países bálticos o parte o toda Polonia. Luego, desde ese punto de vista, con el tema de Ucrania no estaríamos en el final de un proceso, sino probablemente en el arranque de una fase que podría ser todavía más preocupante para la estabilidad de muchos países europeos.

P. Llevamos ya dos años de guerra desde que se produjo la invasión ¿a quién favorece la prolongación del conflicto?

Si partimos de la idea de que actualmente ni Ucrania ni Rusia están en condiciones de conseguir una victoria definitiva, podemos pensar que la prolongación del conflicto es algo que, en principio, favorece claramente a Rusia. Lo favorece en términos demográficos. Pensemos que son 140 millones de habitantes de los que puede tirar el propio Putin para nuevas movilizaciones forzosas que sigan funcionando como carne de cañón en al frente de batalla, mientras que Ucrania no tiene más allá o no tenía, mejor dicho, más allá de 45 millones de habitantes y se encuentra con problemas para poder reclutar ahora mismo a otros 500.000 combatientes. Y lo que está haciendo es debatir la necesidad de reducir la edad de movilización de 27 a 25 años. Luego eso es una enorme ventaja para Rusia. Además, en términos políticos, el coste de vidas humanas para Putin es ínfimo si lo comparamos con el que puede tener para un gobierno como el de Zelenski. Por otro lado, desde el punto de vista industrial y económico, Rusia ha demostrado capacidad para sortear en buena medida las sanciones internacionales que se han aprobado contra ese país y su economía incluso ha crecido un 3% el pasado año. Por otra parte, está demostrando también que puede mantener el ritmo de fabricación de material de defensa para alimentar la guerra y que su economía, basada fundamentalmente en la producción y exportación de petróleo y de gas, puede seguir alimentando económicamente el coste de esa guerra, mientras que, en Ucrania, ni su industria ni su economía tienen capacidad para hacer frente a ese desafío, sino que necesita vitalmente el apoyo occidental que se le ha venido prestando hasta ahora. Luego, desde ese punto de vista, Ucrania tiene menos autonomía para poder mantener la guerra, puesto que depende de un actor externo que, en función de la voluntad que tenga en un momento determinado, puede cortar el suministro o reducirlo tanto en términos económicos como en términos militares. En definitiva, prolongar el conflicto es una ventaja para Rusia y creo que eso es a lo que está jugando actualmente.

P. ¿Crees que la guerra de Ucrania seguirá impactando en el futuro en la economía y la geopolítica mundial? ¿O más bien tenderá a convertirse en una guerra más localizada que irá desapareciendo de los principales focos de interés?

R. Desde luego, la sensación ahora mismo, dos años después del inicio de la invasión, es que la economía internacional ha absorbido el impacto que suponía ese conflicto. No estamos viendo que se haya generado un clima internacional muy distinto al anterior y evidentemente todo depende de si el conflicto se mantiene en este nivel o si escala. Me refiero a que uno de los problemas o una de las incógnitas que tenemos es que si en un momento determinado Rusia ve que no puede por medios convencionales mantener viva su agenda y sus objetivos, puede acabar decidiendo escalar al uso de armas nucleares. Es improbable pero no descartable. Y, en ese contexto, estaríamos en una situación absolutamente distinta a la actual, en la que cabe imaginar que el impacto sería ya no solamente localizado, ya no solamente regional, sino a escala mundial. Pero en la medida en la que Rusia no se vea forzada a dar ese salto cabría pensar que el impacto económico a nivel planetario del conflicto en Ucrania ya está asimilado, ya está absorbido y que, por lo tanto, no cabría imaginar que se fueran a producir cambios muy importantes.

P. En línea con lo anterior, ¿crees entonces que otros conflictos como la guerra de Gaza están eclipsando lo que ocurre en Ucrania?

R. Sí, es un hecho que lo está eclipsando, y no solamente en términos mediáticos, que ya sería preocupante, en la medida en la que eso provocaría en buena medida el olvido de lo que está ocurriendo en Ucrania. En lo que toca a la agenda política, nos encontramos con que el propio Zelenski, el presidente ucraniano, viene denunciando, de hecho, que se siente cada vez menos atendido. No solamente en lo que se refiera a encuentros de alto nivel, sino también en cuanto a apoyos tanto económicos como militares a su causa. Ha reclamado en varias ocasiones que determinados compromisos de suministro y de ayuda económica están bloqueados o se están retrasando en la actualidad. Y que ello podría acrecentarse en la medida en la que lo que está ocurriendo en Gaza pueda escalar para convertirse otra vez en un conflicto regional. Recordemos que ahora mismo no solamente se trata de lo que ocurre en Gaza y en Cisjordania, sino también en el Mar Rojo. Y estamos viendo también actos violentos de creciente intensidad en Siria y en Irak y en Líbano. Todo eso, en definitiva, puede acabar provocando un conflicto regional que acabe detrayendo recursos y atención mediática, política y militar de Ucrania para trasladarlos a una región donde, en definitiva, están las 2/3 partes de las reservas mundiales de petróleo y de las reservas de gas. Desde ese punto de vista, es algo que, evidentemente, tenemos que tener muy en cuenta.

P. Desde que se inició la guerra en Ucrania, parece haber tomado cierto impulso la ampliación de la Unión Europea hacia el Este. ¿A qué responde esta dinámica? ¿Está primando un enfoque de seguridad, frente a enfoques más políticos o económicos? ¿Se está “otanizando” la UE?

R. Es evidente que se está viendo un incremento del militarismo y de los enfoques y criterios de seguridad en el escenario internacional, y eso afecta también, evidentemente, a la Unión Europea. En términos de ampliación, podemos pensar que en el terreno estrictamente económico hay algunos países que ahora aparecen ya como candidatos a formar parte algún día de la Unión Europea que no están en condiciones de poder integrarse de manera inmediata o a medio plazo. Y Ucrania es uno de ellos. Es decir, en términos estrictamente económicos Ucrania está muy lejos de cumplir con las condiciones que se piden para formar parte del club comunitario. Pero tenemos que tener en cuenta también que, en muchos casos, ese tipo de decisiones como la que tomó el Consejo Europeo el pasado de diciembre designando a Ucrania ya como candidato oficial para formar parte de la Unión Europea son consideraciones de tipo geopolítico, mucho más que de tipo comercial o económico. Y lo que está ahí en riesgo, desde mi punto de vista, es si la propia Unión Europea está preparada para una ampliación en la que cabría incluir alrededor de unos nueve países Ucrania entre ellos.

Es difícil prever que el manejo la gestión de una Unión Europea, no a 27, sino básicamente a 36 -que sería ese horizonte de ampliación próxima- se pueda llevar a cabo con las mismas normas de juego que tenemos hasta ahora. Normas de juego que determinan, por ejemplo, la unanimidad para la toma de decisiones importantes. Luego, de momento, yo sigo pensando que es necesario primero reformular las condiciones y las reglas de juego de la propia Unión Europea para luego pensar en una ampliación. Lo que ocurre, mientras tanto, es que es imposible parar el reloj y todo hay que manejarlo al mismo tiempo. Es decir, los debates internos para encontrar nuevas reglas de juego y la cuestión externa de dar cobertura tanto económica como militar a nuevos candidatos.

Por otra parte, la Unión Europea no está hoy en día en condiciones de dar cobertura de seguridad a sus propios miembros. Recordemos que la inmensa mayoría de ellos son miembros también de la OTAN porque siguen considerando que su seguridad hoy está mucho más garantizada en el marco de la Alianza Atlántica que en el marco de la Unión Europea. La aspiración fundamental de la Unión es la autonomía estratégica, es decir, dotarnos de los medios necesarios para defender nuestros propios intereses, y el escenario previsible de un Donald Trump que pueda ganar las elecciones el próximo noviembre debería ser un elemento fundamental a considerar, pensando que Estados Unidos es cada vez menos fiable como aliado y como socio, y que todo eso debería llevar a los miembros de la Unión Europea a preocuparse de su propia seguridad contando con sus propios medios. Desgraciadamente, hoy las diferencias internas entre los llamados europeístas que apuestan por la autonomía estratégica y los denominados atlantistas, que siguen pensando que la OTAN es el instrumento fundamental, sin olvidar a los llamados neutrales, está bloqueando o como mínimo, retrasando, cualquier proceso que lleve algún día a una Unión Europea capaz de defenderse a sí misma.

P. Mirando otra vez desde el ámbito internacional, algunos países del sur, como Brasil, han intentado jugar un papel mediador en el conflicto. ¿Cómo explicas y cómo valoras estas posiciones?

R. En principio son bienvenidas cualquier propuesta o cualquier iniciativa, venga de donde venga, para intentar resolver el problema. Lo ha habido por parte de dirigentes africanos. Lo ha habido por parte de Brasil, por parte de Turquía, de India, de China y de otros actores gubernamentales. Pero podemos ver que ninguna de esas iniciativas ha llegado a concretarse hasta hoy en nada, puesto que sigue dominando el lenguaje de las armas por encima del lenguaje diplomático, y se me hace difícil imaginar que pueda haber ningún país, incluyendo el propio Brasil, que pueda ir mucho más allá, porque no tiene una interlocución reconocida por parte de los dos actores. Si pensamos en gobiernos nacionales, creo que China es el que está en mejores condiciones de poder influir realmente en lo que allí pueda ocurrir. Pero desearía que fuera, como le corresponde, a la ONU, quien tome la iniciativa y el liderazgo en buscar una solución no violenta a este conflicto, intentando acomodar los objetivos maximalistas que puedan tener ahora mismo Ucrania y Rusia para bajar a la realidad y, a partir de ese punto, buscar algo que acomode los intereses de uno y otro.

P. Has hablado del potencial papel que podría jugar China. Pero ¿qué papel ha jugado hasta el momento China en este conflicto?

R. Creo que China está haciendo sus cálculos, me atrevería a decir que con una ambigüedad muy inteligente. En primer lugar, está acercándose a un punto de desafío frontal a la hegemonía estadounidense. Desde ese punto de vista, cualquier cosa que distraiga a Estados Unidos, obligándole a dedicar esfuerzos a otros temas, por ejemplo Ucrania, o a lo que está ocurriendo en Oriente Próximo, digamos que le resulta beneficioso porque eso impide a Estados Unidos concentrar todo su esfuerzo en hacer frente a la emergencia de China como potencial hegemón mundial. Por otro lado, China está aprovechando muy bien las necesidades de Rusia para sacar ventaja. Por un lado, está adquiriendo más petróleo y más gas de Rusia a precios muy ventajosos, por debajo del precio de mercado. Del mismo modo, China está ahora mismo adquiriendo activos económicos en Rusia, en la medida en la que Putin necesita liquidez financiera y no tiene muchos canales del mercado internacional financiero a los que poder recurrir. Luego, China, desde ese punto de vista, se encuentra en una situación en la que va sacando partido de esas necesidades rusas y frenando la atención que Estados Unidos le querría prestar a su emergencia. Y todo eso le da ciertas ventajas para poder acercarse cada vez más al poderío estadounidense y reclamar un puesto de mayor relevancia en el escenario internacional en el inmediato futuro. Creo que eso es básicamente lo que China está haciendo.

P. Para terminar ¿piensas que puede haber algún tipo de negociación que ponga fin a la guerra? ¿O tendría que renunciar Ucrania a casi 1/3 de su territorio para que fuera posible algún tipo de solución que trajera la paz?

R. Lo que nos enseña la historia de los conflictos violentos es que, cuando ninguno de los actores implicados en el conflicto está en condiciones de conseguir una victoria definitiva por las armas, finalmente no tienen más remedio que sentarse a negociar. Sentarse a negociar significa, por lo tanto, reducir las posiciones maximalistas para llegar a un punto de acuerdo en el que los dos o más actores implicados consigan finalmente satisfacer sus necesidades mínimas. Creo que, en el caso de Ucrania, estamos cerca ya de ese punto, puesto que militarmente y económicamente ni Ucrania ni Rusia están en condiciones de lograr esa victoria definitiva. El problema está en que a esos elementos racionales se le oponen también otros factores. Por ejemplo, para qué la sangre derramada si al final todos esos muertos no han servido para que consigamos nuestros objetivos. Visto desde la perspectiva ucraniana, para que consigamos la integridad de nuestro propio territorio. La destrucción física habría sido entonces en vano, sin haber servido para nada. Y eso acaba arrastrando muchas veces a los líderes a mantenerse en una dinámica que no conduce más que a más sufrimiento y a más destrucción. Lo que queda por ver es hasta qué punto los elementos racionales acaban imponiéndose a las cuestiones, ya digo, de sensibilidad histórica o de psicología individual y colectiva, para llegar, en definitiva, a lo que parece más probable, que es a una mesa de negociaciones.

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