(Galde 21 primavera/2018). Entrevista realizada por Iñaki Bolibar, Koldo Unceta.
Enrique Villarreal, “El Drogas”, no es sólo un músico reconocido, que lideró Barricada y ha participado en diversos proyectos musicales. Es también poeta y escritor. Y es, sobre todo, una persona comprometida. Sus trabajos sobre la memoria histórica y su implicación con diversos colectivos y luchas sociales, así lo atestiguan. Estuvimos charlando con él, en su Txantrea, durante más de hora y media. Este es un resumen de lo que nos contó.
Tienes ya por detrás un recorrido muy largo. ¿Cuáles son los momentos que recuerdas con mayor agrado? ¿Cuáles consideras los más importantes de tú carrera?
E.D.- Es complicado, porque me dedico a una cosa que me gusta mucho. El oficio me obliga a dedicar mucho tiempo a la lectura y a la escritura, que son precisamente mis hobbies. Tengo que leer a otras gentes, para seguir en el aprendizaje de la escritura, y a la vez tengo que escuchar música para seguir en el aprendizaje de la composición y ambientaciones musicales diferentes. Y eso para mí es un lujo continuo. Recuerdo cuando tenía 16 años y comencé en esto, el cambio que supuso pasar de beber Patxaran en la discoteca y salir de allí con esos pedos de licores dulces que son los que te daban llorera, a decidir que empiezo a perder el tiempo los fines de semana con la gente que le gustaba como a mí la música, y empezar a hacer canciones. Ahí comienza todo esto. Y luego la formación de Barricada, todos aquellos primeros años de ensayos de lunes a lunes y vuelta a empezar. También momentos muy concretos como pudo ser la muerte de nuestro primer batería Mikel Astrain, con el que tenía muchísima relación; estábamos todos los días juntos, ensayábamos todos los días, y luego nos íbamos a echar cervezas, una relación corta en el tiempo, pero muy intensa. Duró en Barricada los dos primeros años, dos años y medio. Y luego en cada paso que se va dando, todo va viniendo y eso es lo bonito, que desde que te planteas teóricamente una historia, hasta que sale, la pasión te lleva a vivir el trabajo. Y en eso estoy.
Has hablado de tus dos hobbies, el de escribir o leer, y el de la música ¿Qué fue primero? ¿Por dónde empezaste? ¿Primero escribiste y luego necesitaste ponerle música?
E.D.- La música me ha gustado desde siempre, pero antes de formar parte de un grupo como bajista comencé con escritos, con poemas, a los 16 años, en quinto de bachiller. Cada vez que escribía, al bolsillo; recuerdo que llevaba un fajo de escritos en el pantalón, o cuando llevaba chaqueta, pues en la chaqueta, y era una gozada. Me encantaba abrirlos y ver como se iban deshaciendo las hojas, y así empiezo. Luego con gente de mi clase, en quinto de bachiller, que habían montado un grupo. El bajista tocaba con una guitarra, haciendo de bajo, el otro aporreaba con un par de palos en los brazos de un sofá que teníamos en el local, y hacía de batería, en fin, cada uno un poco buscándose la vida. Y a mí me cogieron como letrista del grupo. La primera vez que vi una letra mía adornada con tres acordes, ese es el momento. No sabía si iba a vivir de esto o no, pero a partir de aquello supe que nada me iba a desviar, ya no iba a intentar ser jugador de fútbol, o hacer gimnasia plástica,…
¿Percibes tu actividad más estrictamente literaria como algo diferente de la escritura para la música, o siempre cuando escribes estás pensando que eso puede tener detrás una música?
E.D.- Siempre que se escribe, el escrito tiene su propia música, y por lo que sea, esa musicalidad es la que te lleva a escribir sin rimas, ni medidas concretas. Sin embargo, cuando estoy trabajando para una canción, la musicalidad, el ambiente, me está llevando hacia un sitio,… No sé, quizás es menos libre hacer una letra para una canción, que un escrito. Tampoco me puedo repartir como en los ordenadores, una carpeta para cada cosa, pero de repente tengo un momento enfebrecido de escribir, y en una semana solamente escribo historias. Luego, si me siguen gustando ocho o nueve meses después, formarán parte de un libro o de un conjunto de escritos. Los discos son otra cosa, ahí está todo más acotado. Primero, digamos que busco una ambientación musical o, si escribo de un tema, lo elijo para reflejar una música que luego voy a componer. La cosa tiene su maridaje, su punto guapo. Luego estoy 10 días sin venir a casa nada más que a comer, metido en el local 12 horas diarias, en un proceso continuo de composición y de grabar, y así sale.
Supongo que estarás harto de que te pregunten estas cosas, pero es tan difícil separarte a tí de Barricada, y de la historia de Barricada, que es inevitable preguntarse ¿Que buscabas en Txarrena, que no tuviera Barricada? ¿Qué vacío se llenaba allí, o que necesidades?
E.D.- A mí lo que este oficio me permite es conocer gente para trabajar en historias distintas. Y así me puse a componer con otra gente en los que fue el primer disco de Txarrena y, bueno, estuve muy a gusto. Pero eso era en el 91 o 92, y no pude hacer gira porque no paramos Barricada. La segunda experiencia fuera de Barricada fue con “La venganza de la abuela”. Ahí sí que había decidido que había que parar un año porque me apetecía sacar el disco al directo. Después, en el 2006 o así comienzo el trabajo de “La tierra está sorda”. Un curro con el que estuve sólo, pateando el país, visitando lugares, conociendo gente que me aportaba su experiencia en la guerra civil, o en la postguerra, o en todo el tema de la represión franquista; en fin, un trabajo que lo hice bastante solo, y fue muy denso. De las dieciocho canciones que aparecen en el disco, diecisiete compuse yo las letras, y una gran parte de la música. También todo el libreto que acompañó al disco …
Y entonces aparece de nuevo Txarrena…
E.D.- Por entonces me hacía falta una historia más liviana para la cabeza, y como llevaba un tiempo que me apetecía juntarme con Brigi Duque a la batería y empezar a enredar y tal, le di un toque al flaco, al Txus,… y decidí que se volviese a llamar Txarrena. Con el primer disco y este segundo hicimos un repertorio guapo y ese año nos meneamos así. Entremedio me echan de Barricada, y ahí es donde tuve que parar la historia, centrarme, ver que es lo que quería sacar o como podía salir adelante. De ahí salió el nombre de El Drogas, en el que entraban todas las canciones que he compuesto, todo lo que yo quiero, todo lo que he hecho durante tantos años. Txarrena no me daba nada especial. Lo que me gusta es enredar con diferentes músicos, buscar otras historias, trabajar con otra gente para aprender. Este mundillo es lo que te permite, para mí es una especie de obsesión, el ser un buen alumno de todo el mundo que esté alrededor mío.
Antes has hablado de “La tierra está sorda” y el tema de la memoria histórica. ¿Venía de lejos? ¿Cómo surge esta preocupación? ¿Que es lo que te lleva a entrar en este asunto?
E.D.- Lo primero el reconocimiento de mi propia ignorancia. Yo soy de una generación, la de los 80, que pensábamos que habíamos tomado la calle, y que hicimos una revolución, y nos comió la vida casi. Me siento orgulloso de todo aquello, pero había una canción de Siniestro Total, que era “Y bailaré sobre tu tumba”, que no hace referencia al tema de la memoria, pero que sí es muy literal. Bailamos sobre la tumba de los nuestros y de las nuestras, porque nuestro silencio sí que fue el peor. No es el silencio represivo que impusieron a mis padres, que no podían hablar de lo que había sucedido, y que a los hijos no les decían nada para que en la escuela nadie saliese mal parado. Entonces sabíamos que algo había pasado, que la bandera republicana tenía tres colores, pero no mucho más ¿no? Casi de repente, un día, mi madre me dice: “Tu hermana me ha regalado este libro”. Era “La voz dormida”, de Dulce Chacón. Todo esto lo relaciono porque como mi madre tiene Alzheimer, es la memoria / desmemoria general del país por un lado, y su propia memoria / desmemoria por otro.
¿Qué significó entonces para ti la lectura de Dulce Chacón?
E.D.- Yo entonces sólo leía poesía, simplemente por comodidad mental, por no tener que seguir argumentos de nada, ni quedarme con los personajes. Puedo leer veinte veces el mismo poema, y cada vez es diferente para mí pero entonces, esa misma noche, me leí el libro entero porque además los capítulos del libro son cortos y muy amenos, y me gustó mogollón. Acababa a veces llorando y otras con una rabia del copón. Fue comenzar a asimilar una historia; había oído hablar de mujeres que les habían rapado, o de los topos, gente que había vivido escondida, o de los maquis, que son guerrilleros…, historias que estaban por ahí pululando, y de repente te das cuenta de que han sido verdad. Total, que al día siguiente de haberlo leído, cojo el primer párrafo del libro y hago la letra para una canción con las frases literales de Dulce Chacón. Y pensé: que excusa más buena para conocerle, para decirle… Pero se acababa de morir. A partir de ahí empecé una historia enfebrecida. En cada sitio que iba a tocar, me enteraba de si había fosas comunes. Empecé a ir a exhumaciones, y allí estaban los de Aranzadi, y Paco Etxeberria, que me parece una de las personas más humanas que he conocido en todo esto. Y la emoción, el tema de los huesos, el silencio cuando se encuentran los primeros huesos, que es el momento de los familiares, cómo se retiran los de Aranzadi… y es sobrecogedor. Son momentos que ya no se te van a borrar nunca.
¿Cómo fue que el disco comenzara a entrar en los institutos? ¿Cómo fue que algunos estudiantes comenzaran a aprender la historia de la guerra civil con Barricada?
E.D.- Es que las historias de esta gente, son mis historias, y así me lo empecé a tomar. Por eso, aparte de la gira, tras salir el disco, lo que hicimos fue entrar en los institutos haciendo acústicos con los alumnos de bachiller que daban el tema, y los profesores de historia que les apetecía; íbamos allí y explicaba las canciones que tocábamos. Estuvo muy bien porque a la gente le entraba más fácil. Por ejemplo, Pétalos, que trata sobre las trece rosas, te abre un tema, que es el asesinato de trece mujeres, y también el tema de las cárceles, la propia resistencia de las mujeres, las organizaciones femeninas…. es la hostia. El partido comunista, el socialista, los anarquistas, se dedican a los hombres ¿no? Las mujeres se tienen que ir buscando su propio método de resistencia, que era ponerse un lazo rojo en el pelo, hacer una cola de la hostia en el patio de la cárcel para lavarse con cuatro gotas de agua el morro,… historias que a mí se me hacen mogollón de fuertes . Y luego, yo tuve la suerte de conocer gente que había estado prisionera en San Cristóbal, gente que había estado de guerrillero en la agrupación “Guerrillero de Levante y Aragón”, como José Manuel Montorio, alías “Chaval”, que el día que le conocí, en un huerto de Borja donde hacíamos una costillada, estuve ocho horas oyéndole hablar, contando las historias que luego sacó en un libro. “Suela de alpargata” está sacado de esas experiencias que él me contó. Yo no he tenido un momento vital tan explosivo como con este tema.
Pues viniendo de ti, eso es mucho decir ¿no?
E.D.- Ya te digo. Kutxi Romero, el cantante de Marea, me dijo: te metes en un tema infinito, ya no vas a poder salir. Y efectivamente, así ha sido. Pero bueno, desgraciadamente tengo más libros sin leer que leídos, porque claro a cada sitio que he ido me han pasado editoriales muy locales que me parecen muy interesantes, y contrasto datos, porque yo en el disco no pongo mi punto de vista sobre el asunto, intento escribir las canciones sobre hechos concretos que han sucedido. Y para mí me da igual si se trata de socialistas, anarquistas, republicanos, sindicalistas, trabajadores del campo, sindicalistas de sindicatos ganaderos, del metal, maestros, maestras, o sea, bibliotecarios, me da igual. Ahora, lo que no se entiende es lo del partido socialista, que según una noticia de los últimos días, se negaban a revisar la ley de la memoria histórica cuando aquí, de 3500 asesinados, la gran mayoría son del sindicato de trabajadores de la tierra, que son de UGT, hostia, tiene cojones.
¿Cómo vivisteis aquella época del rock radical vasco?
E.D.- Era una gozada ir a los sitios a tocar. Aquél concierto de Tudela del 83, estábamos allí para el aniversario de lo de Gladys, el 3 de Junio del 83. Me acuerdo de aquel concierto como si fuera ahora. Eso es el pistoletazo porqué estábamos Zarama, La Polla, Hertzainak, Escorbuto Crónico, de Canarias. Escorbuto no sé si fue, yo creo que también estuvo. Y ese es un poco el festival que después se vino a hacer en muchos sitios. Era una gozada ir a los sitios, cada uno hacíamos lo que buenamente podíamos y daba igual, era el público. Luego vino lo de los Gaztetxes…Había hostias dentro del mismo movimiento social. Los abertzales, más a la izquierda intentando capitalizar los movimientos que iban surgiendo. De repente, lo de “martxa eta borroka” que monta Herri Batasuna. A parte de los festivales, que nos llamaban a unos cuantos y tal, hacían antes del festival una charla en tal sitio, para hablar,.. Claro, ibas allá, fumábamos porros, te metías las rayas… Entonces comenzaba la historia del caballo. En fin, la gente que tenía un rollo más político no nos podía ver y a veces había unas broncas de la hostia.
Hoy en día estás muy reconocido por los movimientos sociales. En cualquier actividad allí estás tú.
E.D.- No lo sé. Hay de todo. Bueno, en la Txantrea ya no salgo mucho, pero hay mucha gente que te pide un tipo de convencimiento que nunca he tenido. Además, ni lo he tenido, ni lo quiero. Mi padre venía de la inclusa y siempre me ha gustado eso que nos transmitía, ese ser un apátrida. A cada paso que das, o en cada paso que das, está tu patria, punto. Tu familia, ese rollo sin banderas que es el que a mí me ha hecho tirar por la vida de esta manera, y lleno de dudas siempre. Yo pongo en duda mis convicciones cada día que me levanto. No me importa reconocerlo porque lo que sí creo es que soy buen observador, y si eres buen observador, tienes bastantes papeletas para ser buen alumno de la vida ¿no? Es interesante aprender de la gente, cada vez que estés con alguien.
Háblanos de Motxila 21. El proyecto tiene una acogida espectacular y los chavales y chavalas se transforman cuando salen al escenario.
E.D.- Eso nos pasa a todos los que nos dedicamos a esto y ellos, que son artistas, ensayan y trabajan duro. En este mundillo, el mayor premio que tienes, es el aplauso del público. Eso te sube la autoestima. Esta gente exactamente igual, viven eso igual. Viven lo de ensayar todas las semanas, todos los martes hay que ensayar, no es aquello de vamos a dar pena. Yo he estado ocho años con ellos y lo sé, y además he estado aprendiendo. Es una gozada, y es una gente que tiene más cariño que el copón, aunque hay días que te llega alguno cruzado y no veas.
¿Cómo cualquiera, no?
E.D.- Sí, sí. Es una gozada. Y tienen algo que no tienen los otros grupos, y es que están siempre 20 minutos antes, todos esperando a que se abra la puerta.
¿Qué piensas de nuestra generación? ¿Somos solo viejos cascarrabias o nos queda todavía algo que aportar, algo que decir?
E.D.- Así me llamaba mi hijo, y aún me sigue llamando, cascarrabias. Siempre estás protestando Aita. Pero bueno, sí, yo creo que es bonito tener ese punto,…
Es una cuestión de dignidad también.
E.D.- Yo pienso que sí. Además, creo que de alguna manera, hacen falta referentes,… Yo tengo un hijo de 31 años, y la chiquita de 21 ¿no? Y digamos conozco a las dos cuadrillas. Son gente que en los estudios están muy preparados, pero no más. Y posiblemente les hagan falta referentes sociales, políticos,… creo que se les torea en exceso. Que se les intenta hacer mucho más débiles de lo que son, individualizándolos. Y son generaciones que lo tienen muy complicado. Pillar ahora un piso para irse es la hostia. Nosotros en ese aspecto lo tuvimos más fácil, era complicado, pero más fácil. Yo salía de estudiar bachiller en Junio, y al día siguiente me iba a limpiar talleres, siempre encontrabas un sitio,… yo no pedía dinero en casa durante el verano, hostia, tirabas con lo que sacabas, no sé. Y ahora lo tienen muy complicado, y es gente muy preparada…
Esa situación tan complicada a la que te refieres ¿puede generar cierta sensación de desánimo, de derrota?
E.D.- Bueno, es que a veces queremos el paraíso al tercer día, y nunca va a ser así. Tenemos que convencernos de que la vida es crisis (crisis entendida como movimiento). Lo que consigas hoy en el plano laboral, social, lo que sea,… no es para siempre. No te tumbes a la Bartola, la hostia, porque mañana te lo van a quitar. La contra-revolución siempre va a estar ahí. Trump, Rajoy, Ciudadanos,…
Para terminar ¿Qué representa para ti la Txantrea?
E.D.- Pues para mí es el sitio que te conoces, tu huequito, ¿no? Antes, cuando ibas a lo viejo y tal, y bajabas medio pedo al barrio, ya te dejabas caer, las zapatillas iban solas. Como ahora cuando vas a tocar por ahí y vuelves. Ahora que la Mamen trabaja con nosotros, suelo ir con ella, salimos un día antes a los sitios, y volvemos un día después, porque vamos a ver cosas… Y siempre el regreso a casa es una gozada. El llegar, deshacer las maletas, el bolso,… es una gozada. Aquí en la Txantrea te encuentras en tú sitio.