(Galde 22, otoño/2018/udazkena). Con luces largas: Alberto Surio entrevista a Carod Rovira.
El otoño catalán vuelve a presentarse como un verdadero polvorín emocional que puede dar al traste el mandato de Pedro Sánchez. Sin embargo, a pesar de las dificultades, el presidente del Gobierno ha lanzado una oferta de diálogo para negociar un nuevo Estatuto que sea finalmente aprobado en un referéndum de autogobierno. Sánchez reconoce que existe «un problema político», pero no está dispuesto a debatir la cuestión del derecho de la autodeterminación.
El secesionismo recela y desconfía de esta propuesta, la denominada ‘terecera vía’, que tiene un recorrido extraordinariamente difícil en un escenario de altísimo voltaje emocional, con los dirigentes del procés encarcelados y con la Fiscalía General del Estado dispuesta a defender la imputación por delito de rebelión en el próximo juicio en el Tribunal Supremo.
Aunque en el independentismo se libra una soterrada batalla entre los sectores más pragmáticos, nucleados en torno a Esquerra Republicana de Catalunya, y la línea dura que defiende Carles Puigdemont y el propio president Quim Torra, el cierre de filas que provoca el proceso judicial complica mucho que pueda abrirse una espita de debate estratégico que implique un acercamiento del soberanismo a una eventual ‘tercera vía’. El independentismo considera que el autonomismo estatutario es ya una ‘ventana’ superada y que lo que procede en este momento es intentar una negociación sobre el proceso de desconexión con el Estado español que debería establecer las condiciones para un referéndum de autodeterminación. Un camino que el Ejecutivo central rechaza de plano.
Josep Lluis Carod-Rovira, exvicepresidente de la Generalitat en el Govern del president Pasqual Maragall, es uno de los referentes que explica el enorme escepticismo ante la oferta de Sánchez. Carod-Rovira acaba de jubilarse de la Universidad y dejó en su día la militancia en ERC, pero no ha abandonado su activismo político en defensa del procés independentista, en esta ocasión desde la sociedad civil. Y se muestra crítico con la última propuesta del presidente del Gobierno en la medida en la que, en su opinión. no ofrece una salida real al conflicto.
Carod-Rovira recuerda como hace una década, el presidente Montilla advirtió de un peligro de «desafección» entre Cataluña y España. «Aquel aviso es hoy una realidad y el grupo más numeroso de ciudadanos es aquel que integran los partidarios de la independencia. Tan numeroso que estos últimos años, hasta el momento presente, dispone de mayoría absoluta en el Parlament de Catalunya».
-Lo más novedoso del procés catalán es la aparición de nuevos independentistas…
-Muchos de estos nuevos independentistas lo son a partir de la sentencia demoledora del Tribunal Constitucional que despedazó el Estatut aprobado, en 2006, por 124 diputados de un total de 135. Una sentencia que llegaba tras el cepillado de que se jactaba en público el antaño descamisado Alfonso Guerra.
¿La situación judicial va a complicar las cosas?
Carod Rovira.- Con presos en la cárcel y exiliados, parece una broma de mal gusto ofrecer un nuevo Estatuto para resolver el problema español en Cataluña.
Volvemos a la propuesta de un nuevo Estatuto, ¿hay una salida autonomista posible?
C.R.- Hagamos un poco de historia. Los cuatro proyectos de autonomía que, a lo largo del último siglo han aprobado el pueblo catalán o sus representantes, todos han merecido el mismo trato: cepillado. No menos sorprendente que la propuesta del presidente Sánchez es la del presidente Rodríguez Zapatero. El primero habla de un nuevo Estatuto, ignorando que, gracias al café para todos ideado para neutralizar las aspiraciones de las naciones catalana y vasca, con 17 autonomías y dos ciudades africanas también autónomas, cualquier solución institucional para Cataluña será rechazada al ser vista como un privilegio o un trato de favor. Lo del presidente Rodríguez Zapatero es más preocupante, si cabe, ya que dice bien poco a favor de la separación de poderes en España. Defendía la aceptación íntegra del Estatut del 2006, troceado y triturado por el Tribunal Constitucional. ¿Si fue inconstitucional entonces, porque debería ser constitucional ahora, pues?
¿Lo ve inviable entonces?
C.R.- La sociedad catalana no está para un nuevo desgaste civil y una nueva frustración como ocurrió entre 2006 y 2010. Nadie está por la labor de empezar un nuevo proceso de emmiendas, comisiones, transacciones, para acabar con un resultado que ya no satisface a la mayoría de los catalanes. Si salimos millones de personas a la calle, si dos millones de catalanes votaron por la independencia en una situación de represión y violencia policial, no era para pedir la transferencia de los paradores de turismo o mejorar los trenes de cercanías. Ya no se trata de decidir cual es nuestro lugar en España -esto lo hicimos el 2006 con el resultado conocido-, sino nuestro lugar en Europa y en el mundo. Más tarde o más temprano eso deberán decidirlo las urnas y no las porras o una interpretación restrictiva del marco legal.