(Galde 22, otoño/2018/udazkena). Jasón & Argonautas.-
Otra música
I. Obertura. ¡Jesús, las cosas que hemos visto, Sir John!, le repetía insistente Maese Shallow a su viejo amigo Falstaff en Campanadas a Medianoche. Ocurría en tiempos de Shakespeare, pero ahora pasan también tantas cosas sorprendentes y va todo tan rápido, que el trimestre que va de Galde a Galde es ya pasado remoto inabarcable.
Por hablar solo de cultura, que es nuestro cometido: ¡Quién hubiese imaginado que la circunspecta Academia Sueca del Nobel pudiese protagonizar tal novelón de ceses, dimisiones, acusaciones de abusos, violaciones e intrigas que ni Mankell lo hubiese mejorado en uno de sus casos del inspector Vallander! Conclusión: literatos castigados sin premio.
La otra cara del abuso es que sus víctimas, sobre todo mujeres, se cansan de serlo. Desde denuncias en la Ópera de París al despido de un director de orquesta en Ámsterdam, no hay sector artístico-cultural que no esté realizando su particular limpieza. Aunque es improbable que las artes provoquen cambios políticos inmediatos, sí que animan a que la gente mire el mundo de forma distinta, y esto al final va abriendo caminos. En Baltimore, por ejemplo, un museo se desprende de algunos Warhols y Rauschenbergs para financiar la compra de obra de mujeres y artistas negros con el fin de “corregir el canon artístico”. Sin cambio cultural, no se entendería tampoco que en Cuba estén pensando en enmendar décadas de homofobia e incluir el matrimonio homosexual en su nueva Constitución.
II. Intermezzo brevissimo. Mientras todo esto pasaba en el extranjero, por aquí hasta los más inmovilistas veían también necesario un cambio de partitura. La charanga ya no daba más de sí. Y sonó la flauta y ocurrió. El cachazudo gobernante que nos desgobernaba fue mandado a descansar. Valdría para él aquel epitafio que dedicaron a un tranquilo fraile: “Aquí Fray Diego reposa/y jamás hizo otra cosa”. También se esfumó el ministro de Educación y Cultura, aquel que en la Semana Santa de este año, y de este siglo, cantaba en Málaga Soy el novio de la muerte al paso de la procesión del Cristo legionario.
Y en esto, llegó Màxim, “El Breve”. Vino, vio y marchó, si bien no por propia voluntad. Amaba la cultura y la transparencia, dijo. El que Hacienda le hubiese metido un puro por ensayar ingenierías fiscales, no le pareció motivo suficiente de incompatibilidad para el cargo. Màxim Huerta: un día para conocer su nombre, otro para sustituirlo, y una hora para olvidarlo. Casi da pena.
III. Primo movimento. Andante, ma non troppo. La peña cultural es fácil de ilusionar. Llegó Guirao entre aplausos del respetable y ha tomado la batuta con energía y dominio de la situación. No trae mala tarjeta de presentación: Museo Reina Sofía, La Casa Encendida y un cuero curtido en toma y daca institucional. Uno que puede darle algún uso a la cartera ministerial. Y ha empezado raudo el baile: bajada del denostado IVA del cine, aviso a los exhibidores sobre las consecuencias de no revertirlo en el precio de las entradas, primer histórico multazo a una página de descargas ilegales e, incluso, amenaza a la intocable SGAE de ser “intervenida temporalmente” si no endereza sus interminables conflictos.
Los nombramientos tampoco han pasado desapercibidos: Olvido García Valdés, poeta, directora general del Libro, o la bilbaína Amaya de Miguel al frente del INAEM con la misión de renovarlo y hacer que las orquestas y las compañías nacionales de teatro y danza con sede en Madrid “recorran todo el territorio”. Obvio, pero novedoso oír que si las pagamos entre todos, también las disfrutemos. Otro poeta de renombre, García Montero, asume el Cervantes. Su declaración de que “lo más poético que existe para los proyectos culturales es el dinero”, muestra que además de la lírica, domina la prosa. Necesario en un país que está a la cola de Europa en inversión cultural.
Gestos prometedores, pero el listado de causas pendientes es largo, su gestión dificultosa y el tiempo breve: Ley Mordaza, la de Propiedad Intelectual, la de Mecenazgo, promulgar una de acceso a la cultura, medidas fiscales que hagan competitiva la empresa cultural, igualdad de género, puesta en marcha del Estatuto del Artista y el Trabajador de la Cultura para que sea menos precario el trabajo intermitente y el cobro de pensiones de medio millón de personas. Mirar al largo plazo en este tiempo de cambios.
En fin, todo apremia tras diez años de devastación. Suena otra música. Ojalá que la orquesta no acabe desafinando.
IV. Coda. Un ruego: ahora que en RTVE ruedan más cabezas que en tiempos de Robespierre, ¿podría alguien ocuparse de que el ente público audiovisual tuviese alguna utilidad cultural?