El Periscopio: Diccionario cultural del año que se fue

 

Galde 20 invierno/2018). Jasón & Argonautas.
Acoso. Algunas rebeliones estallan cuando y donde menos se espera. Es lo que pensará Harvey Weinstein, el rey de Hollywood, a quien cabe el dudoso honor de encabezar una extensa lista de descabezados bajo acusación de agresión o acoso sexual. Bueno sería que 2017 pasase a la historia como el año en que una rebelión de mujeres alumbró una nueva era de respeto e igualdad efectiva de derechos en el cine y en la vida. Pero decepciona y duele la caída de algunos ídolos. Muestra que, a veces, los autores no están a la altura de sus obras. El implacable juicio mediático de las redes sociales, sin contraste ni defensa posible, dicho sea de paso, no debería privarnos del disfrute de Annie Hall, Chinatown, Tiempos Modernos, o la serena pureza de lo primitivo, que Gauguin descubrió en Tahití mientras transmitía la sífilis a las adolescentes del lugar.

Bienes de interés cultural. La Unesco designó, entre otros patrimonios inmateriales, la pizza napolitana. Castilla-La Mancha hizo lo propio con la navaja clásica albaceteña. Pero quien destacó por su celo persistente en la custodia de bienes culturales, fue la familia Franco, que se sigue negando a devolver dos estatuas del Maestro Mateo que pertenecieron al conjunto del Pórtico de la Gloria de la catedral compostelana.Es que Doña Carmen protegía las joyas medievales como el cocodrilo sus crías.

Chillida-Leku. Las instituciones culturales vascas han celebrado como un éxito el acuerdo de la familia Chillida con una galería suiza para abrir nuevamente el museo, en vez de lamentar, como sería lógico, su propio fracaso en convertirlo en un espacio público.

Estadísticas. El balance cultural del año trae números para todos los gustos. Depende de quién los cuente. Para los gobiernos, la recuperación es tangible, para los creadores predomina la precariedad y la falta de rigor y compromiso en el apoyo público. Por de pronto, el IVA del cine seguirá en el 21% mientras no se cumpla lo prometido, por poner un ejemplo. Visto lo ocurrido con el Piolín, no parece que el proyecto de mandar policías a las aulas para explicar los males de la piratería digital vaya a resultar eficaz. Será por esto, o porque el 90% de los artistas españoles no alcanza a percibir el salario mínimo interprofesional,por lo que más de 80 asociaciones profesionales han sintetizado en 50 medidas sus reivindicaciones para que el Parlamento las convierta en el Estatuto del Artista, el Creador y el Trabajador de la Cultura, si sus señorías tienen a bien.

Internet. Aunque la red de redes esté plagada de detritus de dudoso valor, no sabríamos vivir sin los beneficios que aporta. Beneficios más o menos democráticamente repartidos hasta el presente. Sin embargo, el gobierno de Trump se dispone a corregir esta anomalía igualitaria otorgando a las grandes multinacionales proveedoras de contenidos el poder de discriminarlos hacia uno u otro portal. Vía libre a un internet para ricos y otro para pobres. Luchadores por la libertad de la galaxia digital: la guerra ha comenzado.

Lemoiz. La que estaba llamada a ser luminaria de la costa vasca nuclear tendrá un futuro de lo más prosaico. Ni museo ni parque temático. Ruina pasto del tiempo, despojada de tragedia y del eco de protestas multitudinarias, será vivero de rodaballos, langostinos y truchas. Haber empezado por ahí.

Museos. Desde Abu Dabi hasta Sijena el culto al arte enajena el sentido común. Más exacto, el culto al dinero que mueve el arte. Los unos, levantanedificios de ensueño en las ardientes arenas y pagan groseras fortunas por obras que suponen del gusto del turista, y los otros, celebran como victoria ante el infiel que la guardia civil les devuelva unas hermosas tablas que probablemente se cubrirán de polvo antes de encontrar un acomodo digno de su valor. El capitalismo artístico se ubica entre la injerencia política y la mercantilización más burda. Por estos lares, el Guggenheim celebra fastuosamente sus 20 autosatisfactorios años. Poco importa que la población autóctona no acuda en masa ni cuando la Diputación le regala la entrada. Quizás piense como el director de la exitosa película sueca TheSquare, que “los museos se comportan de manera protectora y elitista con obras absolutamente estúpidas”. ¿Provocador? Sí, pero da que pensar sobre el rumbo del arte.

Netflixización de la cultura. Podría ser también amazonización o cualquier otro palabro equivalente. Un takeaway cultural servido a domicilio. Contenidos digitales diseñados por algoritmos inteligentes listos para el consumo. El crecimiento en usuarios y facturación de las plataformas por suscripción está siendo abrumador. El sentido de la cultura como acto gozoso común y compartido de búsqueda, cuestionamiento y hallazgo, se resiente. Lo comunitario no encaja en los algoritmos de moda.

Ópera. La denuncia de la soprano María Bayo sobre contratos abusivos en la ópera, así como la huelga de músicos de la Sinfónica de Euskadi que obligó a representar Don Pasquale con acompañamiento de un simple piano, han puesto de manifiesto que vestir delentejuela y pingüino no está reñido con la insatisfacción laboral. Hay mucho talento en paro. Por esoBurger Kingpuede anunciar que busca repartidores con “estudios superiores y conocimientos de literatura, matemáticas, geografía y política, y,a valorar, lasaptitudes musicales y de canto”. Era una broma publicitaria, pero lo terrible es que muchos la tomaron por cierta.

Palabras. Cambian los valores por los que nos regimos, aunque algunas metamorfosis resultan difíciles de conciliar. Pongamos por caso el advenimiento navideñodel Niño Peruen las escuelas laicas, los polémicos cambios de próceres en el callejero de muchas ciudades, o los semáforos LGTBI de Santa Coloma, que exploran todas las posibilidades de género en sus iconos, por citar algunas iniciativas muy políticamente correctas. Hasta la RAE, poco dada a desvaríos, acepta nuevas palabras. Algunas chuscas: culamen, amigovio o papichulo. Una, culta, sensible e indicada para denunciar la aversión a inmigrantes y refugiados: aporofobia, el rechazo al pobre.

Televisión pública. Pretender que sea espejo de calidad, imparcialidad e independencia es tan inútil como que sus altos cargos se escojan con criterios profesionales. Vale para la de aquí y para la de allá. Además, nos salen carísimas. Estaría bien empleado si cumpliesen con el cometido de servicio público asignado, pero el modelo clientelar hace aguas por todos lados. Los espectadores lo saben y huyen del púlpito: ETB2 es la quinta cadena más vista, es un decir, en Euskadi. ETB1, ni se menciona. El Congreso estudia renovar la forma de elección de la cúpula directiva de la estatal. El Parlamento Vasco tiene su grupo de trabajo para reinventar la suya. Paciencia, que pasen los años. Es carrera de caracoles.

Unesco. Dícese de ese organismo fundado tras la II Guerra Mundial con la revolucionaria misión de construir la paz en la mente de los hombres y mujeres del planeta a través de la cultura. Sabedora de que la misión es harto difícil, se empeña en preservar lo que de bueno hay en las culturas antes de que algún bárbaro lo destruya. Pues bien, EEUU, seguido de su acólito Israel, ha decidido abandonar esta meritoria organización. Antes ya lo hizo por considerarla filocomunista; ahora lo hace por pro-palestina. Le resulta intolerable compartir silla con países de mierdaque deciden declarar Patrimonio de la Humanidad el casco antiguo de Hebrón, en la Cisjordania ocupada. Un fastidio para construir nuevos asentamientos.

Vascos y vascas. A veces, se alinean los astros caprichosamente y ocurren prodigios. 2017 ha sido un año de éxitos artísticos vascos sin que la política cultural lo programe. Handia va haciendo honor a su nombre y suma premios y espectadores. En Altzo ya han abierto una oficina de turismo dado el interés que despierta su hijo más ilustre. Bailando entre la tradición y las vanguardias, Kukai Dantzase ha llevado el Premio Nacional de Danza del Ministerio de Cultura, que ha valorado “la poética de sus creaciones”. Maialen Lujambio, a su vez, hizo vibrar a los 15.000 espectadores asistentes a Bertsolari Txapelketa Nagusia y se coronó su segunda txapela. Esta mujer, que se ve a sí misma como una juglar del siglo XXI, transmite energía, talento y sensibilidad social. Disculpen quienes no han sido mencionados. Crear aquí y ahora, ya es digno de elogio.

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"El instante decisivo" Iñaki Andrés
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“JAZZ for TWO”, José Horna
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