Jasón & Argonautas, (Galde 08, otoño 2014). El día en que la Unesco admitió que cultura eran también los artefactos, las creencias, las costumbres y cualquier otra cosa que los humanos fuesen capaces de idear y producir, pues hizo un pan como unas hostias. Hasta que se metieron los antropólogos a definir una cultura democrática, las cosas eran más injustas pero más sencillas: la cultura era la excelencia en el gusto por las bellas artes y las humanidades. Es decir, una cosa exquisita propia de las élites cultivadas, casi siempre ricas. Después, hasta la anchura de los pantalones y las veleidades del peinado de cada temporada pasaron a ser cambios culturales. Cuando los pobres, que son mayoría, pasaron a tener cultura, la cosa perdió distinción y pasó a ser negocio, consumo y pasatiempo.
Games. Las anteriores consideraciones, no muy serias, dicho sea de paso, vienen a cuento de la enorme cantidad de páginas (de las llamadas de cultura) que la prensa local ha dedicado en Bilbao a la celebración, nada menos que en el Palacio Euskalduna y en el Guggenheim, de Fun&Serious, un encuentro internacional de la industria del videojuego. El festival ha juntado a lo más granado del mundillo de aficionados y productores de comecocos y ha contado con el apoyo entusiasta del Ayuntamiento, la Diputación, el Gobierno Vasco, y el patrocinio de las principales empresas, medios de comunicación y entidades bancarias. Un sarao perfecto. De acuerdo con que la industria de matar marcianos mueve muchísimo dinero, ya más que el resto del audiovisual, vale que da empleo a mucha gente creativa, conforme en que mientras disparas con la consola a diestro y siniestro solo delinques virtualmente, y que liquidar a todos los malos mejora la autoestima y el estado de ánimo, pero por favor, no nos mezclen las cosas. Se está produciendo un desplazamiento interesado de la inversión pública en artes y otros sectores de lo que tradicionalmente se ha concebido como cultura hacia las industrias masivas del entretenimiento, mucho más rentables y menos problemáticas. Pegados a las pantallas, se pretende que salgamos de esta crisis interminable no solo más pobres, sino mucho más tontos.
Pay per view. Es lo que van a tener que hacer las instituciones vascas para poder seguir exhibiendo los cuadros de la Fundación Guggenheim en el museo bilbaíno. Ya en su día la franquicia salió por un pico: 20 millones de dólares por el uso de la marca. Ahora se dice que la renovación del contrato ha sido un diálogo de tú a tú, que Bilbao ya no será una colonia del original, que va a tener más autonomía artística y que los creadores vascos lograrán que se les preste alguna atención. Todo ello por el módico precio de 38 millones de euros a pagar durante los próximos 20 años, sin olvidar que la ampliación en discontinuidad al Urdaibai sigue vigente como idea.
No vamos a discutir que el arte contemporáneo sea cultura, que interese a algunos autóctonos y a muchos turistas, sobre todo cuando navega en un espectacular buque varado de titanio, pero si alguna vez se realiza el mencionado proyecto de Urdaibai será el más perfecto ejemplo de paracaidismo cultural de los realizados hasta el presente por estas tierras. No solo habrá que construir un edificio, se supone que emblemático, en una reserva de la biosfera y llevar allí las obras de arte, sino que también habrá que ensanchar las actuales carreteras para transportar a los espectadores a un territorio donde sus escasos pobladores no ven el interés de la empresa, salvo algún propietario de terrenos, por descontado.
Hay animales que siempre tropiezan en la misma piedra. Pasado el susto, vuelven por sus fueros. Aquí y allá. En Murcia, por poner otro ejemplo, un constructor imputado en una trama de corrupción urbanística, acaba de anunciar la construcción en un secarral de 133 hectáreas de un parque temático que llevará la marca Paramount y que costará 206 millones de euros. Lo más increíble es que una parte de este dinero procederá de una subvención pública. Probablemente se computará como una inversión cultural.
De cine.Lo del cine español no hay quien lo entienda. Cuando todo el mundo lo daba por muerto y el Gobierno por matado, resulta que resucita cual Ave Fénix. A base de inventarse la fiesta del cine a precios de entrada reducidos, hacer algunas buenas películas y otras resultonas, pues ha logrado el mejor año de su historia. Cuesta imaginarse lo que sería sin la tenacidad del Gobierno en mantener el IVA más alto de Europa, unas exenciones fiscales que el sector tacha de ridículas y una televisión pública que se inhibe y deja la financiación de las películas en manos de las cadenas privadas. Hasta el cine vasco, sin que se sepa tampoco porqué, está teniendo un buen año.
Al final tal vez tengan razón los ultraliberales que consideran que la mejor política cultural es la que no existe. Si el Gobierno no ayuda, al menos que no moleste.
De feria. Cada año los organizadores de Durangoko Azoka se esfuerzan en manifestar el éxito de la convocatoria por haber acudido más gente y más autores que en la edición anterior. Pasión y presión por las cifras. ¿Será un fracaso el año en que algunos habituales decidan tomarse un descanso?
Lo que no cabe duda es que la Azoka es un fenómeno cultural, de masas, pero cultural. Sin embargo sus organizadores no deben bajar la guardia. ¿No les parece preocupante que entre los libros más vendidos esté la anual entrega de una conocidísima autora de historia ficción?
Jasón & Argonautas