El conservadurismo, el transformismo y lo inesperado en la vida política italiana

Para encontrar las señales de la actual crisis y regresión italiana, hay que retroceder en el tiempo, al menos hasta los años ochenta, una época de profunda transformación del paisaje político italiano.

El Partido Socialista Italiano, bajo el liderazgo del moderado Bettino Craxi, dejando de lado una visión de izquierdas y libertaria, abrió una nueva fase de lujo, inmensa corrupción y exhibición del mal gusto. Craxi, con leyes específicas, facilitó también la formación del monopolio televisivo de Berlusconi.

El Partido Comunista Italiano, pese a ser el partido comunista europeo más grande y con mayor autonomía de Moscú, tras la caída del Muro de Berlín, fue sometido a una revisión, un proceso que al final dio lugar al Partido Democrático, en el que se pretendía unir fuerzas que iban desde la izquierda comunista y socialista hasta la progresía católica. Algunas facciones del Partido Comunista dieron origen, uniéndose a pequeños grupos ya existentes, a Refundación Comunista.

Además, en los años ochenta, empezó a formarse la Liga Norte, un movimiento nacionalista racista y xenófobo, primero contra a los italianos del Sur (despectivamente ‘i terroni’ o sea los trabajadores de la tierra), luego contra  los “zingari” (los gitanos italianos) y, en general, los extranjeros pobres procedentes de otros continentes.

En 1993, llegaron a su apogeo las investigaciones de la magistratura sobre los políticos, los administradores públicos y los emprendedores corruptos (Manos Limpias). La consecuente protesta de los ciudadanos contra la corrupción de la clase política barrió en poco tiempo, entre otros menores, a los dos partidos que habían ejercido el poder durante las décadas anteriores: la Democracia Cristiana y el Partido Socialista Italiano. Además, en 1992, la mafia siciliana asesinó a dos valerosos jueces, Giovanni Falcone y Paolo Borsellino, que estaban investigando la esfera política mafiosa. Por encargo de la mafia se organizaron tres atentados en ciudades turísticas como Milán, Florencia y Roma con el propósito de producir una desestabilización. En estas circunstancias, Berlusconi, cuyos negocios estaban sufriendo pérdidas, y la Liga Norte, saltaron al campo político disfrazándose de fuerzas “vírgenes”, de protesta ciudadana y cambio, no comprometidas con la vieja clase política.

Desde su primera aparición en el campo político en 1994, hasta el momento actual (casi veinte años), Berlusconi ha ganado cuatro elecciones y ha liderado cuatro gobiernos en coalición con fuerzas de clara tradición fascista, con el catolicismo integrista y con el nacionalismo, ferozmente  excluyente y derechista, de la Liga Norte.

Durante estas dos décadas se intercalaron, sin embargo, dos períodos con gobiernos de centro-izquierdas, bajo el liderazgo de Romano Prodi, basados en coaliciones muy poco orgánicas de fuerzas progresistas, izquierda radical y centristas. Estos gobiernos de centro-izquierda sufrieron un desgaste a causa de  luchas internas en el seno del propio Partido Democrático y en la coalición, y también a causa de los parlamentarios que se vendieron a Berlusconi, mientras las jerarquías más oscurantistas del Vaticano hacían todo lo que estaba en su mano para condicionar la desgastada vida política italiana. Por eso, de estos gobiernos no pudieron salir leyes contra la corrupción ni contra el conflicto de intereses de Berlusconi, que es poseedor de una gran parte de la economía italiana y sobre todo de un imperio mediático.

Tras la dramática caída del segundo y último gobierno de Prodi, en 2008, el cuarto gobierno de Berlusconi salió victorioso en las urnas, contando con una mayoría muy amplia, gracias también a una ley electoral tramposa, denominada ahora Porcellum (literalmente: “cerdito”), aprobada, en 2005, por el partido de Berlusconi y la Liga Norte. Con esta ley, todavía en vigor, se borra la posibilidad que el elector pueda elegir al preferido entre una lista de candidatos de un partido y se le atribuye una enorme mayoría a la coalición que lleva la mayoría de votos, aunque sea muy por debajo del 50%; es una ley del todo partidaria, que no garantiza el voto de los ciudadanos.

En su última legislatura (2008-2009) Berlusconi actuó de manera desvergonzada. Siguió promulgando leyes ad personam para proteger su proprio patrimonio y su persona de la justicia, negó brutalmente derechos civiles, no contrastó una corrupción sin límites, nombró ministros ligados a su persona por motivos inconfesables; llevó a cabo, además, una política exterior basada en su relaciones personales con los personajes más descalificados del extranjero (Gadafi, Putin, Bush, Aznar…). Y podríamos seguir sin parar. Durante estas décadas el país se derrumbó. El tejido industrial, uno de los más importantes de Europa, se degradó, se desgastó y se corrompió. La escuela y la universidad, de ilustre tradición, se vinieron abajo. El año 2012 las matriculaciones de los que terminaban la escuela superior (que en Italia corresponde al nivel del bachillerato) fueron el 57%, en contraposición al 80% del año 1991. La corrupción, todavía mucho mayor que la que se percibe en España, tocó niveles desconocidos en otros países de la Unión Europea. (véase el enlace http://www.denunciasdecorrupcion.com/informe-transparencia-internacional/) A esta situación de ruina económica, política, social, moral, cultural, se añadió la crisis económica mundial.

 La oposición del Partido Democrático, dividida y débil, involuntariamente, o, en parte voluntariamente,  cómplice  del sistema “berlusconiano”, no logró proponer una salida significativa y creíble al desastre.   La izquierda radical, sobre todo Refundación Comunista, en los últimos años, suponía una oposición minoritaria, fundada en protestas y patrones antiguos, absolutamente legítimos e importantes, pero sin salida. Quien escribe este texto, siempre votó a Refundación Comunista, desde su nacimiento, excepto una vez.

De Refundación Comunista, después de la caída del segundo gobierno de Prodi, se desligó un grupo que, con otros elementos procedentes de la izquierda (ecologistas, verdes, de movimientos anti-mafia, del voluntariado, de la cooperación, de la cultura, de los sindicatos, etc.) formaron, en 2009, el movimiento/partido Sinistra Ecologia Libertà (Izquierda Ecología Libertad). Su intención era, y sigue siendo, la construcción, juntamente a la parte más progresista del Partido Democrático y de movimientos que trabajan en el territorio, de una fuerza mayoritaria y radicalmente reformista de izquierdas, que cure al país del ‘berlusconismo’, que laicice Italia frente a las pretensiones del arrogante Vaticano y promocione un renacimiento económico y social, incluso con la fuerte extensión de la green economy.

El líder de Izquierda Ecología Libertad, Nichi Vendola, es también Presidente de la Regione Puglia, donde ha transformado positivamente muchos aspectos de la economía, produciendo avances importantes pese a la crisis, ha defendido y extendido el estado social y los derechos civiles, ha promocionado la cultura y el turismo calificado.

Finalmente, en noviembre de 2011, Berlusconi, tras haber perdido la mayoría en el Parlamento a raíz de sus continuos escándalos, se vio obligado a dimitir. El Partito Democrático, según las encuestas, tenía en aquel momento una altísima aceptación. El Presidente de la República, Giorgio Napolitano, no quiso disolver el Parlamento y convocar nuevas elecciones. Había efectivamente el miedo de una débâcle similar a la de la Grecia y también el Partido Democrático aceptó de  procrastinar las elecciones y de entrar en un gobierno de “salvación nacional”. El Presidente Napolitano nombró senador vitalicio a Mario Monti, un economista liberal que había trabajado en Europa por encargo de Berlusconi, y le encargó que formara un nuevo gobierno de emergencia, un gobierno técnico, apoyado por el Partido de la Libertad (el partido de Berlusconi), el Partido Democrático y algunas pequeñas fuerzas centristas.

Se evitó la supuesta débâcle, pero la gestión de Monti fue más allá de sus promesas institucionales, y dio paso a una política de derechas, que bien podría llamarse «democristiana», relacionada por enésima vez con el Vaticano y con los grupos económicamente más poderosos. Cuando cayó el gobierno de Monti, por la oposición imprevista y oportunista del partido de Berlusconi y por la decisión de dimitir del propio mismo Monti, pareció que se abrían nuevas perspectivas. Después de muchas oscilaciones, que seguramente hicieron que el Partido Democrático perdiera adhesiones, éste, con la comodidad de las encuestas que aún le atribuían una mayoría en las elecciones, aunque reducida respeto a la del otoño anterior, bajo el liderazgo de Pier Luigi Bersani, decidió, finalmente, dar un giro a la izquierda y no aliarse con Monti, como pretendían algunos dentro del partido, sino con Izquierda Ecología Libertad. Los dos partidos organizaron elecciones primarias abiertas de coalición, tanto para elegir el líder, cuanto para decidir los nombres de los candidatos y su posición en las listas (obligatoriamente se debía votar a un hombre y a una mujer); se fueron a votar más de tres millones de personas.

Mientras tanto, iba creciendo el Movimiento Cinco Estrellas de Beppe Grillo, un viejo actor cómico italiano, no del todo transparente.

El Movimiento de Grillo o Movimiento Cinco Estrellas fue fundado en 2009. Había surgido de una actividad de protesta anterior, y fue registrado por Grillo en el despacho de un notario como empresa privada, suya y de otras pocas personas, por lo tanto sin ningún mecanismo de democracia interna. Participaba y participa activamente en esta empresa el informático Gianroberto Casaleggio.

Con un lenguaje muy agresivo y vulgar, Grillo había reunido a mucha gente, en una protesta radical contra  los políticos. Algunos sociólogos han calculado que el Movimiento de Grillo estaba formado por un 30% de gente procedente de la izquierda, por un porcentaje igual de gente que venía de la derecha, y el resto eran personas que no tenían un pasado político. La mayoría de los que se han unido al Movimiento eran, y son jóvenes, que habían tenido su formación en los años del “berlusconismo”. El principal instrumento de participación, era y es, el blog de ​​Beppe Grillo, controlado por él mismo y por Gianroberto Casaleggio. En las elecciones de febrero de 2013, a diferencia de lo que se esperaba, quedaron tres fuerzas muy igualadas:  la coalición de Partido Democrático, con Izquierda Ecología Libertad, venció con sólo el 29,5%, mientras que el PDL, Partido de Berlusconi, obtuvo, otra vez de manera inesperada y misteriosa, el 29,1% y el Movimiento de Grillo el 25,5%. Pese a obtener el premio de una mayoría, la coalición de Centro-Izquierda (PD más SEL y algunos pocos más), sólo podía formar un gobierno de minoría, si no encontraba aliados en el nuevo Parlamento.

Izquierda Ecología Libertad y una parte del PD querían explorar la posibilidad de encontrar apoyo entre los parlamentarios del Movimiento de Grillo, que no tenían experiencia política y podían estar dispuestos, al menos en buena parte, a apoyar una línea limpia y radical de reformismo de izquierdas. Esos mismos días, los parlamentarios eligieron al nuevo Presidente de la República, que en Italia tiene poderes significativos en la proposición del Presidente del gobierno y de los ministros, aunque la declaración de confianza corresponde al Parlamento.

El Partido Democrático se opuso, sin explicar sus motivos, a la candidatura de Stefano Rodotà, un insigne constitucionalista de izquierdas apoyado también por Grillo. Y además, sin declarar abiertamente sus intenciones, después de ser aprobado por unanimidad por el Partido Democrático el nombramiento de Romano Prodi, 101 parlamentarios cobardes del PD torpedearon, aprovechando el secreto de la urnas, al político que había derrotado dos veces a Berlusconi en las elecciones, y que era, además, el fundador del propio PD.

Se produjo un terremoto. Fue nombrado y elegido otra vez como Presidente de la República el anciano Giorgio Napolitano, que, pese a su pasado comunista “conservador”, patrocinaba un gobierno “de amplias alianzas”, con la participación del Partido Democrático y del Partido de la Libertad de Berlusconi. Ganó en el Partido Democrático, por la enésima vez, la parte más retrógrada.

Ahora, el Presidente del Gobierno es el “democristiano” (de la derecha del PD) Enrico Letta, y los ministros proceden, en parte, del Partito Democrático y en parte del Partido de la Libertad (de Berlusconi), además de unos pocos externos. La única excepción importante, que ha encontrado el respaldo de toda la izquierda italiana, fue el nombramiento de Cécile Kyenge, de origen congolés, valiente Ministra para la Integración.

Mientras tanto, sigue la actividad judicial en contra de Berlusconi, que ya ha sido condenado en un juicio en segunda instancia a cuatro años de prisión por una serie de delitos relacionados con la gestión de sus televisiones y su inmensa evasión fiscal, en otro juicio más reciente, en primera instancia, a un año, y se enfrenta, en estos meses, con más procesos por otros supuestos delitos, entre ellos, la corrupción-compra de parlamentarios.

Berlusconi, que no participa directamente en el gobierno, tiene como único objetivo provocar, por medio de los ministros de su partido, la debilitación radical del poder judicial. Nuevas leyes ad personam le permitirían salir indemne de las acciones judiciales. Por eso, los ejecutores de sus órdenes, sobre todo el vicepresidente del Gobierno Angiolino Alfano, tratan de manipular la Constitución, con el pretexto de cambiar la ley electoral, que efectivamente necesitaría un cambio.

El Partido Democrático, al final de este recorrido, aparecía destrozado en su nivel nacional, perdiendo seguidores con sus últimas actuaciones y suscitando críticas en sus bases. Se ha quedado inmovilizado en el gobierno “de amplias alianzas”, temiendo que, si el Partido de la Libertad decide retirarse, Berlusconi podría ganar en unas nuevas elecciones, esta vez de manera contundente, con grave peligro para la propia democracia y, además, para la economía y todos los aspectos de la vida italiana.

Izquierda Ecología Libertad, traicionada por el Partido Democrático, intentaba e intenta mantenerse  en un reformismo de izquierda que una a los que no comparten este transformismo que, históricamente, ha destrozado a la izquierda italiana. Tampoco piensa que se salve ni la conciencia ni el país con una protesta extremista contra la política en sí misma y no contra esta política.

Este periodo político en Italia, sin embargo, sigue sorprendiendo a todo el mundo. Entre el final de mayo y el 10 de junio hubo las elecciones administrativas en 16 ciudades importantes – entre las cuales Roma -, y muchos ayuntamientos menores: pues, en este tipo de elecciones, en Italia, si no gana un partido con más del 50%,  hay una segunda ronda entre los dos candidatos que han obtenido los números más grandes de los votos. Además, en Roma gobernó, en los últimos años, un alcalde de la derecha fascista, que hizo todo el mal posible: la ciudad destrozada por el aumento de la violencia, por las condiciones del transporte público, por el nepotismo en la contratación de personal en la administración pública,  por la financiación de grupos abiertamente fascistas, por la cementificación del territorio…

¡Sorpresa! El Partido Democrático (casi siempre aliado, en estas elecciones administrativas, con Izquierda Ecología Libertad) ha ganado en todas las ciudades mayores – inclusa Roma – y en la mayoría de los ayuntamientos pequeños. Para la alcaldía de Roma ha ganado Ignazio Marino, médico, candidato heterodoxo ganador de Primarias participadas, parlamentario del PD que no votó al Gobierno Letta y votó a Stefano Rodotà como Presidente de la República. Izquierda Ecología Libertad, su aliado, subió al 6%. El Partido de la Libertad de Berlusconi fue derrumbado en todas las ciudades, incluso en las donde anteriormente  tenía mayoría. La Lega tuvo una grave derrota y igualmente el Movimiento de Beppe Grillo perdió desde la mitad hasta los 2/3 de los votos. Sin embargo, hubo una tremenda abstención, inusual en Italia.

Analizar todo esto requeriría espacio. Naturalmente hay diferentes interpretaciones sobre esta diferencia de resultados entre las elecciones políticas de febrero y las administrativas de junio; y también sobre la altísima abstención. Esta diferencia la había preconizada un economista italiano de izquierda, Fabrizio Barca, que sólo recientemente se ha afiliado al Partido Democrático, reivindicando para sí un papel de renovador del  partido, cuyo valor – él afirma – se halla, en este momento, mucho más en la periferia, y en situaciones locales, en los movimientos sociales y ecologistas, que en el gatopardismo de la política nacional. Fabrizio Barca, que tiene también una relación estrecha con Izquierda Ecología Libertad, no es un político de profesión. Es seguramente un “provocador” muy inteligente y positivo. Está viajando por toda Italia, desde el Norte hasta el Sur, para encontrar personas del Partido Democrático y de izquierdas. Recibe acogidas entusiásticas, habla en reuniones con mucha participación de su programa de renovación del partido, de Italia y de Europa, cosa que los dirigentes nacionales no pueden impedirle. Ha declarado que no tiene alguna intención de asumir cargos en la dirigencia del Partido Democrático: quiere continuar esta campaña de sensibilización hasta noviembre, moverse con absoluta libertad, llevar a la base del partido una propuesta de “revolución cognitiva” y no involucrarse en una lucha por el poder que, sobre todo en este momento, cortaría las alas a su “provocación” cultural y política.  Seguramente se trata de una postura inédita en la acción política y puede ser muy prometedora.

Por otro lado, crece, en el Partido Democrático, el prestigio del joven Matteo Renzi, alcalde de Florencia, que fue entre los primeros que declaró la guerra a la casta de los políticos y a la gerontocracia, que por cierto en Italia es muy fuerte. Renzi es un moderado, mantiene, sin esconderse, relaciones con personajes de las finanza mundial y con gente cuestionable moralmente de alrededor de Berlusconi. Interpreta la modernidad como un debilitamiento de las fronteras entre derecha e izquierda, como una renovación exclusivamente  pragmática de aspectos de la vida social, sin rasgos políticos e ideales fuertes. Renzi se propondrá en el próximo congreso del Partido Democrático (entre el final del año), como nuevo secretario, y parece ahora con buenas perspectivas de éxito. Está claro que Renzi se pone en el polo opuesto a la posición de Fabrizio Barca, que trabaja para una “revolución cognitiva y política” de los ciudadanos, para la valoración de las distintas experiencias de trabajo, de vida. De todos modos, se trata de una realidad en fuerte movimiento y cambio continuo.  

Personalmente pienso que está en las manos, y en la experiencia de los que trabajan día a día en contacto con las personas de ‘carne y hueso’, y en las experiencias de estas personas, la construcción de una izquierda italiana unida y radicalmente reformista, que cambie de una vez Il Belpaese.  

 

* Coordinador Sinistra Ecologia Libertà – Spagna

www.selspagna.eu

www.sinistraecologialiberta.it

contacte: marcello@marcellobelotti.eu  

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