(Galde 02, primavera/2013).
I.- Orígenes y caracterización.
Lo que nació hace dos años, lo hizo con hechuras de estabilidad, con voluntad y probabilidades de asentarse y crecer en el futuro. Pero,¿lo que nace es un movimiento social? Sí, lo es por diferentes razones: la opción por situarse fuera de los valores y conductas dominantes del sistema y como consecuencia, aunque a veces inconsciente, el desarrollo de una identidad colectiva; la pretensión de permanencia; la organización alternativa horizontal, medios de acción no convencionales y estrategia básicamente confrontativa; el rechazo a entrar en los juegos y vías políticas convencionales.
Todos los contextos del momento estaban muy favorablemente orientados a impulsar y aún provocar el nacimiento del movimiento.Si nos fijamos en el contexto político, se observa cómo diversas situaciones, coyunturas y aún estructuras más estables, estaban trabajando a favor del movimiento. Sin ánimo exhaustivo podríamos apuntar:
– Un régimen político rígido con tendencias autoritarias, poco proclive a atender y mucho menos a asumir las reivindicaciones sociales.
– Un conjunto de fuerzas políticas en el poder en las que no se hayan presentes formaciones de izquierda que pueden protagonizar determinadas reivindicaciones sociales.
– Unas políticas públicas en el terreno de las prestaciones sociales directamente provocadoras.
– Un crisis económica defendida por el poder político que se percibe como insoportable.
También la cultura dominante estaba “ajustada” al discurso del movimiento. El discurso del movimiento de “estamos hartos de todo”, “todo debe ser cambiado”, se presentó como una natural prolongación del marco discursivo social dominante. Extensos sectores de la sociedad estaban -y están- interpretando los acontecimientos de forma que podríamos denominar, aún exagerando el término, como radical.
Desde el punto de vista de los recursos humanos preexistentes, el movimiento contó desde el primer momento con un conjunto de redes, organizaciones, grupos, que aportan al movimiento experiencia organizativa y “movimentista”.
Desde otra perspectiva, esta confluencia de diversos ha generado un proceso de construcción de identidad colectiva difícil pero potencialmente muy positiva. Difícil en cuanto que existen distintas “familias” en el seno del movimiento, pero enriquecedora en la medida en que el resultado final del proceso puede hacer aparecer una identidad densa, extensa y global en su visión colectiva del mundo.
A diferencia de otros movimientos, en el supuesto del 15-M el sentimiento colectivo de estar hartos de una determinada situación, se asienta más que en otros movimientos en una objetiva agravación del contexto. La gente decide que la situación es insoportable y que, por tanto, hay que movilizarse porque la situación objetivamente ha dado un salto sustancial hacia la injusticia, la precarización, la desesperanza, etc. Esto daría en principio más solidez a la convicción de que es necesaria la respuesta.
Como en otros movimientos sociales, el movimiento 15-M afirma la diferencia en su estado naciente. Se sitúa fuera del sistema de valores, prácticas, etc., convencional y dominante. Ello establece adecuadas condiciones para construir una identidad colectiva fuerte.
En el 15-M, al menos en sus primeros momentos, la presencia de ciudadanos/as sin previa experiencia en redes sociales ha sido determinante. Y en este punto sí se aprecia diferencia con otros movimientos. Esa experiencia desbordó a los primeros intentos de encauzar el movimiento por parte de los miembros de redes sociales pre-existentes. Esa presencia tuvo consecuencias positivas como la ampliación y extensión original del movimiento, y el evitar las tentaciones por parte de algunos “viejos activistas” de montar sus movimientos en el movimiento, o de imponer la orientación del mismo a imagen y semejanza de sus particulares movimientos.
La relación entre lo particular y lo universal también ha sido diferente si la comparamos con otros movimientos. En otros movimientos, el proceso ha sido de lo particular, de las reivindicaciones específicas, a lo universal, al establecimiento de un modelo de transformación completo.
Por el contrario, en el 15-M el arranque es la afirmación de lo universal: estamos hartos de todo, queremos cambiar todo y queremos cambiarlo ya. Sin embargo, en la práctica, estas afirmaciones, muy genéricas por otro lado, están expresándose, concretándose, en reivindicaciones específicas y, por tanto, limitadas. En otros movimientos, el universal es algo elaborado, reflexivo. En el 15-M es algo intuitivo. Es presentir que la crisis global se haya situada en todos los espacios y que, por tanto, ya no es posible resolver este desaliento universal a través de concretas reivindicaciones. Sin embargo, si en otros movimientos la dificultad de implementar en reivindicaciones específicas esa visión global se ha debido a razones operativas estratégicas, en el caso del 15-M puede disolverse esa intuición original por imposibilidad de establecer y articular un conjunto de reivindicaciones que reflejen, expresen esa mirada global.
II.- Evolución y riesgos.
La evolución del 15M en los dos últimos años plantea algunos retos al movimiento. Retos que probablemente no fuesen previsibles en su origen.
El 15M se ha ido progresivamente transformando en un espacio de confrontación. En un espacio en el que distintos grupos -los grupos de barrios del movimiento, las mareas blancas y verde, lo anti-deshaucios, los ocupadores y cercadores, etc.- forman una red. La red/movimiento 15M, o también la familia del movimiento 15M. Es cierto que cada grupo tiene bastante autonomía en el cómo, cuándo y dónde de sus reivindicaciones, pero también loes el que comparten una identidad colectiva. Un estar en -y actuar desde- la sociedad marcado por una cultura (o al menos un estilo) propio. Aquel que por un lado afirma un radical protagonismo colectivo del movimiento en la gestión de sus decisiones y en la formulación y demanda de la mismas,y por otro un profundo desprecio hacia los representantes políticos en general y -más matizadamente- hacia el sistema de representación política en particular
Sin duda este escenario parece extremadamente positivo. El movimiento ha construido una identidad colectiva no sectaria, inclusiva y además operativa. Ha conseguido que muchos distintos se sientan participando en “algo” común. Y el movimiento ha logrado equilibrar determinadas exigencias específicas sin abandonar, aunque solo sea a nivel de discurso, su horizonte más universal, su concepción -o al menos intuición- antisistémica.
Este escenario presenta sin embargo, algunos riesgos. El que en aras de la supuesta eficacia los grupos entiendan que solo tiene sentido luchar por sus especificas reivindicaciones, buscando para ello caminos mas convencionales. De la autonomía relativa a salirse de la familia/movimiento. El otro es un “clásico“. Nuevamente en aras al logro de la eficacia perdida, transformarse en un partido político convencional (espero que no prospere).
III.- Y Euskadi.
En Euskadi los riesgos a evitar para el 15M son distintos. Se trata de no desaparecer. El movimiento nace con fuerza pero se va debilitando rápidamente. Hasta llegar a la situación actual, en la que, aun manteniendo una no despreciable capacidad de convocatoria a manifestaciones generales, la vida de sus grupos es muy limitada y precaria. Apunto algunas causas de esta marginación.
En Madrid y otra ciudades de España resultó exitoso el origen y desarrollo posterior del movimiento porque entraron en el mismo todo y todos los que ya se movían, y todos lo que de pronto descubrieron la emoción de moverse. En Euskadi, aunque los primeros momentos fueron de amplia participación, desde el inicio quedó claro que un buen numero de redes y grupos que protagonizaban y protagonizan en este país la movilización social, no tenían ningún interés en incorporarse al movimiento. La ausencia en el 15M de las redes sociales y movimientos de la órbita de la Izquierda Abertzale fue evidente desde el principio. Por supuesto que existe vida de agitación social mas allá de la IA, pero también es verdad que sin el apoyo y la presencia de sus movimientos en la acción colectiva, ésta siempre tiende a rozar la marginalidad.
Añadido a ello, muchos participante iniciales, en su mayoría “novatos“ en estas lides, sufrieron demasiado pronto el desencanto. Quizás nadie les explicó que un movimiento social tarda años en obtener algo concreto, medible. Ciertas reivindicaciones como la educativa y sanitaria que en otras ciudades flanqueaban al movimiento y le daban vida, no perdieron en Euskadi sus exclusivas sindicales precedentes. Las asambleas 15M de los barrios perdieron capacidad de asumir reivindicaciones locales y no tuvieron fuerza para coordinar acciones mas generales. La cobertura mediática desapareció. El 15M no causaba problemas. Y partidos de derechas y de izquierdas o los ignoraban o no manifestaban interés frente un grupo de gente, a lo mejor muy maja, pero decididamente escasa.
Finalmente el sistema de partidos vascos y su definiciones y practicas estratégicas -especialmente tras la legalización de la IA-, la cultura política dominante, y el menor nivel de corrupción política existente, hacen mas difícil el arraigo de consignas de rechazo genérico a lo político. Por lo que parece las posicionas políticas antisistémicas ya están ocupadas por otros.