Galde 19 (verano/2017). Jasón & Argonautas.
El verano se nos ha ido sin pena ni gloria. Ya se sabe que con el calor las noticias se abrevian y se relajan, y en lo cultural, más. Barcelona y Cambrils como tragedia y el procés como vodevil, han absorbido el espacio y la atención pública. El resto, leve como el frágil vuelo de una mariposa. Véase la muestra.
Exhuman, con enorme expectación, los restos de Salvador Dalí y comprueban que sus bigotes siguen marcando las diez y diez en punto. Los macabros detalles forenses pueden consultarse en los suplementos culturales de la fecha. Siguiendo en Cataluña: un juez, actuando con buen juicio, prudencia y proporcionalidad, rechaza que una tropa aragonesa entre en el museo de Lleida para recuperar las 44 obras expoliadas del monasterio oscense de Sijena. La dilación de la Generalitat en el cumplimiento de la sentencia que le obliga a devolver las obras enajenadas ilegalmente hace años por las monjitas del citado monasterio, ha soliviantado los ánimos maños. Como el verano, iustitia dixit, no es época hábil para disputas legales, los expoliados descendientes de Agustina de Aragón habrán de esperar a fecha más propicia para recuperar su patrimonio.
Donde la indignación por la desidia en la custodia de los bienes culturales ha prendido como un incendio forestal, ha sido en Elche, y no es para menos. Un internauta de visita en el Museo Arqueológico Nacional documenta en twitter que un himenóptero, concretamente una hormiga común, se pasea por la frente de la Dama de Elche, supuestamente protegida por una urna hermética, y nadie sabe cómo ha sido. Compromís registra en el Senado una batería de preguntas al gobierno sobre la cuestión, ya que si “Madrid no sabe custodiar a la Dama, que la dé al pueblo valenciano, a quien pertenece”. Muchas guerras han comenzado por menos.
Quien tiene un tesoro aspira a sacarle partido. En León, dos historiadores pretenden que el cáliz medieval de Doña Urraca que se expone en la colegiata de San Isidoro, es nada menos que el Santo Grial, el mítico cáliz de la última cena. No importa que reputados especialistas lo tilden de ignorancia y falsedad. El furor televisivo por las fantasías legendarias ciega la razón. Añádase algún interés, como el que ha llevado, también por esos lares, a la Fundación Las Edades del Hombre a falsear el número de visitantes a sus célebres exposiciones de arte sacro, además de a cometer otras irregularidades contables con el fin de seguir recibiendo subvenciones. “Con la Iglesia hemos topado, amigo Sancho”, decía sabiamente Don Quijote. Que se lo digan a la Comparsa Hontzak, que en Aste Nagusia ha comprobado la diligencia con que la santa institución ha recurrido a los jueces para que retirasen su humorístico y provocador Cristo despiezado. Es evidente que no todo el mundo se ríe ni se ofende por las mismas causas. Hontzak dice que pretendía “hacer un ejercicio práctico de libertad de expresión y desobediencia civil contra la existencia en el código penal del delito de ofensa a los sentimientos religiosos”.
En esto de las prohibiciones hay grados y latitudes. El verano ha sido pródigo en vetos. Por aquí, hay quien se la ha tomado con los turistas, pero estos no se dan por aludidos y peregrinan por millares a San Juan de Gaztelugatxe en busca del tiempo improbable en que los dragones sobrevolaban Euskal Herria. Algo más lejos, los severos clérigos iraníes, por ejemplo, han prohibido el zumba ya que su enérgico movimiento de caderas puede causar placer a las mujeres y turbadoras fantasías a los hombres. En Malasia, las cadenas estatales ya han censurado Despacito por obscena, mientras que el Senado brasileño se verá obligado por las 20.000 firmas de una iniciativa popular a debatir la ilegalización de la música funky. Pero quien sobresale por su celo abolicionista es el ultraintegrista rabino israelí Shlomo Aviner, que ha dictado un largo rosario (con perdón de la expresión) de normas para acabar con la pecaminosa influencia del cristianismo y demás idolatrías en las costumbres cotidianas judías. A su juicio, tocar madera o cruzar los dedos para desear suerte no es kosher; ambas cosas se relacionan con la cruz. Juntar las palmas de las manos es paganismo oriental, y así sucesivamente, hasta llegar a exigir que sus fieles limpien sus teléfonos de emoticones heterodoxos. El celo del rabino, oh sorpresa, se ceba con las mujeres, a las que prohíbe ser diputadas ya que es contrario a la moral que hablen ante hombres. Lo más serio del caso es que cuenta con miles de seguidores. ¿Será verdad aquello de que la religión es el opio del pueblo?