Galde 37, uda 2022 verano. Rosabel Argote.-
Al concepto de cine negro como género cinematográfico de suspense, le ha salido un tocayo. También se llama cine y también se llama negro, pero su significado es diferente: este al que me refiero enraiza con la afrodescendencia. Se trata en concreto de un cine que, o bien está protagonizado, guionizado o dirigido por personas negras. O bien posee un contenido ideológico, político y cultural racializado, que pone en el centro su identidad racial. En ambos casos, este concepto de cine negro se conjuga preferentemente en plural, tal es la diversidad de cines negros.
Dentro de los cines negros, se encuentra el cine africano o panafricano (esto es, el realizado dentro del continente) y el cine afrodiaspórico (el realizado fuera del continente por la diáspora africana). Forman parte de esta segunda categoría los cines realizados por 1) personas afrodescendientes expatriadas que trabajan fuera de África, pero nacieron en un país africano; 2) aquellas cuyos progenitores son de origen africano; o 3) aquellas afrodescendientes que llevan varias generaciones viviendo en el Norte global, en comunidades vinculadas a África por lejanos procesos de migración históricos.
DOCUMENTALES DESDE Y SOBRE ÁFRICA. Es verdad que, en estas últimas décadas, del cine realizado en Áfricael público general hemos conocido sobre todo sus documentales. Tal producción preferente de documentales no es casual. Ha estado motivada, en muchos casos, por la necesidad que han tenido las identidades africanas de generar contranarrativas; es decir: reaccionar y rebelarse contra la imagen estereotipada de África que los países occidentales han representado en sus películas durante años (como continente pobre, violento, subdesarrollado, etc.). Esa necesidad de querer mostrar la visión auténtica y popular de las comunidades africanas les ha llevado a apostar por los registros cinematográficos lo más realistas posibles, como los documentales (priorizados además por sus costes de producción más económicos que la ficción), en los que plasmar ese contrarrelato en torno a qué y cómo es África.
De entre los más recientes, rescato a modo de ejemplo el documental Among Us Women proyectado durante la última edición del Festival de Cine y Derechos Humanos de Donostia. Dirigido por Sarah Noa Bozenhardt y de producción etíope-alemana, narra la realidad actual de las matronas y parteras tradicionales en África, sostenedoras de la salud reproductiva de las mujeres, especialmente en zonas rurales. El documental contrapone, a la imagen estereotipada de las mujeres africanas como sumisas y tribales, unas “doulas” que son referente mundial en materia de la concepción natural del parto, así como de empoderamiento femenino y sororidad entre mujeres para abordar las cuestiones de la maternidad en la comunidad.
DEL REALISMO A LA FICCIÓN. De todas formas, junto a dicha profusión de documentales, también es cierto que cada vez son más las películas de ficción producidas o coproducidas en África que llegan a nuestras pantallas. Ello no es de extrañar teniendo en cuenta que el Nollywood nigeriano es la tercera industria cinematográfica más grande del planeta, después de Hollywood y de Bollywood; y que la población migrada de Occidente consume cine de su país de origen. También es comprensible a la vista de la creciente “revolución cinematográfica” en países africanos como Sudán, del que nos llegan títulos como la aclamada You Will Die at 20 (Morirás a los 20 (de Amjad Abu Alala), con la frescura y valentía de proceder de un país en el que el cine ha estado prohibido hasta hace muy poco.
Esta irrupción del cine africano en el mundo de la ficción ha tenido su reflejo en el Festival de Cine y Derechos Humanos arriba citado, que en el programa de su última edición también incluía la película maliense Mali Twist (dirigida por Robert Guédiguian), sobre una Bamako de 1960 que bailaba el twist al ritmo del rock and roll recién importado de Occidente,mientras soñaba con el cambio político.
PELÍCULAS DE LA DIÁSPORA.Por último, no podemos hablar de cines negros sin abordar ese otro cine que no es producido ni coproducido en África, sino por la diáspora afrodescendiente en el llamado Norte u Occidente.
De hecho, vivimos en un momento de globalización, transnacionalismo, multiculturalidad y del conocido como afropolitanismo (variante del cosmopolitanismo). Este contexto se traduce en públicos afrodescendientes de diferentes países de Europa, EEUU, Asia… que cada vez son más conscientes de su identidad racial, y cada vez demandan más productos cinematográficos protagonizados por personajes negros y no solo. Su reivindicación del rol de sujetos narrativos con voz propia y mirada propia, que quieren poner fin a su rol tradicional de objetos narrativos simplemente grabados por cámaras occidentales, se está reflejando en el aumento de directoras y directores afrodiaspóricos. Sus narraciones fílmicas, por tanto, van más allá de elegir como protagonistas a Omar Sy o Denzel Washington, sino que materializan unas estrategias identitarias y de empoderamiento que, como hiciera aquel film noir con la ovación a las y los antihéroes, están configurando el llamado Black Cinema del siglo XXI.