(Galde 20 – invierno/2018). CM.
A lo largo de los últimos años, distintos sectores políticos y mediáticos han venido aireando pronósticos económicos diversos para reforzar sus argumentos a favor o en contra del procés. Los sectores opuestos al mismo han insistido en las graves consecuencias que tendría para Cataluña el triunfo de las tesis independentistas, lo que se traduciría en un empobrecimiento generalizado, en una caída de la inversión, y en un aumento del desempleo. Frente a ello, los sectores favorables al procés respondían que nada de esto ocurriría y que la economía catalana iba viento en popa pese a los malos augurios del unionismo.
¿Qué hay realmente de cierto en todo ello? ¿Es posible tener una fotografía más o menos fiel de la situación económica? Lo cierto es que es difícil, ya que las últimas cifras consolidadas de las que se dispone son las relativas a 2016. Ello hace que no pueda analizarse con rigor el posible impacto de lo sucedido durante 2017, lo que nos obliga a concentrar la atención en lo sucedido hasta entonces. Veamos. Como es sabido, las tres componentes del PIB que pueden resentirse más directamente como consecuencia de la incertidumbre social y política son el consumo de los hogares, la inversión, y las exportaciones, dado que la cuarta componente (el gasto público) es una variable que no depende del mercado sino del gobierno (en este caso, de las instituciones catalanas y estatales). ¿Qué ha ocurrido con estas tres variables durante los años del procés?
Por lo que respecta al consumo de los hogares, las cifras indican que el mismo pasó de 114.317 millones de euros en 2012, a 121.449 millones en 2016 (último año del que se dispone de cifras macroeconómicas consolidadas), lo que representa un incremento del 6,23%. En cuanto a la inversión, cabe señalar que la FBCF pasó de 36.752 millones de euros en 2012 a 40.169 en 2016, lo que supuso un aumento del 9,3% entre uno y otro año. Únicamente la inversión en el sector de la construcción permaneció sin apenas variaciones, pasando de 14.834 millones en 2012 a 14.443 millones en 2016, con descensos entre 2012 y 2014 y subidas entre esta última fecha y 2016 lo que, por otra parte, se corresponde con la tendencia seguida por el sector de la construcción en el conjunto de España.
Finalmente, en cuanto a las exportaciones netas, la aportación de las mismas al PIB catalán pasó de representar 10.207 millones de euros en 2012 millones en ser de 12.901 millones en 2016. En definitiva, teniendo en cuenta que el gasto público también aumentó entre 2012 y 2016 (pasando de 32.760 millones a 34.998 millones), el resultado final ha sido un aumento constante del PIB catalán que ha pasado en esos años de 203.856 millones a 223.629 millones. Con el respaldo de estas cifras, los sectores independentistas -y especialmente la consejería dirigida por Oriol Junqueras-, han podido defender durante todo este tiempo que la economía catalana no sólo no se estaba resintiendo con el procés, sino que seguía creciendo, y que lo hacía, además, a un ritmo mayor que la española. ¿Por qué iba a cambiar esa tendencia después de cinco años de procés soberanista?, se preguntaban públicamente.
Además, otros datos venían a reforzar la hipótesis de la buena salud de la economía catalana. Por una parte, la inversión extranjera no había hecho más que crecer durante esos años, pasando de 2.675 millones de euros en 2012 a 4.856 millones en 2016, lo que representaba un incremento del 81%, si bien registrándose –como es habitual en esta variable- continuas oscilaciones a lo largo del período, cuestión que por otra parte también ha ocurrido en el caso español en donde el incremento entre los dos años de referencia (2012 y 2016) fue sin embargo del 59%. Y, por otro lado, las exportaciones catalanas no sólo habían seguido creciendo sino que las mismas habían logrado un fuerte dinamismo en su orientación hacia fuera de España, ya que si en 2010 las exportaciones de Cataluña al resto del mundo equivalían prácticamente a las que tenían como destino otros territorios del Estado español, en 2016 las exportaciones al resto de España representaba el 37,2% de todas las ventas de Cataluña, frente al 62,8% que suponían las destinadas al resto del mundo.
Sin embargo, frente a la lectura optimista de los éxitos económicos de Cataluña, los sectores contrarios al procés venían insistiendo en que todo ello se truncaría con una hipotética independencia. El argumento principal esgrimido para ello era que Cataluña quedaría automáticamente fuera de la UE y que, en consecuencia, caería bruscamente el comercio, tanto con el resto del Estado español como con el conjunto de Europa. Además, las entidades financieras de Cataluña se quedarían sin el paraguas del BCE. Pronosticaban asimismo que la incertidumbre social y política generadas provocarían una fuerte caída de la inversión extranjera así como una acelerada salida de empresas, dando todo ello como consecuencia una caída del PIB, del empleo, y del bienestar.
¿Qué ha ocurrido en la realidad? Pues que mientras el procés caminó por la senda de las declaraciones y las demostraciones de fuerza en la calle, apenas ocurrió nada en el mundo económico. Es cierto que entre 2012 y 2016 se produjeron salidas de empresas desde Cataluña pero, objetivamente, el fenómeno no tuvo una relevancia mucho mayor que en otras CC.AA. como se explica en otro lugar de estas mismas páginas. Sin embargo, bastó con que las palabras dejaran paso a los hechos -con la celebración del referéndum del 1-O, las movilizaciones de los días 2 y 3 de octubre, y el anuncio de la DUI- para que la salida de empresas se convirtiera en un fenómeno de la máxima relevancia, para que comenzaran a corregirse algunas previsiones sobre la economía catalana para los próximos meses, y para que las repercusiones del procés sobre la economía y sobre el empleo se instalaran en el centro del debate.
Además, la forma en que se ha tratado de resolver –al menos a corto plazo- la crisis catalana, con la aplicación del 155, junto al posicionamiento de las grandes empresas, el cierre de filas de las fuerzas políticas unionistas, y el apoyo sin fisuras otorgado al gobierno español por las instituciones de gobierno de la UE, ha servido para arrojar luz sobre algunos de los temas debatidos a lo largo de los últimos años, especialmente los relativos al futuro de Cataluña en Europa. Lo sucedido ha puesto de manifiesto con bastante rotundidad la ingenuidad de algunas previsiones expuestas por el Departamento de Economía de la Generlitat pues, ni las entidades financieras que operan en Cataluña podrían trabajar sin el paraguas del BCE, ni la mayoría de las grandes empresas parecen dispuestas a correr los riesgos de mercado que se derivarían de una ruptura no pactada con el Estado español.
Por ello, y aunque aún es demasiado pronto para evaluar en términos macroeconómicos lo sucedido en los últimos meses, todo hace pensar en un antes y un después del 1-O y de la posterior DUI, y en que la aparente normalidad económica en la que se habían desarrollado los años anteriores del procés, podría dar paso a una fase más incierta y turbulenta si el conflicto social se prolongara durante mucho tiempo. De momento, salvo algunos datos referidos al turismo, no hay evidencias sobre cambios llamativos a este respecto.