Cumbre del Clima -COP21 de París-
(Galde 12 – otoño/2015). Javier Andaluz Prieto. El científico sueco Arrhenius descubrió en la segunda mitad del siglo XIX los efectos que el dióxido de carbono tenía sobre el clima, sin embargo no fue hasta los estudios que tuvieron lugar entre los años 50 y 80 del pasado siglo cuando se comprobó que la continua quema de combustibles fósiles estaba originando un progresivo y continuo calentamiento del planeta.
En la actualidad no existen dudas de que nuestro actual modelo de producción y consumo está originando un drástico y acelerado cambio climático. La comunidad científica liderada por el panel intergubernamental de expertos en cambio climático o IPCC, afirma que el calentamiento del sistema climático es inequívoco y que la influencia humana es la causa dominante. De la misma forma este panel afirma que para contener estos cambios dentro de un límite «aceptable» será necesario reducir de forma sustancial y sostenida las emisiones de gases de efecto invernadero. Aunque el límite establecido en un origen hablaba de que ese límite fuera 2ºC, últimos estudios demuestran que este debería bajar a los 1.5ºC de forma que no se produjeran los «tipping points», como podrían ser las liberaciones de metano de suelos y mares, que provocan una aceleración del cambio climático.
Cuyos efectos ponen en una situación de enorme riesgo a todas las comunidades planetarias, desde pequeños estados insulares en los que una elevación del nivel del mar originará su completa desaparición hasta los países más norteños donde ya se está produciendo un cambio en los ciclos naturales de las estaciones. Pero sin duda alguna, son los países del Sur global quienes con mayor intensidad sufrirán las consecuencias de este cambio climático debido a encontrarse en zonas especialmente vulnerables y al haber sido históricamente expoliadas de los recursos que necesitan para su adaptación.
El primer gran protocolo fue el de Kioto vigente hasta el 2012, año en el que un nuevo acuerdo redactado en 2009 en Copenhague entrase en vigor. Sin embargo los gobiernos allí reunidos fueron incapaces de alcanzar ningún compromiso, y retrasaron la redacción final de un nuevo protocolo a 2015 en París con compromisos a partir de 2020. Se abre así un nuevo camino de negociaciones donde el gran fracaso de Copenhague marcó un antes y un después en el marco de las negociaciones. Originando un cambio en la forma en la que se deben alcanzar los acuerdos.
Así, antes de esta fecha se hacía un enfoque de arriba a abajo, lo que significa que en la práctica es la convención quien decide los objetivos de reducciones repartiendo la carga proporcionalmente entre los países dependiendo de su nivel de desarrollo. Este enfoque cambia a uno de abajo a arriba, según el cuál son los países los que determinan qué compromisos quieren alcanzar y los trasladan a la convención.
El tiempo ha dado la razón a las organizaciones que han mantenido que la nueva forma de trabajo de las Naciones Unidas -en la que los propios países deciden cuáles son los compromisos- no lograría que sean lo suficientemente ambiciosos como para evitar las peores consecuencias del cambio climático. Así, la suma de los mismos arroja la escalofriante cifra de un incremento de la temperatura global de 3ºC, lo que supone una sentencia de muerte para muchas comunidades ya que estamos hablando de 3,5 veces el cambio climático experimentado hasta ahora.
Los compromisos presentados para 2030 representan un incremento de las emisiones globales entre un 37% y un 52%. De hecho, aun cuando se acepten las revisiones cada 5 años, estas pueden llegar tarde, ya que según los datos en menos de 15 años sobrepasaremos la cantidad de emisiones* máximas para mantenernos dentro del margen de seguridad. Estos se alejan demasiado de las recomendaciones realizadas por el Panel lntergubernamental sobre el Cambio Climático quien, ha advertido de que «si no se realizan esfuerzos adicionales a los ya desplegados (…) se experimentarán aumentos en la temperatura media global en superficie en 2100 de 3,7 grados a 4,8 grados».
Así llegamos a París, donde cerramos el primer acuerdo, en principio consesuado por todas las partes. Sin embargo, el mismo no presenta mecanismos suficiente garantistas como para ser un acuerdo efectivo, de hecho se opta con la forma menos vinculante que es la del acuerdo. No solo se menciona simplemente como una aspiración el horizonte de 1,5 grados, sino que además la revisión en 2023 puede que llegue demasiado tarde. De hecho, se ha eliminado el objetivo de una economía sin carbono, pasándose a incorporar una vaga referencia a la necesidad de alcanzar el pico de emisiones «lo antes posible» y de «un equilibrio entre las emisiones antropogénicas y las fuentes y absorciones por sumideros de los gases de efecto invernadero». Así, se confía el cumplimiento de los compromisos a instrumentos contables que permita ampliar los márgenes de emisiones incluyendo bosques y sumideros de carbono dentro de la contabilidad. abriendo con ello la especulación con los recursos. En vez de basar la lucha contra el cambio climático únicamente en la reducción significativa de las emisiones, por medio de un cambio en la forma de producir y consumir. Quedan además fuera de este acuerdo las emisiones generadas por el transporte aéreo y marítimo, y siguen sin resolverse las discusiones sobre bosques y agricultura Desaparecen del articulado menciones claves como la justicia climática, la descarbonización, la financiación adecuada, los derechos humanos, la perspectiva de género, los refugiados climáticos… son muchos los puntos fundamentales que han quedado fuera del texto final. Omisiones claves en la lucha contra el cambio climático, ya que desoyen una responsabilidad histórica y geográfica. Prueba de ello es la eliminación de la parte con mayor fuerza legal del horizonte de financiación de 100.000 milllones de dólares, así como la obligación a que estos fondos sean adecuados para financiar la adaptación al cambio climático y no falsas soluciones.
Así, se pierde la oportunidad de reforzar un cambio de modelo basado en las renovables, que mantenga bajo tierra el 80% de los recursos fósiles, frene la industria extractivista y se ajuste a los límites planetarios.
El cambio ya está en marcha y será la ciudadanía quien demuestre cuál es el camino a seguir para lograr una auténtica descarbonización de la economía basada en un cambio de sistema más democrático y justo que se ciña a los límites naturales desterrando el paradigma del crecimiento ilimitado. Un modelo de producción y consumo que debe estar basado en una apuesta clara por un horizonte 100% renovable. Experiencias como la agroecología, la soberanía alimentaria, la movilidad sostenible y la desinversión en combustibles fósiles pondrán en evidencia la falta de ambición de los líderes políticos. Solo un cambio genuino en el modelo de producción y consumo mitigará de forma eficaz el calentamiento global.
Javier Andaluz Prieto. Responsable de campaña clima de Ecologistas en Acción. Participante en la COP21 de París.
1El tipping point sería el momento en el que, tras un cierto grado de acumulación apenas perceptible, una pequeña variación adicional provoca una gran diferencia.
Ver: https://ustednoselocree.com/2010/05/06/tipping-points/
2IPCC AR5 indica que la cantidad de carbono que se puede emitir de 2011 a 2050 es de 400-850 GtCO2 para mantenemos por debajo de los 1.5O0C