Cuerpos entre la prohibición y el deseo

deseo

(Galde 14, primavera 2016). María T. Blandón.

La búsqueda de la igualdad como aspiración democrática, solo es posible desde cuerpos capaces de rebelarse frente a los mandatos que definen los contornos de una feminidad/masculinidad estrecha, estereotipada opresiva y productora de toda clase de desigualdades; cuerpos que cuestionan las identidades normativas y exhiben una clara disonancia entre identidad asignada y experiencias vitales.

Defender la sexualidad como derecho, parte de la convicción de que los cuerpos son espacios de placer y libertad que nos habilita para el ejercicio de la autodeterminación y la lucha contra la violencia, recuperando el gozo como una dimensión profundamente emancipadora.

En la experiencia del Programa Feminista La Corriente a pesar de realizar nuestro quehacer en un contexto adverso al reconocimiento de las libertades sexuales, asumimos el desafío de abordar temas que constituyen tabú en la sociedad; criticamos al dios de los fundamentalistas, confesamos deseos perseguidos, evidenciamos las falacias de la heterosexualidad y de la maternidad, recorremos nuestras trayectorias amorosas, descubrimos y celebramos nuestras cotidianas deslealtades al género, celebramos cuerpos disidentes: Hombres femeninos, mujeres masculinas, hombres y mujeres que transitan por el género con desparpajo.

Las carencias eróticas y afectivas, la demagogia de la paternidad, la misoginia vestida de moralidad, el amor como violencia forman parte de los temas de reflexión que nos llevan a sospechar de las identidades binarias de género y alentar la transgresión y las rebeldías.

Desde esa comprensión, reconocemos la necesidad de avanzar en la construcción de un pensamiento crítico que abone al reconocimiento de múltiples sistemas de opresión que tienen como objetivo común disciplinar y someter nuestros cuerpos a nuevos y antiguos sistemas de colonización cultural, económica, política y sexual.

¿CÓMO ENTENDEMOS LA DIVERSIDAD SEXUAL Y DE GÉNERO?

El sexo, el género y la sexualidad constituyen construcciones históricamente influenciadas por la cultura, la ciencia, la economía, la política; se alimentan de diferentes sistemas de poder que se construyen a partir del género, la raza, la etnia, la clase.

Las identidades de género al igual que otras clasificaciones construidas por la cultura occidental, no solo influyen en la subjetividad de las personas, sino que posibilitan la construcción de múltiples jerarquías de poder desde donde se clasifican cuerpos, deseos y prácticas sexuales legitimadas por un lado y despreciadas por otro.

De la mano de la moral sexual cristiana y otras formas de colonialismo, las sociedades occidentales han construido significados opresivos sobre nuestros cuerpos, atándolos a esencialismos dados por una voluntad divina inapelable o por determinación de la naturaleza, condenándonos a la repetición de modelos profundamente estereotipados y alienados. Esta comprensión inflexible y fatal modela la percepción del propio cuerpo, la construcción del deseo, la realización de prácticas sexuales, la experiencia reproductiva, la ética del cuidado, las nociones de poder, en fin, la vida toda.

Son los cuerpos que hablan desde los significados y prácticas de poder quienes se encargan de defender su supuesta superioridad: defensores de religiones patriarcales, heterosexuales que respetan la institución del matrimonio y acogen la reproducción como inevitable, cuerpos que tienen sexo por amor, cuerpos que se expresan a través de los estereotipos. En el otro polo estarían los cuerpos que desatan el binarismo de género, cuerpos lésbicos y gay, cuerpos que tienen sexo por dinero, cuerpos que abortan, cuerpos disonantes.

A través del ejemplo, la persuasión, el adoctrinamiento y la coerción se han ido modelando sistemas de naturalización/perversión, inclusión/exclusión, aprobación/rechazo, constituyendo una sofisticada pedagogía de género a través de la cual se nos enseña que:

* Existen formas únicas de ser y estar en el mundo. Nos enseñan a encajar de la mejor manera posible –o fingir que lo hacemos– en la identidad asignada.

* El sexo marca diferencias sustanciales entre los seres humanos, borrando la relevancia de las coincidencias vitales.

* Un sexo/genero tiene más poder y oportunidades que otros: Ser hombre es mejor que ser mujer.

* Hay deseos buenos y deseos malos. Nos enseñan a suprimir el deseo propio y borrar cualquier indicio de rebelión; ello supone un alto nivel de disciplinamiento que se va perfilando a través de un sistema de premios y castigos.

* Rechazar y sancionar todas aquellas manifestaciones –propias o ajenas– que pongan en duda la inevitabilidad de las identidades binarias. Debemos acatar hasta el absurdo los atributos sexuales y de género.

* Clasificar a los cuerpos «disidentes» en el lado de la maldad, la perversión y el pecado, o bien en el lado de la anormalidad y la enfermedad, para preservar la falsa imagen de la normalidad de los cuerpos que hablan desde el poder.

Este clima heterosexista, machista y misógino constituye el caldo de cultivo para normalizar prácticas cotidianas e institucionales violatorias de derechos. El resultado final es la clasificación de los cuerpos, negar la diversidad de cuerpos, deseos, ademanes, formas de expresión, atuendos, tonos de voz, actividades, de la existencia misma.

TRASGRESIÓN, RESISTENCIA Y AFIRMACIÓN. Las personas que pese a los mandatos del orden sexual y de género transgreden a veces a pesar de sí mismas, forman parte de tejidos de relaciones afectivas, materiales, de sobrevivencia que dificultan el empeño por afirmarse en su «diferencia», en relación al otro que lo niega. La posibilidad de resistir y afirmar el derecho a existir fuera de las normas establecidas, requiere de un arduo trabajo de reflexión que permita:

* Desafiar el oscurantismo religioso y fortalecer una conciencia laica que asegure el respeto a la libertad y la diversidad de las experiencias humanas.

* Cuestionar las identidades de género en clave binaria, alentando la posibilidad de expresar nuevas formas de vivir el cuerpo, los afectos, las relaciones.

* Legitimar nuestra capacidad de gozo, ampliando los territorios simbólicos y textuales del placer.

* Resignificar las ideas sobre el amor, cuestionando los códigos sexistas que lo distorsionan y convierten en una experiencia sexista.

* Reconocer las libertades sexuales como forma de prevenir la violencia de género.

ALGUNOS APRENDIZAJES:
* La importancia de desarrollar procesos de reflexión con sentido de continuidad, dado el profundo arraigo que la misoginia y el heterosexismo tiene en los imaginarios sociales.

* Desmontar los fundamentalismos religiosos y aportar a la construcción de un pensamiento laico que recupere la armonía entre cuerpos-placerderechos y espiritualidad.

* Necesidad de desarrollar vínculos desde el feminismo -como teoría y acción políticacon los así llamados movimientos de la diversidad sexual, para desafiar los constreñidos límites que plantea el binarismo de género y la heterosexualidad normativa.

* Continuar reclamando al Estado servicios públicos de calidad, a la vez que rechazamos toda invasión en nuestros cuerpos y sus modos de relacionarse, sin caer en la trampa de depositar sobre este las posibilidades de transformación de la realidad.

Los cambios ocurridos en la vida de las personas y colectivos que participan de estos proceso van desde el acto personal e íntimo de reconocerse, hasta la acción pública para reclamar derechos de existencia que interpelan a la toda la gente, a las instituciones y al mismísimo Dios que reina en el cielo y nos condena al infierno.

Nicaragua, mayo 2016

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