(Galde 07, verano/2014). Gerald Brenan describe en «The Spanish Labirynth» (1960) como el cooperativismo en la península ibérica es el producto de una evolución de las formas comunales de propiedad y trabajo al incorporar nuevas tecnologías productivas propias de la revolución industrial.
En el marco de esa transformación aparecerán los primeros «socialistas», discípulos de Fourier que verán en la adopción de la tecnología industrial por las organizaciones comunales el principio de una solución a la «cuestión social». Uno de los más famosos será Fernando Garrido, impulsor de decenas de cooperativas y autor de una «Historia de las clases trabajadoras» 1 que describe con pasión en su último volumen la expansión del cooperativismo por la península y sus efectos sociales.
Coincidían en esto -no tan paradójicamente como podría parecer- con un sector del clero carlista, que especialmente en Euskadi, Navarra, Aragón y Cataluña, estará comprometido con la defensa del comunal (lo que en inglés se llaman «commons») y con el principio confederal presente bajo los viejos fueros. Este elemento, latente siempre en el carlismo, acabará transformando a finales de los años 60 del siglo XX al carlismo organizado en un partido federalista socialista-autogestionario de inspiración cristiana y fuerte influencia mounierista.
Pero el mutualismo federalista peninsular defenderá radicalmente la separación entre Iglesia y estado y el mismo Garrido tendrá que exiliarse en varias ocasiones por defender el fin de la financiación del estado a las organizaciones religiosas, algo que a día de hoy sigue siendo utópico bajo las constituciones de España y Portugal y que Garrido defenderá con fuerza en su calidad de diputado en el proceso de elaboración de la constitución de la Primera República española, la república federal, en 1873.
Ya en 1868 Garrido había escrito «La Republica Democratica Federal Universal», tomando el testigo de «Du principe Fédératif» de Proudhon, publicado cinco años antes. Una obra que influirá en Pi i Margall. Pi i Margal llegará a Presidente, teniendo que dimitir poco después por la eclosión de la revolución cantonal.
El cantonalismo anarquista, especialmente en Cádiz, Sevilla y Granada, representará el salto de la generación formada en Fourier y el viejo comunalismo a una nueva generación, cuyo exponente más conocido seguramente sea Fermín Salvochea 2. Esta nueva ola mutualista tendrá como primer referente a Proudhon, tomará parte en la fundación de la I Internacional, liderará la revolución cantonal y se relacionará más tarde, con Kropotkin.
Con la restauración y la República, el mapa del cooperativismo peninsular se complementará con la aparición de las otras dos corrientes del cooperativismo moderno: la socialista y la cristiana, de la que seguramente el mayor impulsor, como recuerda un reciente estudio histórico de Dario Ansel publicado por Txalaparta, sería ELA-STV 3.
Pero no debemos confundir la historia de los movimientos sociales con la historia de las ideologías que los acompañan. Fuera su inspiración libertaria, socialista o cristiana, bajo todo este movimiento latía en realidad una memoria común y una práctica que, resistencia popular a la desamortización mediante, había sobrevivido a los intentos gubernamentales de crear una burguesía agraria «moderna». A diferencia de Inglaterra, en la península ibérica, el comunal había sobrevivido modernizándose y convirtiéndose en cooperativismo. Como remarca Brenan,
Lo que es interesante es cuan naturalmente se adoptan estas cooperativas a la escena española, ya que Port de la Selva es una de las viejas comunidades pescadoras de Cataluña, que han existido desde tiempos inmemoriales. De Cadaqués, unos kilómetros más lejos, se sabe por documentos contemporáneos que había sido organizado de modo similar allá por el siglo XVI. Otros documentos guardados en la iglesia del lugar hablan de Port de la Selva con su industria pesquera comunal. Otra comunidad pesquera exactamente igual, en Tazones, cerca de Villaviciosa en Asturias, es descrita por el profesor Antonio Camacho en la Revista Nacional de Economía (…) Henos pues, ante una cooperativa productiva moderna encajada en una organización comunal antigua y funcionando perfectamente. Lo que ha sido hecho en Port de la Selva, rodeado de influencia anarquista, ha sido hecho también en Ansó, de ambiente carlista, mientras que la organización de cooperativas de Llánabes data del siglo XVII y precede así al menos en sesenta años al movimiento cooperativista europeo 4
Del comunal agrario ancestral a la cooperativa industrial del siglo XX no hay ruptura, sino inculturación tecnológica, adaptación de la estructura comunitaria a las posibilidades de las nuevas tecnologías y de las ideologías emergentes para crear abundancia y garantizar la pervivencia de la comunidad misma. Y por pervivencia quiero decir pervivencia de la comunidad en tanto que propiedad colectiva de sus recursos productivos, no como vecindario más o menos bien avenido.
Lo interesante del momento actual es que la situación histórica vuelve, a cierto punto, a repetirse. Hoy el modelo cooperativo industrial está tan agotado como en su día la explotación comunal clásica, al mismo tiempo que aparecen cambios tecnológicos y un nuevo comunal inmaterial que plantean la posibilidad de un nuevo juego.
Las repuestas y las ideologías que buscan crear una nueva continuidad son tan diferentees como lo fueron en el siglo XIX y XX. Podemos organizar un mapa provisional de menor a mayor centralidad del «comunal» en sus propuestas. Este primer boceto coincidiría de momento con el grado de materialidad de sus experiencias actuales:
– vemos resurgir con Kevin Carson y grupos como el C4SS el mutualismo, esa izquierda libertaria que habla de un «libre mercado anticapitalista» 5
– la alianza de la P2P-Foundation de Michel Bauwens con Correa y su FLOK-society dibujan a una fusión, cada vez más explícita de parte del movimiento P2P con corrientes del populismo y el nacionalismo de izquierdas como Podemos o Zyriza y con neo-marxistas como el influyente grupo alemán Telekommunisten 6 que apuntan a una forma de pensar políticas públicas de o desde el comunal y centrada en los comunales naturales;
– y finalmente el movimiento «hacia la ciudad» entre las comunas agrarias 7 se funde con el «neovenecianismo» 8 y su crítica de las escalas 9 productivas en su apuesta por la «filé». La filé es una comunidad transnacional y multilocalizada que obtiene su autonomía creando y vendiendo productos, generalmente a partir del comunal digital (software libre, ingeniería, objetos culturales).
Vivimos pues tiempos de fusiones originales, recuperaciones históricas y nuevas prácticas. Para muchos se trata de un debate ideológico del que saldrán los nuevos relatos de los movimientos populares del siglo, para otros de cómo adaptar a sus comunidades. Pero seguramente, lo que estemos debatiendo tenga que ver más, visto en perspectiva, con las formas y los contornos del reencuentro inevitable entre la cooperativa, la comunidad y el comunal tras siglo y medio de un abrumadoramente homogeneizador industrialismo capitalista.
Notes:
- «Historia de las clases trabajadoras» (cuatro volúmenes), Zero Zyx (1970-1971) ↩
- «Fermín Salvochea. Un anarquista entre la leyenda y la historia». Jacques Maurice (coord.) Cahiers de civilisation espagnole contemporaine, 2009. ↩
- «ELA en la Segunda República: evolución sindicalista de una organización obrera». Darío Ansel. Txalaparta, Tafalla 2011. ↩
- «The Spanish Labyrinth». Gerald Brenan. Cambridge University Press, 1960. ↩
- Véase el libro de Carson «The Desktop Regulatory State», descargable en http://desktopregulatorystate.wordpress.com/ ↩
- http://telekommunisten.net/ ↩
- Véase la entrevista a Paul Blundell en este mismo número de Galde. ↩
- Véase el libro «Filés: de las naciones a las redes» descargable en http://lasindias.com/de-las-naciones-a-las-redes. ↩
- Véase el manifiesto «El modo de producción P2P» descargable en http://lasindias.com/el-modo-de-produccion-p2p ↩