Bosques y bioenergía, o la esquizofrénica política climática de la Unión Europea

«Algunos lobbies insisten siempre en la milonga de que la bioenergía es «neutra en carbono». No lo es: quemar biomasa emite, pero estas emisiones se contabilizan en un marco legal diferente. La lógica detrás de este sistema tan complejo es que la combustión de biomasa emite el CO2 que había sido ya absorbido por las plantas o los árboles durante su vida.»

 

Galde 34, udazkena/2021/otoño. Irati Casanova.-

En su informe especial 16/2021 sobre la Política Agrícola Común (PAC) y el clima, el Tribunal de Cuentas Europeo constata:

(…) que los 100.000 millones de euros de los fondos de la PAC asignados durante el período 2014-2020 a la acción por el clima tuvieron poca repercusión en las emisiones procedentes de la agricultura, que no han variado mucho desde 2010. La mayoría de las medidas de mitigación que reciben apoyo de la PAC tienen escaso potencial para mitigar el cambio climático. La PAC apenas financia medidas con un elevado potencial de mitigación del cambio climático.

100.000 millones de euros es más dinero que lo que recibirá España de las instituciones europeas para su Plan de Recuperación y Resiliencia entre 2021 y 2026: 69.500 millones, sobre un total de 672.500 a distribuir entre todos los Estados Miembros.

A estas conclusiones del Tribunal de Cuentas, la Comisión Europea contestó que “considera que los instrumentos de la PAC tuvieron un impacto más bien significativo que limitado”. Amén.

El Pacto Verde Europeo

¿Es compatible la PAC con el Pacto Verde Europeo, la prioridad de la Comisión Europea presidida por Ursula Von der Leyen?

El Pacto Verde pretende resolver de manera coherente y sistémica las grandes crisis medioambientales de nuestro tiempo: el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, la contaminación y el uso excesivo de los recursos naturales. Consciente de que estas crisis están interrelacionadas, incluye un “mandamiento verde de no causar daño”: no se puede solucionar uno de estos problemas ambientales (por ejemplo, el cambio climático) a costa de otros (como la biodiversidad). La Comisión también presenta el Pacto Verde como una estrategia de crecimiento económico – lo cual es más discutible: ¿Es posible un crecimiento económico infinito en un planeta con recursos limitados?

Desde la publicación del Pacto Verde en diciembre de 2019, la Comisión Europea ha adoptado un gran número de estrategias y propuestas legislativas, como una Ley Climática que fija como objetivo la neutralidad climática para 2050 y una reducción de emisiones de gases de efecto invernadero de al menos el 55% para 2030, un nuevo plan de acción sobre la economía circular, o sendas estrategias de biodiversidad, de contaminación cero o “de la granja a la mesa” por unos sistemas alimentarios más sanos y sostenibles, etc.

El pasado julio, la Comisión presentó su paquete “Fit for 55”, con propuestas para reformar la legislación climática y energética de la Unión: el Régimen de Comercio de Derechos de Emisión (ETS, por sus iniciales en inglés), el Reglamento de Esfuerzos Compartidos (ESR), el Reglamento sobre el Uso de la Tierra, el Cambio de Uso de la Tierra y la Silvicultura (LULUCF), y las Directivas de Energía Renovable (RED) y Eficiencia Energética, entre otras medidas. Todas estas propuestas deben ahora negociarse con el Parlamento Europeo y el Consejo, es decir, los Estados Miembros.

Los bosques y la bioenergía

La preparación del paquete “Fit for 55” ha sido objeto de duras discusiones entre los departamentos de la Comisión Europea y de intensas presiones de algunos Estados Miembros, lobbies y ONGs. El tema más controvertido son los bosques, sobre todo en relación a la bioenergía y las ayudas públicas que recibe.

Es poco conocido que la bioenergía es de largo la principal fuente de energía renovable en Europa. Representa el 60% de las renovables (que a su vez suponían el 19,7% de toda la energía en 2019). Se trata sobre todo de biomasa forestal usada en calefacción: el 74.5% de la bioenergía en 2016, mientras la bioelectricidad representaba el 13.4% y los biocarburantes para el transporte el 12%.

¿Podemos realmente considerar que la bioenergía es renovable y, más aún, sostenible?

La bioenergía se considera renovable por dos motivos:

  • La biomasa, agrícola o forestal, se regenera.
  • Según la legislación europea, y según lo acordado dentro de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (UNFCCC), las emisiones de gases de efecto invernadero derivadas de la combustión de biomasa se consideran nulas, porque que están contabilizadas bajo el Reglamento LULUCF, que mide la evolución de los sumideros de carbono. Por ello, algunos lobbies insisten siempre en la milonga de que la bioenergía es “neutra en carbono”. No lo es: quemar biomasa emite, pero estas emisiones se contabilizan en un marco legal diferente.

La lógica detrás de este sistema tan complejo es que la combustión de biomasa emite el CO2 que había sido ya absorbido por las plantas o los árboles durante su vida. El problema es que la regeneración de un árbol y su absorción de CO2 toma decenios, mientras que un árbol arde en minutos.

Algunos datos pueden ayudarnos a hacernos una idea de la situación de los bosques europeos:

  • Aumenta la tala de bosques, debido al envejecimiento de las masas forestales, el incremento de plagas (como “nuestra” banda marrón) y otros eventos extremos, y, sobre todo, a causa de las presiones socio-económicas que han aumentado la demanda de madera. Esto incluye, junto con el desarrollo de la bioeconomía, el apoyo y las subvenciones a la bioenergía. Los autores del estudio subrayan que dichas presiones ponen en cuestión el objetivo comunitario de neutralidad climática para 2050.
  • En efecto, los sumideros de carbono europeos disminuyen, sobre todo en los bosques gestionados.
  • Según la Agencia Europea de Medioambiente, el 31% de los hábitats forestales europeos está en mal estado de conservación, y precisa que “actualmente, menos de un tercio de los bosques europeos tienen edades diferenciadas, el 30 % tiene una sola especie (sobre todo coníferas), (…) y sólo el 5 % de los bosques tiene seis especies o más”. La situación es aún peor en los bosques boreales, con el 80% en un estado desfavorable o malo. Las plantaciones proliferan y dominan a los bosques primarios (casi inexistentes en Europa, menos del 3%) o biodiversos.

Además, la combustión de biomasa emite más contaminantes atmosféricos que el carbón, principalmente partículas finas muy nocivas para la salud.

Quizás la mejor ilustración de que hay un problema con los bosques y la bioenergía es que la Directiva de Energía Renovable se ha revisado tres veces desde 2008, siempre reforzando y extendiendo los criterios de sostenibilidad de la biomasa. En ese tiempo, se ha llegado a subvencionar la deforestación de países tropicales para producir aceite de palma para nuestros biocarburantes. Tantas reformas en tan breve tiempo son el mayor reconocimiento implícito de un fracaso, que la Comisión no asume públicamente.

¿Cómo explicar la expansión de la bioenergía?

El uso de bioenergía se ha expandido tanto debido a un marco legal favorable, y por motivos de madurez tecnológica. En los últimos años, las tecnologías solar y eólica son cada vez más eficientes y baratas, gracias al desarrollo tecnológico, las inversiones en el sector y la producción de placas solares en Asia. Sin embargo, cuando se adoptó la primera Directiva de Energía Renovable en 2008, era mucho más sencillo sustituir el carbón por biomasa en las plantas térmicas ya existentes, como pretenden seguir haciendo muchos países europeos. Además, varios Estados Miembros, contaban ya con una fuerte industria ligada a la biomasa forestal y una larga tradición de generación de energía por biomasa, que han extendido. Es el caso de los países nórdicos.

¿Puede ser la bioenergía sostenible?

En enero de 2020, el Centro Común de Investigación de la Comisión (JRC) publicó un informe muy clarificador sobre el uso de la biomasa forestal en Europa. El estudio analiza y cuantifica los diferentes usos de la biomasa forestal y presenta una serie de prácticas de gestión de los bosques positivas para el clima y la biodiversidad, o negativas. Predominan estas últimas, como la conversión de bosques en plantaciones, algo que conocemos en Euskadi.

El JRC recuerda que la mejor utilización de la biomasa para producir energía, para el clima y la biodiversidad, es aquella basada en el principio de uso en cascada, que prioriza los usos con mayor valor añadido y que permiten la reutilización y el reciclaje. Según los datos más recientes, de 2015, el 49% de la madera usada para la energía es biomasa secundaria (es decir, derivada de residuos de industrias madereras o de productos leñosos recuperados de otros sectores), mientras que el 24% era biomasa primaria. No se sabe a qué corresponde el 14% restante.

Por lo tanto, con los datos disponibles, parece que la mayor parte de la biomasa leñosa sigue el principio de uso en cascada, o casi (ya que la madera secundaria puede también tener usos en sectores como el químico, con mayor valor añadido). Esto sucede por motivos meramente económicos: los residuos son más baratos, y por lo tanto es lógico que sean prioritarios para los operadores de bioenergía.

Pero en los últimos años asistimos al desarrollo de un nuevo modelo de negocio, basado en la expansión de plantaciones de árboles de crecimiento rápido y una gestión y poda industrial, para producir biomasa a bajo precio, principalmente en forma de pellets. Es un fenómeno frecuente en el suroeste de Estados Unidos, Canadá, y en países europeos como Estonia, siempre para el subvencionado mercado europeo de la bioenergía.

Es un modelo lo vemos también en Galicia con los eucaliptos, y amenaza con llegar a Euskadi. Sus consecuencias son un desastre para la lucha contra el cambio climático (las plantaciones que se talan cada 10 años absorben 40 veces menos carbono que los bosques naturales y son menos resistentes a los eventos extremos), los suelos y la biodiversidad.

La Estrategia de Biodiversidad de la Comisión Europea se comprometía a promover el uso de “desechos y residuos no reutilizables y no reciclables (…) [en] todas las formas de bioenergía” y “reducirse al mínimo el uso de árboles enteros y de cultivos alimentarios y forrajeros, tanto procedentes de la UE como importados”.

Sin embargo, los cambios en la nueva propuesta de RED se limitan a proteger los bosques primarios (3% del total, en su inmensa mayoría ya protegidos), y a anunciar legislación adicional que limitará las ayudas de estado a bioenergía que no respete el principio de uso en cascada. Esto último, cuya aplicación práctica no está clara, ya tiene a un buen número de Estados Miembros en contra, principalmente nórdicos y bálticos. Y eso que países como Suecia presumen de su gestión sostenible de los bosques…

“Cambiare tutto per non cambiare nulla”

¿Cómo podemos explicar este doble estándar de la Comisión Europea, entre la ambición del Pacto Verde Europeo y la timidez de las propuestas legislativas sobre bioenergía?

Dentro del reciente paquete “Fit for 55”, llama la atención el contraste entre la ambición descarbonizadora de algunas políticas, como el ETS o el LULUCF, con la timidez de la propuesta de reforma de la RED. Lo podemos explicar por propio funcionamiento de las instituciones europeas. La UE no es un estado y la Comisión no es un gobierno. Las propuestas legislativas deben ser discutidas y aprobadas por el Parlamento Europeo y por el Consejo, es decir, los Estados Miembros. Algunos de éstos, como Suecia y Finlandia, se han movilizado para presionar a la Comisión. Incluso algunos Comisarios defienden internamente los intereses de sus gobiernos y sus lobbies, a pesar de que según los tratados deban representar a la UE y no a su país. Cabe pues esperar una resistencia enorme en el Consejo a la propuesta de la Comisión para reformar la RED, y sobre todo su referencia a las ayudas de estado y al uso en cascada de la biomasa. Los principales ponentes de Parlamento Europeo para bosques, así como los más altos cargos de la Comisión a cargo de estos dosieres son nórdicos o de países bálticos.

La Presidenta Von der Leyen y su Vice-presidente Timmermans están en una posición incómoda. Por un lado, necesitan el apoyo de los países nórdicos para mantener una ambición climática elevada frente a los países del este. Pero los países nórdicos presentan líneas rojas para que no se toque el funcionamiento habitual de sus industrias forestales.

La UE pretende ser climáticamente neutra para 2050 y, aunque representa menos del 10% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero del planeta, desea servir de ejemplo. Sin embargo, en casos como la bioenergía, el ejemplo puede ser negativo. Hay voces que alertan del peligro que supondría que países como los Estados Unidos replicaran el modelo, algo que la administración Biden no descarta.

No es la UE la que subvenciona la bioenergía, sino sus Estados Miembros. El marco legal europeo permite las ayudas de estado, pero no obliga. Es por tanto fundamental que todos hagamos lo posible para que se conozcan los riesgos de la expansión de la bioenergía, replicando a sus lobbies y publicistas, y para exigir que no se repliquen modelos nefastos para el clima, la biodiversidad y nuestra salud.

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