Apuntes acerca del devenir de la ciudad, de la modernidad a nuestros días
“Rurizad lo urbano: urbanizad lo rural: Replete terram”
Ildefons Cerdà
(Galde 11, verano 2015). Antoni Ramon Graells. Rurizar. A mediados del siglo XIX, el ingeniero Ildefons Cerdà inventa este verbo, todavía hoy no reconocido por los académicos redactores del Diccionario de la lengua española, el sentido del cual, sin embargo, podemos intuir fácilmente. Introducir lo rural en lo urbano, aproximar lo urbano a lo rural. La frase, que se encuentra al inicio de la Teoría General de la Urbanización, 1 marca la dirección a seguir por el urbanista a la hora de planear el futuro de la ciudad. Ojalá se hubiera seguido.
En 1867 Ildefons Cerdà percibe la contradicción campo ciudad contemporáneamente a Karl Marx, que la situaba en el marco de las dicotomías que debía superar la sociedad comunista. Para el materialismo dialéctico resolver esta contradicción suponía una nueva manera de pensar, de concebir la urbanización, de ordenar el territorio, que debía acompañar a la desaparición de las clases. Al igual que la muerte del Arte, absorbido por la Vida, tal como propugnaban los constructivistas. O la superación de la contradicción entre trabajo manual y trabajo intelectual.
En los años que siguieron a la revolución soviética, del debate acerca de los caminos a seguir en la construcción de la ciudad socialista surge la polémica entre urbanistas y desurbanistas Los primeros defendiendo la concentración urbana, y por tanto el mantenimiento de los estatus separados de ciudad y campo, y los segundos abogando por la idea de ciudad lineal como modelo integrador. La propuesta desurbanista de Nicolaj Alexandrovich Miljutin para la ciudad de Sosgorod se estructuraba en una serie de franjas paralelas: ferroviaria; de actividades productivas, administraciones comunales y institutos tecnológicos y de investigación; verde; residencial, con servicios y parques integrados; y, agrícola. Una organización pensada con la voluntad de equilibrar los asentamientos urbanos en el conjunto del territorio. 2 Frente a ella, el stalinismo se inclinó por el centralismo urbano, considerándolo más acorde con las directrices de los planes quinquenales, pero también, y quizás fundamentalmente, entendiéndolo ideológicamente como más representativo del poder que encarnaba el Estado.
Contemporáneamente, Le Corbusier lanzaba una sucesión de proyectos de ciudades modernas, de la Ville contemporaine para tres millones de habitantes a la Ville Radieuse. La primera, presentada el 1925 en la Exposición Internacional de Artes Decorativas en París y expuesta en el libro Urbanisme, 3 si bien nacía de una crítica a la congestión, la irregularidad del trazado viario y la extensión en mancha de aceite de la ciudad industrial, dibujaba una composición jerarquizada, imbuida de un cierto academicismo. En una inmensa plaza situada en el centro de la ciudad confluían todos los tráficos. Dos autopistas perpendiculares que atravesaban la ciudad. Las líneas de ferrocarril y metropolitano en una estación central subterránea a diversos niveles. Y en el sueño futurista del arquitecto, un aeropuerto donde aterrizaban los aviones en medio de los altos rascacielos cartesianos proyectados por el propio Le Corbusier.
En 1933 la Ville Radieuse recogía algunas ideas esbozadas por los desurbanistas soviéticos. Desechando la opción centralizadora de la Ville Contemporaine, la Ville Radieuse podría extenderse en franjas horizontales por el territorio, aunque su configuración presenta una cierta similitud con un cuerpo humano. La cabeza pensante es la ciudad de los negocios, el núcleo del poder económico, cercana a la estación central y el aeropuerto. El corazón, el espacio de la política. La columna vertebral, la zona de la cultura y el ocio. Y los miembros, el de la fuerza de trabajo y de la producción. Un eje viario vertical distribuye el tráfico urbano, y en contacto directo con la zona industrial el ferrocarril actúa de conexión interurbana horizontal. 4
Ciudades horizontales, todas ellas, frente a las que Ludwig Hilberseimer, en 1927, en Groszstadt Architektur, 5 postula la Ciudad Vertical. Las perspectivas con las que la representa dibujan una ciudad aséptica, uniforme, monótona. El propio Hilberseimer años después reconocía haber planeado más bien una necrópolis, que no una metrópolis. Una ciudad, eso sí, higiénica, racionalista, paradigmática de las ideas de la neue sachlichkeit -la nueva objetividad. En ella, la vivienda ocupa el estrato superior, bien iluminada y ventilada, el comercio, la zona intermedia, y la industria la inferior, evitando así desplazamientos inútiles entre residencia y trabajo. Alterando el modelo de Hilberseimer el cine ha imaginado otras ciudades verticales, unas veces utópicas, ideales, otras distópicas, opresivas. 6
Es una utopía la Metrópolis de Fritz Lang? 7 Más allá de las fulgurantes secuencias de aviones volando en medio de imponentes rascacielos, en Metrópolis se respira la angustia expresionista. Una cierta ambigüedad, es cierto, transmite la película. A poco que no prestemos atención, inicialmente puede hacernos pensar que la ciudad obrera se sitúa en un estrato inferior a la ciudad de los dirigentes y superior al de la industria. Pero no, la ciudad obrera se ubica debajo de la industria, subrayando la dependencia del proletariado de los medios de producción: la máquina-Móloch, un dios terrible al que se le debían constantes sacrificios humanos, obreros. La destrucción de la máquina por los obreros atizados por la enloquecida robot-María supondrá la destrucción de la ciudad proletaria.
Mas ya fueran horizontales o verticales, aquellas ciudades nacían con la intención de ser funcionales, zonificadas según usos que no debían mezclarse en el territorio. En 1933, el IV CIAM, el Congreso Internacional de Arquitectura Moderna, planteó precisamente la ciudad como tema central de discusión. Trasladado el congreso de Moscú a Atenas, precisamente por los cambios políticos que estaba sufriendo la Unión Soviética, los debates se iniciaron en la travesía del Patris II de Marsella a la capital de Grecia, donde se redactó la Carta de Atenas, el programa urbanístico del movimiento moderno. La zonificación de la ciudad en funciones: habitar, circular, trabajar, disfrutar, debía regir el planeamiento de la ciudad de los tiempos modernos.
Tras la Segunda Guerra Mundial, la reconstrucción de las ciudades destruidas creó las condiciones para llevar a cabo esta ciudad funcional. Pero la realización de los polígonos europeos, puso de manifiesto la dificultad de los presupuestos funcionalistas para generar vida urbana. A mediados de los años sesenta, la puesta en crisis del funcionalismo aplicado a la construcción de la ciudad se expresa desde el ámbito de la sociología por Jane Jacobs 8 o Henri Lefebvre. 9 Un ataque que se fija no tanto en la forma de la arquitectura, como en los principios y objetivos que modelaban el planeamiento urbano moderno. Una crítica que ya se había formulado desde la propia disciplina arquitectónica.
En 1956, en el X CIAM de Dubrovnik dedicado al “hábitat urbano” un grupo de arquitectos jóvenes, alineado en el denominado Team 10, cuestiona los paradigmas de la generación anterior, que todavía comandaba. Al globalizador y despersonalizado lenguaje arquitectónico del Estilo Internacional opone el valor del concepto de “identidad”. A los polígonos de viviendas, criticados por su frialdad y uniformidad, el “cluster” un modelo de agrupación de geometría menos rígida y variable según el contexto. Aun así su alternativa era más una reforma que no una ruptura, tal como se percibe en las realizaciones de los miembros del grupo, los holandeses Jaap Bakema y Aldo van Eyck, los ingleses Alison & Peter Smithson, o el francés Georges Candilis. 10
Diez años después, el arquitecto italiano Aldo Rossi en la arquitectura de la ciudad pone de relieve la dimensión arquitectónica del hecho urbano y la dimensión urbana de la arquitectura. 11 El edificio no se puede pensar al margen de la ciudad. Ni la ciudad al margen de la historia. La ciudad siempre hace referencia al pasado, ya que es propio del hecho urbano su permanencia en el tiempo. La ciudad es depositaria de la historia, de una historia que no podemos despreciar. Los tiempos de la tabula rasa de las vanguardias arquitectónicas de entreguerras habían –al menos momentáneamente- finalizado. Las teorías de Rossi y de los arquitectos de la denominada tendenza, o de los hermanos Rob y Leon Krier 12 ponían en valor la ciudad histórica y los elementos que la caracterizaban: calles, avenidas, plazas, salones, de los que el urbanismo del movimiento moderno había renegado.
Una nueva etapa se abre a finales del siglo XX, y con más fuerza en el siglo XXI. El neoliberalismo de la época tatcheriana encuentra en la remodelación urbana de los docklands de la ribera del Támesis en Londres la oportunidad de llevar a cabo una actuación paradigmática, una afirmación del anti planeamiento, la ciudad de los promotores, tal como la denominó Peter Hall. 13 Una operación, eso sí, empequeñecida por las que hoy en día se están llevando a cabo en las denominadas economías emergentes asiáticas o en algunos de los emiratos árabes. La ciudad del espectáculo. Seguramente Guy Debord ni se imaginaba la dimensión que tomaría su visión de la sociedad contemporánea. 14
Y acompañando, dando lustre a esta sociedad, materializándola, se destaca la figura del arquitecto mediático. Ponga un top model de la arquitectura en su ciudad, si quiere que ésta esté bien situada en el ranquin mundial. La competencia entre ciudades forma parte de la ideología neoliberal. Los cantos laudatorios del arquitecto holandés Rem Koolhaas hacia New York en Delirious New York. Un manifiesto retroactivo para Manhattan, 15 traen consigo una exegesis de la densidad, de la polifuncionalidad, del tráfico, de la congestión. El Rockefeller Center es, según Koolhaas, el edificio-ciudad que en los años 30 del siglo XX expresaba este modelo. Más allá de la atracción visual de las arquitecturas, incluso de la calidad en algunas obras, y de la capacidad de seducción de la fraseología de Rem Koolhaas, Jean Nouvel, Norman Foster o Frank Gehry, por citar a algunos arquitectos, los edificios icónicos encajan en esta ciudad espectáculo en la que el ocio cultural y el turismo está jugando un papel protagonista.
Desde una aproximación ecológica, las grandes metrópolis contemporáneas tienen un metabolismo lineal. Extraen lo que necesitan de una zona extensa sin pensar en las consecuencias, deshaciéndose de los desechos que generan. Extraen y no reponen, estableciendo una relación parasitaria con el medio ambiente. Nunca tanto como ahora las ciudades tienen potencial para dañar gravemente la naturaleza. Es posible una ciudad sostenible ecológicamente? Para que lo sea hay que replantear y reorganizar su funcionamiento. Establecer un metabolismo circular. Usar los recursos próximos, proteger las tierras de cultivo cercanas, poner un límite al crecimiento de la ciudad. Pensar en la necesidad de devolver los recursos a la tierra. Reducir la movilidad obligada entre residencia y trabajo, entre residencia y escuela.
El tamaño es importante. ¿Qué hacer con las cerca de 40 aglomeraciones de más de 10 millones de habitantes del planeta Tierra? ¿Qué hacer cuando la mayoría de ellas se encuentran en países en vías de lo que se ha venido a denominar “desarrollo”? La actual tendencia dominante parece ser la de la hipertrofia. La ciudad, que junto con el lenguaje es la gran obra de arte de la humanidad, según escribió Lewis Mumford, 16 deviene un monstruo. Tal vez recuperar la identidad de sectores de la ciudad sea una manera de hacer más pequeño, lo grande. De hacerlo más humano. De construir, reconstruir comunidades, donde las relaciones sociales puedan ser posibles.
La crítica a las ciudades contemporáneas debe ser también una crítica política. A la concentración que representan de poder y de dinero, demasiado a menudo anónimos, y por tanto todavía más incontrolables. A las desigualdades, a las bolsas de pobreza y de marginación que se instalan en ellas. A los procesos de gentrificación, “elitización”, que se producen cuando una zona, un barrio ocupado por clases populares es puesto de moda, apetecido, por sectores económicamente más poderosos, que buscan expulsar a la población que vive en él. Unas fuerzas contra las que pugnan movimientos sociales, ciudadanos, vecinales.
En el siglo XVIII el abad Marc- Antoine Laugier, fiel al espíritu ilustrado de valoración de la Naturaleza, en su Essai sur l’Architecture establecía una analogía entre la ciudad y un jardín. 17 ¿Un jardín o una jungla? Seguramente es más adecuada la última semblanza. La jungla, donde las especies más fuertes -económicamente, políticamente- devoran, o lo intentan, a las más débiles. Así han sido las ciudades desde su nacimiento, así lo son en la sociedad post-capitalista contemporánea.
Notes:
- Ildefons Cerdà, Teoría General de la Urbanización y aplicación de sus principios y doctrinas a la Reforma y Ensanche de Barcelona, Instituto de Estudios Fiscales, Barcelona: 1968; v. o.: 1867. ↩
- Nikolaj Alexandrovich Miljutin, “Sosgorod. El problema de la construcción de las ciudades socialistas”, en: Carlo Aymonino, Orígenes y desarrollo de la Ciudad moderna, Gustavo Gili, Barcelona: 1972, p. 285-329; v. o.: 1930. ↩
- Le Corbusier, La Ciudad del Futuro, Infinito, Buenos Aires: 1985; v. o.: 1924. ↩
- Le Corbusier, La Ville Radieuse, Vincent, Fréal & Cie, Paris: 1933. ↩
- Ludwig Hilberseimer, La arquitectura de la gran Ciudad, Gustavo Gili, Barcelona: 1979; v. o.: 1927. ↩
- Acerca de este tema ver: Sara Pérez Barreiro, Arquitecturas cinematográficas en los espacios de la ciencia ficción. De la Luna a las Galaxias. 1902-2005. Departamento de Teoría de la Arquitectura y Proyectos Arquitectónicos. Universidad de Valladolid. ↩
- De 1927, el mismo año que la publicación de Groszstadt Architecktur de Ludwig Hilberseimer, es la película Metrópolis dirigida por Fritz Lang ↩
- Jane Jacobs, Muerte y vida de las grandes ciudades, Capitán Swing, Madrid: 2011. Prólogo de Manuel Delgado; v. o.: 1961. ↩
- Henri Lefebvre, El derecho a la Ciudad, península, Barcelona: 1978; v. o.: 1968. Y del mismo autor: De lo rural a lo urbano, península, Barcelona: 1973; v. o.: 1970. ↩
- Dirk van de Heuvel y Max Risselada (eds.), Team 10. 1953-81. In search of a Utoppia of the present, NAi Publishers, Rotterdam: 2005. ↩
- Aldo Rossi, La arquitectura de la Ciudad, Gustavo Gili, Barcelona: 1971; v. o.: 1966. ↩
- Rob Krier, Stuttgart. Teoría y práctica de los espacios urbanos, Gustavo Gili, Barcelona: 1976; v. o.: 1975. André Barey, “Propos sur la reconstruction de la ville européenne”, Declaration de Bruxelles, Éditions des Archives d’Architecture Moderne, Bruxelles: 1980. ↩
- Peter Hall, Ciudades del mañana. Historia del urbanismo en el siglo XX, Ediciones del Serbal, Barcelona: 1996; v. o.: 1988 ↩
- Guy Debord, La Sociedad del espectáculo, La Marca, Buenos Aires: 1995; v. o.: 1967. ↩
- Rem Koolhaas, delirio de nueva york, Gustavo Gili, Barcelona: v. o.: 1978. ↩
- Lewis Mumford, La cultura de las ciudades, Emecé editores, Buenos Aires: 1945; v. o.: 1938. ↩
- Marc Antoine Laugier, Ensayo sobre la arquitectura, Akal, Madrid: 1999; v. o.: 1753. ↩