Algunas lecciones derivadas del procés

 

Empresariado, poderes económicos y dinámicas políticas: algunas lecciones derivadas del procés

(Galde 20 – invierno/2018). Colectivo Mugalariak.
¿Qué reflexiones podrían haberse sobre el papel jugado por el empresariado durante la crisis catalana? ¿Se les fue de las manos el procés a los empresarios, por acción u omisión? Sin ánimo de ser exhaustivos, creemos que -apoyándonos en la información y en los datos aportados en este dossier- pueden destacarse algunos aspectos relacionados con esta cuestión. Veamos.

Por un lado, es preciso reconocer que el procés ha ocupado y preocupado al empresariado catalán de manera muy acentuada a lo largo de los últimos años, generando un amplio movimiento político y asociativo que, con matices propios, no ha sido en absoluto ajeno al vivido en otros sectores de la sociedad catalana. Y, al igual que en ésta, dentro del empresariado se ha puesto de manifiesto la existencia de una amplia variedad de sensibilidades. La situación generada a este respecto puede leerse desde una doble perspectiva: por una parte, desde la voluntad de bastantes empresarios de apoyar el procés o de oponerse al mismo; y, por otra parte, desde el empeño de distintos sectores políticos y sociales impulsores del procés –con la excepción de la CUP- por lograr el apoyo -o cuando menos la neutralidad- del ámbito empresarial, como elemento clave de su estrategia. En la confluencia y en el conflicto entre estas dos perspectivas deben entenderse las -a veces complejas o ambiguas- tomas de posición de las distintas patronales, así como la aparición de foros, plataformas y grupos de presión surgidos para participar en el procés u oponerse al mismo en nombre del empresariado. Y dentro de ese complejo juego de fuerzas es donde hay que ver también el papel –considerado por muchos como equidistante- de otras instituciones como las Cámaras de Comercio –especialmente la de Barcelona- o, sobre todo, del Círculo de Economía, importante foro de debate y reflexión con gran prestigio y arraigo entre el empresariado pero también en ámbitos políticos y académicos.

En segundo lugar cabe apreciar que, por encima de las diferencias exhibidas, la gran mayoría del empresariado ha tratado de actuar con cautela, y ello en un doble sentido. Por un lado, para evitar que las cosas se descontrolasen, dando lugar a una situación de inestabilidad económica y social a todas luces contraria a sus intereses. Para ello, y salvo contadas excepciones, unos y otros han insistido en el diálogo y en la defensa de la legalidad. En palabras de Gay de Montellà (Presidente de Foment) se trataba sobre todo de que “los debates políticos se conduzcan con responsabilidad y a través de las instituciones democráticas establecidas”, mientras dirigentes de las patronales más soberanistas insistían a su vez en evitar posiciones de ruptura. Y, por otra parte, la cautela de gran parte de los empresarios hay que verla también en relación con la propia incertidumbre generada por los políticos y/o con la confianza en que, finalmente, se impondrían el diálogo y el acuerdo. Es presumible que, en ese contexto, muchos no consideraran prudente una toma de posición pública rotunda, optando por modular su discurso y tratar de situarse lo mejor posible en un escenario plagado de incógnitas e incertidumbre. Cosa distinta es la lectura –más o menos interesada- que algunos sectores políticos pudieron hacer de esas cautelas, y las conclusiones –más o menos acertadas o erróneas- que de ello se derivaran.

“Se hicieron lecturas políticas interesadas y erroneas de las cautelas mantenidas por algunos sectores del empresariado”

Por otra parte, es interesante observar que la diversidad de posiciones del empresariado catalán no está relacionada con un único asunto, sino asociada a condicionantes diversos. Más allá de la ideología o los sentimientos identitarios de cada empresario/a individual, lo cierto es que la posición adoptada ante el procés ha estado mediatizada por factores como: a) el sector de actividad, el volumen de negocio y el tamaño de las empresas. Por ejemplo, las encuestas realizadas por CECOT en 2012 mostraban que la opción independentista perdía fuerza en las empresas más grandes, bajando del 53% como media, al 38% en las de más de 100 trabajadores; b) La cuestión de Europa, especialmente sensible para el sector financiero, algunos de cuyos representantes señalaron que no podían arriesgarse a estar, ni 10 minutos (y sabían que sería mucho más tiempo), fuera del paraguas del BCE; c) La mayor o menor exposición al mercado español. Incluso una persona como Vicenç Pedret, miembro del Cercle Català de Negocis y dirigente de FemCat entre 2015 y 2017, reconocía a este respecto que “la posición de los empresarios sobre el procés está en relación con el volumen de negocio que tienen con España”. Téngase en cuenta que en entidades como el Banco de Sabadell o la Caixa, dos tercios de su actividad están fuera de Catalunya, por lo que cualquier alineamiento con el soberanismo catalán habría sido letal para su negocio; d) La composición societaria y/o la participación del capital extranjero en las empresas. Es importante recordar en este sentido que un significativo número de multinacionales químicas, farmacéuticas, del automóvil, la electrónica, la informática, la alimentación… tienen su sede española en Barcelona o en otros puntos de Cataluña.

En cuarto lugar, el mapa empresarial catalán -con más de 600.000 entidades registradas en 2017- muestra las dificultades existentes a la hora de hablar del “empresariado”. Más de la mitad de esas empresas no cuenta con ningún asalariado y el 90% de las mismas tiene menos de 10. Sin embargo, muchas micro empresas, autónomos, despachos profesionales, etc., forman parte de las organizaciones empresariales y no pocas de ellas han sido parte activa a lo largo del procés, participando en actividades y lobbies diversos. No menos importante es la complejidad que añade a este panorama el papel desempeñado por distintos ejecutivos situados al frente de las empresas, a las cuales representan con su voto en distintas asociaciones patronales en las que participan. Todo ello pone de manifiesto lo problemático que resulta interpretar el sentir del “empresariado”, así como la relativa facilidad con que, a lo largo de los últimos años, han circulado posicionamientos que, en distintos sentidos y con diversos matices, pretendían arrogarse su representación. En ese contexto, es probable que algunos sectores políticos no hayan tenido suficientemente en cuenta el poder que algunos sectores y algunas empresas tienen a la hora de influir en los momentos más decisivos. Se ha mencionado con anterioridad el caso del sector financiero, pero podría mencionarse asimismo el impacto y la influencia social de empresas que tienen un mayor número de trabajadores y especialmente de aquellas que cuentan con convenios. En Catalunya, el 90% de los trabajadores/as con convenio colectivo están empleados en empresas adscritas a Foment del Treball, lo que da idea de la incidencia social -directa o a través de los sindicatos- de las tomas de posición de esta patronal.

En quinto término, cabe señalar que lo sucedido a lo largo de los últimos años ha fracturado la alianza establecida desde el comienzo de la transición entre el establishment constituido en torno al catalanismo político de un lado, y los sectores más influyentes del empresariado catalán por otro. Aun admitiendo la vieja tesis de Jordi Solé Tura 1 de que la relación entre las organizaciones del empresariado y la burguesía con el catalanismo ha tenido mucho de “instrumental y táctica”, lo cierto es que el importante papel jugado en Madrid durante años por el pujolismo fue aprovechado por muchas empresas catalanas en su propio beneficio, tejiéndose una tupida red de complicidades que, en parte, ha salido a la luz con motivo de algunos episodios de corrupción. Sin embargo, la puesta en marcha del procés y, sobre todo, lo ocurrido a partir del 2012, vino a quebrar el vínculo entre CIU y buena parte del empresariado, hasta el punto de que el propio presidente de Foment del Treball llegó a decir en 2016 que el procés había “ahogado al catalanismo”, en el que unos y otros se habían sentido cómodamente instalados durante años. La manera en que, en el futuro, busquen su representación política los distintos sectores del empresariado catalán constituirá sin duda una de las claves sobre los escenarios que puedan dibujarse. Lo que parece obvio es que, al menos a corto plazo, dichos escenarios ya no podrán pivotar sobre un espacio transversal como el que, en cierto modo, representaba el catalanismo, lo que probablemente agudizará las pugnas entre unos y otros sectores económicos dentro de Catalunya.

Finalmente, y enlazando con esa mirada hacia el futuro, no debería olvidarse que el procés ha dejado también tras de sí un reguero de manifestaciones de incomprensión y desconfianza entre la cúpula madrileña de la CEOE –algunos de cuyos miembros han hecho gala de un rancio españolismo- y sectores de la patronal catalana, que han llegado a afectar al propio presidente de la CEOE, Juan Rosell. Ello ha puesto sobre la mesa la profunda incomprensión que existe en algunos círculos de Madrid sobre la compleja realidad política y social –pero también económica y empresarial- catalana. Parece que las continuas muestras de oposición al soberanismo por parte de los sectores más influyentes de Foment del Treball, o el discreto trabajo llevado a cabo para desactivar las posiciones más favorables al mismo, han pesado mucho menos que las –por otra parte imprescindibles- llamadas al diálogo y a la búsqueda de vías intermedias. Los ataques lanzados contra el grupo editor de La Vanguardia por sus posiciones favorables a encontrar un acuerdo constituyen otra muestra de esa intransigencia y radicalismo mostrados desde sectores de la cúpula empresarial madrileña.

Es difícil saber cómo podrá evolucionar todo ello en el futuro, pero no es improbable que, como consecuencia de todo ello, puedan producirse realineamientos y reorganizaciones en el seno de las patronales catalanas. En todo caso, eso requerirá tiempo y, a corto plazo, lo más probable que, tras el desgaste de los últimos meses, los distintos sectores del empresariado catalán se mantengan a la expectativa, en espera de que, una vez puestas ya las cartas boca arriba, se recomponga el panorama político e institucional en Cataluña.

“La experiencia catalana ha mostrado que los poderes económicos están sólidamente instalados entre el empresariado. Pero ello no significa que todo el empresariado forme parte de los poderes económicos”.

Para terminar, y volviendo al inicio de estas reflexiones, es preciso concluir que –en contra de algunas apariencias o de percepciones instaladas fuera de Cataluña- el empresariado catalán no ha estado en modo alguno callado a lo largo de esto tiempo, si bien es cierto que no ha defendido una única posición, ni se ha expresado a veces con la rotundidad que algunos esperaban. Lo que ocurre es que, como en muchos otros países, en esta fase del capitalismo global el empresariado –tomado así en general- es algo muy complejo, en lo que se mezclan intereses muy diversos, y cuya relación con los poderes económicos reales es bastante sutil. Es cierto que los poderes económicos –aquellos que tienen de verdad capacidad para influir en la marcha de la economía- están sólidamente instalados entre el empresariado. Pero ello no significa que todo el empresariado forme parte de los poderes económicos.

En ese sentido, es verdad que la estrategia del Govern contó con un amplio apoyo –para algunos no exento de cierto clientelismo- de distintos grupos y sectores empresariales, sobre todo entre emprendedores y autónomos, en pequeñas y medianas empresas, y muy especialmente en algunas comarcas catalanas. Pero no es menos cierto que nunca tuvo el soporte de los principales grupos empresariales y financieros, aquellos con mayor capacidad de incidir en algunos mercados –como el bancario-, de influir en los medios de comunicación, de propiciar cambios en la opinión pública y, en definitiva, de hacer descarrilar el procés.

Es posible que durante los primeros años del procés, estos últimos –el empresariado más próximo a los poderes económicos españoles y europeos- no se tomara muy en serio la hipótesis de una ruptura unilateral. Muchos pensaron probablemente que era un farol y que, llegado el momento, el catalanismo más conservador impondría su criterio y las aguas volverían a su cauce. Resulta significativa a este respecto la anécdota que comentaba hace unas semanas Antón Costas, catedrático de economía de la Universidad de Barcelona y Presidente del Círculo de Economía entre 2013 y 2016: “Hace dos años –decía Costas– le pregunté a un amigo, presidente de una multinacional catalana, si estaba preocupado por una declaración de independencia. Y su contestación fue, «mira Antón, si lo creyese, me preocuparía».

Otros sectores del empresariado, más próximos al soberanismo, confiaron ingenuamente en que el gobierno central se avendría a negociar, permitiéndose de esa manera la independencia pacífica de Catalunya mediante una consulta pactada, de modo que la actividad económica no se vería afectada en exceso. “El procés no afecta a la economía ni a las buenas expectativas. Catalunya es una sociedad madura”, decía hace aún pocos meses David Garrofé, dirigente d CECOT, lo que resulta bastante sintomático.

Tal vez todo ello pudiera explicar que, pese al intenso debate protagonizado durante estos años y al cúmulo de iniciativas y movimientos desplegados en el seno del empresariado catalán, la mayor parte del mismo no haya realizado declaraciones especialmente sonoras durante los primeros años, y ello pese a la creciente preocupación existente por el escaso control sobre el procés mostrado por la antigua Convergencia. Sin embargo, cuando las cartas se pusieron boca arriba, tras la intervención del rey y la puesta en marcha del 155, se acabó la magia, se apagaron las luces, y todos los sectores del país –incluidos los poderes económicos y el amplio y complejo empresariado catalán- se vio obligado a tomar partido en unos casos, o a matizar posiciones anteriormente defendidas en otros.

Notes:

  1. Jordi Solé Tura: Catalanismo y revolución burguesa. El Viejo Topo, reeditado en 2017.

Categorized | Política

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