(Galde 22, otoño/2018/udazkena). Txaro Arribas. Integrante de la Junta del Alarde igualitario de Irun.
Explicar el largo y a veces doloroso camino que hemos hecho desde que hace 22 años se planteó la reivindicación de la igualdad entre hombres y mujeres en las fiestas y, más en concreto en los Alardes del Bidasoa, y en el caso al que me referiré, el de Irun, sería largo y prolijo. Por eso solo quiero exponer algunas reflexiones.
Hoy en Irún existen dos Alardes porque ni desde la justicia ni desde la política se han dado respuestas satisfactorias a la discriminación de las mujeres en los Alardes.
Según la justicia no se puede hacer un Alarde que discrimine a las mujeres si éste es de organización pública, pero si la organización es privada, como es el caso, sí es posible; aunque dicho Alarde se celebre en el espacio público, en las calles de nuestra ciudad.
Tampoco desde la política ha habido voluntad ni valor para abordar el conflicto. Para el PSE, PNV y PP, el cálculo electoral, o sea, el miedo a que una postura favorable a las mujeres se tradujese en una pérdida de votos les ha llevado a aliarse con el sector más tradicionalista y machista de nuestra ciudad, apoyando de hecho al Alarde que excluye a las mujeres y recibiéndolo desde el balcón del Ayuntamiento cada año.
Ante esta situación teníamos pocas opciones y muchas dudas: irnos a casa o intentar sacar adelante un Alarde que reuniese las condiciones de no discriminación que nos parecen propias de este siglo. Así que pusimos en pie un Alarde que ha cumplido 20 años y que se consolida y crece sumando más personas cada año, sobre todo mujeres.
Son varias las ventajas que le veo a esta estrategia por la que optamos y que, en principio, tampoco sabíamos qué recorrido nos iba a permitir.
Por una parte, ocupamos el espacio público con un Alarde donde las mujeres accedemos a todos los puestos, incluidos por supuesto, los de mayor representación como es el de General.
Ocupamos el espacio público, pero también el espacio simbólico. En el imaginario colectivo de nuestras niñas y niños que han nacido en estos 20 años ya no pueden imaginar un Alarde sólo de hombres. Y las nuevas generaciones de mujeres ya no van a aceptar ser excluidas del acto más importante de nuestras fiestas y relegadas al papel de espectadoras desde las aceras, porque ya han comprobado que esa solo es una opción entre las otras muchas que el Alarde igualitario les brinda.
Se visibiliza que es posible hacer un Alarde conforme a valores de igualdad entre sexos y que no pierde su carácter de celebración y de ritual colectivo, más bien gana, porque demuestra su capacidad de integrar a toda la ciudadanía.
También, cada año, miles de personas discuten sobre la igualdad, es un debate transversal que atraviesa a toda la sociedad e interpela a cada persona sobre dónde y cómo colocarse el día 30 de junio. Cientos de chicas jóvenes que salen por primera vez tienen que peleárselo en casa, en la cuadrilla, en el trabajo, y cada persona que ese año da un paso al frente es una persona que ha tomado conciencia de la importancia de la igualdad entre hombres y mujeres.
Este Alarde se ha consolidado como referente indiscutible de la lucha por la igualdad en las fiestas que no pueden ser discriminatorias bajo ningún concepto, ya que el recurso a la tradición tampoco lo justifica.
El Alarde igualitario es una realidad aceptada yo diría que por una gran mayoría de la ciudadanía irunesa. Incluso para personas que no se plantean participar, ya no está en discusión su existencia.
El trabajo de todos estos años nos permite hacer un Alarde donde prima el reconocimiento entre personas que queremos empujar un proyecto menos rígido, más festivo, joven y vivo. Lentamente vamos ganando sociedad, cada vez hay más personas que emocionalmente se van sintiendo más cercanas y ligadas a este proyecto. Porque aquí están sus hijas, amigas, hermanas…
En definitiva, a día de hoy tenemos un Alarde de 1600 personas y varios miles que nos aplauden, animan y apoyan desde las aceras, conscientes de que están empujando la causa de la igualdad. Un Alarde muy emocionante, de valientes, de resistentes.
Ha sido duro, ha sido largo, pero ha merecido la pena.