Galde 41, Uda 2023 Verano. Joseba Eceolaza.-
El final de ETA ha sido como toda su existencia; el reflejo de una decadencia evidente basada en la idea de la vanguardia autoreferencial. El “nacimos del pueblo, nos diluimos en él” suena a perturbado.
La derrota del terrorismo ha sido evidente. Al daño causado a las víctimas y a la parte de la sociedad a la que amenazaban, se suma el daño provocado al conjunto de la sociedad, a nuestra ética pública, a nuestra convivencia y a nuestro ambiente político. Ni una sola de las reivindicaciones políticas han sido tenidas en cuenta y habrá presos en las cárceles, con largas condenas, durante muchos años más. ETA no dejó de matar tras una reflexión ética, lo dejó porque ya se le hacía insostenible seguir.
Así las cosas, en esta patria de los eufemismos, hay quienes creyeron que construir la ficción del proceso de paz, de los verificadores internacionales y las entregas públicas de armamento podía ser una buena y honrosa forma para que ETA pudiera desaparecer. Pero lo cierto es que ya hace muchos años que ETA estaba desaparecida. Por eso mismo los actos de cierre, por ejemplo el convocado en Baiona, no estuvieron acompañados por la euforia. Nadie toco la bocina de su coche, ni hubo celebraciones, ni alegría desbordante en las calles. La sociedad ya estaba en la paz antes de que ETA decidiera dejar de matar.
La tarea que nos toca abordar en el tiempo postETA, también tiene que ver con lo que contamos y como lo hacemos. Es obvio que habrá relatos plurales, pero creo que tenemos que tener la honestidad de contarnos la verdad para construir una narrativa ética compartida. Se suele decir que la verdad es un derecho, pero creo que la verdad es sobre todo una cualidad de la nueva convivencia que se aspira a construir.
La deslegitimación de la violencia se asocia a la conclusión de que esta no es justa, pero la deslegitimación nos conecta tambiéncon la deconstrucción del estilo ylos valores de quienes se han valido de la violencia para tratar de imponerse sobre la sociedad. La violencia embrutece a quienes la ejercen y a quienes la han defendido. Y en nuestro caso de esto va la famosa garantía de no repetición.
La tarea prepolítica de la deslegitimación de la violencia y, por lo tanto de la idealización de los victimarios, no permite que se haga de forma intermitente, ni por fascículos. Decir que se reconoce el daño provocado y a la vez glorificar a quien generó ese mismo daño supone una disonancia que estropea el camino hacia una convivencia real y sana, si tal cosa es lo que se pretende. El autoloegío de los victimarios y de quienes fueron en el mismo tren es un lastre para la convivencia. Lo dijo Josu Elespe, hijo del concejal socialista Froilán Elespe, asesinado en el año 2001, “la convivencia plena requiere enfrentarse a la realidad de lo que hicieron”. Como tantas veces se ha afirmado para la paz hacen falta (nuevas) mentalidades de paz.
Por eso nos tenemos que rebelar ante quienes ponen en marcha un relato para neutralizar otro. Como si las víctimas se compensaran, como sinos consolara saber que hubo crueldad en los otros,como si una muerte justificara otra. Como si la teoría del empate nos acercara a un futuro mejor. De hecho, olvidar también es contar las cosascon un sesgo que no aguanta un mínimo contraste.
Merece la pena escuchar a las víctimas del terrorismo sin peros ni matices, sin anteojeras, sin cortocircuitos. Porque las víctimas y los supervivientes son los portadores de la mejor bandera posible, la del «Nunca más».
Sería difícilmente entendible que volviéramos a repetir los errores que se cometieron en la transición o en el final de ETA pm. Dejar abierta una sola grieta para el futuro siempre es una ruina, porque el olvido o el “pasar página cuanto antes” nunca puede ser una buena opción. Tampoco lo es creer que se ha innovado en el modelo de final de ETA, cuando este no necesitaba más escenarios que el de la actitud demostrada por la mayoría de la sociedad y los colectivos pacifistas contra la violencia y la amenaza. La armonía social, las ansias por vivir, la convivencia, no pueden construirse sin bucear en las heridas y sus causas, aunque nos duela.