La perplejidad se ha apoderado de los observadores del impacto de las actuaciones del presidente Donald Trump. Con una pizarra repartiendo aranceles al ancho mundo, enviando a la Guardia Nacional a ciudades que no se lo han solicitado, proponiendo convertir Gaza en un resort turístico o autonominándose al Premio Nobel de la Paz, no tiene desperdicio. Sus seguidores muestran un desparpajo inesperado hace poco tiempo. En Europa y América las encuestas electorales les auguran éxitos fulgurantes. Parece que conviene distinguir corrientes y objetivos en el seno del fenómeno político, y no tomar la parte por el todo. Los críticos del trumpismo, algunos en las páginas de este dossier, advierten de consecuencias graves.
Entrevistamos al historiador Steven Forti, quien sale al paso de comparaciones inadecuadas entre el nazifascismo histórico y el fenómeno actual. En los Estados Unidos de partida las tradiciones presidencialistas y aislacionistas han abonado amplísimos apoyos que han desbordado al Partido Republicano. Sectores unidos por el rechazo a la denominada izquierda cultural y social woke han conformado un conglomerado de sostén a las políticas de Trump. En su seno llaman la atención los billonarios “que exudan megalomanías tecnológicas”, en palabras de Eduardo Gudynas.
Los pulsos geopolíficos con aliados y adversarios, China principalmente, acompañan un viraje económico hacia el proteccionismo. Muy sintomática la supresión de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), encargada de canalizar los programas de cooperación y ayuda humanitaria. En ámbitos nacionales e internacionales se cuestionan las élites y el conocimiento experto, se impugnan los valores cosmopolitas, las sociedades abiertas y las expresiones de la diversidad, las agendas de justicia social y derechos humanos.
El estilo de comunicación trumpista, con sus añagazas y sus insultos, ha cuajado plenamente, por si alguien creía que el tiempo de seducción y entretenimiento de las masas había caducado. Por ahí rondan los chivos expiatorios. Se aderezan con negacionismo, supremacismo, pretensiones golpistas y vaciado de instituciones y sentidos democráticos. Israel se ha revelado faro para movimientos latinoamericanos ultracristianos, incide Pablo Stefanoni. Y en Israel ultranacionalismo judío y observancia religiosa, desarrolla Víctor Manuel Amado, alientan actuaciones con que nos desayunamos.