Galde 46, Udazkena 2024 Otoño. Alina Danet.-
En las elecciones generales de 23 julio de 2023, el voto estuvo equilibrado entre los bloques de derecha y la izquierda: PP y Vox convencieron al 45,27% del electorado, mientras PSOE, Sumar, IU, Podemos y Más País recibieron el 44,07% del total (Ministerio de Interior, www.epdata.es). Nunca en la historia del Estado Español hubo mayor competitividad electoral.
Desde entonces, muchas cosas cambiaron. Según el Barómetro de 40DB, en mayo 2024, el bloque derechista alcanzaba el 48% de los votos, siete puntos más que el PSOE, Sumar y Podemos juntos. Vox alcanzaba la mayor subida en la estimación de voto, además de asegurarse al 85,3% de sus antiguos votantes de 2023 y sumar el 8,9% de los votantes del PP (Junquera, 2024).
En junio, los resultados de las últimas elecciones al Parlamento Europeo fueron tajantes: el espectro ideológico de la derecha, desde el centro-derecha hasta las posiciones más extremas, se está fortaleciendo: “estamos ante una pronunciada derechización en Europa” (Orozco, 2024). En el territorio del Estado Español, esos mismos comicios mostraron la diversificación de la derecha radical: Vox obtuvo 6 escaños y, además, surgió Se Acabó la Fiesta (SALF), con un éxito electoral sorprendente. Un prácticamente desconocido para el público general, Alvise Pérez (famoso, eso sí, entre sus seguidores ultra en las redes sociales) arrasaba con su partido autodeclarado anti-político, obteniendo 3 escaños en el Parlamento Europeo.
¿Quiénes son, pues, los votantes de la derecha radical, a quiénes votan y qué argumentos impulsan su elección? Describiremos primero los perfiles del electorado y caracterizaremos los discursos de las ultra-derechas en el ámbito nacional, para, posteriormente, analizar las (posibles) motivaciones de su apoyo. Terminaremos con una reflexión final, intentando responder a la siguiente pregunta: ¿encuentran estos discursos radicales acomodo en el espacio del electorado de izquierda en España, penetrando en los sectores juveniles mediante las “cabezas de playa” del nativismo y el anti-feminismo?
¿Cuál es el perfil del electorado que apoya (en las urnas y no únicamente) a la derecha radical?
El Centro de Investigaciones Sociológicas, en su Barómetro de mayo 2023, se refería al electorado de Vox como principalmente formado por hombres (el 11% del electorado masculino deposita su papeleta a favor de Vox, frente al 5% de las mujeres), la mayoría menores de 40 años (menos del 4% de los mayores de 75 años votan a Vox).
Por otra parte, en base a estudios realizados en los últimos años, podemos referir un perfil bicéfalo de votantes: en primer lugar, habitantes de ámbito rural, con escasos recursos educativos y económicos (en torno al 7% carece totalmente de estudios y sólo el 10% ha terminado la secundaria); en segundo lugar, residentes en el ámbito urbano, de clase media-alta y alta, muchos de ellos auto-declarados católicos. Los primeros acusan una pérdida de estatus social, especialmente si se comparan con sus progenitores; los segundos quieren mantener su situación social y económica privilegiada.
Con respecto a los votantes de SALF, la encuesta preelectoral del CIS de mayo 2024 revelaba el perfil mayoritariamente masculino (son hombres el 79% de los votantes), menores de 45 años (el 77% sobre el total etario), tres de cada cuatro residentes en ciudades pequeñas y medianas y que se situaban en una escala ideológica media. Es un dato curioso, en cuanto que sería de esperar una posición más orientada a la derecha. Por supuesto, hay casos también, pero no es la ideología lo que más destaca en su caracterización.
Votantes de Vox y SALF comparten la desconfianza en la democracia. En septiembre de 2024, los resultados del Barómetro de 40DB avisan: los jóvenes, y sobre todo si son hombres, han perdido la confianza en la democracia: entre la generación Z (18-26 años), el 25,9% de los hombres consideran que el autoritarismo es preferible a la democracia, frente al 18,3% de las mujeres. Los datos se reducen al 22,9% entre los hombres de 27-42 años y al 12,7% de las mujeres millennials. Eso con respecto al electorado general. Cuando nos fijamos en quienes votan a la derecha radical, sabemos, por los datos de la misma encuesta, que el 85,9% de los votantes de Vox y el 88,4% de SALF creen que la democracia se está deteriorando en España (Chouza y Catalán, 2024).
Los discursos de la derecha radical en el Estado Español
Los componentes ideológicos de la derecha radical no se caracterizan por su homogeneidad. Más bien estamos ante un totum revolutum que se nutre, de manera desigual y fluctuante, del tradicionalismo, nacionalismo autoritario, conservadurismo y etnonativismo. La unidad nacional es el eje central del discurso político, salpicado con determinados presupuestos anteriormente muy debatidos, pero considerados ya superados en la actualidad, como la igualdad y diversidad sexual y de género, los derechos y reivindicaciones de migrantes o minorías étnicas.
Los discursos populistas de la derecha radical simplifican además la realidad. Como surgen en situaciones de crisis identitaria, moral o política, son especialmente eficaces si añaden tintes de enfrentamiento entre el in-group (nosotros, los buenos, los de aquí, el pueblo) y el out-group (los otros y las otras, migrantes, feministas, colectivo LGTBIQ+…). Así, el retroceso discursivo pivota sobre dos ejes estratégicos: pretende defender a los “buenos” (por ejemplo, población local u hombres) y acusar/ deslegitimar a los “malos” (manteniendo el paralelismo, migrantes o feministas), sin olvidar los toques oportunistas que, objetivo claro en la campaña electoral, pretenden atraer votantes.
En la relación con los votantes jóvenes, la aproximación discursiva de la derecha radical evoca la unión y lucha común, aludiendo a un pasado idealizado y el anhelo de un nuevo resurgir nacional glorioso. En estas aspiraciones, los jóvenes se perfilan como un grupo etario «escudo», activo y eficaz en la lucha contra los partidos políticos tradicionales, el movimiento feminista o la población inmigrante. En una combinación discursiva de victimización y catastrofismo, por una parte, y confrontación, por otra, los tintes totalitaristas del ideario ultra se asientan, cuando se dirige a los jóvenes, en fórmulas contrapuestas: autoritarismo y a la vez, proximidad, ambos elementos facilitadores para la identificación entre votante y líder político.
¿Qué motivaciones impulsan el apoyo a la derecha radical?
Sobre las motivaciones de voto existen numerosas teorías y explicaciones. Ya a mitad del siglo XX, las escuelas clásicas de estudios políticos ─Columbia, Michigan o Rochester─ situaron los debates centrales en torno a las variables sociodemográficas de candidatos y electorado, la afinidad ideológica, la identificación con el partido o los aspectos racionales que participan en la toma de decisiones. Más recientemente y aplicado al caso de las elecciones generales de los últimos años, las principales dimensiones que parecen confluir en el voto a los partidos tradicionales (PP y PSOE principalmente) son la motivación ideológica, la afinidad con el partido y la valoración retrospectiva de la gestión.
En el caso de los partidos de reciente aparición en la esfera política, a la ideología y a las expectativas de gestión, se les suma la importancia de “otras motivaciones” que, a menudo, tienen que ver con cuestiones territoriales o circunstancias coyunturales, como el clima político o la campaña electoral (Alaminos y Alaminos-Fernández, 2023). Parece, por tanto, que comprender el voto a la derecha radical requiere analizar la presencia combinatoria del peso ideológico con los aspectos contextuales y emocionales. Conviene dimensionar, en este sentido, una mayor volatilidad de estas motivaciones, a efectos de estimación electoral.
Así, en una etapa de profundo y generalizado desencanto de la ciudadanía con los partidos tradicionales, la esperanza de que un cambio político podría auspiciar un futuro mejor se articula como el componente clave de la motivación de voto que, además, se gesta en un contexto económico y social concreto, impregnado por las preocupaciones específicas de ciertos grupos de la ciudadanía. En el caso que nos ocupa, a los votantes de la derecha radical les unen también preocupaciones y miedos similares y, como parte de su respuesta emocional, ambos perfiles identifican “enemigos” comunes: principalmente a las personas migrantes y a las mujeres.
Parece anecdótico pero no lo es: en Pozanco, el pueblo de Ávila con 56 habitantes (36 con derecho a voto), las papeletas se repartieron de la siguiente manera: 15 fueron para el PP, 14 para SALF y 6 de Vox. “Se juntaron en el bar, dijeron de votar a éste y todos a una”, explica el alcalde Emilio Jorge, haciendo referencia a Alvise Pérez (El País, 10 junio 2024). Así, más allá de la ideología, lo que atrae al electorado más joven y nutre su radicalización es precisamente la combinación entre el efecto llamada que emana del líder político encarnado como un amateur político (y que no necesariamente es bien valorado por sus seguidores) y la necesidad de integración y membresía en el in-group del electorado. Además, esta radicalización a la derecha de los hombres jóvenes no es sólo ideológica, sino que se manifiesta como un proceso afectivo, a través de una hostilidad directa y del rechazo hacia otros grupos sociales, tanto como de las políticas de inmigración o igualdad.
El componente emocional de la polarización política permite traspasar la explicación del voto radical como mera expresión del malestar político, económico o de revancha cultural entre los jóvenes. También revela cómo las emociones son, tal y como nos sugiere Martha Nussbaum (2014), permeables a juicios de valor y, por tanto, representan un espacio para el debate y la decisión electoral, especialmente activo cuando la comunicación entre partido/líder y seguidores se lleva a cabo en plataformas digitales y redes sociales, donde la prioridad es el consumo de contenidos.
¿Encuentran estos discursos radicales acomodo en el espacio del electorado de izquierda en España?
Puede haber y hay (cierto) acomodo de los discursos radicales en el electorado joven de izquierda. El principal punto explicativo tiene que ver con los clivajes (los famosos cleavages en inglés).
En primer lugar, el continuum izquierda-derecha fundamentado en aspectos socio-económicos, ha perdido fuerza en la actualidad y la tendencia histórica de la clase trabajadora a votar a la izquierda requiere mucha matización. Volviendo al perfil bicéfalo del electorado, si nos centramos en el voto de la clase trabajadora, debemos enfatizar sus valores progresistas en lo económico, pero conservadores en lo cultural. Surge así determinada animadversión al multiculturalismo y éste encaja perfectamente con los discursos anti-inmigración. A esto se le sumarían aspectos de la “oferta” política: la desconexión con los partidos socialdemócratas y los sindicatos, cuyo papel se ha visto debilitado en los últimos años de democracia liberal, abre la vía a una mayor atracción hacia las políticas nativistas −políticas sociales, sí, pero sólo para “nosotros”, además de proteccionismo y estatismo en la política exterior− de la extrema derecha.
Con respecto al segundo perfil de votantes (propietarios residentes en ciudades), la centralidad de la familia tradicional como eje institucional fundamental en los discursos de Vox puede ser esencial en la oposición a la lucha por la diversidad sexual y de identidad de género. La propuesta de mantener el statu quo, tan recurrente en los mensajes de la derecha radical, parece calar con facilidad entre algunos hombres, que fácilmente se unen a descalificar los movimientos feministas, sobre todo al amparo del anonimato que ofrecen las redes sociales.
No menos importante parece ser también, más allá del perfil sociodemográfico del electorado, la identificación y búsqueda de pertenencia a una especie de comunidad imaginaria de hombres blancos heterosexuales que ven peligrar su “masculinidad”, todo bajo un paraguas heterogéneo y forzado de intereses comunes, construidos más “en contra de” que en base a cuestiones identitarias concretas y compartidas.
Por otra parte, no podemos desatender la importancia del clivaje territorial, otro gran clásico. Frente a los partidos de ámbito no estatal, los partidos de la derecha radical populista surgieron en la última década (no olvidemos que Vox se fundó en 2013), como crítica y resistencia al nacionalismo periférico, cuestión especialmente candente a partir del conflicto en Cataluña. De hecho, más de la mitad de los votantes de Vox reconocen que el fenómeno independentista y su posterior gestión política y jurídica, ha tenido que ver con su decisión de votar a la derecha radical.
A esto hay que sumarle que los partidos ultra venden un modelo de Estado centralista, unitario, con un único gobierno central y el fin de las autonomías, mientras que, en el ámbito europeo, defienden la soberanía nacional y la antiglobalización, ideas fácilmente digeribles entre el electorado euroescéptico y antieuropeista.
A modo de conclusión, conviene ser cauta, pero también realista: la derecha radical se abre al electorado joven (y viceversa) y sus discursos en contra de la “ideología de género” y la inmigración resuenan con facilidad en los entornos masculinizados, sobre el fondo de altas dosis de desafección política y descontento social, y en base a una alta emocionalidad política.
Alina Danet.
Universidad de Granada.
Referencias
Alaminos A. y Alaminos-Fernández AF. Motivaciones de voto y estimación electoral en la elecciones generales en España. Un análisis empírico. Sistema 2023, 267, 3-37.
Nussbaum, M. Emociones políticas. ¿Por qué el amor es importante para la justicia? Barcelona, Paidós, 2014.
Junquera, N. El bloque de PP y Vox multiplica su ventaja sobre la izquierda desde las generales de julio. El País, 20 mayo 2024.
Chouza P. y Catalán N. Un 26% de los jóvenes varones prefiere “en algunas circunstancias” el autoritarismo a la democracia. El País, 2 septiembre 2024.
Orozco, R. La Europa de las extremas derechas. Galde, 22 junio 2024. https://www.galde.eu/es/la-europa-de-las-extremas-derechas/