Galde 48, Udaberria 2025 Primavera. Santiago Burutxaga.-
Tras Shock 1: El Cóndor y el Puma y Shock 2: La Tormenta y la Guerra, llega a los escenarios 1936 (Shock 0), espectáculos todos ellos dirigidos por Andrés Lima al frente del mismo grupo de dramaturgos: Juan Mayorga, Juan Cavestany, Albert Boronat y el propio Lima, autor también de parte del texto dramático.
Los dos primeros Shocks, basados en el libro de Naomi Klein La doctrina del shock, se situaban en la época del ideólogo Milton Friedman y la Escuela Económica de Chicago y su relación con las políticas neoliberales de Reagan, Thatcher, Bush, las dictaduras de Pinochet, Videla y otros golpistas latinoamericanos, finalizando con la guerra de Irak. Se trataba de demostrar que la violencia extrema contra la población no era el resultado de excesos imprevistos sino la aplicación de políticas cuidadosamente planificadas para crear estados de pánico que hiciesen irreversibles los cambios de poder. Este nuevo Shock disecciona ahora el golpe militar contra la República Española, la Guerra Civil y la represión brutal ejercida contra la población para implantar un régimen económico, político y social que borrara los valores e ideales de la nueva sociedad española emergente en el periodo republicano.
I.- Un espectáculo torrencial. 1936 (Shock 0) es un reto enorme de teatro político documental. En unas cuatro horas y media (con algún descanso intermedio) se pretende ofrecer un relato global, omnicomprensivo, sobre la Guerra Civil y el clima social y político que la precedió. Tras la puesta en escena se percibe un gran trabajo de documentación. Durante dos años el grupo de dramaturgos y actores han trabajado con reconocidos historiadores y otros estudiosos de aquel periodo tales como Julián Casanova, Ángel Viñas, Paul Preston, Miguel Garau, Francisco Espinosa, Emilio Silva, Tania Balló, entre otros. En las más de veinte escenas que componen la obra, harán acto de presencia un sinfín de personajes de la contienda: políticos y militares de ambos bandos, conspiradores aristócratas y personajes populares que sufrirán los rigores de la hambruna y del pánico de los bombardeos y las masacres. Junto a escenas de ficción, hay arengas y discursos, palabras textuales que van de Manuel Azaña a Dolores Ibárruri, de los generales golpistas Queipo de Llano, Mola, Yagüe o Franco a los republicanos Rojo y Miaja, de Indalecio Prieto a Clara Campoamor o George Orwell, y así, hasta una treintena. Por bárbaro que parezca en algunos casos, todo lo que se pone en boca de los personajes históricos, fue dicho.
Seremos testigos, de alguna manera, del horror de la toma de Badajoz y de las ejecuciones masivas en la plaza de toros con la aristocracia local y prelados invitados al espectáculo. Compartiremos el pánico de las más de200.000 personas que salieron huyendo por la costa de Málaga en La Desbandá camino de Almería, siendo barridos a cañonazos desde los barcos de guerra y bombardeados por la aviación italiana y alemana. “Doscientos kilómetros de miseria -dice el médico Norman Bethune-. Cuatro días y noches rodeados por un sólido torrente de hombres, burros, niños, cabras, mujeres, gritando nombres de familiares desaparecidos”. Nunca se sabrá el número de víctimas. Algunos espectadores mezclados con los actores se aproximarán en la ficción a lo que se siente al sufrir un bombardeo a oscuras en un refugio. En otra escena se recreará magníficamente la Batalla del Ebro, aquel intento desesperado del ejército republicano cuando ya no había posibilidad de victoria.
Pero 1936 (Shock 0) es teatro, puro espectáculo, no mitin ni lección de historia, y para serlo se vale de todos los recursos del arte dramático. Hay proyecciones, efectos visuales y sonido envolvente, canciones que van del Himno a la Alegría a Spanish Bombs de The Clash pasando por chotis y coplas de la época y, sobre todo, un grupo de ocho excelentes actores y actrices que se reparten indistintamente roles masculinos y femeninos interpretando unos noventa personajes y logrando sorprendentes caracterizaciones en tiempo mínimo. Añádase a esto un coro de una veintena de jóvenes que intervienen en las escenas sin caracterización alguna y que simbólicamente ejercen de nexo de unión entre el pasado y el presente, subrayando que lo ocurrido guarda peligrosas similitudes con la crispación actual.
II.- Teatro político. Shock 0 no es una rareza. Existe un teatro con vocación de intervenir en el debate público y para ello busca en los conflictos sociales y políticos sus argumentos. Valgan como ejemplos recientes Una noche sin luna de Diego Botto o El mar, visión de unos niños que no lo conocieron, historia de un maestro fusilado en 1936. En ocasiones el teatro es espejo de la actualidad y lleva actas judiciales a la escena como en Ruz-Bárcenas o La jauría, sobre el juicio a La Manada, ambas obras de Jordi Casanovas, o en Nevenkay Altsasu de María Goiricelaya.
Para el historiador Julián Casanova “un espectáculo de una hora y media puede comunicar cosas para las que necesitas mil páginas de un libro”. Junto con los datos y las reflexiones, el hecho artístico transmite emociones. Pero una emoción que ha de ser contenida y administrada para que no nuble el entendimiento. Para Erwin Piscator -uno de los creadores del concepto de teatro político- “el teatro (político) no debe ya producir en el espectador un efecto meramente sentimental ni especular con su rapidez de reacción emotiva, ahora se dirige conscientemente a su razón. No debe proporcionar solamente arrobamiento, entusiasmo, desgarramiento, sino también explicaciones, instrucción y enseñanza”. En definitiva, requiere una expresión disciplinada y una gran austeridad para tocar al espectador, no ya en su epidermis, sino en su ser profundo. En Shock 0 esa dosificación de las emociones, sea risa o llanto, es patente.
III.- Teatro para la memoria. Para ser eficaz, el teatro político ha de ser también riguroso. Oír todas las voces no equivale a ser neutral. Es un hecho objetivo que el relato de la Guerra Civil y la posguerra lo construyeron los vencedores y que las personas que la vivieron desde el lado de los perdedores no vieron reconocido su sufrimiento ni su condición de víctimas. Sin embargo, dice Julián Casanova que “es posible explorar el pasado sin buscar una condena o una absolución”.
Han pasado cincuenta años de la muerte del dictador que gobernó cuatro décadas tras un golpe militar, una guerra con casi un millón de muertos, miles y miles de ejecuciones extrajudiciales y que, pese a ello, recibió el apoyo de sectores significativos de la población. Debería ser un buen momento para que se pueda hablar sobre estosin discursos hegemónicos ni silencios forzados.
“Procuramos atenernos a la escenificación de los hechos -afirma Andrés Lima-. Lo esencial de esta historia es la violencia, la muerte, el hambre, el odio. Luego el público saca sus conclusiones sobre cada bando… El renacimiento de las ideas fascistas y la polarización son evidentes… Esa fue una de las razones por las que quisimos montar esta obra”.
Asentar un relato cierto de los hechos, sin ambigüedades, falsedades ni distorsiones debería ser un deber moral de nuestra generación. Es un hecho que no se ha logrado. Basta oír recientemente a un diputado ultraderechista decir que “la etapa posterior de la Guerra Civil no fue oscura, como nos vende este Gobierno, sino una etapa de reconstrucción, de progreso y de reconciliación para lograr la unidad nacional”. Trabajar por una memoria histórica rigurosa con los hechos es trabajar por una convivencia pacífica en una sociedad democrática. Memoria e historia no son la misma cosa, pero para el historiador francés Pierre Nora “ambas son necesarias para comprender (y asumir) la situación actual, y también para reaccionar activamente ante ella, si no queremos convertirnos en pasivos sujetos arrollados por el paso (y el peso) de los acontecimientos”.
En un final emotivo repleto de simbolismo, pero muy improbable, 1936 (Shock 0) acaba con una inmensa bandera republicana que cobija a muertos y vivos en el tiempo presente. Un rato antes, han sonado las doloridas y hermosas palabras de Azaña transmitiendo “el mensaje de la patria eterna que dice a todos sus hijos: paz, piedad y perdón”.